Libro 1 - Las Masas y las lanzas - Jorge Abelardo Ramos

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Algunos seudomarxistas y liberales han pretendido ver en la barbarie de la vieja Argentina y la era de «progreso» que supuestamente le sucede a partir de Caseros, una contradicción entre el feudalismo y el capitalismo moderno. Nada más equívoco que este aserto. La Argentina se incorpora plenamente a partir de Caseros al mercado mundial, subordinada a las necesidades del capitalismo inglés, en cuyo beneficio se destruye la economía precapitalista criolla. El desarrollo capitalista argentino es reprimido y el país se pliega a Europa como provincia agraria. La metrópoli industrial no será Buenos Aires sino Londres; a la oligarquía se le reservará solamente la función de proveedora de alimentos a bajo costo del consumidor europeo. Este hecho irrefutable destruye por la base la teoría de ciertos historiadores de «izquierda» tendiente a demostrar la legitimidad histórica de la política del mitrismo, esto es, de la burguesía comercial porteña a la que atribuye el papel de «burguesía industrial». La verdadera burguesía industrial que se apropia de los beneficios de la unificación «a palos» impuesta al país desde Caseros se encuentra en el exterior, no en el interior del mercado y la sociedad argentina. Es la burguesía británica; el comercio porteño será un simple agente comprador y exportador y el interior argentino una colonia cristalizada en el atraso. En las luchas clásicas contra el feudalismo europeo, el capitalismo inglés o francés desempeñaron una función revolucionaria: derribaron el particularismo feudal, crearon un mercado nacional único, unificaron el sistema tributario y echaron las bases del Estado moderno. En Francia y en Inglaterra ese desarrollo empujó al capitalismo a trascender los límites nacionales. Con el apoyo de sus conquistas coloniales del período mercantilista, Gran Bretaña inició su marcha forzada hacia el imperialismo. Su expresión más pura habrá de aparecer alrededor de 1880. Con el hierro y el fuego conquistó para su industria los mercados no capitalistas de los países americanos, asiáticos y africanos. Rosa Luxemburgo ha demostrado que el desarrollo capitalista europeo era inconcebible sin su fusión con las economías atrasadas 3 . La subyugación de las colonias se planteará como una ley de hierro en la época del imperialismo El desenvolvimiento de las fuerzas productivas dentro del marco de las fronteras nacionales exigió en su momento una política revolucionaria de contenido burgués: ésa fue la significación de Cromwell y Robespierre. Pero la consolidación política de la burguesía en Europa y las limitaciones de las fronteras nacionales generaron la política colonialista. La exportación de mercancías primero y de capital luego, hacen de todo el planeta el teatro natural de las tropelías metropolitanas. Las potencias del Viejo Mundo intervienen en el mundo semicolonial con métodos económicos, políticos y militares. Nadie que no sea un agente del imperialismo 174 | JORGE ABELARDO RAMOS

vería en esta intervención una lucha entre el capitalismo y el feudalismo y, en consecuencia, una lucha históricamente justificada para Europa. En términos políticos, en la lucha entre la democracia inglesa y los jefes religiosos de la India la causa del porvenir de la humanidad (y aun, en términos económicos, del «desarrollo de las fuerzas productivas») se encontraba del lado de la India. El carácter profundamente reaccionario de este «antifeudalismo» europeo ya no requiere demostración. Los civilizadores cierran el paso a los que necesitan civilizarse. Cuando algunos «teóricos» hablan del progreso posterior a Caseros, mencionan los ferrocarriles, el telégrafo, la producción agrícola, la inmigración. Ejemplos semejantes nos están diciendo que este progreso de un «agro capitalismo» consistió en organizar la plataforma administrativa y técnica de la dominación imperialista. Su objetivo central era impedir el desarrollo autónomo de un capitalismo argentino, análogo al que había permitido el desarrollo completo de la civilización en Europa. Un ganadero entrerriano en Buenos Aires El estanciero Urquiza, vencedor de Rosas, gobernaría su provincia durante treinta años. La posteridad liberal que lo glorificó, verá con embarazo en el longevo gobernador al tipo paradigmático de la democracia argentina. De la necesidad de oponer al tirano Rosas un modelo salido de las páginas de Montesquieu, se hará la leyenda benévola de un paladín del progreso. Pero si se pasa de esta poesía jurídica a la realidad de la época, Urquiza es otro hombre. El caudillo de Entre Ríos era un varón de maciza corpulencia, empacado y receloso, diestro jefe militar de una cólera fría, al que el dinero apasionó siempre y cuya personalidad vacilaba entre la prudencia política dictada por su ambición y los tempestuosos arrebatos de un temperamento sanguíneo. En 1851 se recordaba todavía –con un estremecimiento– entre los círculos unitarios que lo aclamaron al derribar a Rosas, las ejecuciones ordenadas después de la batalla de Vences, donde se degolló por la nuca o se despellejó por la espalda a centenares de prisioneros. La batalla de Caseros no purificó a Urquiza de sus hábitos de viejo degollador –que eran los del país entero, unitario y federal, mestizo, blanco o indio pampa, país en armas donde el salvaje se refrescaba en el desierto abriendo la yugular de las yeguas para beber con fruición el chorro escarlata–. Unitarios de levita, gauchi†doctores o gobernadores gauchos brotaron todos de esa sociedad despiadada: ninguno de ellos escapó a sus violencias. Urquiza, el padre de la Constitución, era hijo de una época donde todos los partidos se diezmaron recíprocamente: ¿quién había olvidado que las orejas saladas REVOLUCION Y CONTRARREVOLUCION EN LA ARGENTINA | 175

Algunos seudomarxistas y liberales han pretendido ver en la barbarie de la<br />

vieja Argentina y la era de «progreso» que supuestamente le sucede a partir de<br />

Caseros, una contradicción entre el feudalismo y el capitalismo moderno. Nada<br />

más equívoco que este aserto. La Argentina se incorpora plenamente a partir de<br />

Caseros al mercado mundial, subordinada a <strong>las</strong> necesidades del capitalismo inglés,<br />

en cuyo beneficio se destruye la economía precapitalista criolla. El desarrollo<br />

capitalista argentino es reprimido y el país se pliega a Europa como provincia<br />

agraria. La metrópoli industrial no será Buenos Aires sino Londres; a la oligarquía<br />

se le reservará solamente la función de proveedora de alimentos a bajo costo del<br />

consumidor europeo. Este hecho irrefutable destruye por la base la teoría de<br />

ciertos historiadores de «izquierda» tendiente a demostrar la legitimidad histórica<br />

de la política del mitrismo, esto es, de la burguesía comercial porteña a la que<br />

atribuye el papel de «burguesía industrial». La verdadera burguesía industrial que<br />

se apropia de los beneficios de la unificación «a palos» impuesta al país desde<br />

Caseros se encuentra en el exterior, no en el interior del mercado y la sociedad<br />

argentina. Es la burguesía británica; el comercio porteño será un simple agente<br />

comprador y exportador y el interior argentino una colonia cristalizada en el atraso.<br />

En <strong>las</strong> luchas clásicas contra el feudalismo europeo, el capitalismo inglés o<br />

francés desempeñaron una función revolucionaria: derribaron el particularismo<br />

feudal, crearon un mercado nacional único, unificaron el sistema tributario y echaron<br />

<strong>las</strong> bases del Estado moderno.<br />

En Francia y en Inglaterra ese desarrollo empujó al capitalismo a trascender<br />

los límites nacionales. Con el apoyo de sus conquistas coloniales del período<br />

mercantilista, Gran Bretaña inició su marcha forzada hacia el imperialismo. Su<br />

expresión más pura habrá de aparecer alrededor de 1880. Con el hierro y el<br />

fuego conquistó para su industria los mercados no capitalistas de los países<br />

americanos, asiáticos y africanos.<br />

Rosa Luxemburgo ha demostrado que el desarrollo capitalista europeo era<br />

inconcebible sin su fusión con <strong>las</strong> economías atrasadas 3 . La subyugación de <strong>las</strong><br />

colonias se planteará como una ley de hierro en la época del imperialismo El<br />

desenvolvimiento de <strong>las</strong> fuerzas productivas dentro del marco de <strong>las</strong> fronteras<br />

nacionales exigió en su momento una política revolucionaria de contenido burgués:<br />

ésa fue la significación de Cromwell y Robespierre. Pero la consolidación política<br />

de la burguesía en Europa y <strong>las</strong> limitaciones de <strong>las</strong> fronteras nacionales generaron<br />

la política colonialista. La exportación de mercancías primero y de capital luego,<br />

hacen de todo el planeta el teatro natural de <strong>las</strong> tropelías metropolitanas. <strong>Las</strong><br />

potencias del Viejo Mundo intervienen en el mundo semicolonial con métodos<br />

económicos, políticos y militares. Nadie que no sea un agente del imperialismo<br />

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