Libro 1 - Las Masas y las lanzas - Jorge Abelardo Ramos

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Urquiza y Mitre se enfrentaron en los campos de Cepeda, en el límite histórico que ligaba a la pampa bonaerense con el resto del territorio nacional: el Arroyo del Medio. Como siempre habría de ocurrirle en el manejo de la guerra, Mitre fue derrotado. La victoria nacional de Cepeda llevó a Urquiza a las puertas de Buenos Aires; desde San José de Flores negoció las condiciones que las armas argentinas imponían a la provincia separatista 48 . La ciudad estado bajó hipócritamente la cabeza, como en aquel otro Cepeda del año 20, viendo temblar las lanzas federales. Lo aceptó todo: la entrega de la Aduana sagrada, su incorporación a la unidad argentina, la humillación de la caballería entrerriana pastando en su periferia. Todo lo aceptó, porque la ciudad contrabandista sabía que finalmente no cumpliría nada o casi nada. Admitiría la «unidad nacional» tan sólo cuando pudiera imponer su ley a las provincias, no antes. Según el acuerdo de San José de Flores, ya demostrativo de la debilidad de Urquiza, se otorgaba a Buenos Aires el derecho de incorporarse a la Confederación Argentina, previa discusión de la Constitución del 53. Buenos Aires podía sugerir algunas reformas que consideraría una Convención Nacional Reformadora reunida al efecto. Al mismo tiempo, se le prohibía mantener relaciones diplomáticas de ninguna clase. Pero esta unión nacida en Cepeda, era, según Mitre, «la unión con presilla, que se podía soltar si tiraba mucho». Ya veremos que no era una simple frase. En el citado ensayo sobre Alberdi, Jorge M. Mayer dice: Los porteños no estaban dispuestos ni siquiera a aceptar la Constitución reformada. No podían permitir que se reuniera el Congreso y que se dictara la ley que nacionalizara las entradas de aduana, medida para ellos «escandalosa «. Tratados, convenciones, discursos y abrazos, habían sido un procedimiento dilatorio; su lema era prepararse y esperar 49 . La hora de Pavón se acercaba y con ella el crepúsculo de Urquiza. Derqui y el drama de Pavón Derqui, hombre del Paraná, ministro de Urquiza, cordobés, era un «argentino del Interior», como llamaría Lucio Mansilla a los intelectuales provincianos arrojados a la emigración por la furia de la guerra civil, y que no eran unitarios, sino «federales 194 | JORGE ABELARDO RAMOS

pobres», federales lugareños sin Aduana. De ahí la pavorosa incomprensión que rodea la figura de Santiago Derqui. Despectivamente juzgado por algunos rosistas contemporáneos, que lo incluyen en el saco unitario, Derqui es silenciado por la historia oficial. Al ser elegido Presidente de la Confederación Argentina en reemplazo de Urquiza, que ya había cumplido su mandato legal, Derqui representaba en Paraná la tendencia «nacional», es decir, la del interior mediterráneo, a diferencia de Urquiza, que era el Litoral ganadero y exportador. El triunfo de Derqui lo convirtió en la primera figura constitucional del país dividido. Lejos de constituir una ratificación práctica del acuerdo de Cepeda, su elección proporcionó un nuevo motivo de cólera a la insolencia oligárquica. ¡Un cordobés al frente de la República, un cordobés sin lanzas, ni vacas, ni ríos! 50 La inmensa debilidad de nuestras provincias interiores, único y verdadero núcleo del nacionalismo democrático argentino, se evidenciaba en la Presidencia vacilante de Derqui, era su encarnación viva. Todas las dificultades se acumularon sobre el Presidente para volver imposible el ejercicio del poder nacional. La reincorporación efectiva de Buenos Aires era su obsesión: pero estaba más allá de sus fuerzas impedir el estallido de una guerra civil. El incumplimiento de Buenos Aires al convenio de San José de Flores, particularmente en lo que se refiere a la nacionalización de su Aduana, sometía a la Confederación a la agonía financiera: el Congreso debió autorizar a Derqui para solicitar préstamos de 100 y 200 mil pesos en Santa Fe y Rosario. No había dinero ni para pagar a los empleados administrativos. En ese momento, el comercio provinciano ligado económicamente a la ciudad porteña, dio un golpe de Estado en San Juan. En la acción participaron núcleos de tenderos y de empleados de comercio. Su inspirador era el diario «El Nacional», dirigido por Sarmiento, ministro del gobernador Mitre. «El Nacional» instigaba al crimen político: clamaba por la supresión del Coronel Virasoro, gobernador de San Juan impuesto por Urquiza. Este caudillo, como los demás, representaba la voluntad popular y era, a su modo, uno de los obstáculos finales para una verdadera penetración comercial del capital extranjero que se movía detrás de la oligarquía portuaria. No debe olvidarse en este relato ni por un solo momento a estos poderosos resortes económicos no siempre visibles que constituyen el trasfondo histórico del drama argentino. Baste decir que el órgano oficial del gobierno porteño anunció con seis días de anticipación el asesinato del Gobernador Virasoro. El ministro Elizalde pudo desmentir la acusación de haber entregado al ministro de Gobierno de Mitre, Sarmiento, un millón y medio de pesos para financiar el motín sanjuanino 52 . REVOLUCION Y CONTRARREVOLUCION EN LA ARGENTINA | 195

pobres», federales lugareños sin Aduana. De ahí la pavorosa incomprensión que<br />

rodea la figura de Santiago Derqui. Despectivamente juzgado por algunos rosistas<br />

contemporáneos, que lo incluyen en el saco unitario, Derqui es silenciado por la historia<br />

oficial.<br />

Al ser elegido Presidente de la Confederación Argentina en reemplazo de<br />

Urquiza, que ya había cumplido su mandato legal, Derqui representaba en Paraná<br />

la tendencia «nacional», es decir, la del interior mediterráneo, a diferencia de<br />

Urquiza, que era el Litoral ganadero y exportador. El triunfo de Derqui lo convirtió<br />

en la primera figura constitucional del país dividido. Lejos de constituir una<br />

ratificación práctica del acuerdo de Cepeda, su elección proporcionó un nuevo<br />

motivo de cólera a la insolencia oligárquica. ¡Un cordobés al frente de la República,<br />

un cordobés sin <strong>lanzas</strong>, ni vacas, ni ríos! 50<br />

La inmensa debilidad de nuestras provincias interiores, único y verdadero<br />

núcleo del nacionalismo democrático argentino, se evidenciaba en la Presidencia<br />

vacilante de Derqui, era su encarnación viva. Todas <strong>las</strong> dificultades se acumularon<br />

sobre el Presidente para volver imposible el ejercicio del poder nacional. La<br />

reincorporación efectiva de Buenos Aires era su obsesión: pero estaba más allá<br />

de sus fuerzas impedir el estallido de una guerra civil.<br />

El incumplimiento de Buenos Aires al convenio de San José de Flores,<br />

particularmente en lo que se refiere a la nacionalización de su Aduana, sometía a la<br />

Confederación a la agonía financiera: el Congreso debió autorizar a Derqui para<br />

solicitar préstamos de 100 y 200 mil pesos en Santa Fe y Rosario. No había<br />

dinero ni para pagar a los empleados administrativos.<br />

En ese momento, el comercio provinciano ligado económicamente a la ciudad<br />

porteña, dio un golpe de Estado en San Juan. En la acción participaron núcleos de<br />

tenderos y de empleados de comercio. Su inspirador era el diario «El Nacional»,<br />

dirigido por Sarmiento, ministro del gobernador Mitre. «El Nacional» instigaba al<br />

crimen político: clamaba por la supresión del Coronel Virasoro, gobernador de<br />

San Juan impuesto por Urquiza. Este caudillo, como los demás, representaba la<br />

voluntad popular y era, a su modo, uno de los obstáculos finales para una verdadera<br />

penetración comercial del capital extranjero que se movía detrás de la oligarquía<br />

portuaria. No debe olvidarse en este relato ni por un solo momento a estos poderosos<br />

resortes económicos no siempre visibles que constituyen el trasfondo histórico del<br />

drama argentino. Baste decir que el órgano oficial del gobierno porteño anunció<br />

con seis días de anticipación el asesinato del Gobernador Virasoro. El ministro<br />

Elizalde pudo desmentir la acusación de haber entregado al ministro de Gobierno<br />

de Mitre, Sarmiento, un millón y medio de pesos para financiar el motín<br />

sanjuanino 52 .<br />

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