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Libro 1 - Las Masas y las lanzas - Jorge Abelardo Ramos

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Los mercaderes de opio bloquean el Río de la Plata<br />

La historia del segundo imperio colonial de Francia empieza con el reinado<br />

burgués de Luis Felipe. La diplomacia británica había reducido la capacidad de<br />

maniobra de Francia en el teatro continental. Desde su reducto insular, los ingleses<br />

manejaban Europa, y a través de Europa, el comercio mundial. Cuando Francia<br />

decide intervenir militarmente en el Río de la Plata, esta aventura marítima no<br />

respondía solamente a una política de prestigio, como algunos autores han pretendido<br />

insinuar, sino a la etapa de exportación de mercancías que precede a la aparición<br />

del imperialismo. El bandidaje francés en Argel y en México sería probado también<br />

por los argentinos.<br />

Estas empresas de rapiña tenían para Francia –la famosa Francia «eterna»,<br />

«democrática» y «socialista», según los cipayos francófilos– hasta un justificativo<br />

moral. Los europeos acariciaban una idea bastante curiosa de nuestra América<br />

del Sur. Aún a principios del presente siglo, Gustavo Le Bon generalizaba una<br />

opinión muy difundida en el Viejo Mundo, afirmando:<br />

Los pueblos de todas <strong>las</strong> repúblicas españo<strong>las</strong> de América son<br />

ingobernables. No hay educación ni hay institución que pueda surgir<br />

de la anarquía. La anarquía de esos países tiene un carácter<br />

sangriento. Todos ellos naufragan en la insolvencia. No tienen<br />

voluntad ni moralidad. Su inmoralidad excede cuanto pueda<br />

imaginarse y llega hasta el punto de que <strong>las</strong> ciudades aquel<strong>las</strong> son<br />

inhabitables. Si no retrogradan a la pura barbarie, es porque los<br />

alemanes y los ingleses se encargan de la industria y el comercio de<br />

esos dos países. Su decadencia es espantosa 23 .<br />

Es fácil presumir la opinión que les merecíamos a los compatriotas del Dr.<br />

Le Bon en 1830. El resultado de <strong>las</strong> invasiones inglesas de 1807 no desanimó, sin<br />

embargo, al Gobierno francés. Thiers, el sanguinario ministro que en el ocaso de<br />

su vida política habría de reprimir la Comuna de París, y que fuera uno de los<br />

artífices de la intervención francesa en el Río de la Plata, declararía virtuosamente<br />

en el seno de la Asamblea de París que «cuando se trata de nuestro comercio y de<br />

nuestros nacionales es necesario que seamos como los ingleses, que por un marinero<br />

herido han emprendido grandes guerras» 24<br />

Carlos Pereyra, eximio historiador mejicano, observaría que <strong>las</strong> mismas<br />

potencias que ocuparon Hong Kong, construyeron un ferrocarril en Port Arthur o<br />

154 | JORGE ABELARDO RAMOS

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