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Libro 1 - Las Masas y las lanzas - Jorge Abelardo Ramos

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federales «lomos negros», partidarios de la organización nacional, y sus veladas<br />

amenazas, fueron un buen testimonio 3 .<br />

En su interesante estudio sobre Paz, Juan B. Terán escribe:<br />

Paz estaba más cerca de algunos federales que de Rivadavia:<br />

de los federales que querían el congreso general que dictaría la<br />

constitución; por ejemplo, de Heredia, de Tucumán o de Leiva y<br />

Ferré, de Corrientes. Corrientes se puso al frente de Rosas justamente<br />

porque se empeñaba en la reunión del Congreso de Santa Fe de<br />

1838, en lo que Rosas vio un sacrilegio. Rosas condenó el tratado<br />

que Quiroga hizo firmar en Santiago a tres provincias, pocos días<br />

antes de ser asesinado, porque lo consideró un acto preparatorio<br />

de la Constitución 4 .<br />

El tratado firmado en Santiago del Estero por Quiroga era la respuesta a la<br />

famosa carta fechada en la Hacienda de Figueroa, enviada por Rosas a Facundo.<br />

Constituían dos políticas opuestas. Si Rosas, como Rivadavia, se oponía a la<br />

organización nacional y al reparto entre todas <strong>las</strong> provincias de <strong>las</strong> rentas porteñas,<br />

Quiroga persistía en esa solución para ahogar <strong>las</strong> chispas de la guerra civil,<br />

encendida por el monopolio de Buenos Aires. Rosas afirmaba que el país no<br />

podía emprender la tarea de organizarse hasta que se tranquilizara. Pero la<br />

convulsionada República tomaba <strong>las</strong> armas precisamente porque la palabra<br />

«organización», que Rosas ridiculizara, no tenía otro significado que la liquidación<br />

del predominio bonaerense. La «constitución» era, ante todo, la Capital y la Aduana.<br />

Para enjuiciar el papel de Paz, no basta con su actitud en el motín de Arequito,<br />

que el partido unitario recordará como un baldón sobre su nombre, justamente<br />

porque en ella revelaba el ilustre manco su espíritu nacional. Es preciso iluminar su<br />

carrera a través de sus relaciones personales con los caudillos provincianos que<br />

como Heredia, gobernador de Tucumán, o Ibarra, gobernador de Santiago, habían<br />

sido sus camaradas de armas en <strong>las</strong> luchas por la Independencia. Heredia declaraba<br />

en una carta que si había aceptado el gobierno tucumano era para<br />

poder hablar con influencia por el único hombre que ha sido<br />

mi confidente en esta vida y por el guerrero con quien a la par he<br />

corrido todos los peligros de la vida, pendiente la guerra de la<br />

Independencia». Ibarra le dirá en una carta: «debes persuadirte<br />

que tus glorias me interesan demasiado 5 .<br />

REVOLUCION Y CONTRARREVOLUCION EN LA ARGENTINA | 129

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