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Libro 1 - Las Masas y las lanzas - Jorge Abelardo Ramos

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va acritud la moderada conducta que observaron hasta entonces, y<br />

lanzándose en <strong>las</strong> vías de una reacción prepararon la ruina de aquella<br />

presidencia y la disolución del Congreso 21 .<br />

El famoso liberal ya estaba en el camino de la dictadura. Un mes más tarde<br />

la mayoría unitaria del Congreso Constituyente, inspirada por Rivadavia, aprobaba<br />

una ley por la que se designaba a la ciudad de Buenos Aires capital de la República.<br />

Pero cometía el fatal error de anexarle el territorio comprendido entre el Puerto<br />

de <strong>las</strong> Conchas y el de Ensenada, con una línea en arco que subía hasta el Puente<br />

de Márquez. El texto de la ley añadía que, con el resto del territorio bonaerense,<br />

se organizaría otra provincia por ley de la Nación. Mientras esto no se efectuara,<br />

el territorio de la provincia y el de la capital quedaban bajo el control de <strong>las</strong><br />

autoridades nacionales designadas por sí mismas.<br />

Estos actos adolecían de una increíble torpeza política. Al destruir la existencia<br />

política de la más poderosa provincia argentina, Rivadavia disolvía la alianza<br />

mantenida hasta entonces con los ganaderos bonaerenses. Estos constituían, en<br />

realidad, su única base seria de sustentación. Por dicha medida, el General <strong>Las</strong><br />

Heras, gobernador de la provincia de Buenos Aires, era expulsado de su puesto,<br />

anulados los mandatos de los legisladores bonaerenses y de los magistrados elegidos<br />

por el pueblo de la provincia y desarticulados los posibles instrumentos del propio<br />

poder presidencial. Si la federalización de la ciudad de Buenos Aires no le atraía<br />

en modo alguno el apoyo de los caudillos provinciales que deseaban organizar el<br />

país por medios democráticos, la amputación de la provincia levantaba en su<br />

contra a los ganaderos que constituían su c<strong>las</strong>e dominante.<br />

Desde ese momento, Rivadavia se agita en el vacío. El Congreso Constituyente<br />

aprobó una Constitución unitaria, violando así la voluntad expresa de <strong>las</strong> provincias<br />

interiores, que se sentían despojadas de su voluntad y sus derechos por la despótica<br />

minoría centralista de la ciudad porteña. Se trataba de hacer la unidad «a palos»,<br />

según la fórmula de Julián Segundo de Agüero 22 .<br />

La Constitución de 1826 no hacía sino reproducir la de 1819, contra la cual<br />

se había levantado el país entero. La resistencia opuesta por Dorrego, diputado<br />

representante de la provincia de Santiago del Estero, a cuyo frente estaba el<br />

caudillo Ibarra, acompañado por Manuel Moreno, diputado por la Banda Oriental,<br />

fue inútil. La Constitución fue aprobada a tambor batiente. Para medir el espíritu<br />

democrático que animaba a sus autores, bastará señalar que la Constitución<br />

suspendía los derechos electorales del doméstico a sueldo y del jornalero,<br />

proposición que fue impugnada por Dorrego y los federales democráticos.<br />

REVOLUCION Y CONTRARREVOLUCION EN LA ARGENTINA | 107

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