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Libro 1 - Las Masas y las lanzas - Jorge Abelardo Ramos

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Con Rosas desaparecía el último representante de un nacionalismo defensivo<br />

de características semi coloniales que ya no podía sobrevivir. El dictador sabía<br />

muy bien que la provincia de Buenos Aires no lo había abandonado; pero rehusaba<br />

admitir que el país interior sediento de organizarse, abrir los ríos y nacionalizar la<br />

aduana, había aplaudido su derrocamiento. Fingió atribuir su derrota a los brasileños.<br />

Político de seguro olfato, pretendió abandonar la lucha envuelto en un nacionalismo<br />

verbal que rara vez practicó. Ante la inquietud del ministro inglés que lo asiló<br />

después de Caseros, el caudillo porteño dijo:<br />

Amigo, no tenga cuidado. Mire, aquí está la bandera inglesa<br />

que yo he enseñado a respetar. Aquí no vendrán, este pueblo yo lo<br />

he montado le he apretado la cincha, le he clavado <strong>las</strong> espue<strong>las</strong>, ha<br />

corcoveado, no es él quien me ha volteado, son los macacos 58 .<br />

Criollísima la imagen, sin duda, pero no era una metáfora de gaucho, sino de<br />

estanciero.<br />

Es preciso no olvidar que alrededor de Urquiza se nuclean <strong>las</strong> <strong>lanzas</strong> de los<br />

caudillos gobernadores, gran parte del federalismo popular de la campaña<br />

bonaerense y toda la intelectualidad de la época: Alberdi, el primero, Lucio<br />

Mansilla, Juan Maria Gutiérrez, Santiago Derqui, Manuel Leiva, y entre los jóvenes,<br />

José Hernández, el futuro autor de «Martín Fierro». Todos eran (o llegarían a ser)<br />

federales antirrosistas, partidarios de los caudillos provincianos. Caseros era<br />

inevitable, en tanto faltaba en nuestro país una fuerza nacional basada en la industria,<br />

capaz de estructurar una economía propia, de contrabalancear el poder político<br />

bonaerense y de resistir al intento deformador de <strong>las</strong> potencias europeas. Rosas<br />

se fundaba en los estancieros, cada día más vinculados a los ingleses y para quienes<br />

el desarrollo de nuestra industria fue, al principio, indiferente, y a partir de 1852,<br />

inconveniente. La base misma del poder de Rosas tendía inexorablemente a<br />

disgregarse. 59<br />

La política británica frente a su régimen reveló una vez más su habilidad: al<br />

principio, al no poderlo derribar, negoció con él, sin renunciar en ningún momento<br />

a suprimirlo en una circunstancia favorable. Algunos simplificadores afirman que si<br />

bien es cierto que los unitarios eran protegidos de los franceses, Rosas lo era de<br />

los ingleses. En verdad, los ingleses (mucho más que los franceses), sostenían la<br />

independencia de la Banda Oriental para impedirle tanto a Rosas como al Brasil,<br />

controlar el puerto clave de Montevideo. Al mismo tiempo hacían sus buenos<br />

negocios con Buenos Aires. Disponiendo de la perspectiva necesaria, resulta<br />

REVOLUCION Y CONTRARREVOLUCION EN LA ARGENTINA | 167

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