Libro 1 - Las Masas y las lanzas - Jorge Abelardo Ramos
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pérdida de la conciencia nacional latinoamericana 6 . Recobrarla por un acto de reposesión de nuestro pasado histórico, será el primer paso de nuestra revolución. El proletariado latinoamericano del siglo XX se ha convertido en el heredero de todas las tareas nacionales que la historia dejó sin resolver 7 . Sería imposible evaluar lo que fuimos y lo que somos, si ignoramos por qué dejamos de ser. La Revolución de Mayo, que los reaccionarios seudo democráticos de la Argentina actual santifican para ocultar su significado es parte indivisible de un grandioso proceso ibero americano que encuentra su centro hirviente en la revolución española de 1809. Examinar la historia de las dos Españas nos permitirá comprender su patético desdoblamiento y su aventura americana. En España se pone el sol La clave de la decadencia «lenta e ingloriosa» de España debe buscarse en la debilidad orgánica de su burguesía industrial, el único y verdadero elemento centralizador de los Estados modernos. Ortega y Gasset señalaba en «El Espectador» que «a España le había faltado el gran siglo educador (...) Cuanto más se medita sobre nuestra historia, diría, más clara se advierte la desastrosa ausencia del siglo XVIII. Este ha sido el triste destino de España, la nación europea que se ha saltado un siglo insustituible» 8 . Ortega aludía al siglo de las luces tan injuriado en nuestros días por la reacción feudal refugiada en los ideólogos fascistas pero que al fin de cuentas fue el siglo del triunfo político e intelectual de la burguesía moderna. Al suprimir en su revolución victoriosa las estalactitas feudales, abrió el camino no sólo a la emancipación de la personalidad, sino a una potente expansión de las fuerzas productivas. El carácter históricamente atrasado de España pesó como un fardo sobre las espaldas de sus hijos. ¿Cuáles eran sus causas? Después de alcanzar un período de grandeza mundial –la palabra grandeza será una palabra forzosamente española– en España se puso el sol. Mientras Europa desarrolla el capitalismo y la burguesía conquista el poder político, España queda al margen de ese proceso y, en cierto sentido, fuera de Europa, es decir de ese Occidente magnético que daría cosas tan importantes al mundo. Si en su viaje a la península Sarmiento dirá: «He estado en Europa y en España» 9 , disociando despectivamente a la tierra ibérica del tronco continental, en nuestros días se plantea todavía la «desafricanización» de España, es decir, su integración al orbe técnico y espiritual del Viejo Mundo. Todos los españoles insignes han juzgado el hecho de que África comience en los Pirineos como la gran desgracia nacional de España. 18 | JORGE ABELARDO RAMOS
La burguesía española había sido frecuentemente aplastada. Una de ellas fue la derrota de la sublevación de los Comuneros de Castilla y de las Hermandades de Valencia. Esta tentativa antifeudal de las ciudades españolas en el siglo XVI ahorró el poder económico de los centros urbanos, los derechos políticos del «tercer Estado» y las reivindicaciones de las masas populares. «Las cabezas de los conspiradores –escribía Marx aludiendo a Don Juan de Padilla y sus amigos– cayeron en el patíbulo y las viejas libertades de España desaparecieron» 10 . La unión de la monarquía, la Iglesia y la nobleza totalmente sobrevivida, fue fatal para el crecimiento económico de España; las propias disensiones de la casa real con los señores, a los que aplastó sin transigir con la burguesía, no dejaron a las ciudades la posibilidad de intervenir independientemente en el destino nacional. El duelo clásico se entabló entre la España negra y la España revolucionaria. Apoyado en las inmensas riquezas de la lejana América que constituían un patrimonio personal de la monarquía, Carlos V pudo reprimir sin dificultades en 1519 y 1520 la rebelión de los Comuneros. Los metales preciosos bañados en la sangre de Atahualpa fueron inyectados en las arterias esclerosadas de una sociedad agonizante 11 . Ellos aceleraron la crisis de España. La ausencia de una gran industria imprimió su sello a la exangüe economía española. Al despreciar la moneda y elevar los salarios, todos los precios se fueron a las nubes: tales fueron los resultados de la lluvia de oro proveniente del Nuevo Mundo. La «revolución de los precios» arruinó a la España Imperial 12 . Si su gloria nunca estuvo más alta que en los siglos del descubrimiento y la conquista, la formidable empresa destruyó los fundamentos de la sociedad española 13 . Un rey burócrata y sombrío, espejo de un mundo en disgregación, gobernaba el maravilloso país de Alfonso el Sabio. Felipe II abandonará la explotación de las minas españolas. Los ingenieros desaparecieron; los técnicos no sabían cómo emplear sus conocimientos. Felipe ordenó cegar las minas de España para no despreciar el valor del «oro de las Indias»14. Toda la vida económica y financiera reposaba en los audaces galeones que cruzaban el Atlántico. Durante su reinado la población de España desciende de 10 millones a 8 millones de almas. El historiador portugués Oliveira Martins escribe: Sólo el obispado de Calahorra tenía 17.000 clérigos, tan dignos de castigos, dice Cabrera, que el empleo de alcalde de la prisión episcopal estaba dotado con 1.500 ducados. La clerecía representaba la cuarta parte de la población adulta; un censo hecho durante el reinado de Felipe II (1570) dio 312.000 curas, REVOLUCION Y CONTRARREVOLUCION EN LA ARGENTINA | 19
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–escribía Marx aludiendo a Don Juan de Padilla y sus amigos– cayeron<br />
en el patíbulo y <strong>las</strong> viejas libertades de España desaparecieron» 10 . La unión<br />
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crecimiento económico de España; <strong>las</strong> propias disensiones de la casa real con los<br />
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Apoyado en <strong>las</strong> inmensas riquezas de la lejana América que constituían un<br />
patrimonio personal de la monarquía, Carlos V pudo reprimir sin dificultades en<br />
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imprimió su sello a la exangüe economía española. Al despreciar la moneda y<br />
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arruinó a la España Imperial 12 . Si su gloria nunca estuvo más alta que en los siglos<br />
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Un rey burócrata y sombrío, espejo de un mundo en disgregación, gobernaba<br />
el maravilloso país de Alfonso el Sabio. Felipe II abandonará la explotación de <strong>las</strong><br />
minas españo<strong>las</strong>. Los ingenieros desaparecieron; los técnicos no sabían cómo<br />
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Sólo el obispado de Calahorra tenía 17.000 clérigos, tan<br />
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