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Libro 1 - Las Masas y las lanzas - Jorge Abelardo Ramos

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<strong>Las</strong> leyes coloniales españo<strong>las</strong>, para hacer efectivo el monopolio<br />

de esa parte de América dieron por único puerto a todas <strong>las</strong><br />

provincias del Plata la ciudad de Buenos Aires, en que residía el<br />

virrey general.<br />

Esa legislación debía hacer de Buenos Aires la tesorería de<br />

todas <strong>las</strong> provincias argentinas, el día que la renta de aduana viniese<br />

a ser la principal renta general. Así sucedió y ese día llegó con la<br />

revolución de 1810 contra España. La revolución contra España,<br />

suprimiendo el Gobierno general del Virrey, residente en Buenos<br />

Aires, y dejando, por esa supresión, a <strong>las</strong> provincias aisladas para<br />

su gobierno interior, dejó a la provincia de Buenos Aires poseedora<br />

exclusiva y única del puerto, de la aduana y de la renta de todas<br />

<strong>las</strong> otras provincias argentinas, por todo el tiempo en que el<strong>las</strong><br />

estuviesen sin gobierno general y común.<br />

Prolongar indefinidamente este estado de cosas, era equivalente<br />

a dejar en manos de Buenos Aires todos los recursos de los<br />

pueblos argentinos. La tentación era irresistible y Buenos Aires cayó<br />

en ella. Convertir esta prolongación en sistema permanente de<br />

Gobierno fue el pecado y la falta de Buenos Aires, no su invención.<br />

¿Quién fue el primero que reconoció y se apercibió que ese estado<br />

de cosas constituía la fortuna local de Buenos Aires? Nadie: <strong>las</strong><br />

cosas mismas lo dieron a conocer, y hace honor a Buenos Aires el<br />

que ninguno de sus hombres públicos hubiese tenido la idea de<br />

hacer una política de la falta de gobierno. He aquí el modo cómo<br />

Buenos Aires se apercibió de que ese desorden cedía todo en su<br />

provecho local exclusivo, aunque en daño y ruina de la Nación.<br />

Derrotada varias veces por <strong>las</strong> provincias litorales en sus luchas<br />

republicanas de supremacía política, Buenos Aires se encontró en<br />

sus derrotas y, a pesar de el<strong>las</strong>, más fuerte y rica que sus vencedores<br />

y, naturalmente, a la cabeza de ellos.<br />

Viéndose caer de pie en todas sus caídas, no tardó en apercibirse<br />

de que la causa de ese fenómeno consistía simplemente en que sus<br />

pies calzaban una plancha de oro, cuya gravedad bastaba para enderezar<br />

su cuerpo como por sí mismo, luego que sus vencedores la<br />

abandonaban caída en el suelo. Esa plancha de oro era el impuesto<br />

de aduana que todas <strong>las</strong> provincias vertían en su puerto 62 .<br />

36 | JORGE ABELARDO RAMOS

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