Libro 1 - Las Masas y las lanzas - Jorge Abelardo Ramos

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mo de Cobden: «Inglaterra será la fábrica del mundo y América su granja». Desde ese punto de vista, Rivadavia y sus epígonos –ya lo veríamos después de Caseros con Mitre– no tenían más remedio que llevar adelante su «organización». Esta consistía esencialmente en la liquidación militar de los focos provinciales de resistencia, para limpiar el camino a la aniquilación de los elementos de la economía natural o de las industrias artesanales y domésticas. El poncho tejido en Glasgow no podía venderse en el interior sin arrasar los telares vernáculos. Para los ganaderos bonaerenses, en cambio, la organización nacional no constituía un asunto de vida y muerte, como en el caso de los agentes comerciales de Inglaterra en Buenos Aires, que forzosamente debían conquistar nuestro mercado interior. El mercado de los ganaderos estaba en Cuba y Estados Unidos. Sus vacas, vagaban en las praderas bonaerenses, sus saladeros y sus curtiembres estaban radicados en la Provincia epónima: ¿a qué agitar tanto la cuestión del interior, a qué provocarlo, a qué hablar de Constitución Nacional? En 1825 el valor de las importaciones inglesas en el Río de la Plata asciende a 8.000.000 de pesos fuertes. Pero el valor de las importaciones no refleja el aumento de su volumen físico, pues la revolución industrial inglesa en pleno desenvolvimiento hace bajar continuadamente los precios de las manufacturas que exporta, barriendo a su paso las débiles industrias nacionales. En el período comprendido entre 1825 y 1850 el precio de los tejidos de algodón disminuye cuatro veces. Dice el inglés Parish que «los precios módicos de las mercaderías inglesas les aseguran una general demanda y ellos se han hecho hoy artículos de primera necesidad de las clases bajas de Sudamérica». Agrega Moussy que los algodonales criollos prácticamente han desaparecido. Los célebres tejidos de Córdoba, que aventajaban por su calidad a los extranjeros, se extinguen. Y Dorfman: La extracción de metales preciosos (sobre todo bajo la forma de plata metálica y acuñada) es grande: en 1822 alcanza la suma de 1.350.000 pesos fuertes; en 1829, de 710.000, en 1837, de 670.000 pesos. Las cantidades señaladas son muy considerables para el exhausto erario de la República, que nunca contó, tal como ya lo hicimos notar en otro pasaje, con abundancia de dinero. Esa sangría, que obedece a la necesidad de saldar el intercambio negativo con Europa, impide la acumulación y formación de capitales en América que podrían destinarse a la mejoría técnica de establecimientos fabriles o a otros usos reproductivos. 140 | JORGE ABELARDO RAMOS

Si los ganaderos tenían su mercado en el exterior y los comerciantes anglo porteños en el Interior, no existía ninguna fuerza económica que produjera y vendiese en el propio territorio argentino; vale decir, carecíamos de una burguesía industrial, y ahí residía toda la cuestión. Las industrias criollas eran demasiado primitivas e inconexas como para decidir la política económica nacional y como por otra parte, el núcleo de poder estaba en Buenos Aires, eran incapaces por sí mismas de subordinar al interés argentino los recursos cuantiosos de la gran ciudad. Sin un elemento de centralización económica decisiva y sin un ejército nacional, las provincias aisladas sólo atinaban a rebeliones episódicas. La política criminal de Rivadavia. que más tarde llevaría Mitre a la práctica con la ayuda de sus lugartenientes orientales y las bendiciones británicas, conducía inexorablemente a la guerra civil. Los riesgos de la Provincia Metrópoli en un conflicto semejante eran incalculables. ¿No habría una fórmula hábil que permitiese a los apacentadores de vacas –ya arraigados, ya orgullosos de la bolsa y del nombre– la posesión de la Capital, la venta tranquila del tasajo y los cueros, las relaciones exteriores con las grandes potencias amigas? Quien diese con esa fórmula tendría el poder y la gloria. El Restaurador comprendió que la única salida del caos era encontrar un modo de transacción con la política proteccionista de las provincias mediterráneas y un «status» con las provincias ganaderas del Litoral, que, excepto Corrientes, coincidían con el libre cambismo bonaerense. Al mismo tiempo renunció a la intervención armada en el Interior, dejando a los caudillos el control de las situaciones lugareñas. Reservándose a través de mil maniobras distintas el dominio completo de Buenos Aires y de su puerto, de sus rentas y del crédito público de ellas derivado, llamó federalismo a dicha estrategia 7 . La descripción circunstanciada de todo este plan es uno de los más notables espectáculos que pueda apetecer un interesado en la política argentina Ella nos presentaría a un psicólogo de inteligencia penetrante en el manejo de la cosa pública, de los hombres y los acontecimientos. No estamos en presencia de un revolucionario jacobino como Moreno, ni de un jefe militar de la edad heroica, como San Martín, ni de un hombre como Rivadavia, atosigado de modas francesas y de textos constitucionales mal traducidos. Con Rosas aparece el primer ejemplar argentino del político estanciero. Personaje predilecto de nuestra literatura histórica, Rosas ha sido objeto de una caudalosa bibliografía, La escuela liberal y la escuela revisionista han proporcionado a los estudiosos una enorme masa de documentos. Pero como ocurre siempre en historia, la selección de los textos es una operación política o, dicho de un modo más prudente, de método interpretativo. REVOLUCION Y CONTRARREVOLUCION EN LA ARGENTINA | 141

Si los ganaderos tenían su mercado en el exterior y los comerciantes anglo<br />

porteños en el Interior, no existía ninguna fuerza económica que produjera y vendiese<br />

en el propio territorio argentino; vale decir, carecíamos de una burguesía industrial,<br />

y ahí residía toda la cuestión. <strong>Las</strong> industrias criol<strong>las</strong> eran demasiado primitivas e<br />

inconexas como para decidir la política económica nacional y como por otra<br />

parte, el núcleo de poder estaba en Buenos Aires, eran incapaces por sí mismas<br />

de subordinar al interés argentino los recursos cuantiosos de la gran ciudad. Sin<br />

un elemento de centralización económica decisiva y sin un ejército nacional, <strong>las</strong><br />

provincias aisladas sólo atinaban a rebeliones episódicas.<br />

La política criminal de Rivadavia. que más tarde llevaría Mitre a la práctica<br />

con la ayuda de sus lugartenientes orientales y <strong>las</strong> bendiciones británicas, conducía<br />

inexorablemente a la guerra civil. Los riesgos de la Provincia Metrópoli en un<br />

conflicto semejante eran incalculables. ¿No habría una fórmula hábil que permitiese<br />

a los apacentadores de vacas –ya arraigados, ya orgullosos de la bolsa y del<br />

nombre– la posesión de la Capital, la venta tranquila del tasajo y los cueros, <strong>las</strong><br />

relaciones exteriores con <strong>las</strong> grandes potencias amigas? Quien diese con esa<br />

fórmula tendría el poder y la gloria.<br />

El Restaurador comprendió que la única salida del caos era encontrar un<br />

modo de transacción con la política proteccionista de <strong>las</strong> provincias mediterráneas<br />

y un «status» con <strong>las</strong> provincias ganaderas del Litoral, que, excepto Corrientes,<br />

coincidían con el libre cambismo bonaerense. Al mismo tiempo renunció a la<br />

intervención armada en el Interior, dejando a los caudillos el control de <strong>las</strong><br />

situaciones lugareñas. Reservándose a través de mil maniobras distintas el dominio<br />

completo de Buenos Aires y de su puerto, de sus rentas y del crédito público de<br />

el<strong>las</strong> derivado, llamó federalismo a dicha estrategia 7 .<br />

La descripción circunstanciada de todo este plan es uno de los más notables<br />

espectáculos que pueda apetecer un interesado en la política argentina Ella nos<br />

presentaría a un psicólogo de inteligencia penetrante en el manejo de la cosa<br />

pública, de los hombres y los acontecimientos. No estamos en presencia de un<br />

revolucionario jacobino como Moreno, ni de un jefe militar de la edad heroica, como<br />

San Martín, ni de un hombre como Rivadavia, atosigado de modas francesas y de<br />

textos constitucionales mal traducidos. Con Rosas aparece el primer ejemplar argentino<br />

del político estanciero.<br />

Personaje predilecto de nuestra literatura histórica, Rosas ha sido objeto de<br />

una caudalosa bibliografía, La escuela liberal y la escuela revisionista han<br />

proporcionado a los estudiosos una enorme masa de documentos. Pero como<br />

ocurre siempre en historia, la selección de los textos es una operación política o,<br />

dicho de un modo más prudente, de método interpretativo.<br />

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