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Libro 1 - Las Masas y las lanzas - Jorge Abelardo Ramos

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Muchos caudillos federales del tiempo de Rosas, aun manteniendo con éste<br />

relaciones oficiales, verán en la espada y el talento de Paz la esperanza de una<br />

organización nacional. Por otra parte, para comprender la actitud de los caudillos<br />

provinciales frente a Rosas, son esclarecedoras <strong>las</strong> palabras que el General Rojo<br />

diría a Paz:<br />

Los gobiernos federales como Benavídez se acogieron a Rosas<br />

más que por adhesión a él por temor a Lavalle 6 .<br />

Rosas representaba a los ganaderos bonaerenses, coincidentes con los<br />

comerciantes en la posesión exclusiva del puerto. Difería de esos últimos (Rivadavia<br />

y Lavalle) en la táctica frente a <strong>las</strong> provincias. Rosas <strong>las</strong> abandonaba a su suerte;<br />

Lavalle y los unitarios, empujados por <strong>las</strong> fuerzas del comercio inglés, buscaban<br />

arrasar<strong>las</strong> militarmente e imponer su política económica a sangre y fuego. De ahí<br />

que <strong>las</strong> exhaustas provincias, sin dejar de resistir a la dictadura portuaria, en general,<br />

pudieron llegar a un acuerdo vacilante con Rosas, imposible de lograr con Lavalle 7 .<br />

Estas contradicciones aparecen en su más fuerte relieve cuando Paz vence a<br />

Quiroga en la Tablada.<br />

Lavalle, que acaba de fusilar a Dorrego, es en apariencia un aliado natural<br />

de Paz contra los caudillos. Sin embargo, había una gran distancia entre ambos<br />

hombres. Paz,<br />

cultísimo, de inteligencia sutil y analizadora, escribe lbarguren,<br />

encarnaba el espíritu provinciano, moderno y prudente, cauteloso<br />

y discreto, a diferencia del unitario porteño, arrebatado y romántico,<br />

fogoso y suficiente 8 .<br />

Pero <strong>las</strong> diferencias no eran sólo psicológicas, como parece creerlo Ibarguren.<br />

La victoria de Paz sobre el ejército gauchesco de Facundo llenó de esperanzas<br />

al partido rivadaviano de Buenos Aires, caído en el más absoluto descrédito por<br />

la inmolación de Dorrego y el epílogo de la guerra con el Brasil.<br />

Entre Lavalle, triunfador en Buenos Aires, y Rosas, poderoso ganadero<br />

bonaerense, temido por los unitarios como la cabeza más visible que empezaba a<br />

destacarse del partido federal bonaerense, se produce un acercamiento. Llegarán<br />

a un pacto para tranquilizar a la ciudad estremecida de horror después del asesinato<br />

de Dorrego. Lavalle dirá en una proclama, « que no había encontrado sino<br />

porteños dispuestos a consagrar su brazo en honor de la patria» 9 Ibarguren<br />

130 | JORGE ABELARDO RAMOS

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