Reproducción biológica y social de la población uruguaya

ecen más marcadas en los estratos bajos y atenuadas en los medios. Los primeros
están más volcados a desarrollar actividades propias “de mujeres” o “de varones”
que los segundos. La inserción en el sistema educativo y las redes de relaciones
sociales más amplias que poseen los de estratos medios, les proporcionan a los
adolescentes herramientas que les habilitan un desarrollo personal orientado no
solo a la maternidad o la paternidad sino también a la formación y la posterior
inserción en el ámbito laboral.
SIGNIFICADOS DE MATERNIDAD
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Dios no puede estar en todas partes,
por eso creó a las madres.
Proverbio judío
La noción de maternidad se produce a través de complejos procesos sociales
y culturales y ha tenido por lo tanto, diferentes signifi caciones a lo largo de la
historia. Por este motivo al abordarla, se hace necesario separar el hecho de la
reproducción –del orden de lo biológico– de la dimensión simbólica y cultural
que esta noción conlleva. Estas dimensiones, según Checa y Rosenberg: “se implican
y se sostienen mutuamente, aunque en las representaciones sociales más
corrientes se imaginariza esta duplicidad en una dicotomía que hace coincidir
la paternidad con lo social simbólico y la maternidad con lo real biológico”
(1996: 7).
La gestación y el parto convierten a las mujeres en madres pero esta realidad
no alcanza para incluir en un mismo universo homogéneo a todas las mujeres ni
describir a las madres como un conjunto único de características inmutables. Es
necesario tener en cuenta la variabilidad que ha tenido la relación de las mujeres
con la maternidad a lo largo de la historia, y aun ubicadas en un mismo contexto
epocal, las diferencias de clase, edad, religión y/o etnia. Si partimos de la
premisa de que ser mujer no es igual a madre y de que todas las madres no son
LA MADRE, hay que tomar en consideración las diferencias en las prácticas de
maternaje y las representaciones sociales y las signifi caciones subjetivas que las
sostienen. La maternidad en nuestra cultura, se representa como un conjunto
de prácticas basadas fundamentalmente en el afecto –que se supone emana de
lo biológico– y que conlleva natural y necesariamente el sacrifi cio, el altruismo
y el renunciamiento a los logros personales. Estas representaciones sociales,
provienen de un imaginario social –propio del patriarcado– que como sostiene
Fernández: “produce y reproduce signifi caciones imaginarias constitutivas de lo
femenino y lo masculino” (1993: 162), que construyen no solamente los valores
y creencias de una sociedad, sino la propia subjetividad. Lo femenino se ha de-