Reproducción biológica y social de la población uruguaya

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07.05.2013 Views

echacen la parentalidad, ya que ésta implica sacrifi car el narcisismo personal para ligarlo al servicio de la especie. Cuando aún no termina de resolver los enigmas de la dimensión trans-generacional de su origen, queda inmerso en la construcción de un nuevo rol, identidad y función que exigen un trabajo psíquico de duelo y el tránsito por ritos de pasaje y de iniciación. Es justamente el vacío existente actualmente en estos dispositivos simbólicos, uno de los componentes del desamparo, desvalimiento y orfandad adolescente, ya que como dice Bauman (2003): “Tener hijos implica sopesar el bienestar de otro, más débil y dependiente, implica ir en contra de la propia comodidad. La autonomía de nuestras propias preferencias se ve comprometida una y otra vez, año tras año, diariamente. Uno podría volverse, horror de los horrores, alguien ‘dependiente’”. La paternidad-responsabilidad y el vuelco existencial El término por excelencia (consignado en el material recogido) asociado a la paternidad es el de “responsabilidad”. Según el diccionario, este término designa “la capacidad u obligación de responder de los actos propios, y en algunos casos de los ajenos”. (Enciclopédico Uno, 1998) Esta acción de implicarse, y dar respuesta a las obligaciones que promueve el nacimiento de un hijo, cobra distintos sentidos según las respuestas de los entrevistados. En algunos casos remite al cuidado, por la vía de asegurar las condiciones para la satisfacción de las necesidades elementales de supervivencia como ser la alimentación y la higiene, fuertemente asociada a la condición de proveedor del varón, en estrecha dependencia con el mundo del trabajo. Se destaca en las respuestas la relación directa entre paternidad y la imperiosa generación de ingresos para el sustento familiar. Estos modelos que encauzan las formas de ser padre para estos entrevistados, se inscriben fuertemente en los estereotipos tradicionales de masculinidad, que se concentran en torno a la tríada: preñador, protector y –fundamentalmente– proveedor (Gilmore, 1990). “... tengo que cuidarlos, tratar de darles de comer, de trabajar para darles de comer.” (Ángel, NSEB, con hijo) Repuestas como la anterior representan más paradigmáticamente el sentir de los padres entrevistados pertenecientes al sector socioeconómico bajo, aunque están también fuertemente presentes en el otro grupo. Es de suponer que sus propias experiencias como hijos de familias con carencias económicas, los dispongan más sensiblemente hacia esta prioritaria satisfacción de necesidades básicas. El imperativo acerca de la satisfacción de necesidades materiales está 211

fuertemente ligado –tanto en lo que respecta a representaciones colectivas como a signifi caciones subjetivas– al rol paterno y su directa relación con la condición de proveedor (económico) e inserción en el mundo del trabajo. Las categorías mencionadas constituyen un continuum sin solución de continuidad que subyace al perfi l de masculinidad hegemónica, fuertemente construido y consolidado desde la modernidad hasta nuestros días. En el ámbito público, el mundo del trabajo ha sido ocupado por los varones, en virtud de que “la inserción laboral de los hombres ha sido el fruto de largos años en los cuales, a partir de su temprana infancia, habían formulado proyectos identifi catorios que habrían confi gurado su identidad de género en tanto hombre trabajador”. (Burín, 2000a: 348) Los adolescentes padres del sector medio, según su discurso, van pudiendo despegarse algo más de estas obligaciones tan ligadas a la supervivencia y rol de proveedor económico de la familia, y pueden incluir, con más frecuencia en sus respuestas, la referencia a otras necesidades del hijo/a, en la signifi cación que atribuyen a la paternidad. “Y, por ejemplo saber que estoy acá tranquilo y que ella tiene las cosas para comer, para vestirse, que está pasando bien, no sólo para comer, que se pueda divertir sin tener la mínima preocupación.” (Sebastián, NSEM, con hijo) En general en todas las entrevistas, una vez que los adolescentes van señalando con marcado énfasis estas prioridades materiales, aparece con distintos grados de relevancia la importancia que tienen los afectos en la relación padre-hijo, quedando como una tarea compartida por padre y madre. Algunas veces, se menciona una extensión de la responsabilidad y cuidados también para con la madre. “Cuidar mucho a la nena, cuidar mucho a ella también, ¿viste? cuidar más que ella que es más chiquita todavía ¿viste? Ser padre, tenés que tener una responsabilidad en pila, hay que cuidar bien a... a la señora, cuidar bien a la hija, ¿viste? que no le falte nada, la leche, el pan, ¿viste? que la trate bien, y que el botija vaya a la escuela, que estudie...” (Augusto, NSEB, con hijo) En el testimonio anterior se evidencia otra de las formas que adquiere la responsabilidad paterna en la signifi cación que le atribuyen estos adolescentes: asegurar la educación de sus hijos. También en el discurso de los adolescentes que no son padres aparece, con la misma pregnancia, el signifi cante “responsabilidad” como condición sine qua non de la paternidad cuando ésta es asumida. Tales responsabilidades son referidas con relación a varias obligaciones; en uno de sus sentidos, obligaciones materiales y de cuidado, así como inherentes a la salud del hijo. 212

fuertemente ligado –tanto en lo que respecta a representaciones colectivas como<br />

a signifi caciones subjetivas– al rol paterno y su directa re<strong>la</strong>ción con <strong>la</strong> condición<br />

<strong>de</strong> proveedor (económico) e inserción en el mundo <strong>de</strong>l trabajo. Las categorías<br />

mencionadas constituyen un continuum sin solución <strong>de</strong> continuidad que subyace<br />

al perfi l <strong>de</strong> masculinidad hegemónica, fuertemente construido y consolidado<br />

<strong>de</strong>s<strong>de</strong> <strong>la</strong> mo<strong>de</strong>rnidad hasta nuestros días.<br />

En el ámbito público, el mundo <strong>de</strong>l trabajo ha sido ocupado por los varones,<br />

en virtud <strong>de</strong> que “<strong>la</strong> inserción <strong>la</strong>boral <strong>de</strong> los hombres ha sido el fruto <strong>de</strong> <strong>la</strong>rgos<br />

años en los cuales, a partir <strong>de</strong> su temprana infancia, habían formu<strong>la</strong>do proyectos<br />

i<strong>de</strong>ntifi catorios que habrían confi gurado su i<strong>de</strong>ntidad <strong>de</strong> género en tanto hombre<br />

trabajador”. (Burín, 2000a: 348)<br />

Los adolescentes padres <strong>de</strong>l sector medio, según su discurso, van pudiendo<br />

<strong>de</strong>spegarse algo más <strong>de</strong> estas obligaciones tan ligadas a <strong>la</strong> supervivencia y rol <strong>de</strong><br />

proveedor económico <strong>de</strong> <strong>la</strong> familia, y pue<strong>de</strong>n incluir, con más frecuencia en sus<br />

respuestas, <strong>la</strong> referencia a otras necesida<strong>de</strong>s <strong>de</strong>l hijo/a, en <strong>la</strong> signifi cación que<br />

atribuyen a <strong>la</strong> paternidad.<br />

“Y, por ejemplo saber que estoy acá tranquilo y que el<strong>la</strong> tiene <strong>la</strong>s cosas para<br />

comer, para vestirse, que está pasando bien, no sólo para comer, que se pueda<br />

divertir sin tener <strong>la</strong> mínima preocupación.” (Sebastián, NSEM, con hijo)<br />

En general en todas <strong>la</strong>s entrevistas, una vez que los adolescentes van seña<strong>la</strong>ndo<br />

con marcado énfasis estas priorida<strong>de</strong>s materiales, aparece con distintos grados<br />

<strong>de</strong> relevancia <strong>la</strong> importancia que tienen los afectos en <strong>la</strong> re<strong>la</strong>ción padre-hijo,<br />

quedando como una tarea compartida por padre y madre.<br />

Algunas veces, se menciona una extensión <strong>de</strong> <strong>la</strong> responsabilidad y cuidados<br />

también para con <strong>la</strong> madre.<br />

“Cuidar mucho a <strong>la</strong> nena, cuidar mucho a el<strong>la</strong> también, ¿viste? cuidar más<br />

que el<strong>la</strong> que es más chiquita todavía ¿viste? Ser padre, tenés que tener una<br />

responsabilidad en pi<strong>la</strong>, hay que cuidar bien a... a <strong>la</strong> señora, cuidar bien a <strong>la</strong><br />

hija, ¿viste? que no le falte nada, <strong>la</strong> leche, el pan, ¿viste? que <strong>la</strong> trate bien, y<br />

que el botija vaya a <strong>la</strong> escue<strong>la</strong>, que estudie...” (Augusto, NSEB, con hijo)<br />

En el testimonio anterior se evi<strong>de</strong>ncia otra <strong>de</strong> <strong>la</strong>s formas que adquiere <strong>la</strong><br />

responsabilidad paterna en <strong>la</strong> signifi cación que le atribuyen estos adolescentes:<br />

asegurar <strong>la</strong> educación <strong>de</strong> sus hijos.<br />

También en el discurso <strong>de</strong> los adolescentes que no son padres aparece, con<br />

<strong>la</strong> misma pregnancia, el signifi cante “responsabilidad” como condición sine<br />

qua non <strong>de</strong> <strong>la</strong> paternidad cuando ésta es asumida. Tales responsabilida<strong>de</strong>s son<br />

referidas con re<strong>la</strong>ción a varias obligaciones; en uno <strong>de</strong> sus sentidos, obligaciones<br />

materiales y <strong>de</strong> cuidado, así como inherentes a <strong>la</strong> salud <strong>de</strong>l hijo.<br />

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