Libro 1 - Las Masas y las lanzas - Jorge Abelardo Ramos

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Pero esta «incapacidad orgánica» de Justo para entender el país se derivaba de que las ideas dominantes de su tiempo estaban impuestas por la hegemonía anglo porteña en el Río de la Plata. Los comunistas de la Argentina, por ejemplo, serían inexplicables desde el punto de vista puramente político si se desconoce su posición ante la historia nacional. Toda política es el coronamiento de una concepción total del país donde se aplica, la concreción actual de un pasado en ella implícito y en cierto sentido la continuación moderna de una lucha lejana. Si se desea saber, por ejemplo, cuáles son las razones fundamentales que movieron al partido comunista a sostener a Braden en 1945, será preciso conocer su opinión oficial sobre las montoneras criollas de hace un siglo, predecesoras naturales de los argentinos del siglo XX que intervinieron decisivamente en las jornadas de octubre de 1945. Juan José Real ha expresado la posición formal del Partido Comunista, o dicho en otros términos, la visión mitrista del stalinismo. En su Manual de Historia Argentina, Real expone las ideas históricas oficiales del Partido Comunista. La identidad entre los stalinistas y el mitrismo es completa. Para Real el General Juan Bautista Bustos es un hombre «fatídico» (p. 138); en cuanto a la guerra civil del año XX el pueblo asiste indiferente y asqueado a estas luchas (p. 31l); han errado los que han atribuido a los acontecimientos del año XX altas finalidades político sociales y un contenido democrático popular que no tenían. Fue un episodio –nada glorioso, nada popular– de la lucha que se desarrollaba entre las fuerzas porteñas que habían luchado contra la primera Junta... (p. 27). Ridiculiza la magnitud de nuestras guerras civiles y después de mencionar el número de combatientes de Ramírez y López (1.600 hombres) agrega: A eso se reducían las famosas «masas» que tanto han dado que hablar en nuestra historia. Estas «masas» se irán achicando a medida que la guerra civil se desarrolle (p. 282). 52 | JORGE ABELARDO RAMOS

En historia, como en política, el stalinismo persiste en no ver a las masas, ni en 1820, ni en 1945. Es una verdadera obsesión 6 . A estos «marxistas» liberales se impone oponerles el pensamiento de Alberdi, un liberal del que pueden aprender mucho los verdaderos marxistas: Los pueblos, en aquella época no tenían más jefes regulares y de línea, que los jefes españoles. No podían servirse de éstos para hacerse independientes de España: ni de los nuevos militares que Buenos Aires les enviaba, para hacerse independientes de Buenos Aires. Alguna vez, temiendo más la dominación de Buenos Aires que la de España, los pueblos se valían de los españoles para resistir a los porteños, como sucedió en el Paraguay y en el Alto Perú; y en seguida echaron a los españoles sin sujetarse a los porteños. Más de una vez Buenos Aires calificó de reacción española lo que, en ese sentido, sólo era reacción contra la segunda mira de conquista. ¿Qué hacían los pueblos para luchar contra España y contra Buenos Aires, en defensa de su libertad amenazada de uno y otro lado? No teniendo militares en regla, se daban jefes nuevos, sacados de su seno. Como todos los jefes populares, eran simples paisanos las más veces. Ni ellos ni sus soldados, improvisados como ellos, conocían ni podían practicar la disciplina militar. Al contrario, triunfar de la disciplina, que era el fuerte del enemigo, por la guerra a discreción y sin regla, debía ser el fuerte de los caudillos de la independencia De ahí la guerra de recursos, la montonera y sus jefes, los caudillos; elementos de la guerra del pueblo; guerra de democracia, de libertad, de independencia. Antes de la gran revolución no había caudillos ni montoneras en el Plata. La guerra de la independencia los dio a luz, y ni ese origen les vale para obtener perdón de ciertos demócratas. El realismo español fue el primero que llamó caudillos, por apodo, a los jefes americanos en que no querían ver generales7 . De izquierda a derecha, y en la práctica viva que no miente, la historia argentina resulta así polarizada en la literatura ultrajante fundada por Sarmiento. Los partidos de hoy reproducen la visión histórica de los partidos de ayer, fundados en las mismas clases sociales de la ciudad-puerto. Mitre, López, Juan B. Justo, los comunistas actuales, ninguno falta en este cuadro de unanimidad asombrosa. El REVOLUCION Y CONTRARREVOLUCION EN LA ARGENTINA | 53

Pero esta «incapacidad orgánica» de Justo para entender el país se derivaba<br />

de que <strong>las</strong> ideas dominantes de su tiempo estaban impuestas por la hegemonía<br />

anglo porteña en el Río de la Plata.<br />

Los comunistas de la Argentina, por ejemplo, serían inexplicables desde el<br />

punto de vista puramente político si se desconoce su posición ante la historia<br />

nacional. Toda política es el coronamiento de una concepción total del país donde<br />

se aplica, la concreción actual de un pasado en ella implícito y en cierto sentido la<br />

continuación moderna de una lucha lejana. Si se desea saber, por ejemplo, cuáles<br />

son <strong>las</strong> razones fundamentales que movieron al partido comunista a sostener a<br />

Braden en 1945, será preciso conocer su opinión oficial sobre <strong>las</strong> montoneras<br />

criol<strong>las</strong> de hace un siglo, predecesoras naturales de los argentinos del siglo XX<br />

que intervinieron decisivamente en <strong>las</strong> jornadas de octubre de 1945. Juan José<br />

Real ha expresado la posición formal del Partido Comunista, o dicho en otros<br />

términos, la visión mitrista del stalinismo.<br />

En su Manual de Historia Argentina, Real expone <strong>las</strong> ideas históricas oficiales<br />

del Partido Comunista. La identidad entre los stalinistas y el mitrismo es<br />

completa. Para Real el General Juan Bautista Bustos es un hombre «fatídico» (p.<br />

138); en cuanto a la guerra civil del año XX<br />

el pueblo asiste indiferente y asqueado a estas luchas (p. 31l);<br />

han errado los que han atribuido a los acontecimientos del año XX<br />

altas finalidades político sociales y un contenido democrático<br />

popular que no tenían. Fue un episodio –nada glorioso, nada<br />

popular– de la lucha que se desarrollaba entre <strong>las</strong> fuerzas porteñas<br />

que habían luchado contra la primera Junta... (p. 27).<br />

Ridiculiza la magnitud de nuestras guerras civiles y después de mencionar el<br />

número de combatientes de Ramírez y López (1.600 hombres) agrega:<br />

A eso se reducían <strong>las</strong> famosas «masas» que tanto han dado<br />

que hablar en nuestra historia.<br />

Estas «masas» se irán achicando a medida que la guerra civil se desarrolle<br />

(p. 282).<br />

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