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Libro 1 - Las Masas y las lanzas - Jorge Abelardo Ramos

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hundido en el báratro paraguayo «in profundis» y Ramírez, muerto.<br />

Nada ni nadie quedaba que pudiera perturbar la alegría de los que<br />

habían llegado a puerto después del terrible vendaval. Al menos, si<br />

alguien quedaba, no se le veía la cabeza ni se oía su voz. Bustos era<br />

un caudillo incómodo pero bonachón y pacífico. La provincia de<br />

Buenos Aires estaba pues, libre y entregada al espíritu del progreso<br />

en todos sentidos 9 .<br />

¡La provincia de Buenos Aires! López detalla en seguida los signos de este<br />

progreso: Sistema representativo con Cámaras, elecciones, debates públicos,<br />

magistrados responsables, leyes económicas, progreso literario y artístico,<br />

publicación de la Revista «Abeja Argentina», el periódico «Argos», la sociedad<br />

filarmónica, la Academia de Dibujo y Pintura, etc. Y agrega López:<br />

La provincia estaba toda entera como en una fiesta de familia:<br />

contados eran, quizá no pasaban de seis, los hombres de nombre o<br />

de influjo que no habían concurrido con los brazos abiertos y con<br />

el semblante amigable a estrecharse y poner su contingente en este<br />

esfuerzo común 10 .<br />

Véase ahora, admirablemente retratado por la viviente prosa de López, el<br />

júbilo de la familia bonaerense, de espaldas al país y a América Latina, al respirar<br />

un breve período de paz, que era para Buenos Aires el período de los negocios<br />

pingües:<br />

El comercio inglés buscaba con avidez los cueros de nuestros<br />

ganados y los demás productos de nuestros campos. Con este fervor<br />

se levantaron viejos hacendados, los Míguez, Castex, Obligado,<br />

<strong>Las</strong>tra, Suárez, Acevedo, Anchorena y cien otros que pusieron en<br />

conocimiento de los hombres de gobierno bonaerense <strong>las</strong><br />

condiciones y localidades de nuestros campos 11 .<br />

Los ganaderos y comerciantes bonaerenses respiraban un poco al fin; ya no<br />

tenían necesidad de desprenderse de un solo peso de los ingresos aduaneros para<br />

pagar los ensueños de libertad americana de San Martín y otros ilusos como él, ni<br />

mucho menos comprometerse en la organización nacional que les arrebataría el<br />

98 | JORGE ABELARDO RAMOS

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