Dragón Dorado

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Cuando la realidad es un sueño,
Procura ser su dueño,
O te tragará,
Te llevara a un lugar
Donde ya,
No podrás escapar.
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INTRODUCCIÓN
Mi afán es que utilicéis la imaginación. Quisiera lograr que viajarais hasta que os
sumergierais dentro, pero quiero echaros una mano dado que en el libro aparecerán una
serie de animales de los que no sabéis nada por que me los he inventado yo, están, digamos
los de siempre y los míos. Por este motivo os proporciono un pequeño mapa y una descripción
de los animales que a lo largo de esta y otras historias os iréis encontrando poco a poco.
En primer lugar estará, una pequeña descripción de cada animal que habita los
diferentes parajes, catalogados por zonas o ciudades. Después encontraréis un mapa para
que os podáis orientar mejor dentro de la historia.
Dejo de Daros la lata y empiezo, con la descripción.
MONTE NEGRO
Cenit :-) Se trata de unos caballos de alza media, unos 150 cm para los machos y unos
160 cm para las hembras, por lo que al montarlos los pies casi tocaban el suelo. Otra de sus
características era que no tenían cola y que pese a su menudencia, eran incasables y fuertes.
Pastaban libres por el Valle Oscuro.
Zhotes :-) De cornamenta corta, pero afilada como hoja de barbero. Es una especie de
venado, de un gran tamaño en ciertos adultos, en ocasiones más grande que un Alazán. En
sus pezuñas traseras cuenta con un espolón que utiliza diestramente para su defensa o
ataque.
Chok~Chok :-) Se trata de un pequeño roedor del tamaño de una ardilla. Su carne es
extremadamente dulce, por lo que es muy apreciada, sobre todo por los Montenegreses más
jóvenes. Plato principal en la mesa de esos futuros y furiosos Bárbaros.
Dingos :-) Son unos perros de caza, aunque adiestrados son también utilizados como
perros de la guerra. Del tamaño de un gran danés, pero con la musculatura de un mastín y
con una mandíbula, característica de esta raza, que se desencajaba a voluntad, por lo que era
capaz de seccionar a una persona en dos, limpiamente. Viven en estado salvaje y hay que
cogerlos de cachorros. Una vez adultos son fieles hasta la muerte a la persona que ellos
eligen como amo.
Archos :-) Ave de la familia de las águilas, pero de la envergadura de un cóndor, moran
en los picos más altos del Valle Oscuro y son capaces de elevar a un Duno de Didram, sin
problemas. No hay que decir que eran muy temidos, más de una vez se llevaron a un pastor
despistado.
EL PANTANO
Soas :-) Serpientes de hasta cinco metros de longitud. Las que llegan a ser adultas,
viven en continua disputa con sus semejantes y demás seres, son tremendamente
territoriales. Su hábitat esta en las orillas del Lago Negro, donde escondidas esperan a sus
presas cuando éstas van a saciar su sed.
Ducos :-) Sapos del tamaño de un puño grande. Feos y contrahechos se apelotonan en
las orillas de las arenas movedizas de la zona Sur del pantano. Escupen un fuerte veneno. Una
sola gota es capaz de bloquear todo el sistema nervioso de un guerrero y morir entre
espasmos al bloquearse los pulmones.
Pes :-) Pez de escamas verdosas, con una mandíbula que es utilizada por los
carpinteros para lijar la madera. Está compuesta por cuatro filas de dientes en cada una,
capaces de destrozar un miembro de un solo bocado. Viven en el Lago Verde al Noroeste del
Pantano. Su carne es fina y blanca, pero dado su peligro, es extremadamente caro. De ahí
que se aproveche todo de el.
Cimarrón :-) Insecto del tamaño de un escarabajo, dotado de un aguijón que produce
una leve quemadura. Vuela en pequeñas manadas por todo el Pantano y les encanta picar a
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las caballerizas, con lo que el jinete suele terminar en el suelo y picoteado al igual que su
montura.
TERRAVERDE
Ircinios :-) Ave de tamaño medio, como es costumbre en ciertas especies animales,
eligen a una persona como compañero. No se les puede cazar, por considerar un honor el ser
elegido por uno de estas aves. Sin contar con su reputación en la caza, estos animales
poseen la virtud de hablar de una manera inteligente y viven sus primeros años en las orillas
del Río Azud, en el Valle del Río.
Alazanes :-) Caballo de pelaje negro intenso, con brillos azulados. Ojos profundos y
fieros de color rojo. Inteligentes y cariñosos nunca abandonan a su dueño, aún habiendo
muerto esté se quedan a su lado hasta morir de hambre.
Cokis :-) Peces de colores llamativos que viven en el Delta de los Tres Ojos, son de
pequeño tamaño, por lo que suele ser el juguete de todos los chiquillos del Delta.
Cangrejo Negro :-) Su carne es del color de su nombre, por lo que a primera vista es
desagradables y lo son, tienen mal carácter y una pinzas capaces de hacerte mucho daño.
Aparte de la gastronomía, son utilizados como cebo por los pescadores de alta mar.
DIRDAM
Dunos :-) Pareciéndose a un toro, éste es con diferencia más fuerte y robusto. No solo se
aprovecha de el su carne, todo de él es aprovechado para algún tipo de ornamento o
utensilio.
Drakers :-) Es un cerdo salvaje, con tres tremendos colmillos. Difíciles de ver y de
cazar suelen vivir desde el Valle antes de los Montes Pelaos, en Terrafuego. Hasta los
pastizales del Norte.
Gaviola :-) Ave marina que anida en los acantilados que van desde el faro hasta un
poco más adentro de la frontera de Terrafuego. Sus huevos son recogidos y utilizados como
alimento en fiestas de corte religioso.
TERRAFUEGO
Lagarto de Fuego :-) Pequeño reptil, totalmente acorazado por duras escamas, de un
metro de longitud y un palmo de altura. Molesto como una mosca veraniega, posee una carne
tan correosa que ni animal ni hombre la come, por lo que no tiene depredadores fijos. Vive
confinado en Terrafuego pues necesita el calor para sobrevivir.
Dragones :-) Habiéndolos de diferentes tipos y tamaños, viven más o menos tranquilos
en su duro hábitat de donde obtienen todo lo que necesitan y tan solo son molestados por
algún inconsciente caza dragones mercenario. En alguna ocasión han realizado excursiones
fuera de su territorio y han cazado algún Duno que otro, pero rara vez.
Saltarines :-) Peces de color plateado muy brillante. Viven tan solo en las
inmediaciones de las Islas Negras. Su carne es muy sabrosa y de su vejiga se saca un aceite
que es muy utilizado en diversas medicinas. Los marinos paran sus faenas para verlos en alta
mar saltar y realizar increíbles piruetas en el aire.
Bueno espero que todo esto os sirva para recrear una mejor dimensión de esta
historia.
Aquí tenéis al Dragón Dorado.
Todo mi alrededor es tan árido y hostil. Colores rojizos, negros y grises me envuelven.
Por doquier hay rocas, rocas que me enseñan sus afiladas aristas como colmillos de Dingos,
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en espera de un buen trozo de carne que desgarrar. El sendero por el que camino esta
repleto de piedras sueltas, de diferente tamaño sembrando el camino, por lo que hace más de
tres horas que camino junto mi Alazán, mi fiel Thor.
La coraza ayuda poco ahora, tan solo me proporciona incomodidad, el sudor esta
produciéndome llagas y rozaduras. Hace ya seis días que camino por Terrafuego, esta tierra
sin Dioses, donde tan solo un puñado de Lagartos del Fuego viven y son más un incordio que
otra cosa, no son ni comestibles, su carne es mas dura incluso que mis botas.
Unos cuantos matorrales y hierbajos junto con algo que quizás en su día pudo ser hasta un
árbol y ahora solo son una especie de escultura en lava retorcida. Es todo lo que he visto en
estos últimos días. Mi entorno está repleto de volcanes y agujeros por donde el aire brota y es
capaz de quemarte la piel al instante. Suelos tan frágiles que bajo el peso de cualquier cosa
se abren para enseñarte su mortal lengua de fuego.
Por cierto, es curioso que este sitio sea el preferido de los Dragones para saciar su sed. Sí,
ellos beben de este fuego y luego son capaces de escupirlo cuando se encuentran en peligro.
El furioso rugir de los volcanes en plena erupción es él único ruido que escucho desde que
llegué, tan solo roto por los estridentes gritos de los Dragones. Es un pobre consuelo
teniendo en cuenta mi misión, y es que en ocasiones las tareas encomendadas no son tan
gratificantes como uno quisiera, tornándose tediosas y eternas. Ésta era una de esas
ocasiones.
Mis pensamientos se dispersan y vuelan hacia un pasado cercano, tan solo unos
pocos días atrás, estaba en mi casa, preparándome el almuerzo. Llamaron a la puerta. La abrí
para ver a un mensajero del Rey. Me extendió un pergamino. El Rey requería mi presencia
inmediata en palacio. Ni almorzar tranquilo le dejan a uno. ¡ Dioses!. Salí con un buen trozo de
queso en una mano y un tarugo de pan de centeno en la otra. Ensille a Thor y junto con el
mensajero partimos hacia el castillo.
Terminaba de comerme el último trozo de queso, cuando tras un pequeño montículo,
se empezaba a ver el arco superior de la entrada a la Ciudadela. Tras esta primera entrada
hay un gran patio, sitio este destinado a las fiestas populares. A continuación otra porticada
da paso al patio de caballerizas situado justo antes del portalón que da paso al Castillo Real.
Ya dentro del Castillo, cruce todo lo rápido que pude el largo pasillo, otra puerta, otro
pasillo y por fin la puerta del Salón Real flanqueada por dos soldados, que abrieron
inmediatamente al verme, dejándome el paso libre, ahí encontré a mi Rey, sentado en su
enorme sillón de madera de roble y cuero repujado. Mi Señor estaba con aire distraído. Me
incliné ante Él.
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Levantaos Rudof, Cazador Real. Hay una urgente misión para vos. Implica peligros y
penalidades, más solo tú estás capacitado para tal misión. Mirándome fijamente a los ojos, me
dijo: Has de dar caza a un terrible Dragón. Un Dragón Dorado, el cual astutamente aprovechó
esta última noche sin Luna pasada y entre la oscuridad se movió con sigilo, raptando a la
tercera mujer del Canciller.
Como ya sabes, él pertenece al Círculo Interior. Allí todos se tapan y protegen los unos
a otros. ¡ Malditos bastardos!. En fin, como supongo que sabrás, El Canciller tiene un pequeño
feudo que gobierna de forma caprichosa y es que la riqueza heredada no se aprecia,
simplemente se tiene y él la usa. No conoce otra forma, es lo que aprendió desde pequeño, y
de lo que ejerce en la actualidad, de pequeño tirano pero eso sí, siempre dentro de su feudo.
Poca cosa puedo hacer Yo.
En resumen, me presiona, el Círculo esta en pie de guerra y si no quiero que esto
termine en rebelión tendrás que partir lo antes posible a dar caza a ese Dragón Dorado y
rescatar a la mujer del Canciller. Por cierto Rudolf, ¿ Cuantos Dragones van ya?. Siete, le
respondí, y he de decir, mi Señor, que ninguno fue igual que el otro, ni en su rastreo, ni en su
muerte. Lo cual hace que siempre sea una difícil caza. Pero, como sabéis, soy persistente y
tarde o temprano cumplo con mi deber, mi Rey.
Caminamos juntos en dirección a la puerta, unos metros antes se paró y me entrego
un camafeo con el retrato de una Dama en su interior. Esta es la Dama que tenéis que
rescatar, Daos prisa antes de que esto termine con un golpe de estado. Salude a mi Rey con
una inclinación y dejé a esté en el interior del gran salón. Otra vez recorrí a la inversa el
mismo camino que hacia unos instantes, dirigiéndome esta vez a la salida. Un mozo me
esperaba en la puerta sujetando con dificultad a mi Alazán. Mucho brío para tan pequeño
zagal.
Ya en casa, comencé a preparar todo lo necesario. Lo primero un saco con comida
para una Luna, eso por lo menos, nunca se sabe. En otro introduje cuerdas de diferentes
grosores, el garfio, varias pequeñas antorchas, una aguja del Norte, se llama así, por que
siempre mira en esa dirección.
Descolgué mi vieja capa de piel de oso. Me enfundé la plateada armadura y ajusté bien
fuerte los correajes. Al cinto, mi espada y mi daga de doble filo, colgando del otro lado, un
saquito hecho de tripa de cerdo impermeable, con la yesca, el pedernal y el eslabón de
hierro. A la espalda la doble ballesta. El resto distribuido en las alforjas y bien atado no
ocupaba mucho, no era trabajo pesado para Thor, estaba acostumbrado incluso a más peso.
territorio.
Partí hacia Terrafuego, era lo más lógico, donde iría un dragón sino, que a su propio
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Un nuevo rugir del volcán y un tirón de las riendas me transportan a la realidad, justo
para escuchar un silbido en el cielo y ver como pasaba por encima de mi cabeza una gran
roca llameante que se estrelló a poco menos de un centenar de pasos de donde Thor y Yo nos
encontrábamos. El impacto fue tan violento que la gran roca se fraccionó en una multitud de
piedras al rojo vivo, volando por doquier. Esta imagen hizo que los cabellos de la nuca se me
erizaran. Un escalofrío recorrió como un rayo toda la longitud de mi espinazo. Mis ojos, de
forma instintiva, otearon los alrededores en busca de refugio. Antes me pareció ver una grieta
en un montículo cercano y sin pensarlo dos veces, salí corriendo, tirando de las correas de mi
caballo. En efecto, mis ojos no me engañaron, había una grieta pero un tanto angosta para
que entráramos a la carrera, por lo que tuve que parar ante la grieta y cortar
apresuradamente las cuerdas que sujetaban las alforjas a ambos costados de Thor.
El Alazán entró mientras yo recogía las alforjas del suelo, tirándolas al interior de la
cueva. A los pocos pasos la entrada se hacia más grande y por la negrura del entorno, tenía
que ser bastante grande. El aire era fresco y limpio en su interior. Al fondo se escuchaba un
tintinear de agua cayendo gota a gota, saque una de las antorchas y del saquito el pedernal,
el eslabón y…, ¡ Por fin un poco de luz!, mostrándome con todo lujo la grandiosidad de la
cueva, a juzgar por las enormes columnas formadas por el eterno gotear, databa de cuando el
hombre era tan solo un pensamiento vano en la cabeza de los Dioses. Y aquí estaba,
abrigando a todo ese montón de ojitos rojizos, que me observan desde las sombras, huyendo
de la cegadora luz de la antorcha. Intrigantes moradores, pensé, espero que no den
problemas.
Recorro la cueva con los ojos y veo que a mi derecha hay cinco túneles, negros como
boca de Dingo. Bueno esperaremos un poco antes de decidir que es lo que haré a
continuación. Thor había tomado posición en la entrada donde crecía unos matorrales
amarronados que al parecer no le disgustaba del todo y los había en abundancia. La rumiaba
tranquilamente, sintiéndose seguro dentro de la gran cueva, esto me proporcionaba a mí la
tranquilidad de no tener que preocuparme de la entrada, si algo pasaba, el caballo me lo haría
saber con sus relinchos.
En vista de que el volcán continuaba con sus vómitos y rugidos, decidir ponerme a
comer yo también un poco de carne sazonada. Haría una hoguera con esos mismos
matorrales y me prepararía un poco de te mientras se calentaba la carne, luego después de
comer me relajaría con una buena pipa de Ot~soc y decidiría que hacer.
Con la primera bocanada de humo, sentí el bienestar que proporciona este polen de
los países del Sur, tras el Mar de la Tranquilidad, en aquel país donde el suelo es siempre de
arena. Otra calada más larga y profunda, otra ola que se estrella en mi mente. Lentamente me
levanto, apurando la pipa, me encamino hacia los túneles y empiezo a obsérvalos. Entre otras
peculiaridades el Ot~soc te despierta los sentidos, agudizándolos hasta sus propios limites,
esto en ocasiones era una necesidad, sobre todo a la hora de perseguir ciertos animales,
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durante su caza. Cierto es que para sus detractores, esto era una mera excusa que intentaba
defender lo que para ellos era un vicio pernicioso.
Miré el primer túnel, para matar el tiempo mientras durara la irritación del volcán. El
primero era tan pequeño que entraba solo la oscuridad. El segundo se veía que era de
descenso, luego desechado, en el tercero mi cabello se agitó, por lo que tenía salida. El
cuarto túnel, estaba taponado por un derrumbamiento unos pasos más adelante. En el quinto
también note una corriente de aire, luego dos de cinco, quizás luego les echara un vistazo.
Mientras me giraba en dirección de la hoguera, creí escuchar lo que parecía un grito y
era de horror, surgiendo del quinto túnel. Aun resonaba el eco del grito por las paredes. En
dos zancadas me plante ante las alforjas, saque el paquete que contenía las cuerdas y cogí
una bobina de un hilo muy fino pero muy resistente y el garfio junto con su correspondiente
soga.
Até el extremo del hilo fino a una de las estalactitas, metiéndome la bobina en uno de
los pliegues de mis ropas, esto me iría bien en caso de desorientarme y perderme en su
interior. La soga con el garfio la coloque enrollada y cruzaba mi pecho. La ballesta ya armada
en una mano y la antorcha en la otra. Ya estaba preparado y me adentré...., no se cuanto
tiempo transcurrió, pero de pronto note que empezaba una pequeña pendiente ascendente,
tras la cual y al doblar un recodo me encontré con una gran cueva.
Ésta estaba abierta al cielo en su cúpula, dando muestras sus bordes de haber sufrido
duros impacto de las piedras llameantes de los volcanes. Otro grito. Giré la cabeza para ver
algo que me dejó petrificado. Un Dragón se batía en mortal duelo con un Lagarto de Fuego,
pero esté era incluso más grande que el propio Dragón. ¿ Será esté el Gran Padre de los
Lagartos de Fuego?.
Otro grito más a mi derecha y al girar, vi a la Mujer a la que vine a rescatar. Estaba
escondida tras una roca. Tras Ella había algo que me llamo mucho la atención, había un
camastro, una mesa, unas sillas, un trípode de hierro del que pendía un enorme puchero y
otros aparejos de cocina. Sigilosamente me acercaba a donde se encontraba la dama, me
acerque en sigilo y la tome por su brazo izquierdo con mi mano izquierda, la derecha la use
para taparla la boca.
Cuando su primera reacción de asombro se borró de sus ojos, retiré lentamente la
mano de la boca, al tiempo que le hacia una seña de que guardara silencio. Lejos de hacerme
caso, me contesto. ¡ Por Dios, ayúdele!, ante mi expresión de asombro, continuo gritando,
salvad al Dragón y juro contestar después a todas vuestra preguntas, la sinceridad de sus
ojos se clavaron en los míos, giré sobre mis talones y me encaminé hacia el círculo central de
la cueva.
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Delante de mí, la contienda entre los dos colosos continuaban, pero el Dragón estaba
en peores condiciones, en muchos aspectos. Se encontraba en una postura en la cual el
Lagarto le tenía medio inmovilizado con una de sus potentes garras, mientras el Dragón, se
defendía lanzándole bocanadas de vapor a la cara, cegándole y así desviar con certeros
zarpazos, de su única garra libre, las dentelladas ciegas del enemigo, pero pronto no habría
más vapor que lanzar y entonces.....
Enseguida comprendí que no podía usar la ballesta, se movían demasiado para tener
un blanco seguro, por lo que mi única oportunidad era el garfio, lo gire sobre mi cabeza. El
zumbido que produjo esta acción, distrajo el tiempo necesario para que el Lagarto desviará
momentáneamente la atención, sin darse cuenta, dejando la garganta al descubierto.
Oportunidad que el Dragón aprovechó, hincándole sus poderosos colmillos en la carne del
cuello, no era mortal la dentellada. El Lagarto contaba con grandes escamas que cubrían la
casi totalidad de su cuerpo, pero sí lo inmovilizó lo suficiente, como para poder apuntar al
sobaco izquierdo. Esta es la única zona en ellos que esta desprotegida.
La saeta cruzó el aire silbando su canto de muerte, para hendirse hasta el corazón de
la bestia. Dio un rugido que provocó pequeños desprendimientos en algunos puntos de la
cueva y con un espasmo convulsivo se desplomó pesadamente. Mis ojos se encontraron de
frente con los del Dragón, su mirada era inteligente y con un parpadeo lento, ceremonioso,
me comunicó toda su gratitud. La mujer estaba ya delante del Dragón y le examinaba las
heridas, al tiempo que le consolaba con caricias intentando desesperadamente borrar el
dolor de la bestia.
Los ojos de la mujer buscaron los míos para mostrarme todo su dolor y miedo, unas
lágrimas cubrían sus mejillas y un hilo de voz surgió de sus pálidos labios, temblorosa,
diciéndome. ¡ Es mi hermano mayor, ayúdame por favor!.
Ahí estaba Yo. Me di cuenta de que estaba petrificado y tenía la boca abierta. Con un
rápido parpadeo y un meneo de cabeza, regresé a la realidad. Me acerqué cauteloso y le
pregunte a la dama, que si sabía como podía llegar lo más rápido posible hasta mi alazán.
Fue el Dragón quién me miró lentamente y para mi asombro, abriendo sus fauces, me
dijo...., Lo primero es lo primero. Me llamo Diatros y esta es mi hermana Candy. Ahora, ¿
Cual es tu nombre?.... - Tragando saliva, logré responder. Rudolf - Muy bien Rudof, para que
quieres ir hasta vuestra montura.
Mirándole ya fijamente a los ojos, le respondí. En los paquetes que dejé en la otra
cueva, tengo hierbas medicinales, que calmarán tu dolor y ayudarán, considerablemente, a la
sanación de tus heridas. No temas, tu hermana prometió contestar a todas y cada una de mis
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preguntas. Hasta entonces consideradme vuestro amigo y no temáis nada de mí, os doy mi
palabra de honor.
El Dragón, Diatros, pareció meditarlo, tras un silencio, señaló con un dedo de su
maltrecha garra, un túnel. Ve por ese, te llevará directamente, verás que tiene altura
suficiente para que pueda pasar tu montura hasta llegar aquí. Giré en dirección al punto
señalado y otra vez, la oscuridad me abrazó.
Por el camino mi cabeza, alentada por el silencio y la oscuridad, era un remolino de
preguntas a las que no podía responder, esto agitaba aún más mi materia gris. Antes de lo
esperado me encontré del lado izquierdo de la cueva, recordé que esta zona no la había
explorado. Thor miró hacia mí, alertado por el ruido que produje al salir. Un fuerte resoplar
fue la contestación de indignación que me dedicó por saludo. Vamos Thor, no seas así, ya te
contaré y además dentro de un rato lo comprenderás mejor.
Coloqué las alforjas a cada flanco de Thor, y otra vez al túnel, esto se estaba
convirtiendo en una rutina, tan solo el cálido aliento de Thor en mi nuca, hacia de esta
travesía, algo diferente. Por fin otra vez la luz, mi vista empieza a protestar ante tanto cambio.
Al salir descubrí a un Dragón, más relajado y con un aspecto indudablemente más
humano. O era que tan solo que lo veía ahora con ojos diferentes desde que me hablo.
Bueno, calma. Lo primero es curar tus heridas. Thor al ver al Dragón, se asustó,
poniéndose de manos y lanzando unas poderosas coces por doquier, me costó largo rato el
hacer que ser portara de una forma civilizada, dentro de lo se espera de un caballo. El Dragón
emitió un agudo sonido y las orejas del caballo se estiraron de forma inusual, pero tras eso, se
tranquilizo del todo, parecía como si Diatros le hubiera comunicado algo, en algún extraño
idioma.
Logré por fin encontrar el saco de las medicinas. Eran una serie de pequeños sacos,
metidos dentro de otro más grande. Escogí meticulosamente las hierbas que iba a necesitar y
me dispuse a encender la hoguera, para calentar un poco de agua. Mientras se calentaba,
tendría tiempo de sobra para preparar todos los emplastes e infusiones necesarios.
Mientras trabajaba, no dejaba de mirar a la extraña pareja y en la historia que me
contarían. He de admitir que mi curiosidad iba en aumento. Ella se había despojado de una de
sus enaguas y las estaba cortando en tiras, sin duda preparaba vendas para, ¿ Su hermano?
Esto era algo que no terminaba de asimilar mi cabeza, baje la vista aun meditabundo
para comprobar la fluidez del emplaste que tenia dentro del cuenco. Le hacia falta un poco
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más de aplastamiento y un pellizco más de amapola, para el dolor. Unos pasos suaves, casi
ingrávidos, hicieron que mi vista se alzara para encontrarme de frente con la mujer.
Su contorno se desdibujaba a través de sus ropas, no tenía tantas enaguas como
parecía. El fuego a su espalda, me mostraba los delicados contornos de su cuerpo,
revelándome la hermosura que escondían los ropajes y capas. Candy se hecho a un lado y fue
cuando fui consciente de mi propio rubor, sin duda esto fue lo que alerto a la dama, pero una
carcajada fue su única respuesta.
Perdóname Rudolf, no quería alterar ni interrumpir tus pensamientos en modo alguno,
mucho menos apartarte de tu trabajo..... Yo... solo quería....., ahora era ella la ruborizada,
como empujada por una mano invisible se abalanzó hacia mi y beso mi mejilla, saliendo
corriendo hacia donde el hermano descansaba, no sin dedicarme otra mirada esta vez
disimulada. Diablos de muchacha, ha logrado desorientarme del todo, así era, sí antes tenía
dudas, ahora se sumaba otra más.
Por fin terminé, de preparar todo lo necesario. Me encaminé hasta donde yacía
Diatros, lentamente. Esté giro su cabeza al sentir mí movimiento, su faz era tranquila aunque
de vez en cuando se le escapara una mueca, reflejo del dolor que estaba sufriendo en
silencio. Di otro vistazo a las heridas una vez lavadas y limpias de sangre, confirmaron que la
mayoría eran arañazos y que tan solo la del pecho y otra en un costado serían las que darían
más problemas. Le di a beber la infusión, aún humeante. Tómate esto, te calmará el dolor y
hará que no te suba la temperatura más de lo normal. Claro que en un dragón no sé cuál es la
temperatura normal, pero por lo menos te aliviará.
Examiné primero su costado, la herida era un poco fea. Dejaba ver los tejidos
carnosos e incluso parecía haber perdido parte de estos tejidos en algún punto. Con cuidado,
pues sabia que le iba a doler, espolvoreé la semilla de la flor del Loto negro, cuyo poder
antibiótico y sedante eran bien conocido por todo el mundo. Miré al dragón instintivamente,
observando que no realizo ni una sola mueca durante todo el proceso. Era valiente sin duda.
Muchos hombres habrían derrumbado el techo con sus gritos y espasmos, y se llamaban
asimismos guerreros. Esto tranquilizó mi pulso y pude así aplicar la pasta resultante de mi
trabajo, con las vendas fabricadas por Candy, fijé el emplaste y con unas hojas del árbol de la
goma pegué las vendas con el fin de que no se desplazaran.
Le mire y él me dedico lo que parecía una sonrisa, diciéndome de esta forma que
estaba bien, comprendí que no quería alarmar a Candy más de lo necesario, me dispuse a
observar la herida del pecho. Esto era más complicado. Dado el tamaño del dragón iba a ser
complicada la tarea. En mitad de mi cábalas, sentí una garra que cogiéndome, y con
delicadeza me posó sobre su vientre. Lo ves ahora mejor. Asentí con la cabeza y lentamente
me arrastre literalmente por su poderoso torso. Mientras pensaba que sin duda la peor era la
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del costado, me fijé en su pecho. Presentaba unos orificios más profundos que el resto, sin
duda, las afiladas uñas hicieron el trabajo, por lo que existe un muy posible foco de infección
mayor en éstas heridas que en el resto.
Apliqué el mismo procedimiento de anestesia, cura y vendaje y salté al suelo. Ahora
hay que esperar, mañana sabremos si todo marcha bien, creo que lo mejor ahora mismo es
dormir y descansar un poco. Thor nos avisará si hay algún peligro cerca. Candy arrastró el
camastro hasta estar cerca de su hermano. Yo me acurruqué en mi piel de oso, junto al fuego,
no quería pensar nada de momento, mañana sería otro día y quizás entendería un poco más
todo esto.
Desperté con los primeros rayos de sol, tonos rojizo anaranjados cubrían ya gran
parte de los rincones de la cueva, dándole un carácter cálido al entorno. Candy y Diatros
dormitan aun plácidamente. Thor me dio los buenos días a su manera, golpeando levemente
el suelo con uno de sus cascos, me acerqué a él y acariciándole el cuello le susurré, no hagas
ruido, están durmiendo.
Mi nariz, me indica que el Gran Lagarto empezaba a impregnar el aire con el hedor de
la muerte, esto suponía un doble problema, por un lado, de continuar con su ciclo de
putrefacción, al medio día sería del todo insoportable y nocivo. Por otro lado, algún dragón
menor podría olisquear este denso olor y desear comer digamos gratis, con el consecuente
peligro. Esto implica poner una pronta atención al problema antes de que se añadan más.
El rugir de mi estómago, me aconseja desayunar primero. La cabeza regresa al
problema, ¿ Cómo sacaré al lagarto?, una nueva protesta escandalosa, diría yo, de mi
estomago me hace decidirme del todo. En las alforjas, tenía guardada algo de leche de Duna,
que recogí antes de cruzar la frontera, en los pastizales del Este de Dridam. Avivé el fuego,
añadiendo un poco de leña, de la que se apilaba en un rincón, detrás de la mesa.
Buenos Días, escuché la voz dulce de Candy, tras de mí, me giré mientras le
contestaba, que así sean Candy; era tan hermosa, poseía una belleza, que no puedo, no
encuentro palabras en esta tozuda cabeza mía pero.., ¿Qué estas preparando? - Dijo ella -, un
poco de leche de Duna, le contesté lo más dulcemente que pude, su cara se transformó en la
de una niña, mientras emitía un sonoro ¡ UUUMMM !, hace tanto tiempo que no la tomo. Tras
unos minutos, que a juzgar por el nerviosismo de ella, parecieron eternos, le ofrecí mi vaso de
plata con la leche humeante, Yo dispuse de mi plato de madera para servirme el resto. Candy
se sentó delante mía, con la mirada fija en las volutas de humo que surgían lentamente del
vaso y sin apartar la mirada del mismo. Me imagino que tendrás preguntas que hacerme, estoy
preparada para contestar... a todas..., hubo un silencio, alzó su mirada hasta enfrentarla con
la mía. Note como intentaba esconder el rubor que afloraba en sus mejillas, sonreí y con voz
tranquila le dije. Ahora lo primero es ver como están las heridas de Diatros, si todo sale bien,
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en tres días estará en perfectas condiciones, por lo que no hay prisa para preguntas y
contestaciones, tenemos mucho tiempo y seguro que momentos mejores.
La curiosidad me estaba matando, quería saber la verdad de todo este extraño asunto,
tenía tres días para averiguar, meditar y calcular el siguiente movimiento. Diatros despertaba
en ese momento. ¿ Qué es lo que huele tan bien ?, no había duda, el resonar de su voz por la
cueva indicaba que su estado era mejor, las hierbas realizaban su trabajo perfectamente, el
apetito así lo demostraba. Me alegro que te encuentres bien Diatros. Gracias Rudof, me
contesto afablemente, mi gratitud será algo que pronto podré demostrarte. Mira Diatros si me
quieres pagar lo que hice de buena fe, no te lo puedo impedir, más es la verdad la moneda
que ahora me interesa. Pero creo que hay problemas más apremiantes que remediar. El
hedor creciente que emana del lagarto es para nosotros mortal, Diatros asintió con la cabeza,
era obvio que las heridas del pecho no le permitían hablar durante mucho tiempo seguido, por
cierto, todavía me resulta chocante el oír a un dragón hablar, esta era la primera vez, aunque
era en apariencia un dragón no dejaba de ser un humano... ¿Transformado?.
Transcurridos unos momentos, Diatros me hizo una señal con su ¿ pata?, ¿ mano?,
acudí presto. Rudof en la salida Norte, a la derecha, a unos cincuenta pasos, hay una lengua
de fuego subterránea, es la única opción que encuentro, más no me encuentro lo
suficientemente bien para poder ayudar, mi hermana, poco podrá ayudar, pero sé que no se
quedará quieta. La verdad para ser la única posibilidad, era complicada de realizar, podía
contar con la fortaleza de Thor, pero con todo y con eso..., bueno dejaremos eso para más
tarde.
El segundo punto a tratar en la mañana eran las heridas, el costado continuaba
inflamado, pero el poder de recuperación de Diatros era asombroso, prácticamente estaba ya
la cicatriz formada en su mayor totalidad. Lavé y cambié el emplaste y coloqué nuevos
vendajes. Otra vez me elevó, con su garra, hasta su torso, no dejaba de pasarme por la
cabeza, que si calculaba mal la presión a ejercer, podría aplastarme en mi totalidad por un
mal cálculo
Repté por el torso, las heridas del pecho tenían la misma apariencia que las del
costado, me dejé caer, deslizándome hasta el suelo. ¿ Qué tal Doctor?, pregunto Candy, en
cuanto aterricé. Bueno pues la verdad, estimada señorita, es que como su querido hermano
continúe así, esta tarde nos da una paliza a los dos; una carcajada de felicidad brotó desde lo
más profundo de la muchacha, era tal su alegría que resultaba contagiosa y al rato estábamos
casi tirados por el suelo, todos menos Diatros, que ya lo estaba desde un principio, lo cual no
le salvó de sufrir los mismos dolores estomacales y de mandíbula que el resto.
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Pasa el tiempo, y el olor es cada vez más agobiante, un gemido, hace que mire hacia
atrás, para ver como Diatros se incorporaba, hasta sentarse, ¡ Es impresionante !, tanto por
su altura, como por su belleza, sí, he de admitir que para ser un dragón, no estaba nada mal.
Sí, en verdad era hermoso.
Veo que te encuentras mejor, ¡ Indudablemente!, respondió. Es más, creo tener la
solución al problema del lagarto. Habla pues, le repliqué. Verás esto es lo que he pensado.
Como te dije a pocos metros hay una lengua de fuego, el problema es el transporte del bicho, -
Lo de bicho será bajo su punto de vista, claro -, creo que con la soga que tienes, será
suficiente. Se trata de aprovechar correctamente la fuerza del río de fuego; has de lanzar la
soga por encima de la cueva, para que saliendo por el techo, se clave en el exterior, en el
extremo exterior lo atas a una o dos de las patas de la mesa, mientras que el otro extremo,
será lazado al cuello del bicho. Si eres luego capaz de lanzar la mesa a la corriente de lava,
ésta hará el resto.
El plan no era malo, pero no estaba seguro de que la longitud de la cuerda fuera
suficiente, como para librar la cantidad de metros que le pediríamos, por precaución até a la
saeta la cuerda fina y al otro extremo de la misma, a la soga. La saeta voló hasta desaparecer
tras la pared rocosa, salí y no muy lejos encontré la saeta, erguida, clavada y sin un solo
rasguño. El acero Montenegrés no dejaba nunca de sorprenderme. Corrí otra vez a la cueva,
efectivamente era corta, como sospeché, esto era un problema y tan solo por un par de
metros.
Me senté en el suelo un poco desesperado, no había más cuerdas, la fina no era
suficiente para ése, como decía Diatros, bicho, recordé de pronto las cuerdas que utilicé para
atar las alforjas a Thor, esa era la solución, ya disponía de más de dos metros. Las utilicé para
atar el cuello, según las indicaciones de Diatros. Mientras Candy como no veía donde podía
ayudar, se resignó no de buen grado a quedarse, mirando las evoluciones.
Dando los últimos retoques a los nudos, la vi patear una piedra. Candy, me puedes
acercar un poco de agua, tengo la garganta seca. La cara de ella otra vez se torno iluminada
y antes de que me diera cuenta, la tenía delante de mí con un cuenco hecho de calabaza
silvestre. Su mirada era como ver el sol reflejado sobre el mar, igual de azules, igual de
delicados los toques dorados, brillantes. Su sonrisa. Habéis visto un amanecer en invierno, en
los acantilados de Terraverde, pues su sonrisa es igual de brillante y su piel me recuerda
a....., mejor ni lo pienso.
Gracias, estaba seca esta pobre garganta, entrecerrando los ojos le repetí, gracias.
Me encamine hacia Thor, amigo ahora te toca a ti el trabajo duro. Thor relinchó un poco
hosco, cuando tire de las riendas, no por el trabajo, más bien era que acababa de descubrir
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unas pequeñas flores detrás de una columna que rezumaba agua por sus poros y tenía
hambre. Acomodé la mesa sobre los lomos de Thor y salí fuera, até la cuerda a la pesada
mesa y la dispuse de tal modo que Thor pudiera cocearla e introducirla así en el río de fuego.
El golpe del Alazán fue certero, ya lo creo, la mesa surcó el aire para estrellarse en el
mismo centro del río. En cuanto se hundió fue arrastrada por la fuerte corriente
incandescente y antes de que me diera cuenta la cabeza, el torso y por fin la cola, cayó fuera
provocando un gran ruido, pero continuando su arrastrada marcha hasta desaparecer en las
profundidades del río de fuego.
Tras el espectáculo y dándole unas palmaditas en el cuello a Thor en agradecimiento
por su trabajo, me encamine hacia la cueva. Nada más traspasar el umbral, Thor corrió al
lugar de donde le arranqué de mala gana.
Las caras de Candy y Diatros, eran todo un cuadro de expectación, añadí un poco más
de intriga, andando despacio, con aire distraído, podía sentir el nerviosismo hasta que no
pude más y grité. ¡ Todo salió perfecto!, como vos predijisteis Diatros y solté una gran y
sonora carcajada.
Bajando la cabeza Diatros, en un hilo de voz dijo... Creo que ya es hora de que sepas
muestra historia, nuestra triste historia. Bien verás, nosotros teníamos una pequeña granja
donde Padre, Madre, Candy y Yo vivíamos más o menos bien. Vivíamos de una poca cebada,
unas patatas, frutas, huevos y una vez al año, algo de carne de cerdo. Un día vendiendo en el
Zoco, en muestro pequeño puesto, que no era otra cosa que nuestra carreta, apareció el
Canciller junto con tres miembros más del circulo y otros amigos. Se paró delante de
nuestro puesto y gritó.. ¡ La quiero para mí!, y diciendo esto arrojo un saco de cuero que con
el impacto se abrió mostrando cien piezas de oro, Yo no comprendía nada, todo el carro no
tenía más valor que treinta piezas, con el carro incluido por supuesto.
No le entiendo bien Canciller, que es lo que queréis. Con voz burlona, pero directa
dijo, A la perra que se esconde detrás de ti, tráela esta tarde a mi casa. Si me hace la noche,
corta y quedase satisfecho, puede que la recoja como mi tercera mujer, pero de no ser así,
como la perra que es, la apalearé y tiraré a la calle, con los ropajes propios de una perra....
¡ Ninguno !. Tras el grito, giró en redondo y se marchó con los amigos riendo ostentosamente.
Todo el mundo tenía que saber lo malo que era, no dejaba de ser una defensa, la del miedo,
tenia a toda la comarca que regentaba tan agarrotada, que hacía mucho que ni lloraban.
Nos fuimos a casa atemorizados, con deseos de contárselo todo a Padre y que él nos
diera una solución, al llegar nos encontramos a Padre y Madre juntos, pálidos,... sonrientes,
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fríos,... felices, muertos. Mi dolor, mi amargura anterior se transformo en un gusano, al ver tal
escena. Una nota en la mano de Padre.
“ Perdonadnos hijos, os queremos demasiado para ser una carga en tan largos y
amargos días. La hambruna llama tímidamente a la puerta, pronto, de una patada, entrará y el
dolor en nuestros cuerpos hasta que nos llegue la muerte sería largo, seria penosos para
todos. Nosotros, nuestro dolor de muerte. Vosotros, sufriendo nuestro dolor.
Sea pues ésta, la decisión de tu Madre y la Mía propia y algo muy importante, que no
tenéis que olvidar nunca, esto es el resultado de nuestro amor hacia vosotros, hacednos
felices queriéndonos y respectándonos de igual forma que nosotros a vosotros.... Adiós “.
El dolor fue más lejos que la razón, volé por la puerta, rompiendo, gritando, aullando
mi dolor. Continúe corriendo hasta que me di cuenta que estaba cerca de la ciudadela. Entré
y busque la primera taberna, no sé cual, entre y bebí toda la cerveza amarga que pude, hasta
olvidar. Me encontré a la mañana siguiente a medio camino de mi casa, mi cabeza era un
zumbar continuo, notaba como no se podía quedar quietos los pensamientos, al igual que mi
visión, al intentar incorporarme, una nube multicolor explotó en mis ojos y dio el estallido
final en mi cabeza.
Fue cuando me di cuenta de que la cabeza de una mujer reposaba sobre mis piernas.
Centré la vista y vi el resto del cuerpo, vestimentas arrugadas y a medio poner o quitar, no lo
sé en que orden. No reconocía a la mujer, por lo que decidí dejarla dormir, en ese mismo
sitio.
Llegué a mi casa cuando el sol empezaba a estar en lo más alto, la puerta estaba
abierta, no comprendía por qué. Mis sentidos estaban todavía en la bruma de la espuma de
esa cerveza Montenegrés. Entré en casa, todo estaba oscuro, por lo que mis ojos
acostumbrados a la claridad del día, no vieron al entrar más que sombras y oscuridad. Llame
a Candy y solo escuche un ruido sordo, entrecerré los ojos para intentar ver mejor y cuando
empezaba a vislumbrar a mi hermana, la vi amordazada y atada. A continuación sentí un
golpe en la cabeza y todo fue poniéndose negro otra vez, caí al suelo golpeándome el hombro
pero antes de desvanecerme del todo, recuerdo que noté llenarse mi boca de un líquido,
espeso, con olor a...., no lo recuerdo. Lo siguiente que recuerdo es una voz estridente y el
grito de un ¡ DRAGÓN!.
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Cuando desperté del todo, la casa era una ruina, mi hermana, no estaba, me incorporé
sintiéndome raro, muy raro y pesado, pensé otra vez en la cerveza, maldita cerveza
Montenegrés. El sol daño mis ojos al salir cegándome. La garganta me ardía al igual que el
estómago, con la cabeza baja, desorientado, doliéndome todo el cuerpo, di el primer paso,
¡Dioses!.... mi pie era garra. No lo entendía, ese efecto no era de la cerveza, miré a mí
alrededor y empecé a darme cuenta de que veía las cosas desde otro punto de vista... más alto.
Corrí hacia el río Arco, extrañamente tardé bastante menos de lo normal.
¿ Qué extraño era todo?. Cuando mí reflejo asomó en el cristalino río, me mostró mi
nueva identidad. Tras la primera impresión de terror. Un torrente de preguntas cruzaron de
golpe por mi mente. La primera de ellas era. ¿ Dónde estaba mi hermana?, ¿ Qué hago Yo
así?.
Escuché el ruido de muchas voces que corrían vociferando hacia donde me
encontraba. Eran granjeros, a la mayoría los conocía y sin embargo gritaban. ! Muerte al
dragón¡, ! Acabemos con él¡. Sentí el miedo más irracional que jamás experimenté. Giré, pero
tan solo conseguí un rugido. Salí corriendo, a la tercera zancada me encontré por encima de
mí destruida casa!. Podía..., ¡ Estaba volando¡. Olvidé que ahora era un dragón y por lo tanto
un ser odiado por los humanos, que intentarían darme caza a partir del mismo momento en
que nuestros caminos se cruzaran.
Dos años más tarde, fue cuando encontré la pista de mi hermana. Se había desposado
obligada con el Canciller y el recuerdo, olvidado en un rincón de mi cabeza explotó dando luz
a mi ignorancia, eso era. Fue el Canciller el causante de este caos, todo tenía sentido, recordé
la muerte de nuestros Padres, recordé escenas turbias en un antro lleno de humo, rameras,
marineros, ladrones y todos hermanados en la borrachera. La mujer también la recuerdo, el
dolor de cabeza y la resaca, la palabra Dragón continua resonando como un eco continuo,
eterno.
Solo una persona tenía tal poder en este mundo, el Mago Devils el Señor de los
Pantanos, al Noroeste del país. Eso suponía que el Canciller hacia tiempo que planeaba el
ataque, seguramente sería la alternativa a la posible negativa por mi parte, como así fue y el
resultado.... Maldito tirano, caprichoso, engreído ser iracundo, ¿ Cuando llegará el día de mi
venganza?.
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Dos años tarde en planear todo meticulosamente. Visitaba en las noches sin luna a mi
hermana, en silencio, en las sombras, sin atreverme a ser visto. Hasta que una noche
escondido en un árbol muy alto, escuché la conversación de dos sirvientes, comentaban la
tiranía y el desprecio a las que la tercera mujer estaba sometida. no solo por las dos primeras
mujeres, si no por el propio Canciller, que disfrutaba ridiculizándola en público y en privado.
Salí del escondite con una sola idea y ocultándome en las sombras lo hice, rescaté a mi
hermana.
El silencio se apoderó de toda la estancia, mis ojos atónitos no dejaban de observar a
la muchacha y mí corazón se encogía con el dolor de los hermanos, aunque en mi gesto no se
notara nada.
¿ Pareces incrédulo? dijo Candy como si me hubiera leído el pensamiento... Yo,
respondí con voz grave. Necesito más elementos de juicio, para poder dar una opinión que
sea certera.
Crees que será bastante con esto - replicó Candy - y quitándose la blusa, mostrando su
figura desnuda, vi sus pechos erguidos y firmes. ¿ Pero?... ¿Esos puntos negros cerca de los
pezones?. ! Señor, son quemaduras¡. Empezó a girar lentamente, como si quisiera que viera
detenidamente la veintena de puntos que por todo su pecho formaban un pasillo de horror, la
espalda empieza a ser visible, mostrando largas y resecas cicatrices y otras nuevas, encima
de las viejas, haciendo de tal superficie de piel blanca un caos de blanco, rojo y dolor. Sin
darme la cara se vistió y esta vez con una voz de vergüenza, dolor y odio dijo... ¿ Ahora nos
crees?.
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Necesité bastante tiempo para que de mi boca brotara palabra alguna. Mis
pensamientos volaron, imaginándome las torturas aplicadas a tan frágil ser. La cara de
miedo, de horror, de odio, de asco, de Candy tendría en tal situación y la cara retorcida,
gozosa, babeante de Canciller aplicando tales macabras artes y sentir.... Lo siento, es lo
único que se me ocurrió decir y callé.
Trate de cortar cortésmente con esta situación tan tirante, la atmósfera se había
tornado, densa, cargada de odios y maldiciones acallados en los corazones de los dos
hermanos, que ahora se consolaban en un mutuo abrazo, en un mutuo llanto.
Me dispuse a cepillar a Thor, hacía esto siempre que quería pensar y esta era una
ocasión para hacerlo y durante largo, largo tiempo. ¿ Cuantas cosas más tendría descubrir?.
¿ Cuantas cosas más escondía el Canciller?. ¿ Cuantas preguntas quedaran sin contestar?.
¡ Por los Dioses!, ¿ Estará el Rey, al tanto de todo esto, o será ajeno a los manejos del villano?.
Thor, miraba mis bríos en el cepillado, extrañado sin duda, soltó un relincho de queja.
Me di cuenta, entonces, del estado hipnótico en el que me encontraba, mire a mi alrededor,
con cierto rubor, no había problema, Candy y Diatros no me habían visto, eran ajenos a mi
preocupación, continuaban con sus consuelos a modo de caricias y abrazos, como los
hermanos latentes que eran.
Estaba claro que la magia del Brujo Devils, era la causante, de la transformación,
había como un sello personal, presente, en toda la historia. También sabia que tan solo el
poder del Mago Leafar, sería capaz de contrarrestar el hechizo, más, ¿ Cómo convencer al
Mago?, esto era otra cuestión, su retiro era severo, duraba ya varios años. Por otro lado el
trayecto hasta su retiro era en demasiado largo.
¡Rudof! - Gritó Diatros -, ven, únete a nosotros; disculpa a mi hermana, pero suele
confundir la ira de venganza, con otros sentimientos, el resultado no suele ser predecible,
hasta a mí me asombra, en ocasiones - dijo esto último, intentando dar un tono de voz jovial.
Me senté en el suelo, junto a ellos, al calor del fuego y adopté una postura recogida,
casi fetal. La barbilla, apoyada en mis rodillas, abrazando mis piernas, fuertemente, la mirada
perdida en las llamas.
Dinos, ¿ Qué es lo que harás?, - continuo Diatros -, En ese momento sentí dos pares
de ojos mirándome fijamente, y me sentía incapaz de alzar la cabeza, por lo que desde esta
postura y sin dejar de observar el fuego dije....
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Creo en vuestra historia, lo cual, me hace pensar en muchas más cosas, de las que
quisiera. Se plantean varias y serias preguntas, a las que no poseo contestación, por el
momento. El esquema básico de actuación lo tengo claro, ¿ Cómo?, preguntó Candy. Bueno
quiero decir, que sé que es lo que tengo que hacer, pero hay ciertas circunstancias, que
retrasaran inevitablemente la misión. La única forma de que se pueda volver a Diatros a su
forma humana, es hablar con el Mago Leafar, él conoce tanta magia o más que el Brujo Devils.
Dicen que Devils fue alumno de Leafar, pero fue expulsado por ejercer la magia para
un beneficio propio, por lo que Leafar le expulso del templo, Devils se internó en las sombras
de la noche, de donde ya no salió jamás. Buscó la zona más negra y maligna construyendo su
santuario en la zona de los Pantanos. Al mismo tiempo que Leafar clausuro sus puertas a todo
lo relacionado con el exterior, desde el mismo instante en que le expulso.
El primer problema se plantea, con el nombre de..., Tiempo. Desde aquí hasta el
santuario hay un largo camino y es seguro que en todos los caminos conocidos habrá
apostados espías del Canciller. Otro elemento más a tener en cuenta pues esto implica que,
para sortear “esos” ojos curiosos, tendría que irme hasta la fronteras del Norte de
Terrafuego, cruzar el río Agua Negra y desde ese punto, atravesar Terraverde hasta el
Santuario.
Es la única forma, no encuentro otra. Por otro lado y esperando que todo salga bien
hay que ser realista y ver que todo esto implica demasiado tiempo. Por otro lado, el Rey
podría pesar, que fracase en la misión y mandar a una tropa en mi busca, o algo por el estilo,
además hay que sumar el tiempo que tarde en poder hablar con el Mago y convencerlo, si
esto ocurriese, nos quedaría el regreso, luego, más tiempo.
Por mucho que esforzara a Thor tardaría una luna por lo menos. Es demasiado tiempo,
¡ Lo sé !, pero no encuentro otra forma.
Un gran silencio arropó al mismo tiempo a la cueva y a nosotros. En cierto momento
sentí la ausencia de esas miradas como puñales, clavados en mí, para darme cuenta, de que
estaban tan perdidas en el fuego como la mía propia. Tal silencio, me hacía imaginar un
montón de ruedas y engranajes girando, chirriando trabajosamente, en pos de una solución.
Esto me alegró y me dio confianza, no era el único en buscar una solución a todo este enorme
entuerto.
Por la tarde, me dispuse a repasar las heridas de Diatros. No salía de mi asombro con
el poder de recuperación de un Dragón o de este hombre en concreto, continuaba sin tener
muy claro, esté punto, el caso es que las heridas del costado estaban ya en perfecto estado
de cicatrización y las del pecho no eran ya más que una pequeña molestia para un ser de esas
dimensiones.
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La verdad es que era hermoso. Jamás observé en ningún animal tal porte y dominio,
no se si seria su carácter humano lo que le proporcionaba tal porte, o que simplemente dentro
del reino animal, también había galanes. ¡ Pero por los Dioses, este si que lo era!. Al mismo
tiempo que crecía mi curiosidad por verle en su aspecto humano... otro mecanismo más para
alimentar mi inquietud.
Era evidente que Diatros podía defender a su hermana de lo que pudiera ocurrir, pero
el tiempo era en esta ocasión nuestro peor enemigo. Sabía que pronto el Rey daría la orden.
No es que no confiara en mí, más bien lo haría por mi seguridad, y en esta ocasión, era un
perjuicio más que un apoyo; ¿ Qué hacer?. No podía dejar de pensar. Eran tantas cosas que
formaban un torbellino y nunca tenia nada claro, era como una soga apretándome el cuello,
cortándome la respiración. ¿ Qué sensación es está que no deja a mi mente, despejada?.
¿ Qué es esto que entorpece mi lucidez?.
¡ Dioses!, la respuesta estaba surgiendo, agitándose desde lo más profundo de mi ser.
Estaba enamorándome de Candy, lo sentía dentro de mis entrañas. ¿ Cómo podía ser esto
posible? y ¿ Por qué Ahora precisamente?.
Rudolf. Resonó la voz de Diatros en toda la cueva. Había que reconocer que cuando
Diatros, ponía énfasis a la hora de dar seriedad a la conversación futura, era único. ¿ Dime?,
contesté. Rudolf, estoy aquí discutiendo con la cabezota de mi hermana. Tengo una idea,
pero ella se empeña en que si no sé que, que sin no sé cuantos... y claro estoy harto. Danos tu
opinión, sobre mi idea...
Veo que tú primordial problema es el tiempo. Calculas que una luna por lo menos es lo
que necesitas y en verdad es demasiado tiempo para que no den la alarma. Mi plan es el
siguiente: Si reposo y me alimento bien, en un par de días más, me creo capaz de volar, hasta
el río Agua Negra, con tu peso o lo que necesitaseis sin muchos problemas. Pero se quedaría
solos mi hermana y el caballo, el cual y no lo dudo, llevaría felizmente a Candy hasta el río
donde la esperaríamos.
Pero sopeso que nosotros estaríamos pensando demasiado en como le iría la travesía,
como para estar lucidos a la hora de actuar... y de todos modos tendríamos que esperar, pues
necesitaras a Thor.
Si fueran tres los días que pudiera descansar, podría llevaros a ti y a mi hermana, pero
entonces Thor, se quedaría solo, lo cual tampoco es factible pues continuaríamos sin caballo.
Más si el reposo fuera lo suficientemente largo y mi alimentación fuera un poco mejor, creo
que sería capaz de transportaros a los dos y a Thor. Mi vuelo será lento y tendré que
descansar a menudo, pero siempre en el peor de los casos ahorraríamos como mínimo la
mitad del tiempo. Eso nos daría una gran ventaja. En lo que los soldados rastrearan tus pasos,
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nosotros estaríamos casi al final de nuestro viaje. Entonces tendríamos tiempo para
descansar tranquilamente, hasta que regresaras con una la solución, pues si el Mago Leafar
no atiende a tus ruegos o no es capaz de disolver el encantamiento, solo quedaría una
solución al problema y esa solución solo me atañe solo a mí y al Canciller a nadie más, por lo
tanto y os lo digo, nadie me detendrá en mi venganza. ¡ NADIE!.
Otro silencio espeso nos rodeó, pero esté lo rompió Thor con un relincho de temor. Se
alertaron mis sentidos, los músculos se tensaron, miré a mi alrededor, girando sobre mi
mismo, llevando mis ojos hasta donde estaba Thor coceando el suelo muy nervioso, mirando
fijamente hacia unos de los muchos túneles que desembocaban en la cueva. Una sombra
empezaba a aparecer por una de las bocas de la derecha. Cargué mi ballesta y puse dos
saetas más en mi boca. Busqué una roca que me proporcionara coraza y escondite.
Con una señal le dije a Diatros, que se escondiera junto con su hermana, tras otro
enorme promontorio. Con la mirada ya fija en la boca del túnel, sintiendo la sangre recorrer mi
cuerpo a tal velocidad que los sudores empezaron a empapar mi frente. Sentí temblar el
suelo. Fuera lo que fuera era grande y por la cabeza me pasó la duda de sí seria suficiente mi
ballesta.
Asomó una grisácea cabezota. Era un dragón de tamaño medio. De su hocico
asomaban pequeñas columnas de humo, luego, su especialidad era el fuego y que su único
punto débil era el paladar, o el estómago, pero, no había tiempo para preparar una trampa
con la que reventarle el estomago a esté paticorto.
Tan solo había una oportunidad y Thor tendría que hacer de cebo en esta ocasión, no
había más remedio. El dragón olisqueó el aire sin asomar del todo su cuerpo, hasta que un
nuevo relincho de Thor, hizo que la localización de la víctima fuera inmediata. Se encamino
lentamente seguro de su triunfo, le vi abrir la boca en una especie de sonrisa y dispuesto a
cocinar y comerse de un solo golpe al buen Thor, el cual sabiendo lo que ocurría se quedó
quieto sin hacer ningún movimiento.
Grité todo lo fuerte que pude. El dragón con la boca aun abierta giró su cabeza,
sorprendido por el grito y cuándo sus ojos se centraron en los míos la primera flecha ya corría
hacia su destino. Un poco desviada por la premura del disparo, pero dio en el blanco.
Se produjo un gesto de sorpresa y dolor en la cara del dragón. Mientras la otra saeta
ya estaba dispuesta a volar y así lo hizo, dando otra vez en el blanco, una llamarada surgió
esta vez de la ensangrentada boca mezclado con el grito de dolor que produjo al clavarse la
segunda saeta. Tuve el tiempo justo para parapetarme de espaldas contra la roca y ver como
lenguas de fuego lamían toda la superficie de mi pétreo escudo, envolviéndome, pero sin
tocarme.
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Armé la ballesta por tercera vez y tras respirar profundamente, me icé dispuesto a
disparar. ¡ Por los Dioses!, le tenia justo enfrente, con su bocota abierta y dispuesta a
tragarse mi escudo de roca y a un servidor de un solo bocado. Dispare instintivamente la
ballesta mientras retrocedía. La saeta esta vez, desapareció dentro de la carne rosácea del
paladar, al instante siguiente, los ojos del dragón se quedaron en blanco y se desplomo
encima de mi. Me salve de nuevo gracias a la piedra.
Efectivamente, tú si que sabes elegir refugios. Se oyó la voz de Diatros mientras, me
arrastraba como podía por debajo de los ahora flojos pliegues de dragón. Me desgarré las
vestiduras y mi propia carnes con los bordes afilados de sus escamas, dando a mi aspecto un
tono de maltrecho y ensangrentado.
Con una sonrisa, le contesté. La próxima vez haces tu la compra, ¿ De acuerdo? y reí
tan a gusto como hacia mucho tiempo que no me reía, con tantas ganas que… bueno a no ser
que estuviera borracho, claro.
Un grito histérico, cortó mi risa de golpe, era Candy, que con la cara desencajada y
pálida como la luna, venia corriendo hacia mí. ¿ Que te ha pasado, estas bien?. Mientras me
miraba y tocaba por todos los lados de mi cuerpo. Tranquila mujer, que es más aparatoso de
lo que en realidad es. Solo mis ropas has sufrido más daño que Yo, pero me alegra ver que te
preocupas por mi. En las mejillas que antes estaban pálidas, apareció un color rojizo, que
lleno su cara y sus ojos con un brillo asesino me miraron, degollándome en el acto.
Salió en dirección al fuego. Diatros me miró, la miró y en voz baja me susurró, ¡ Cómo
se te ocurre!, ¡ Estas loco!, ¿ O es que tu, la quieres también?. Ahora fui Yo el que enrojeció.
Me arranqué las maltrechas vestiduras y observé mi pecho, estaba cubierto de sangre
proveniente de los cortes ocasionados por las afiladas escamas. No eran profundas pero sí
abundantes.
Una vez muerto el dragón y en su flacidez, era fácil de despellejar. Conservaría la
cabeza y las garras, por si acaso, siempre podría presentar ante mi Rey un cráneo pelado y
unas garras huesudas y decirle que eran los restos del Dragón Dorado.
Comencé a descuartizar al dragón. La sangre saltaba con cada golpe de mandoble,
mezclándose su sangre con la mía. Había oído de ciertos países del Norte, que tenían la
creencia de que al mezclar tu sangre con la de tu enemigo muerto, le robabas su valor y
fuerza y a mí su sangre ya me cubría por todos los lados, goteando, cubriendo el suelo que
pisaba. Por fin termine y la verdad no me sentía ni más valiente, ni más fuerte. Pero toda esta
carne nos daría fuerzas, nos alimentaría por unos cuantos días.
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Me acerqué hasta donde tenia las alforjas, saqué una camisa limpia, unos pantalones y
un chaleco. Me fui hacia el manantial, lavé la sangre que me cubría, de paso vería la
profundidad de los cortes, tal y como me había imaginado, la peor parte fue para las
vestiduras.
Cuando terminé de asearme recogí un buen trozo de carne de los que corte dos
buenos filetes, ensarté las tres piezas en un palo y lo puse al fuego. Mientras miraba como se
hacia la carne, le dejé caer la idea del cráneo a Diatros, esté alabó la idea, mientras dábamos
cuenta de lo que para nosotros eran enorme trozo de carne, Diatros hizo, que de un bocado
desapareciera, miró al montón de carne roja, se levantó y cogió un trozo dos veces más
grande que el que Yo le llevé, se sentó otra vez como si nada y ensartó el trozo en el palo, nos
miró y con cara bobalicona dijo. ¡ Oh, perdón! , ¿ Por donde íbamos?.
Comprendí que lo que él quería era retomar la conversación del viaje, lo del dragón fue
una mera pausa. Había que retornar al asunto primario y tenía razón.
Bueno, creo que dado lo acontecido, y gracias al dragón, tenemos comida aunque no
conté con tu apetito Diatros. Creo que la de las opciones sería en este caso la tercera, esto
haría que continuáramos todos juntos. Hoy tuvimos suerte, quizás mañana nos cueste más,
por lo que creo que mientras terminas de recuperarte, pondré unas cuantas trampas, para
ver si nos hacemos con una buena despensa. Diatros asintió con la cabeza, pues creo que
solo queda descansar y recuperar fuerzas, todos necesitaremos estar bien y fuertes.
Me levante y con paso calmo, caminé hasta el camastro asignado, dejé caer mi cuerpo
como si fuera un saco de piedras, cerré los ojos y... soñé, soñé con Candy.
Por la mañana, cuando desperté, quedaban en mi las secuelas de dolor. Los brazos y
las piernas los sentía pesados, tanto que se negaban a obedecer mis mandatos. Con gran
esfuerzo me encaminé hacia Thor, éste golpeó el suelo con su casco delantero, como tenía
por costumbre a la hora de darme los buenos días. Acaricié su suave cuello, delicadamente,
despacio, aspirando profundamente por la nariz al tiempo que lo hacía, esto nos relajaba a los
dos de modo sumamente grato. Con dos palmaditas en el cuello le dije que ya estaba bien de
sentimentalismos y que había que trabajar.
Cuando me disponía a salir, Diatros abrió uno de sus enormes ojos azules, descansa, -
le dije - voy a poner unas cuantas trampas, tanto para cazar, para asegurar el perímetro de
las visitas, digamos inoportunas.
Hacía un par de horas que me marché de la cueva y aunque no estaba muy lejos, cada
dos por tres, mis ojos buscaban la boca de la cueva, para cerciorarme de que todo marcha
bien. La cabeza no paraba de pensar en los preparativos para la marcha,... en Candy, en si el
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hermano podría con los tres,... en Candy, en que le diría al Mago,... en Candy, en sí tendría
solución el encantamiento de Diatros,... en Candy, en que haríamos con el Canciller, en...
¡ Por los Dioses!...., ¡ En Candy!.
Me di cuenta de lo obsesionado que me encontraba, la imagen en mi cabeza de Candy,
estaba ocupando la mitad de mis pensamientos. Cuando no los interrumpía con una imagen
de su cara, o aquel cuerpo recortado a contraluz en la hoguera. Necesitaba despejar la
cabeza. Me senté a la sombra de una piedra, miré a mi alrededor, esta vez no buscaba a un
posible enemigo, era la mirada cómplice, de cuando te dispones a realizar un acto, que no es
bien visto por cierto sector humano.
Saqué de mi macuto, la pipa y la piedra de Ot~soc, lo preparé todo con sumo
cuidado..., despacio..., esmerando y disfrutando de cada detalle. La encendí y otra vez
ocurrió. Con esa primera calada, que te hace cerrar los ojos, para admirar más la magnitud,
la multitud, la danza sin par, de esa espesa marea de colores y destellos, elevando el cuerpo,
fuera de las cadenas, de los muros de nuestro inconsciente. En ése punto. La segunda
calada. Otra oleada, pero esta te abre los ojos, mostrándote todo en otro ángulo de visión, en
otro plano de la existencia misma. La tercera y última calada. Te desenreda el cerebro para
poder comprender lo que a continuación pueda ocurrir..... y así ocurre... y así ocurrió.
Visualicé en instantes todo. Mi mente ágil y rápida, sopesando, eliminando, aportando
datos que en el otro plano, en el normal, se escaparon a mi control y que ahora daban nuevas
luces o más sombras al problema. Caí rendido en un sueño, que se deslizó en mi, como la
húmeda niebla del invierno.
Soñé con una pequeña, pero acogedora, casita. Vi a unos críos correr por un prado
repleto de trigo, con un cielo enrojecido por el ocaso y una figura recortada a contraluz, que
me era tan conocida, aún no la podía ver, pues el sol tras ella, solo me mostraba una sombra,
un contorno. Era Candy, pero con el pelo mas blanco y la piel también más castigada por el
tiempo, pero su porte era de serena en su madurez, su hermosura continuaba tan fresca y
sentí otra vez el galopar de mi corazón, admitiendo el amor que sentía por esa mujer. Los
niños corrían hacia mí gritando ¡ Padre, Padre! y Ella se reía.
Desperté de un sobresalto, al escuchar el relincho de Thor. De un salto me incorporé
con la daga ya en la mano, mirando hacia todos los lados, buscando lo que motivó el relincho
y allí estaba caminando directamente hacia mí, paso lento y la mirada fija en mí. Me di cuenta
de que la pipa descansaba en el suelo, junto con la piedra de Ot~soc, disimuladamente me
agache y recogí todo de un solo golpe de mano, introduciéndolo en mi macuto, cuando alcé
de nuevo la vista, ya estaba casi delante, lo suficiente como para poder ver el color azul
intenso de sus ojos, la tersura de la piel que rodeaba a dichos ojos y el rojo intenso de esos
labios, enmarcando la hilera más perfecta de perlas blancas que nunca vi. Todo el conjunto,
en sí, era la mayor obra de arte que jamás supe imaginar. Sacudí la cabeza, con la intención
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de arrancarme de tales pensamientos, pues parte de mi anatomía, empezaba a manifestarse y
a engrandecerse gratamente, ante las imágenes que le proporcionaba mi cabeza.
¿ Que hacías, que de tal modo te sobresalté?, ¡ Oh, nada, nada!. Me di cuenta de que
mi voz sonó, como la de un niño, al que han sorprendido en una mala acción. Sentí como mis
mejillas elevaban su temperatura y agradecí, que ella, estuviera mirando al suelo.
Veras Rudolf, hay algo... que me perturba de manera..... no sé como decírtelo, pues ni
Yo conozco muy bien el significado de lo que me esta pasando. Solo puedo decir que mí mente
esta confusa. Que mi corazón se altera cuando estas cerca. Cuando un simple roce, casual,
dispara el palpitar de mi pecho, envolviéndome en unas sensaciones que jamás experimenté y
que solo se ven aplacadas cuando estamos juntos. Que cuando estamos...... ¿ Qué es esto. Qué
es lo que por ti siento... Rudolf?.
¡ Dioses!, ¿ Qué contestar a tal pregunta, encontrándome tan implicado como ella?.
Candy, veras, creo poder entender por lo que estas pasando, pues Yo mismo me encuentro
en tal situación, mi alma, está pasando por el mismo torbellino que describes... y a eso, lo
llaman Amor. Muestras miradas se unieron, al igual que nuestros cuerpos, abrazándonos y
besándonos, de tal modo, que parecía como si quisiéramos que el otro se introdujera dentro
de nuestro propio cuerpo.
Nos montamos en Thor. Ella, a mi espalda, abrazaba mi cintura, mientras descansaba
su cabeza en mi espalda. Mi pecho crecía por momentos ante las sensaciones que se
agolpaban, por entrar en mí. Nos encaminamos hacia la cueva, no estaba lejos. Ante
nosotros, en la boca de la cueva, estaba Diatros esperándonos y entre risotada y risotada,
gritaba..… ¡ Bueno, bueno, bueno !, ¿ Qué tenemos aquí?, ¿ Una feliz pareja, quizás?. Una
larga y estruendosa risotada rellenó todo el aire.
Como continúes riéndote así te mato, grito indignadísima, Candy. El semblante de
Diatros, cambió radicalmente, a lo más serio que pudo, pero tuvo que adentrarse en la cueva
al no poder aguantar más las ganas de soltar otra estruendosa carcajada, y esta vez la
remató con un ¡ Bien!. Final éste, que hizo que Candy y Yo nos mirásemos con caras de
asombro. Significaba claramente, su aprobación a nuestro amor, una nueva sonrisa iluminó la
faz de Candy, que en un largo abrazo, desapareció tras mi espalda, como el sol lo hace en el
horizonte.
Me costó trabajo desmontar, pues no fue nada fácil escapar de la presa con la que
Candy me tenía inmovilizado, era como si no quisiera separarse, por si despertaba de este
sueño, ¿ o era lo que Yo estaba sintiendo?.
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Cuando por fin entramos, nos sentamos junto al fuego y Diatros se dirigió a mí. ¿ Que
tal las trampas?, ¿ Las colocaste todas?. Efectivamente, le contesté. Pues bien, continuó
Diatros, Calculo que en dos días más, estaré en perfectas condiciones, para iniciar el viaje,
eso, claro, si mi doctor particular esta de acuerdo, como confío que estará; por lo que creo
oportuno el que si tenemos que contarnos alguna procuración o aportar alguna idea nueva a
la empresa, sea éste el mejor momento para exponerlo y buscar una solución juntos. ¿ No os
parece?.
Hubo un silencio... Diatros, hermano, como has observado Rudolf y Yo compartimos
un sentimiento. Creo entender que lo apruebas, pero tengo mucho miedo, no sé como
terminará todo esto. Yo continuo siendo la mujer del Canciller y solo el Rey puede interceder
ante los Sacerdotes para que se anulase el matrimonio y todo esto seria posible si primero el
Mago Leafar accede y logra tu transformación. Dime hermano, ¿ Qué es lo que pasará?,
¿ Qué futuro me espera?. Ahora su mirada se dirigía hacia mí, ¿ Qué es lo que pasara?. Un
silencio de preocupación y melancolía, envolvió cada rincón del espacio que nos rodeaba. No
hubo palabras. No hubo miradas. Tan solo el espeso sonido del silencio.
Un estruendo cubrió todo lo que nos rodeaba. El despertar de un cercano volcán lo
produjo y con el despertar, una serie de temblores, muy alarmantes por la relativa cercanía
del volcán. Thor estaba hecho un histérico. Diatros intentaba calmarlo, pero su miedo era
mayor que el respeto. Candy recogía todos los pertrechos, atando los sacos, en manojos.
Diatros me miró y dijo. Por fin, ya no sabía que hacer con él. Quería a toda costa salir de la
cueva. Por cierto, ¿ Seguro que no será un problema su transporte?. No te preocupes Diatros,
tengo una planta, que lo dopará lo suficiente para que no de problemas y creo que este es un
buen momento para partir, si te parece bien.
Otra explosión fue suficiente motivo como para decidir al unísono la partida. El darle la
dosis a Thor no fue fácil, dado que estábamos a cielo abierto, a unos veinte metros de la
cueva. Su nerviosismo crecía junto con el del volcán, pero el efecto de la planta no tardo en
aparecer. Dejé a Thor en el suelo, asegure los correajes especiales para su transporte,
hechos de piel de lagarto del fuego. Candy ya estaba montaba sobre la espalda de Diatros,
esperándome.
Me reuní con ellos y Diatros comenzó una potente carrera, batiendo las alas, creando
cortinas de arena tras de nosotros. Noté como se tensaban progresivamente sus músculos y
cuando me quise dar cuenta ya estábamos en el aire, volando, viendo mi alrededor desde un
plano... tan diferente, todo parecía tan pequeño, que apenas se notaba el peligro. Un pequeño
punto negro en el rojizo suelo, eso es Thor, un pequeño punto negro, al cual, Diatros se
encamina en un semipicado.
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Un golpe seco, hace que gire la cabeza, para cerciórame que el punto negro había
desaparecido, vi entonces como Thor era transportado en los poderosos brazos de Diatros.
El viento azotaba mis cabellos, proporcionándome un agradable y relajante masaje en el
cuero cabelludo. Sentir a Candy abrazada a mi cintura acentuaba la sensación de paz y
disfruté del espectáculo, del paisaje, del aire limpio que nos rodeaba.
Anochecía y ver desde el cielo el atardecer, fue para mí la mayor explosión de colores,
emociones y belleza que jamás sentí. Diatros giró su cabeza y dijo. Bueno cuñado, creo que va
siendo hora de descansar, hemos recorrido algo más de dos tercios del Valle de los Dragones,
creo que es una buena jornada para ser el primer día. Y dicho esto, empezó a describir
círculos descendentes. Dejó a Thor en el suelo con una delicadeza y precisión envidiable y a
unos pocos metros tomó tierra con igual estilo. Thor se encontraba bien, todavía dopado,
dormía plácidamente, le duraría hasta mañana por la mañana.
Encendimos una pequeña hoguera, donde asamos unos trozos de carne. Una vez
saliéramos de Terrafuego, la comida no sería problema. Comimos callados, sumidos en
nuestros propios enigmas y sin decir nada nos acostamos. Candy se acurrucó junto a mí y la
arropé con mi vieja piel de oso, lo último que recuerdo fue su abrazo y un beso en el cuello.
Los relinchos de Thor me despertaron, ésta vez no hubo saludo matinal, creo que
estaba disgustado conmigo. Intente apaciguar su mal humor ofreciéndole las mejores de mis
caricias y besos en el hocico. Hasta le ofrecí una manzana que guardaba para cierta ocasión
y esta parecía la más oportuna. Tendré que ponerme celosa, ya, par de mañana, Buenos días
mi amor. Buenos días. Observe que el gran Diatros despertaba, a los gritos de su hermana.
Que tal Diatros como te encuentras hoy, le grité. Menos mal que alguien se preocupa por mí -
Diatros eres ¡ Odioso!, grito Candy. Prepárate Rudolf. Admira el carácter matinal de mi
hermanita. Prepárate para soportarlo el resto de tus días.. Ja, ja, ja, ja.
Recogimos raudos el campamento, borrando toda huella. Mientras Candy le ofrecía a
Thor otra manzana que estaba rellena de la planta adormecedora. Pronto Thor descansaba
plácidamente, otra vez. Pobre animal, aunque sabía que no había efectos secundarios, me
dolía en cierto modo tratarle así, pero no había otra solución y hoy dado que era temprano
terminaríamos la travesía en vuelo dando por concluida la primera etapa del viaje.
Otra vez la sensación de libertad, esto de volar era magnífico. Ahorraba cantidad de
tiempo viajar de esta forma. Habíamos decidido no parar hasta bien pasado el mediodía, por
lo que pude disfrutar del cambio tan radical que en el paisaje existía entre Terrafuego y Monte
Negro. Su frontera desde el cielo era todo un espectáculo. Un cambio de color, del rojo
muerte, al verde vida. En verdad era un espectáculo digno de un Dios y Yo lo estaba
observando todo desde un lugar de privilegio.
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Estaba el sol bien en lo alto del cielo, cuando empezamos a divisar el curvilíneo cauce
del Río Agua Negra. Una alegría nos acompañó hasta que aterrizamos en un pequeño claro,
junto al río.
Desde el aire había divisado un pequeño acantilado, sin duda un antiguo cauce de río.
Era el mejor lugar donde poder esconder a Diatros. No había que olvidar su gran tamaño, al
mismo tiempo, no quedaba demasiado lejos del actual cauce del río, seguramente algún
animal iría a beber en sus márgenes, por lo que la caza no sería gran problema.
Habíamos ahorrado bastante tiempo, en el viaje, tanto como para que me pudiera
permitir el ir a cazar y descansar lo suficiente y emprender el nuevo camino hacia otra misión,
misión sí cabe, más alocada que la anterior, pero mucho más justa la que ahora emprendía.
Aunque no menos peligrosa, pues tenía que pasar a ser un desconocido en mi propio país, en
mi propia casa.
El ocaso no tardó en aparecer en el horizonte, la tarde había sido apacible y cada uno
de nosotros estuvo atento a sus propios quehaceres. Diatros, encontró una especie de cueva,
tallada por el pasar del antiguo río. Era lo suficientemente amplia para acomodarse ambos
hermanos y se entregó afanosamente a limpiar su interior con sus poderosas garras. Arrancó
unas cuantas rocas del suelo para no tropezar, sobre todo él, en las paredes hizo un similar
trabajo alisando su superficie con gran esmero. Lo más llamativo fue cuando se colocó al
fondo de la cueva e hizo batir sus poderosas alas, creando tal torbellino en el interior que toda
la arena y pequeños escombros producidos por su anterior trabajo, salieron despedidos al
exterior acomodándose en el paisaje, como si siempre hubieran estado en ese lugar en
concreto.
Salió de la cueva dando unas sonoras palmadas y con una sonrisa de satisfacción,
ante un trabajo bien hecho en el rostro. Candy, había estado recogiendo leña y hierba para
hacer unos lechos donde poder dormir los próximos días. Cuando regresé de mi cacería, traía
conmigo unos conejos, unos cuantos peces y una especie de ciervo, que la verdad me salió al
paso y del susto que me dio, desenvainé mi espada. Más cuando reaccioné del susto, vi que le
había dado un profundo corte en el cuello. Pensé en ese momento que no era nada bueno
tener los nervios en tal estado, podía haber sido Candy, u otra persona ajena a nosotros o
cualquier cosa, que se Yo. El caso es que no es bueno. La cabeza ha de permanecer fría si
quieres vivir en estos tiempos tan extraños, tan duros y desagradables en la mayoría de las
cosas.
¿ Será por esto mismo, que lo que siento por Candy, es a la vez tan desconcertante
como placentero?. Solo sé que me gustaría pasar hasta el ultimo de mis días junto a Ella y que
imagino que sería la mejor madre del mundo para mis hijos, nuestros hijos.
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La cena se estaba terminando de cocinar lentamente sobre el fuego, mientras, Diatros
comentaba sarcásticamente que podría dedicarse a la construcción de castillos y viviendas,
dado que no se le daba nada mal y además era rápido y limpio en el trabajo. Candy nos avisó.
La primera parte de la cena ya estaba terminada y nos acercamos. La verdad es que olía muy
bien.
No tardó mucho tiempo en dar cuenta del ciervo, el amigo Diatros, Candy y Yo
habíamos dado buena cuenta de los peces y ahora esperábamos impacientemente a que los
conejos estuvieran en su punto, ante la atenta mirada de Diatros, que naturalmente se había
quedado con hambre, pero solo se limitaba a relamerse y a ver como empezábamos a
comernos un muslo ahora, un trozo de costillar después, dándole cierta lentitud a nuestros
movimientos y exagerando el placer de la degustación, haciendo solo una pausa para tomar
un trago de la ultima garrafa de excelente vino que quedaba.
Dándose cuenta de nuestro juego bufo y salió al exterior donde juró y perjuró lo dura
de su venganza ante el tirano Canciller, que por medio de malas artes le transformó en tan
desgraciado y hambriento ser.
La noche fue tranquila, aunque tardé mucho en poder dormir, en mi cabeza había
tantas cosas por querer salir, que en ocasiones creía que se estorbaban las unas a las otras.
Patosas ideas queriendo salir al trote, todas juntas. ¿ Cómo haría para que Leafar me
escuchara?.
Tenía que elegir bien mis palabras pues solo había una oportunidad. Era consciente de
la reacción de Diatros si fracasaba en mi intento. De lo que sería capaz de hacer por liberar a
su hermana del tirano y encontrar al mismo tiempo una solución a su encantamiento, pues era
muy probable que muriera en el desempeño de su tan deseada venganza. No era nada fácil el
futuro cercano, no, y con este pensamiento me quedé dormido.
Durante toda la noche mi sueño se vio invadido por imágenes que no comprendía en
un principio, una música sonaba por todos los rincones de ni cabeza, luces que se encendían
y apagaban, mezclándose con las imágenes de rostros que nunca había visto y me hablaban
en una lengua que no entendía, sin duda, más antigua en el tiempo que los primeros hombres.
Poco a poco todo empezó a dejar de girar, a hacerse más claro. Los rostros se fundían en una
sola cara, lentamente, y la voz iba cambiando, no de tono, pero empecé a entender una
palabra, después otra más y al tiempo que la cara y la voz y las luces se pararon, vi la cara de
Leafar.
Con una calmada voz me dijo - Rudolf, la llave es una palabra, la palabra, una verdad,
la verdad, un sentimiento. Esté sentimiento se encierra, casi siempre, en un pequeño cofre el
cual no siempre se abre, ni en una vida entera; encuentra el significado dentro de ti mismo. -.
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Desperté en ese mismo instante. Empapado en mi propio sudor y al girar me encontré
con los ojos inmensamente abiertos de Candy y una expresión de intriga con unos tiritones
espasmódicos de pánico. Su cuerpo se estremecía y unos labios temblorosos, se movían sin
que palabra alguna brotara de está. La abracé, dulce y fuertemente, y le susurre al oído.
Tranquila ya tengo la solución. Me miró y buscó refugio en mi pecho, y dijo. Lo sabia. Sabía
que encontrarías la solución. Sabía que podía confiar en ti y sabia que te quería antes de
verte. Con una fuerte y larga exhalación, cerró sus ojos y se quedo dormida.
Vi como salía el sol. Admiré la riqueza de tonalidades que el cielo fresco y claro me
ofrecía, vi como se reflejaban los rayos matinales en los cabellos de Candy, proporcionando
mil destellos diferentes y lo serena y tranquila que tenía ahora la cara, pensé entonces en el
motivo por el que Candy tenía esa expresión, cuando desperté, ese miedo que vi en sus ojos,
¿ Habría hablado, durante mi sueño, y eso la despertó sobresaltándola?. De pronto en mi
cabeza, las palabras del mago aparecieron. Resonaban frescas en mi memoria, tan claras
como hacía una horas, durante mi sueño.
Esto me produjo un escalofrío, con el resultado de que desperté a Candy, y con la
sonrisa más brillante que jamás me ofrecieron dijo.... Buenos días tenga mi señor, espero que
tu descanso fuera placentero. Mi amor, he soñado contigo, soñé que éramos propietarios de
una casita, que el Rey nos perdonaba a mi hermano y a Mí, e imponía al tirano justo castigo
en justicia, soñé que era tu mujer y me sentí el ser mas feliz del mundo. ¿ Crees que algún día
mi sueño será realidad, amor mío?. Yo creo que sí. Claro que si cariño, le contesté, mientras
aliviado pensaba que no recordaba nada de mí sueño e indudablemente esto me libraba de
molestas explicaciones.
Nos incorporamos y saludamos al nuevo día con un buen desayuno, tras el cual me
dispuse a hacer los pertinentes acomodos, para mi nuevo papel, el de extranjero. Me cambié
de ropas y mi nueva vestimenta produjo más de una carcajada por parte de los hermanos y
algún que otro comentario gracioso sobre mi sastre y mi exquisito gusto a la hora de elegir los
colores.
Finalmente la hora de partir hizo su aparición, junto con el dolor en mi corazón, intenté
que no se notara ni esté, ni ningún otro sentimiento que no fuera la esperanza y la fe que tenía
en realizar con éxito mi misión. Candy me dio un largo y cálido beso y se alejó llorando.
Rudolf, dijo Diatros, tengo confianza en ti, pues sé que si fracasaras con el mago y no lograras
sacarle de su encierro, en consecuencia Yo tendría que actuar y sabes muy bien lo que tengo
que hacer y sin embargo estoy tranquilo pues se que mi hermana no quedara sola, que hay
una persona que cuidará de ella y que por demás es una persona a la que he llegado a querer
y admirar, no puedo pensar en mejor persona para mi querida hermana que tú, amigo Rudolf,
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me alegro de haberte conocido y de que te enamoraras de Candy, aunque me apena el castigo
que contraes con ese amor.
¡ Suerte amigo mío, suerte!. Gritaba mientras me alejaba sin querer mirar atrás, sin
querer ver como me alejaba de mi amada. Espoleé mi caballo y corrí, corrí, corrí.
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Era ya casi medio día. Thor estaba resoplando por el cansancio, le había exigido
mucho, la verdad es que hubiera querido volar. Alejarme todo lo que pudiera, con la
esperanza, de que con la distancia mi recuerdo también se alejara. Pero sabía que era inútil.
Ya solo la muerte podía alejarme de Candy.
Me encontraba en un bosque. La tranquilidad parecía invitar a disfrutar de todo lo que
te rodeaba. Los viejos olmos elevándose con el orgullo propio. Los rayos de sol, filtrándose,
dando a todo el entorno unos claroscuros, que proporcionarían más de un fantasma a una
mente ligera. Olores de un frescor limpio, mezclados con los aromas de tanta flor y
naturaleza, olores.... ¿ Olor a hombre?.
Alerté a mis sentidos. Armé la ballesta dejándola colgada del pomo de la silla de
montar, preparada, al fin y al cabo todavía estaba en Montenegro y me faltaba media jornada
para llegar a la frontera de Terraverde. Mis vestiduras eran propias de este país, pero por la
proximidad, siempre había disputas entre estos dos pueblos. No estaría seguro hasta llegar
donde el Río Agua Negra, pierde su nombre, para llamarse Río Azud, al Sur de Valle Oscuro y
eso no ocurriría hasta el anochecer, eso si no había complicaciones.
En un claro cerca del río, siempre marchaba continuando el margen del río, me
dispuse a comer algo. Éste era un sitio perfecto, la hierba era abundante, Thor se daría un
buen festín. Creo que le hace falta después de estos últimos días, buena comida y un poco de
tranquilidad nos vendrán bien a los dos.
Junto a un gran olmo recogí un buen montón de ramas secas. Las había por doquier.
Reuní unas cuantas y encendí una pequeña hoguera y con trozos más pequeños, esparcí el
perímetro a modo de alarma, contaba con el oído de Thor seguro que él si lo escucharía sin
problemas y esta bien adiestrado, me avisaría de inmediato del peligro. Le quite la silla de
montar, para que estuviera más libre y la apoyé en el árbol, junto con la ballesta, aún armada.
Extendí mi vieja piel de oso en el suelo y me senté, apoyando mi espalda en la silla. Comencé a
calentar un poco una tira de carne seca. De pronto el olor que hacía unas horas llego hasta
mi, regresaba para invadir mis fosas nasales. El olor parecía más de un animal que de una
persona. Ese olor tenía que ser un Montenegrés.
Cogí la ballesta y cerré los ojos. Me concentré en mi alrededor, fundiéndome con las
hojas, la hierba, los pequeños trozos de ramas secas comenzaban a crujir en un intento torpe
de silenciar las pisadas, dándome su situación con cada paso. Eran tres. Dos caminaban por
ambos flancos y otro venía de frente.
Continúe con los ojos entrecerrados, aparentando que dormía. Vi aparecer a un
fornido ser, armado con un hacha de doble filo con una piqueta, coronando el eje. Con un
mango adornado con tiras de cuero y que terminaba en un gran pomo, que hacia de
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contrapeso. Con un movimiento tan rápido como el rayo, lanzó su hacha que describía
círculos de muerte con el destino marcado hacia mi ser.
Me dejé caer a mi derecha, para notar una ráfaga de aire frío y un tremendo golpe
acompañado de una gran vibración. El hacha había mordido fuertemente en el tronco del viejo
olmo, de haber estado dormido, me encontraría partido en dos, desde del omoplato hasta la
cadera, limpiamente.
De rodillas disparé una de las saetas, que voló hasta alcanzar el cuello del asombrado
Montenegrés que en un grito ahogado por su propia sangre se desplomó hacia atrás como un
tronco recién talado. A mi izquierda surgió un rugiente ser embutido en pieles con una espada
corta y una alocada carrera. La segunda saeta voló hasta el pecho del intrépido, pero
estúpido Montenegrés. Ya eran dos. ¿ Dónde está el tercero?.
Desenvainé mi espada, cogiéndola con ambas manos, su punta al frente. Comencé a
describir un círculo, despacio, mientras estudiaba mi entorno. ¡ A mi derecha!. Unos ojos de
un rojizo odio, una cara desfigurada reclamando venganza, unos músculos en unos brazos
que gritaban, que palpitaban. Que en ciega cólera se lanzó al ataque. Un giro de muñeca y
desvió su estocada. Aprovecho la inercia de mi contrincante, para que se golpeé fuertemente
con la cara plana de mi hoja en su nariz, rompiéndole su tabique nasal con el impacto.
Llenando los ojos de enemigo de lágrimas, que siempre brotan de forma instintiva y ciegan los
ojos al instante, aprovechándome otra vez para darle un fuerte golpe en la cabeza, con el
mango de mi espada, para provocar su pérdida de sentido, no quería matar sin necesidad.
Até fuertemente al prisionero, que continuaría sin sentido un buen rato a pesar de la
dureza de su cráneo. Mientras intenté desincrustar el hacha, cosa que no logré hasta pasado
un buen rato. La hermosura de sus líneas, el perfecto equilibrio, el gran filo que ni se inmutó
con el impacto, su sencillez, la hacían una terrible herramienta de destrucción en manos
expertas.
Por desgracia los Montenegreses, no dejaban de ser un pueblo bárbaro. Cuya fuerza
de combate, era sin duda, su valor injustificado, alocado y su gran número. Era como luchar
contra oleadas humanas, que arrasaban, pero por separado o en pequeños grupos eran
presa fácil de su propia estrategia de ataque para cualquier guerrero experimentado, o
contra un Cazador Real. Despertó en ese instante, con movimientos bruscos en un intento de
soltarse de sus ataduras. En el fondo eran como animales.
Le miré fijamente a los ojos hasta que dejó de dar tumbos y saltos, convencido de la
fortaleza de las ataduras que ya habían mordido la carne de sus muñecas en el forcejeo. Con
la respiración acelerada, haciendo que sus pelos enmarañados se agitaran con cada
resoplido o bufido, no lo sé.
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Por fin se tranquilizó y pude empezar el interrogatorio. ¿ Por qué vuestro ataque?.
¡¡ Grrr!!, Fue su contestación. No quiero hacerte daño, pero exijo respuesta a mis
preguntas.… ¡¡ Grrr!!. Otra vez. Me senté y continúe comiendo un poco de carne más
mientras observaba como me observaba él, silencio. ¿ Que es lo que haces en nuestro
territorio?. Por fin gruñó de mala gana. Tan solo pretendo cruzar la frontera y llegar a mi país
con el menor de los problemas posibles. No tengo la culpa de encontrarme con personajes
como vosotros, me entiendes. ¡¡ Grrr!!. Desátame inmediatamente. ! Te lo ordeno¡ - Ja, ja, ja,
ja, - no pude contenerme ante la impresionante soberbia de este pueblo, que aún estando
prisionero eran capaces de berrearte órdenes. No es un buen comienzo el que adoptas
cuando te estoy ofreciendo una razón por la que no matarte, pero creo que no debes darme
demasiados motivos para que cambie de idea, ¿ No te parece?, él Montenegrés me miró con
unos ojos que paulatinamente cambiaban de color, del color de la ira a un profundo y sereno
negro. Puedes darme algo de comer. Sus modales continuaban siendo rudos hasta en la
calma. Me incorporé y le introduje una tira de carne en la boca que rumió en silencio, sin dejar
de mirarme, pero sin emitir ruido alguno. Revisé las ataduras y le até las piernas a la rienda de
Thor, por si por la noche se ponía nervioso.
Me desperté con el amanecer, el Montenegrés acurrucado, me observaba en silencio.
Buenos días, espero que hoy estés más sociable, no hubo contestación. Verás como te dije
tengo prisa, por lo que tranquilamente montaré en mi Alazán y me marcharé, sé que no
tardaras en dar con algún cuchillo de tus compañeros y desatarte, por lo que te deseo que
tengas un buen día.
Me encamine a Thor y le coloqué la manta y la silla, ajusté los correajes y le puse las
bridas de plata labrada, que pertenecieron a mi Padre. Monté y dedicando la ultima mirada al
Montenegrés. Espero que la próxima vez que nos veamos, sea tomando una de esa excelente
cerveza que fabricáis, en vuestro país, mientas tanto, te repito mi saludo, que pases un buen
día.
Espoleé a Thor, que elevando sus manos soltó un potente relincho, saliendo al galope
del lugar, poniendo tierra por medio. Dos horas más tarde di por zanjado el asunto. Era el
tiempo que calculé en que tardaría en desatarse y ponerse en camino a mi encuentro. Sé que
son vengativos. En el horizonte se apreciaba una fina columna de humo de color grisáceo. Es
el que proviene de una casa donde se calienta la comida del día. Continúe por el sendero
dejando atrás el bosque y dando paso a las praderas verdes y ricas de Terraverde, el río
empezaba a hacerse visible, junto con la pequeña cabaña que era la vivienda del barqueo
encargado de cruzar a quien lo requiera y pagué la pieza de plata que cuesta el impuesto
fronterizo.
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Un hombre con las cicatrices del tiempo en su cara, de piel morena y curtida, de
fornidos brazos acostumbrados a tirar de una soga durante años, luchando contra la
corriente del río, pasando su carga de una orilla a otra. Buenos días tenga maese barquero,
¿ Está disponible para una travesía?. Tanto como tu estómago por un buen plato de estofado
casero. Replicó en tono sereno y jovial. Pues no lo pensemos y pasemos.
Entramos en la modesta pero confortable cabaña. Una mesa alargada en el centro de
la casa y unos taburetes a su alrededor. Una figura envuelta en una capa con capucha, que
tapaba en su totalidad, la cara de la persona que la portaba. Un brazo con una mano
enguatada portaba una cuchara de madera, comía de forma tranquila, llevándose lentamente
la comida a la boca. El otro brazo lo mantenía oculto bajo la capa, pero el pequeño bulto
delataba a la mano que agarraba la espada.
Me senté en el otro extremo de la mesa, frente a él y comencé a comer la ración
humeante, antes de que cogiera la cuchara ya había una mano extendida pidiendo la tasa.
Dándole la moneda se la llevo a los dientes para morderla y comprobar su autenticidad. Con
maestría hizo desaparecer la moneda entre uno de los múltiples pliegues del inmenso fajín
rojo que se cernía en su cintura, protegiéndole los riñones.
Viajeros sin nombre, llegó el momento de cruzar el río. Los dos nos levantamos en
silencio de nuestros respectivos asientos y no encaminamos a la puesta, fue entonces cuando
le vi el rostro. Era una mujer, con vestimentas de mercenaria. Pantalón de cuero negro,
camisa de seda blanca y chaleco también de cuero negro con remaches plateados. Espada y
daga al cinturón y la mirada penetrante y fría. De cabellos dorados, sujetados con una tira de
cuero, alrededor de la frente y una larga trenza reposando en su hombro derecho. Quizás de
unos veintiocho años o quizás menos, no era fácil de calcular.
Le cedí el paso y me dedicó una mirada examinadora y una leve inclinación de su
cabeza en agradecimiento. Mientras caminamos hacia los caballos, se despoja de la capa
metiéndola en una alforja de su montura, una hermosa yegua blanca de crines y cola
plateada, tan alta y fornida como el propio Thor.
No sé cual es el motivo que hace que me sienta atraído por la intrigante mujer, ¿ Será
quizás?. No sé ni que decir, pero la sensación está presente y noto cierta inquietud en ella,
quizás sienta ella lo mismo que yo. Giró sobre mí agarrándome al pasamanos de la barcaza
mientras esta se alejaba de la orilla provocando pequeños remolinos en la corriente tranquila
del río. ¿ A donde os dirigís, caballero?. La voz de la mujer era templada pero sin entonación
ni emoción. A la Casa de la Cultura. He de ir a visitar a un hermano que en dicho lugar dejé
hace cinco años y desde entonces no sé nada de Él, ¿ Y vos?. Donde la fortuna se encuentre
o requieran mi brazo armado, quizás al Puerto Marítimo en Dridam y enrolarme en algún
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arco en pos de nuevas batallas y aventuras en otras tierras, no hay en mi vida un destino
fijado, ni ya lo habrá nunca. Esta vez su voz sonó distante, triste, amarga.
El viejo marinero se nos acercaba con una garrafa de vino en una mano, y dos vasos
de madera en la otra. Tomad, bebed, estamos a mitad del camino, dentro de poco posaremos
nuestros pies en Terraverde estimados viajeros, brindemos por tan magnífico lugar de
destino. Alzamos lo vasos y él bebió de la misma garrafa haciendo bailar su nuez en un rítmico
subir y bajar, para terminar limpiándose con la escueta manga la chorreante barbilla. Nos
miramos pero no hubo palabras hasta llegar a la otra orilla. Dejamos atrás al barquero que
emprendía el regreso y dando grandes voces se despedía de nosotros con toda clase de
buenos deseos y fortuna.
Cabalgamos juntos hasta llegar a una pequeña posada. Nada más entrar un chaval se
acercó corriendo cogiendo las riendas de los Alazanes. Yo me haré cargo de las monturas, no
se preocupen. Desmontamos y nos encaminamos a la puerta donde el posadero nos esperaba
bajo un gran cartel de madera tallada en el que se leía “ LA ATRONADORA “. ¡ Bienvenidos a
mi negocio!, encantadora pareja. ¡ Bienvenidos!. Al pasar entre el posadero y la puerta, la
mujer sin desviar la mirada dijo. No es mi pareja, ¿ Entendido?.
Tras hablar escuetamente con el posadero en relación a los alojamientos y tras pagar
las tres monedas de plata por una habitación que deberíamos de compartir, pasamos a
degustar lo que llamó un manjar de Dioses, que en honor a la verdad era pura bazofia. Un
caldo espeso en el que flotaban unos escasos y ennegrecidos trozos de lo que fuera carne de
algún animal junto con un montón de zanahorias y patatas y otros trozos de materias
identificables. Por lo menos el vino era un buen negro, con cuerpo y grados. Mientras
comíamos, Ella dijo. Me llaman Rosa del Diablo y tú ¿ Cómo te llamas?. Diatros el Cazador.
Hubo una pausa, de nuevo habló. Es extraño que un hermano cazador tenga un
hermano estudioso de los antiguos pergaminos y al contrario. ¿ Cómo pueden dos hermanos
tomar caminos tan diferentes en la vida?. Me temo que de eso se encargo mi Madre. Era a su
modo una persona muy persuasiva y no permitió que su pequeñín fuera un bárbaro, con uno
que se pasaba el tiempo corriendo tras la bestias, lanzándoles saetas, cuchillos, hachas y
cualquier utensilio bastaba.
La verdad es que mi Padre y Yo, pasábamos mucho tiempo en Bosque de la Muerte,
entre los Montenegreses y sus montañas. Por desgracia un mal día, un mal entendimiento y el
precio fue la vida de mi Padre y el odio de mi sangre hacia ese pueblo, que en mi niñez recorrí
y donde aprendí los trucos de mi Padre y los de su pueblo. Puedo decir que los conozco
demasiado bien, para su pesar. Me di cuenta que le estaba contando cosas que nadie había
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escuchado hasta ahora y con una naturalidad que era precisamente lo que más me asustaba
y callé.
Rosa entonces tomó mi silencio como un momento de reflexión interna adecuada al
sentimiento descubierto. Tomó un aire calculadamente tranquilo y cálido y dijo. La vida en
ocasiones nos quita mucho más de lo que nos da. Yo también lo sé. Provengo de un país del
que nunca habrás escuchado y del que yo casi ni me acuerdo. Éramos doce hermanos. Yo, la
única chica, por lo que mis juegos de infancia eran peleas, carreras, para pasar de joven a las
travesuras más propias de un mozo descontrolado que de una frágil mujer. Hecho este que
trataba de ocultar siempre, camuflando con vestiduras y otros artilugios de lo más incómodos,
hasta que un día en una taberna, escuché que en lo que fue mi pueblo, en una casa al pié de
una de praderas al Norte, había acontecido una gran batalla, entre una familia de pastores y
un grupo desconocido, pues sus rostros eran tapados por grandes turbantes y de largas
túnicas, como los pueblos nómadas de las Dunas. Decían que los doce varones y los padres
habían muerto en la pelea, la cual fue de ciento veintidós días, siendo famosa la batalla, por
este hecho y por la peculiaridad de que era la única familia tan numerosa del condado.
Se referían a mi familia, a mi gente. Desde entonces caminé en busca de los seres de
negro, matando uno a uno, a todos ellos. Diciéndoles quién era antes de matarlos para ver el
miedo en sus ojos mientras les cortaba sus asquerosos cuellos. Pero todo tiene un final y el
mío fue que los maté a todos y mi venganza terminó, pero hizo de mi otro ser, un ser que solo
sabía matar de mil y una forma. Terminé siendo soldado de fortuna hasta ahora.
Bueno estaba claro habíamos compartido sentimientos y en ciertos sitios eso
significaba una hermandad de armas y campañas. No estaba seguro de cuales eran las
verdaderas razones de la Rosa del Diablo. Con una voz ronca y con un hedor añejo saliendo
de esa boca sonrosada y brillante de grasa y vino, apareció el posadero gritando. ¡ La
Tormentosa, no solo es el nombre de mi negocio, es también el nombre de mi espada!. Con la
que en más de una ocasión he tenido que lamentar el haber partido en dos a una persona
adulta, lamentar tener que limpiar todo el suelo de sangre, sesos y trozos de... en fin. Tanto lío
tan solo por no pagar esto o aquello o provocar una pelea en mi local. Soltando una sonrisa
tan irónica como la mirada. No se preocupe, le contesté, pues en este saco hay para pagar
más de lo que tú me puedas proporcionar. Trae otra jarra de negro y déjanos, esta
conversación es nuestra y el hierro mohoso que cuelga de tu cintura, ni me impresiona, ni me
importa su gloriosa vida pasada, mi daga es superior y mi pulso está tan fresco que busca tan
solo una excusa. Lo entendéis ¿ Verdad?. Odiaba ser tan rudo, pero tenia que interpretar bien
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mi papel y ya me encontraba bastante molesto con tener que engañar a Rosa. Ella había
confiado en mi y yo la estaba hablando con una mascara, que cada vez aprieta más.
Sin mediar palabra el grasiento hombre se alejo farfullando consuelos a su fiel espada.
Al instante una mujer joven trajo la jarra de vino y esperando de pie sin decir nada espero a
que le pagara la misma. Sus temblores aumentaron cuando Rosa la miró a los ojos de una
forma, que tan solo se aprende en la batalla. Una vez pagué, desapareció tan rápido como
pudo controlando sus temblorosas piernas.
Rosa soltó una carcajada de satisfacción ante la reacción de la joven, me di cuenta
que era precisamente lo que buscaba. Mirándole ahora Yo a los ojos le dije a la par de una
sonrisa. Me esta dando miedo el compartir la habitación. Los dos solos entre esas cuatro
paredes estrechas, sabiendo que esta a mi lado mujer tan perversa. ¿ Qué es lo que harías,
Rudolf?, Depende. ¿ De que dependería?. Del carácter o la postura. ¿ A que postura te
refieres?. ¿ Y sobre todo, donde he de hacer o como he de estar en esa postura determinada?.
Ves a lo que me refiero. Hago bien en tener miedo, creo que dormiré abrazado a ti para estar
seguro de que tus movimientos no sean ni bruscos ni aletargados por el sopor del sueño.
Los dos empezamos a reír como dos camaradas que se cuentan un chiste, eso es lo
que los demás parroquianos veían, pero en nuestros ojos había un brillo de complicidad. En
nosotros había algo que a cada momento sorprendía a mi mente de una forma alarmante y
confortable, intrigante y con un toque de seducción hacia la especie de juego en el que los
dos nos manteníamos.
Apuramos las últimas gotas de vino y apoyándonos el uno en el otro encaminamos
nuestros tambaleantes pasos por la escalera, por el pasillo y por fin hasta un camastro en un
perímetro de tres metros que llamaban habitación. Cerré la puerta de una patada y con el
desequilibrio producido por esta acción, terminamos de cabeza en el destartalado camastro
en medio de risas y gestos de silencio que provocaban más risa.
Solo se hizo el silencio cuando nos dimos cuenta que estábamos abrazados y tan
cerca que nuestros labios ya casi se rozaban. Nos separamos rápidamente, sintiendo un
rubor que tan solo recuerdo en mi infancia cuando era pillado en algún acto de pillaje. Nos
dimos la vuelta y dormimos la borrachera.
Al amanecer me encontré agradablemente abrazado por Rosa. No quise moverme
para no despertarla, pero en ese mismo instante su voz sonó dulce y clara. Buenos días,
descansasteis tan bien como Yo. Desperezándose y estirando sus brazos. La observé desde
el camastro mientras se incorporaba y caminaba por el poco espacio libre de la habitación.
Una figura ahora más esbelta, o eso me parecía, desfilando delante de mi, mostrándome
todos sus ángulos, mostrándome sus oquedades y salientes, las curvas de sus caderas y unos
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pechos que ya no se escondían tras un peto metálico. El pelo caía suelto, mitad a la espalda
mitad al pecho, sus cabellos atrapaban los destellos del sol.
Paré en mis pensamientos al darme cuenta de que ya no se paseaba y que permanecía
de pie frente a mí, en el centro de la cama, mirando con curiosidad la expresión que mi rostro
tenía en esos momentos de pensamientos tan ....
Bueno, te decides ¿ O qué?. ¿ A qué te refieres, Rosa?. ¿ Serías capaz de realizar esos
pensamientos, que tan absorto te tenían?. Mejor sería que no lo hiciera. ¿ Acaso eran malos
pensamientos?. El juego verbal continuaba donde anoche lo dejáramos, por lo qué y
admitiendo el reto contesté. Mis pensamientos nos harían sudar, más el resultado final,
siendo como es lo mejor de desarrollo, es posible que contenga dos esencias, una maligna
que nos separaría para siempre y otra benigna que haría de nuestros lazos un cordón de
acero. Me miró en silencio, barrio la puerta, me miro otra vez y desapareció por el pasillo
quedando solo el sonar de sus pasos al bajar las escaleras de madera.
Cuando bajé se estaba terminado un gran tazón de leche. Esta vez no me miró, esta
vez miraba el fondo del cuenco como buscando una respuesta a una pregunta. En silencio
tomé un cuenco que llené también de leche, le añadí unas hierbas para la resaca que
guardaba para estas ocasiones. El efecto es rápido y mi mente empieza a pensar en la tarea
que hasta estos parajes me trajeron y claro el recuerdo de Candy y Diatros apareció unido y
el Mago Leafar, por lo que me encaré a Rosa que continuaba sin decir nada mirando el fondo
de un tazón vacío.
Rosa he de irme, tengo una misión que hacer. Por fin empiezas a decir la verdad. Sé
que no vas a ver a tu hermano, pues no tienes pinta de tener un hermano. No me interesas ni
quien eres, ni tus fines, solo me interesa el aquí y ahora. No te acuerdas. No tengo pasado ni
futuro y el presente se torna en ocasiones muy peligroso para una mujer que viaja sola, por
eso acepte el cabalgar a tu lado, el compartir borrachera, cama y resaca... pero....
Se levantó dejando caer el recipiente vacío sobre la mesa y caminó hasta ponerse a mi
paso. Los caballos esperaban en la puerta, el muchacho mostraba una sonrisa en espera de
una recompensa por los cuidados, había cepillado al los dos Alazanes y las barrigas se
mostraban repletas y redondeadas, por lo que una moneda de plata voló hasta su mano libre.
Montamos dejamos atrás algo más que una posada destartalada y mugrienta, pero no hubo
ninguna palabra, ninguna mirada.
Quedaban dos jornadas hasta llegar al castillo del Rey Ongro. Su reino se extendía a
partir de ese punto y ése mismo punto sería el de nuestra despedida. Fue la primera vez que
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deseé no llegar a mi destino. Fue la primera vez que al girarme y ver el perfil de Rosa, no vi a
una mercenaria sino a una mujer de lo más hermosa y esto inquietaba mi espíritu.
Llegamos a un pequeño claro donde había un puesto que ofrecía al viajero carne seca,
pan, vino, queso y otras viandas. Paré para comprar queso, un trozo de pan, tres botellas de
vino y un trozo de tocino que guardaba escondido debajo de la carne seca para mantener
ésta un poco más fresca. Continuamos la marcha sin mediar palabra, la situación empezaba a
incomodarme, a desconcertarme en su actitud, pero pensé que sería mejor dejar pasar el
tiempo.
Era ya hora de parar y comprobar que la compra era como parecía, en una pradera
tan verde y amplia, como nuestra vista daba de sí, hicimos un alto, continuábamos sin hablar,
tan solo, movimientos mecánicos en una situación tirante de la que no comprendía nada.
Desenrollé la comida de la envoltura de piel en la que el mercader nos preparé. Ella se
declaró voluntaria para recoger leña para la hoguera. Dejó caer pesadamente la carga de
leña que en sus brazos transportaba, sin la mayor importancia, abstraída en unos
pensamientos que alargaban su cara. Respeté su silencio y no fue hasta terminar de comer en
que giró su cabeza y mirándome fríamente me dijo. Hay una cosa que me inquieta. Esta
mañana he visto como me mirabas y desde entonces hay algo dentro de mí que no comprendo,
que nunca he experimentado y que como algo desconocido me da mucho miedo. No sé que es,
pero cada vez que te miro siento un nuevo latigazo dentro de mi y no sé que es eso..... ¿ Tú lo
sabes?...... un silencio galopó cortando el aire a muestro alrededor. Sabia perfectamente lo
que me quería decir y en cierto modo Yo tenia la misma sensación y también había en mi
cabeza más tormentas de la que ella tenía, y sin embargo sentía lo mismo que ella, que
dilema, jamás me había encontrado en una situación como ésta pero sentía que mi corazón
estaba a punto de estallar, la cabeza me daba vueltas y sentía como mi estómago quería salir
por mi boca.
Cuando me quise dar cuenta estaba besándola y rodábamos por el suelo como dos
tiernos zagales en un prado. Bueno por lo menos lo del prado era cierto y en cuanto al resto.
¿ Cuanta culpa tenia la soledad y la distancia?, sin olvidar de que Rosa era una mujer de lo
más hermosa y atractiva. Su cuerpo era tan insinuante y curvilíneo como uno de los más
perfectos y en el fondo no era más que dar rienda suelta a una tensión mutua de la que
ninguno encontraba explicación, por lo que lo más coherente, y esto lo sabíamos los dos, era
dejar rienda suelta a la pasión y al calor que dentro anidaba. Y así ocurrió cuando fui otra vez
consciente de mis actos, me encontraba desnudo, empapado en sudor y caído
lánguidamente, boca abajo al lado de Rosa, por primera vez fui también de la totalidad y
hermosura de su cuerpo desnudo, cerré los ojos y lloré.
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Me incorporé con la intención de continuar mi camino lo antes posible. Rosa aun en su
desnudez me miró y dijo. Sé que esto no ha tenido ni razón ni sentido, pero ocurrió y no me
arrepiento. Has de saber, para tu orgullo o tu cuenta, que has sido el primero y que no me
arrepiento de haberlo hecho, tan solo maldigo no haberlo hecho antes, no haberte conocido
antes..... Un silencio tan largo como la propia existencia de las estrellas resumidas en un
puño, hizo su aparición, rompiéndome el corazón, por primera vez en mi vida sentí una mano
apretándome el cuello, queriéndome arrancar el aire que me rodeaba y deseé la muerte.
Monté sobre Thor y me marché dejando atrás una parte de mi vida. De la que nadie sabrá
nunca. De la que nadie será testigo ante el amor que de pronto sentía por la Rosa del Diablo.
Al siguiente recodo espoleé a Thor con la inocente intención de salir corriendo, en el
fondo me seguía comportando como un niño, huyendo del problema, pero confiaba en el
tiempo, ése sanador de heridas internas. Ése mecanismo que es capaz de cicatrizar todo,
pero que al mismo tiempo cobra el tributo de hacerte el corazón de piedra a cada trozo que
encallece.
El sol empezaba a acomodarse en el horizonte, dejando paso a las sombras que
empezaban a desperezarse y a recorrer sus dominios. Unas rocas me estaban brindando su
refugio para pasar la noche, seguro, tranquilo o por lo menos era lo que deseaba encontrar
en estos momento. Otra vez la cabeza llena de pensamientos, dudas y temores provocaban
un palpitar en mis sienes produciendo un intenso dolor de cabeza, me acomodé de la forma
más rápida, tanto como pude. Preparé un pequeño fuego donde calentar un poco del vino y
añadirle unas hierbas, no disponía de agua y el vino era el único líquido a mano. En el peor de
los casos potenciaría al sueño y esa noche dormiría placenteramente. Me importaba un
comino la seguridad. Si he de morir, durmiendo es una buena forma, también tan solo no te
despiertas nunca.
Esa noche soñé. Sé que soñé, pero no me acuerdo de qué o con quien. Tan solo mis
vestiduras empapadas me comunicaban que fue noche agitada. La piel de oso era una
trampa, enrollada en mi cuerpo, atenazando mis brazos, inmovilizando mis actos. Tuve que
rodar por el suelo para librarme del abrazo que tan cariñosamente me ofrecía mi vieja piel de
oso.
Thor con visible nerviosismo, golpeaba la tierra húmeda, con su casco delantero, con
el rocío aún latente, acercando su cabezota a la mía para golpearme con su hocico en una
caricia más que empujón. Buenos días querido Thor, estabas preocupado, ¿ Verdad?, Bueno
ya pasó. Con el nuevo día, todo empieza y Tu y Yo tenemos deberes que hacer, hay que
olvidar más que me pesé, pues hay otro destino, hay otra gente, hay otro compromiso.
Pasaron las horas y mi mente se encontraba vacía. Era Thor quien conducía la misión
y he de decir que extraordinariamente, por cierto, pues al medio día ya se divisaban las
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columnas de humo que enmarcaban al castillo del Rey Ongro. En breve aparecerían las casas
de los pastores y vaqueros.
Entraré y me mezclaré con esa multitud de gente que recorre sus calles haciendo
negocio, vendiéndote y ofreciéndote, hasta lo que en tu vida no habías visto. Un bullicio de
voces coreando sus productos, era lo que me esperaba, eso y tener que estar alerta, como en
toda gran ciudad, los ladrones, eran más numerosos que los propios habitantes,
descansando en cualquier esquina, esperando al pardillo que se equivoque de calle y entre
en sus dominios, entonces como una araña se abatirá sobre ti y en sus redes caerás y
seguramente morirás. No les gusta dejar testigos de sus andanzas.
Con la ciudad ya a la vista, dispuse de mi piel de oso como capa, aprovechando la
parte de su cabeza para tapar la mía y con sus manos hacer un nudo al cuello, dejando caer
sus garras sobre mi pecho. No quería que nadie me reconociera, no había que dar pie a
ningún error, por lo que prácticamente bordeé la ciudad, por su lado Norte y evitando a la
gente me encaminé sin detenerme hacia la casa santuario del Mago Leafar.
Sentía cada vez más el palpitar mi corazón, cuanto más me acercaba a la meta más
rápido era su ritmo. Pero en mi cabeza había demasiadas cosas. Tenia que tranquilizarla
antes de presentarme ante el Mago. Soy perfectamente consciente de mi responsabilidad, de
que solo tan tenia una oportunidad y un presentimiento. El sueño con el Mago. La solución se
encontraba en sus palabras, intenten recordarlas, pero el sueño se encontraba por debajo de
los recientes acontecimientos y me resultaba difícil recordarlos en su totalidad y eso me
enfurecía, me enfurecía terriblemente, maldiciéndome ante mi estupidez.
En la lejanía, casi en el pié del horizonte aprecié una construcción en semiruinas. Me
dirigí hacia el lugar, era pronto para acampar, pero prefería llegar de mañana a casa del
Mago. Por otro lado, me proporcionaría tiempo suficiente para aclarar mis pensamientos.
Dejé a Thor trotar hasta el lugar sin medir tiempo ni espacio, tan solo me deje llevar hasta el
lugar donde inconscientemente me encontré, al despertar de mis pensamientos. Thor ya
estaba disfrutando de la abundante hierba que nos rodeaba, con su cuello agachado,
comiendo plácidamente y Yo en lo alto de Él sin saber cuanto había permanecido así.
Desmoté, le quité la silla y la manta. Él con un relincho agradeció la libertad de carga y
trotó y saltó a mi alrededor. Dejé caer la silla con la flacidez que mis brazos ofrecieron y de
igual modo, me deje caer yo mismo. Sentado sobre la hierba miré mi alrededor. Delante de mí
estaba lo que debió ser la vivienda. A mi derecha una especie de cuadra, donde Thor había
descubierto un poco de forraje del que ya estaba dando cuenta. A la izquierda, un corral
donde tan solo unas cuantas estacas quedaban en pie, en demostración de lo que en su día
fue.
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Me levanté pesadamente y me encaminé a la choza que tenía la apariencia de haber
sido partida en dos. En diagonal. Como por una monumental espada. La mitad de su techo, la
mitad de sus paredes, la mitad de sus muebles yacían en el suelo y la otra mitad contemplaba
en pie, la destrucción con melancolía.
La suerte me acompañaba, el camastro estaba intacto junto con la mesa y un taburete.
La chimenea era otra de las pocas piezas que continuaban de pie, junto con una lámpara de
aceite que colgaba vestida de telarañas y tiempo, pero con la barriga llena de dorado líquido.
Casi parecía medio hogar. Me senté sobre la mesa, en una de sus esquinas, quedándome al
frente de la zona despejada de pared, desde ese punto parecía un cuadro pintado con colores
brillantes, aceitosos, con destellos casi sobrenaturales, emanado una tranquilidad al entorno,
contagiosa y Yo necesitaba de esa paz, para las próximas horas.
Terminaba de comer un buen trozo de queso, con su pan y su vino negro. Recio y
fuerte, como el mismo queso. Terminaba cuando los grillos empezaban con su cantar, con su
seducir nocturno y como siempre, al final, el sincopas termino en melodía. Brotando de cada
rincón, envolviéndome totalmente en su ritmo. Saqué mi pipa y comencé la ceremonia al son
de los insectos, al ritmo de sus patas frotándose, gimiendo unos favores de seducción.
Recogiendo una pequeña rama de la hoguera, encendí la pipa, para sentir las mismas
sensaciones de siempre. La misma libertad aparente, que me desataba de las cadenas
terrestres y que hace que mi mente y Yo seamos uno dentro del otro. Se repiten las mismas
pautas, el mismo número de caladas, el mismo artificio de luces y destellos en mi cabeza y
deportó con un sonido atronador escuché de nuevo las palabras del Mago.
Rudolf, la llave es una palabra, la palabra, una verdad, la verdad, un sentimiento. Esté
sentimiento se encierra, casi siempre, en un pequeño cofre el cual no siempre se abre, ni en
una vida entera; encuentra el significado dentro de ti mismo.
Del sobresalto caí de espaldas, golpeándome en la cabeza, perdiendo la consciencia
viendo parte del cielo con sus estrellas. No antes de que una palabra empezara a tomar forma
en mi mente, quedándome dormido con ella en mi pecho.
A la mañana siguiente, mi cabeza tenía aun guardada la palabra, mi pecho continuaba
sintiéndola y con esa fe me encaminé a ver al Mago de una vez por todas.
Los pájaros empezaban con sus trinos cuando Thor, receloso, soportaba de nuevo la
manta y la silla, resoplando al ajustar los correajes, como siempre hacía y esto me produjo la
primera sonrisa desde que dejara a Rosa atrás, en el camino. Sereno, despacio monté y Thor
comenzó a caminar de vuelta al camino, que sin duda nos llevaría a la gran casa.
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La mañana transcurría apacible, el sol ya estaba lo suficientemente alto como para
calentar, dejé caer la cabeza hacia atrás para que los haces de luz me dieran en los ojos
cerrados y ver en la oscuridad de mis párpados los destellos que se producen con sus rayos.
Recordándome a cuando era niño y me tiraba en una pradera, para cerrar los ojos y ver esa
maravilla del universo.
Un relincho unido a un cambio del paso de Thor, me devuelven a la realidad, la casa
del Mago está frente a mí, la hora esta cercana tanto para el fracaso como para el éxito.
De pie frente a un portón de vieja y oscura madera, reforzada por tiras de hierro
remachadas, formando un dibujo. Dando cobijo al óxido más afianzado que jamás vi sobre
metal alguno. Una enorme cabeza de león sujetaba en su mandíbula una argolla de igual
proporción. Tomando ésta, llamé a la puerta.... Los primeros minutos pasaron sin respuesta.
Otra vez acciono la argolla, provocando nuevos ecos de llamada, sin obtener contestación.
Ya me disponía a recorrer el perímetro, cuando una voz como de ultratumba erizaba
mis cabellos en un escalofrío de terror y sorpresa. ¿ Qué es lo que queréis?. ¿ Quién osa
perturbar mi calma?. ¡¡ Por los Dioses!!, ¿ No tenéis nada mejor que dar estos sobresaltos a
quien viene de buena fe y en busca de ayuda?, ¡ Por Dios!
La voz que exigía una explicación por el importúnio producido con la llamada era de
tono seco y áspero. Esto indicaba claramente su humor, al cual no estaba dispuesto a
sucumbir, por muy amenazador que sonara, por lo que Yo también le grite.
Por dos veces en mis sueños aparecisteis, para sembrar mi cabeza con una pregunta.
Por dos veces violasteis esa intimidad propia del ser humano y todavía osas gritarme y
amenazarme. Al que viene con la solución, con la respuesta, con la palabra. Revuélvete en tu
castillo ante esta mi voz. La palabra es AMOR.
Las piedras de los muros temblaron. El óxido de la puerta, saltó formando una nube de
color marrón a mi alrededor y unas puertas adormecidas por el tiempo protestaron ante el
esfuerzo de abrirse, dejando ver un corredor que conducía a un patio, donde de pié aguarda
una figura delgada, cubierta de larga túnica lisa de color azul pálido, con las mangas anchas y
bordadas en hilo de oro, ceñida a la cintura por un cordón dorado junto con unas sandalias de
cuero cubriendo los huesudos pies.
La cara provista de larga cabellera plateada y una barba no menos escasa, dejaba
entrever una faz pálida y serena, surcada por multitud de finas arrugas, una sonrisa abierta
ofreciendo unos amarillentos dientes completaba el cuadro.
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Bueno hijo, por fin has llegado. Te estaba esperando, pasa y descansa pues tu viaje
está llegando a su fin. Pasamos al interior de la casa. Una luz tenue envolvía su interior, pero
que sin embargo era suficiente para apreciar al sencillez de todo. Era una gran estancia
cuadrada, rodeada de enormes y sedosos cojines. Una chimenea en un lateral
complementada por dos grandes mesas, dispuestas a derecha e izquierda. Una con platos
repletos de frutas. La otra repleta de tubos y elementos de alquimia; Unos de cristal, otros de
bronce o plata y todos, rodeados por libros antiguos y polvorientos, de frascos de mil colores.
Su voz atrajo otra vez mi atención, cortando en seco mi curiosidad. Me invitaba a
sentarme, con su gesto, ante una mesa en uno de los rincones de la estancia, y así lo hice.
Sirvió un té de aroma suave y penetrante, con un toque a ¿ Rosas?, ¿ Obsesión?.
Bien, cuéntame tu historia. Estoy impaciente por saber lo que te trajo hasta mí, los
motivos por los que desafiaste, cualquier obstáculo, para gritar ante mi puerta la palabra
amor.
Miré fijamente a los ojos del Mago. Estudiando mentalmente mis palabras, antes de
pronunciarlas, esculpiendo mi historia, para darme cuenta que al fin y al cabo Yo no sabia
hablar con sutileza y no haría otra cosa que desorientar al Mago con explicaciones sobre las
explicaciones. Decidí hablar directamente y sin apartar la mirada.
¿ Por que me preguntas, lo que tan bien sabes?, ¿ Por qué niegas el hecho de haber
participado de mis sueños?. Sabéis bien mis motivos, así como sabéis el porqué de mi partida
a tierras inhóspitas y lo que encontré. Sabéis mis sentimientos y sabéis la tiranía del tirano, ¿
Por qué si no abristeis las puertas?.
Sé que es posible que detectaras la magia maligna de astuto Devils y quieras
participar por fin en el juego, siendo éste un buen día para empezar. Puede que ya seáis
mayor y no sepáis ni de que os estoy hablando y puede que me des una sola respuesta a
pesar de ser varias las preguntas, pero ¿ Será tu ignorancia la causa de que no me
respondas, o tan solo prudencia?.
Continúe mirando fijamente a sus cristalinos ojos azules, perdiéndome en su
inmensidad, intentando perforar la separación hasta su cerebro.
El silencio lleno la estancia. Nuestras miradas continuaban fijas. Tras unos instantes el
Mago sin decir palabra se encaminó hasta la mesa y repasó las páginas de un antiguo
manuscrito rúnico, surgiendo sonidos guturales en alguna lengua perdida. Recogió un
pequeño frasco, con un líquido de aspecto lechoso en el que introdujo un polvo violeta que al
contacto con el líquido se convirtió en un verde intenso, para terminar en un rojo denso, como
la propia sangre. Tapó con esmero el frasco introduciéndolo en un saquito de cuero.
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Ojeó otro libro, para desdeñarlo al instante con una maldición. Enloqueció, apartando
unos libros y otros hasta dar con uno. El más pequeño de todos. Miró con avidez el contenido
de sus páginas mientras distraídamente cogía una manzana de la otra mesa y empezaba a
morderla, mientras paseaba arriba y abajo. ¡ Esto es, lo encontré!. Y nerviosamente otra vez
rebuscó entre los frascos de colores, en pos de otra extraña pócima que al encontrarla la
introdujo en el saquito junto con el otro frasco. Se encamino directamente hacia mí.
¡ En pie pequeño arrogante!. ¡Que equivocado estás si crees que este viejo esta
acabado y senil!. Pronto tus ojos serán testigos de tus verdades y de tus mentiras, antes de lo
que tu crees. Descarado cazador. Enamorado de la hermana de un dragón, ¡ Juventud!.
Pasó por delante de mí como si yo no existiera. Rescató de un tumulto de telarañas, un
largo pergamino, que extendió sobre la mesa en la que todavía, atónito, por las evoluciones
aceleradas de viejo Mago me encontraba sentado.
Señálame el lugar exacto donde los hermanos se esconden esperando nuestro
regreso. Increpó con su huesudo dedo corazón, señalando al mapa. Examiné el plano, era
muy antiguo, algunas de las puntualizaciones del cartógrafo ya no existían o sé habían
cambiado de lugar, como pude apreciar al seguir el trazado del Río Azud o Agua Negra, pues
dependiendo del país por donde pasara se llamaba de diferentes formas, pues también se le
llama Río Arco en Dridam.
Aquí le dije, señalando el lugar con la punta de mi daga, aunque ahora el río pasa por
este otro lado para fundirse, por este otro. En el cauce seco, en una cueva esperan los
hermanos. ¡ Pues bien!. Gritó animoso el Mago. Deja a tu Alazán en mi casa. Nosotros
tomaremos otro transporte más seguro y rápido. Girando se encamino hacia una puerta, la
abrió y sacó un descolorido manto con un color parecido al verde manzana. Acércate a este
viejo y disponte a sentir lo que nadie excepto yo he visto. Conocerás lo que llamo un pliegue
en el espacio. Esto nos permitirá estar en un instante al lado de tus amigos.
Y así lo hizo, nos cubrió a los dos completamente con el manto y cuando volvió a
destaparnos, nos encontrábamos a unos cuarenta pasos de la cueva. Retrocedí aterrado por
el acto de brujería, no daba crédito a mis ojos, un escalofrío recorrió mi espinazo en toda su
longitud, mis ojos parpadeaban alocadamente, queriendo comprender lo ocurrido y mi mente
era un singular interrogante.
Unos gritos de pelea resuenan en la cueva, mirando al viejo Mago y sin decir palabra,
salí corriendo hacia los orígenes, que no eran otros que la cueva, al llegar a su entrada ya con
la espada en la mano, vi como Diatros se entregaba en la lucha con... ¿ La Rosa del Diablo?. Sí
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era Ella, pero con la cara transformada. El odio y la maldad afloraban por cada poro de su piel
a cada gota perlada de sudor, a cada estocada que lanzaba contra Diatros.
Por que no atacas a uno de tu tamaño, mujer del infierno. Ya nos conocemos y no creo
que tengamos que hacer galanterías. Atácame si osas o si lo que busca es una muerte placida
en su rapidez.
Giró lentamente quedándose cara a cara conmigo con una mueca parecida a una
sonrisa. Ataco, ataco con una furia que casi no pude controlar. El primer impacto de las
espadas fue tan brutal que nos vimos cubiertos por las chispas despedidas por el metal de
nuestras espadas, yo giré a mi vez, eludiendo la daga que en su mano izquierda buscaba
ansiosa mi sangre. La golpeé en la espalda con una patada lateral, que la lanzó de bruces
contra la pared. Se dio la vuelta sangrando por la nariz y la boca, mostrándome su sonrisa
ahora teñida de rojo goteante.
Afiancé mis pies en espera del nuevo ataque, cuando en ese momento apareció el
Mago. Rosa al verle, gritó su canto de guerra, de muerte, mientras cargaba contra el anciano.
Lancé mi daga de doble filo, que encontró acomodo en la yugular de Rosa, que se desmoronó
a un metro escaso del paralizado Mago.
Entre tanto caos y alboroto, entre jadeos y la visión de la mujer con la que tan solo
hacía unos días, yacimos en el mismo lecho. Con la que crucé pactos de hermandad y ahora
yacía en el centro de un charco de sangre que cubría el suelo.
Candy había perdido el sentido y estaba en el suelo. Diatros maldecía una y otra vez la
presencia de la mujer que ante ellos apareció pidiendo refugio y comida y que en un descuido
golpeo a Candy en la cabeza y comenzó su terrible ataque en nombre de Brujo Devils, su
amo y señor.
Mientras el Mago atendía a Candy, Yo tranquilizaba a Diatros. Al tiempo intentaba
interrogar al enorme dragón, para sacar la mayor información posible sobre los últimos
acontecimientos. Logré por fin apaciguarlo y tras charlar con Diatros, comprendí que Rosa no
había dicho nada, posiblemente, no asoció mi persona con los hermanos. Tan solo fui otro
más en su camino.
Comentó la fiereza de los ojos de la mujer, la expresión de su rostro, maldiciendo su
nombre y el de sus ancianos y la oportuna aparición, pues en el fondo él no podía atacar a una
mujer sin sentir una serie de perjuicios, quedando sus ataques en meras defensas.
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¡ Pero dejaros de palabrerías!. Gritó Diatros. Es él. Es el Mago. Si, le contesté. Y he
de decirte que ha sido toda una odisea el ir y venir hasta llegar a este lugar. Pero lo hemos
conseguido. Me escuchas, lo logré.
En la cueva, el Mago incorporaba a Candy, que ya reaccionaba ante el olor de un flor
que no tenía ni idea de donde la había sacado el viejo Mago. Candy al vernos nos dedico una
sonrisa y me alargó su mano, para que se la estrechara, lo hice presto, postrándome a su
lado.
Diatros asomaba la cabeza por la entrada de la cueva, sin atreverse a entrar,
receloso, con una sensación en el pecho que no le dejaba respirar y encogía su vacío
estómago.
El Mago se incorporó y muy solemne pronunció. Es hora de empezar a administrar
justicia, es hora de enderezar los entuertos y comenzar el nuevo camino. Diatros a mí.
¡ Presto te digo!. Diatros acudió no sin un punto de orgullo herido. Si Mago, que queréis que
así me requerís, decid.
El Mago le miro fijamente y serenamente dijo. Se nota que ya hace tiempo que eres
Dragón y que tu sangre ya no es la misma de la que con que nacisteis, pero no es tarde para
poner las cosas en su sitio. Acércate a mi, por favor y Diatros así lo hizo. ¡ Rudolf!. Increpo el
Mago. Trae una manta, presto. Diatros escucha las palabras que en la lengua primaria
escribieron nuestros antepasados a los que conocí en otros tiempos, con otras caras, en otras
vidas.
Era un murmullo lánguido en un principio, aumentando la carencia en disonantes
tonos que no comprendía, que hicieron que Diatros cerrara sus ojos y entrara en una especie
de trance, tambaleándose de un lado a otro y de la misma forma que el canto antiguo nació,
murió en un silencio, tan solo roto por el ruido del cristal al estrellarse contra el suelo a los
pies del Dragón dormido.
Una densa nube de un verde intenso, empezó a envolver, a recorrer el cuerpo de
Diatros, ocultando todo lo que en sí nos rodeaba. Un largo espacio indeterminado de tiempo,
quizás una eternidad y una brisa apareció del centro de la cueva, del lugar donde vi por última
vez al Mago alzando sus brazos.
En la misma postura se encontraba, cuando la brisa despejó la cueva, doblegó sus
rodillas y se dejo caer al suelo, exhausto por el conjuro. A su lado un Diatros, desnudo, nos
miraba sin darse cuenta de su propia desnudez, mostrando un cuerpo humano en su
totalidad, tan solo marcado por las mismas cicatrices que portaba el Dragón Dorado.
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Por medio de un encantamiento menor, según Leafar, éste hizo aparecer unas
vestiduras y unas armas para Diatros, el cual todavía torpemente intentaba vestirse lo más
rápido posible. Todavía no se acostumbraba a caminar como un humano, a verse como un
humano, a ser otra vez humano, sin garras ni escamas, sin colmillos, pero eso sí con el mismo
hambre.
Mientras el Mago ya recuperado, atendía en estricta audición a la historia que Candy le
contaba, me retiré en silencio, salí al exterior y me encaminé hasta donde estaba el cuerpo de
La Rosa del Diablo. Empecé a cavar un foso para darle sepultura. No consentiría que las
alimañas tocaran un cuerpo que una vez fue mío. No permitiría que ultrajaran el cuerpo de un
guerrero muerto en justa. Había honores hasta para el enemigo y con mis propios brazos la
deposité dentro, junto a sus armas cruzadas en su pecho. Junto con mi daga que ahora,
después de haberla partido en dos descansaría con ella y con mis manos tapé su cuerpo, y
con mis manos puse roca sobre roca y con mis ojos dejando escapar lágrimas le dije adiós a
la mujer que estaría siempre presente en mi corazón, a pesar de que..... no soy capaz de
llamarla enemigo.
Regresé a la cueva, estaban esperándome, Leafar quería exponer su decisión. Ahora
estamos todos reunidos y partiremos a mi casa, donde descansaremos en la seguridad total
mientras ultimamos las acciones a tomar en palacio, ante el Rey y toda la corte. Me encantará
ver la cara del Canciller, cuando aparezcamos, pienso hacer la más espectacular puesta en
escena que os podáis imaginar y todos nosotros apareceremos al unísono, para contemplar su
cara, su miedo. Y rugirá la voz de la verdad, atemorizando su más oscuro ser y se dictará la
sentencia más justa que se pueda encontrar, para que cada una de nuestras almas encuentren
la paz negada durante estos cuatro largos años.
Nos agrupamos en un círculo apretado y el Mago envolvió al grupo con su manto y el
grupo apareció en la casa del Mago y otra vez la misma sensación de repulsa y miedo ante lo
sobrenatural y lo desconocido.
Esta vez la mesa no solo tenía fruta, había grandes cantidades de carne asada,
humeante y un puchero con estofado de perdices, rellenas de nueces, piñones y pasas junto
con una salsa al vino, cubriéndolo todo. Enormes hogazas de pan blanco y vino negro y
blanco en hermosas jaras de cristal finamente trabajado.
Diatros no perdió el tiempo y recogiendo un plato de plata, empezó a coger de aquí y
de allí de esto y lo otro. En dificultoso equilibrio transporto aquella torre de comida hasta
donde estaba el primer taburete y se dispuso a comérselo todo. Nosotros hicimos lo propio,
pero con un poco más de orden. Todos comimos en silencio.
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Cuando saciamos muestro apetito, nos retiramos a los aposentos que Leafar nos iba
indicando a cada uno. Todos nos retiramos en silencio a descansar.
La noche fue larga. Creo que en esta noche a todos nos traicionaron los nervios,
retirándonos el merecido sueño. Las primeras luces aparecieron, descubriéndome sentado al
borde de mi camastro. Con la mirada perdida en la belleza del amanecer intentando no
pensar en Rosa ni en nada.
Llaman a mi puerta y una voz anónima me comunica que el desayuno está preparado.
Escuchó sus pasos pararse en la siguiente puerta, repitiendo su mensaje. Puerta tras
puertas, para desaparecer en el silencio.
Abrí mi puerta y cuando la estaba cerrando, Candy apareció y después Diatros. La
sonrisa presente en los dos hermanos rivalizaba con el brillo de los primeros rayos del sol.
Leafar nos esperaba. Terminándose su tazón de leche de un trago, dijo. Buenos días amigos,
espero que os encontréis bien. Hoy es el gran día y dentro de poco será la hora. Esta mañana
temprano mandé varios mensajes, uno al Rey, rogándole su presencia a las once en el Salón
Real, a la misma hora he citado al Canciller y al resto de los personajes más o menos
implicados. Tenéis tiempo suficiente para desayunar tranquilos antes de usar otra vez el
manto.
No comprendo por que no se ahorró el comentario del manto, pues logró quitarme
toda gana de continuar desayunando. Los demás terminaron el gran tazón de leche, los hay
que tienen estómago. Esperaríamos pacientemente la hora señalada para nuestra gran
entrada en Palacio y como todo en esta vida, llegó.
Otra vez formamos el círculo. Otra vez el manto cubrió nuestros cuerpos apiñados y
otra vez el grupo, apareció a varios kilómetros de distancia de donde nos encontrábamos
hacía tan solo unos instantes.
El Gran Salón apareció ante nuestros ojos. El Rey no salía de su asombro, sentado
boquiabierto en su Real Trono, agarrándose a los posabrazos de su trono. El Canciller no
daba crédito alguno a lo que sus ojos le mostraban. Los dos hermanos miraban fijamente al
acorralado y acongojado Canciller, que no dejaba de mentar a Dioses, pidiendo suplicante
piedad.
Leafar y Yo nos acercamos al soberano. Él muy digno en su asombro nos dio la
bienvenida y ávido de respuestas empezó con su interrogatorio. Decidme algo, ¡ Por los
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Dioses¡, sacarme de esta incertidumbre. Lo primero ha de ser lo primero, mi estimado
Monarca y le relato al instante la historia por completo, con toda clase de detalles.
En el gran Salón, sonó la voz del Rey. ¡ A mí la guardia Real, presto¡. Las grandes
puertas de gruesa madera se abrieron dando paso a un destacamento con relucientes
armaduras doradas y sus picas adornadas con los estandartes Reales. ¡ A la orden Majestad!.
Gritó el Capitán de la Guardia. Apresad al Canciller, conducidlo a las mazmorras y llamad al
escriba, he de dictar sentencia en contra del Canciller.
A los pocos instantes apareció una figura, desastrada, con una pluma de ganso a
modo de tocado en su negra y enredada cabellera, acarreando un sin fin de pergaminos en
sus brazos dando la sensación de que transportaba leña en vez de papiros. Con una suave
inclinación de cabeza primero, continuado por el espinazo. Se escucho una fina y
desentonada voz. ¿ Me hicisteis llamar, Majestad?.
Prepárate a dictar acto de sentencia en contra del Canciller. Por la presente y para
que sirva de advertencia al resto del pueblo. Declaro en primer lugar nulo el matrimonio
entre el Canciller y la Dama llamada Candy, que fue desposada contra su voluntad y bajo
malas artes. Estas mismas artes desembocaron en unos agravios difíciles de deshacer ya, pero
que en justicia tengo que reparar de la mejor forma que mi juicio me dicte, bajo el sabio
consejo de mi nuevo consejero el Mago Leafar. Dicto la siguiente sentencia:
Primero - De las posesiones del Canciller se buscara una casa, que pasara a ser
propiedad de los hermanos Diatros y Candy.
Segundo- Se tasaran los vienes materiales del Canciller. Dos tercios en concreto,
serán destinados a los mencionados hermanos.
Tercero - Por un periodo igual al que el Canciller mantuvo sometida a Candy,
digamos que durante cinco años, el Canciller estará durante este mismo tiempo al servicio de
la Dama.
Cuarto - Todo título le será arrebatado de por vida, perdiendo de este modo su puesto
en la corte que pasara a desempeñar el nuevo Canciller. El llamado Diatros.
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Lo que firmo y etc. etc. Daros prisa en hacerlo público. Que se repita el mandato por
todo mi reino. Que las gentes de mi reino, han de saber que hay justicia para todos, ricos o
pobres.
Los signos de alegría, corrían por todos los rincones del castillo. El Rey dio una gran
fiesta, donde todos celebraban las buenas noticias, con alegres canciones, con felicitaciones
hacia los dos hermanos, agradeciendo el final del periodo de tiranía, comentando lo justa que
era la razón de nuestro monarca a la hora de dictar sus sentencias.
Todo este alboroto, me estaba ensordeciendo, agobiando, por lo que busqué consuelo
en una balconada. Respiré el fresco aire de la noche, mis recuerdos volaron hacia la Rosa del
Diablo y en los oscuros motivos de ésta. En la inutilidad de su muerte y en como paso por mi
vida. Deseaba unas largas vacaciones, en la paz de mi hogar, viendo salir el sol cada mañana
desde mi ventana y trotar por los prados con Thor y quizás salir de caza con Diatros,
adentrándonos en Monte Negro, acampando quizás en el Bosque de la Muerte, donde le
enseñaría los pasos secretos que un día mi Padre me enseñara.
En ese momento apareció Candy, abrazándome por la cintura y apoyando su cabeza
en mi espalda. Amor mío ¿ No eres feliz?, no crees que a sido una suerte, el Rey nos ha dado
más de lo que esperábamos y me siento tan feliz, que quiero compartirlo todo siempre
contigo...... ¿ Todavía me quieres?.
Me giré entre sus brazos para besarla tan largamente como pude. Mi cabeza dejó de
pensar y mi corazón continuó latiendo, alejando a todos los fantasmas, a todas las penurias,
quedándome en un confortable vacío, que se iba llenando paulatinamente a cada largo
instante de ese beso.
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Han pasado cinco años. Durante este tiempo han cambiado muchas cosas. Me casé
con Candy y ahora tengo dos hijos, una chica Irky y un chico Wolf. Vivimos en un palacete muy
cerca del castillo. Ahora tengo que llevar una vida más social que antes. El ser el cuñado del
Canciller tiene sus desventajas demasiadas fiestas y recepciones. Añoro los días de caza.
Ahora solo de vez en cuando salgo de escapada con Diatros. Recorremos los parajes de mi
infancia y nos acercamos a Montenegro a degustar unas buenas jarras de cerveza y un buen
plato de estofado montañés.
Diatros regenta las tierras del antiguo Canciller con mano firme y justa a la par. Es
reconocido por los otros cancilleres, que al verle pasar inclinan sus cabezas en gesto de
respeto. En cuanto al anterior y desposeído canciller, hace tan solo una luna que embarcó
rumbo a su destierro, hacia las tierras de arena, al otro lado del Mar.
El Mago Leafar, ocupó de nuevo su puesto el de consejero y Mago Real, se trajo todos
sus trastos y ahora vive en una de las torretas situadas al Norte.
¡ Dios!. Como echo de menos las cacerías. Creo que hoy mismo hablaré con el Rey y le
pediré mi antiguo puesto, el de Cazador Real. Dentro de poco mi hijo Wolf, estará en edad de
aprender el oficio, como yo lo hice de mi padre y este del suyo. No me gustaría que
desapareciera la Dinastía, Él ha de ser la cuarta generación de Cazadores Reales y eso es
algo que me costará mucho de hacerle entender a Candy.
Continua pensando que la caza de Dragones y otras alimañas es demasiado peligroso,
claro que en vista de los que pasó hace unos años no me extraña. Pero ha de doblegarse ante
el destino. Creo que tendré que llegar a un acuerdo con ella sobre la educación de nuestros
hijos. Yo me ocuparé del muchacho, como se ha hecho siempre. Y ella que se ocupe de la
chica, aunque Irky ha salido tan tozuda como su hermano Wolf. La verdad es que bien
adiestrados ambos podrían ser grandes guerreros.
En esos mismos instantes, aparece un mensajero en la sala. Con una inclinación me
entrega un sobre con el sello real y sin levantarse retrocede hasta dejarme solo en la sala.
Rudolf, ¿ Pasa algo?. He visto entrar a un mensajero Real. Sí. Trae un mandato de mi
Rey. Me reclama urgentemente en el Salón Real para tratar un grave problema de estado.
¿ Qué crees que pueda ser?. No lo sé pero presiento algo grave en todo esto. Parto
inmediatamente.
El viejo Thor pareció agradecer la cabalgada hasta el Castillo, Él también acusaba la
falta de ejercicio y cualquier excusa era suficiente para demostrar que todavía tenía los
suficientes bríos, como para derrotar al más joven corcel.
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El castillo estaba totalmente iluminado por miles de antorchas, en los patios interiores
se escuchaban las voces de los soldados, llamando a sus escuderos, llamando a armas a la
guardia. Recorrí lo más rápido que pude el largo pasillo y entré directamente al Salón.
El salón estaba lleno de personas. Por un lado estaban los generales, discutiendo ante
una multitud de planos. Por otro lado, los Cancilleres, dando ordenes para los diferentes
preparativos. Al fondo mi Rey acompañado de Leafar y Diatros. Cuando llegué a su altura,
pude ver que también estudiaban cuidadosamente un mapa.
Bienvenido, Rudolf. La situación es grave, muy grave. Nuestros espías han detectado
una serie de correos clandestinos. Sabemos que existe una nueva conspiración en la que se
encuentran implicados el Mago Devils y el desterrado Canciller. Creemos que se han aliado y
han contratado a un gran número de mercenarios del otro lado del Mar de la Tranquilidad.
Uno de los correos capturados llevaba una carta al Mago Devils. En ella confirma la
llegada del barco con el oro y la plata al puerto de Bergam, donde los mercenarios esperan a
embarcar en los navíos de guerra.
Creemos que son unos veinte mil hombres los que componen las hordas enemigas,
continuo Diatros. Un gran numero. Tan solo tenemos a nuestro favor el haber detectado a
tiempo los planes de estos tiranos. Para no despertar sospechas un hombre de mi confianza
ha llevado el mensaje al Mago. La única diferencia “ intervino Leafar”, es que he cambiado la
fecha de embarque a las playas de la Isla de la Muerte. Dado que no tardara mucho Devils,
en descubrir el engaño. No hay que olvidar que el también tiene su red de espionaje.
Esto nos dará el tiempo necesario, poco pero ha de ser suficiente como para organizar
nuestras defensas. Veo Diatros, que los diferentes Cancilleres ya están organizando las
tareas relacionadas con los víveres y traslado. Así es Rudolf. Es lo primero que les encargue.
Ya han partido diferentes mensajeros a los poblados para alertar a las gentes y para
organizar el traslado de hombres y bestias hacia el Castillo.
Quizás se avecinaba una nueva era. Quizá los días de gloria y tranquilidad habían
llegado a su fin y ahora era un nuevo momento para luchar por la paz y la prosperidad. Quizá
era la hora de rendir cuenta con los Dioses y eso me preocupaba. Ahora tendría que luchar
por una familia y por su futuro y esta iba a ser una batalla cruenta.
Poco a poco aparecen por el horizonte hileras interminables de personas. Acarrean
sus enseres y animales. Algunos portan armas oxidadas y viejas, seguramente pertenecientes
a algún antepasado. A estas alturas Devils ya tiene que estar informado y maldiciendo. No
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tardara en hacer su movimiento, aunque esté fuera de sus planes el hacerlo ahora. Es astuto
y sabe que precipitarse no es bueno, pero dejar que tu enemigo se afiance es peor.
¿ En que piensas Rudolf? En nada Diatros, en la escasa ventaja que tenemos. Al
anochecer los esbirros del Mago intentarán atacar a los campesinos. Les robarán. Les
matarán. Y todo en esta noche que se nos echa encima.
Morirán muchos antes de empezar la gran batalla, eso lo sabemos tú y yo. Y cualquier
guerrero haya combatido. Los dos sabemos que también es inevitable. Siempre hay justos que
caen primero.
La noche proporcionaba un espectáculo escalofriante. Como ondulantes corrientes
sanguíneas, las antorchas discurrían hacia el castillo. La torreta Norte continuaba iluminada,
el Mago Leafar se afanaba en la preparación de pócimas curativas y conjuros de protección
para el Rey y sus más directos fieles, entre los que me encuentro. Candy ya ha llegado al
castillo y junto con las otras mujeres está preparando los diferentes salones como salas de
curas para los heridos.
Al amanecer, con las primeras luces empezara la batalla. Al amanecer el cielo y el
suelo se teñirán de rojo y solo terminará cuando Mago o Rey muera. O cuando no haya a quien
matar.
Nunca creí que esto ocurriría. En mi interior esperaba que todo fuera normal. En toda
historia existe un bueno y un malo. En toda historia hay un arriba y un abajo. Siempre me han
contado que el bien vence al mal, pero en esta ocasión el propio Demonio empalidece ante el
maestro de los Magos oscuros. Hasta Leafar le teme y mañana será nuestro enemigo.
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