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Libro 1 - Las Masas y las lanzas - Jorge Abelardo Ramos

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La Constitución abstraía <strong>las</strong> condiciones reales del país en ese momento,<br />

cuyos caudillos militares defendían obstinadamente el derecho de <strong>las</strong> diferentes<br />

regiones a participar de <strong>las</strong> ventajas del crédito público y de la renta aduanera que<br />

detentaba entonces la ciudad de Buenos Aires.<br />

Simultáneamente desconocía los derechos políticos de <strong>las</strong> provincias,<br />

reduciéndo<strong>las</strong> a simples agentes de un poder central que nadie había elegido. El<br />

destino de esta Constitución, que destituía de hecho a los caudillos armados hasta<br />

los dientes, y que eran el único poder real de la época, no fue sino un testimonio<br />

suplementario de la completa ceguera de Rivadavia y su círculo áulico. El golpe<br />

de Estado que lo llevó a la Presidencia de la República había encendido nuevamente<br />

la guerra civil. La trágica presidencia de Rivadavia demostraría a los ganaderos<br />

que la burguesía comercial porteña era incapaz de mantener los privilegios<br />

bonaerenses con el equipo unitario.<br />

El país de Facundo<br />

Los delegados del gobierno rivadaviano partieron orgullosamente hacía el<br />

interior. Llevaban ejemplares de la Constitución para depositar<strong>las</strong> en manos de<br />

los caudillos. Antes aún de que los emisarios llegaran, Catamarca rechaza dicho<br />

documento, retiraba su mandato y sus poderes a los diputados que la representaban<br />

en el Congreso Constituyente y declaraba abiertamente que dicha provincia no<br />

admitía otra forma de gobierno que la republicana federal.<br />

Córdoba, bajo el mando del general Juan Bautista Bustos, separaba esa<br />

provincia de la República ilusoria de Rivadavia, y ordenaba al delegado de Buenos<br />

Aires, Dr. Gorriti, abandonar el territorio de la provincia en el más breve plazo.<br />

En La Rioja estaba Facundo; allí enviaron al doctor Dalmacio Vélez Sársfield,<br />

para que entregara al temible caudillo una Constitución que lo destituía. Pero ya<br />

probaría Vélez en la circunstancia que no era lerdo y que llegaría a viejo. En vez<br />

de viajar a La Rioja se dirigió a Mendoza. Desde Cuyo probó el sistema postal: le<br />

envió una carta a Facundo, adjuntándole la Constitución. El sobre fue devuelto sin<br />

abrir, pero el futuro autor del Código pudo conservar la cabeza sobre los hombros<br />

El Dr. Tezanos Pintos fue encargado de depositar en manos del general<br />

Ibarra, Gobernador de Santiago del Estero, la flamante Constitución. Una crónica<br />

regocijante cuenta que el enviado, hombre adicto a <strong>las</strong> normas, se presentó en la<br />

casa del Gobernador, en una de esas tardes bochornosas de Santiago, con galera<br />

de pelo, levita abotonada, pantalones de grueso paño y puños almidonados. El<br />

108 | JORGE ABELARDO RAMOS

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