Libro 1 - Las Masas y las lanzas - Jorge Abelardo Ramos
Libro 1 - Las Masas y las lanzas - Jorge Abelardo Ramos
Libro 1 - Las Masas y las lanzas - Jorge Abelardo Ramos
Create successful ePaper yourself
Turn your PDF publications into a flip-book with our unique Google optimized e-Paper software.
LOS HOMBRES DE CASACA NEGRA<br />
«La gente decente» de Buenos Aires tenía motivos para regocijarse. Artigas<br />
en su sepulcro verde, la cabeza de Ramírez en una jaula de hierro, el ladino López<br />
comprado con vacas, la ciudad podía respirar al fin, con su Aduana intacta y sus<br />
ríos cerrados. Justamente el señor Rivadavia, recién llegado de Europa, acababa<br />
de ser designado Ministro de Gobierno del general Rodríguez, «teniendo en<br />
cuenta la importancia de sus servicios y la extensión de sus luces» 1 . El júbilo<br />
reinaba en ese vecindario cuyas hijas pasearon sus miriñaques por <strong>las</strong> calles<br />
porteñas del brazo de los oficiales ingleses de 1806. Eran <strong>las</strong> mismas familias que<br />
apoyarían luego la presidencia espectral de Don Bernardino. Esta aristocracia<br />
mercantil y vacuna asistiría más tarde a los saraos de Palermo durante el ciclo<br />
escarlata del ganadero restaurador, a quien aduló y execró, a quien derribó cuando<br />
pudo hacerlo, y cuya política de exclusivismo portuario erigió en religión suprema<br />
de Buenos Aires. Esta sería por un siglo la Salónica descaracterizada de que<br />
habló Lugones. Ceñida en nuestra época por el cinturón proletario, no ignora que<br />
los obreros de hoy son los herederos de aquella Patria Grande que volverá.<br />
Lavalle llamaría a los unitarios «los hombres de casaca negra». Eran<br />
personajes totalmente persuadidos de su ciencia, taciturnos y severos,<br />
embanderados de latines, como Don Julián Segundo de Agüero, con su prosapia<br />
curialesca o sinuosos como Don Salvador María del Carril. Rivadavia fue su jefe<br />
indiscutido. Hijo de un funcionario del Rey, de la cepa paterna había heredado el<br />
empaque, la ausencia de humor y su respeto por los documentos oficiales. Su<br />
matrimonio con la hija del Virrey del Pino daría mayor vuelo a su arrogancia<br />
natural y a su gusto por el oropel 2 . Los tenderos, importadores y negociantes de<br />
Buenos Aires –una aldehuela batida por el barro del río maestro– se habían<br />
enriquecido con el librecambismo de la revolución frustrada. Sus vinculaciones<br />
con el comercio y la industria británicos estaban impuestas por la naturaleza misma<br />
de <strong>las</strong> cosas. El comercio libre era su doctrina. El puerto, la Aduana, el crédito<br />
público, su irrenunciable propiedad. Juan Agustín García escribiría: «Buenos Aires<br />
fue comerciante desde su origen; nació con el instinto del negocio.» 3<br />
REVOLUCION Y CONTRARREVOLUCION EN LA ARGENTINA | 93