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Había que empezar a rendirse a la evi<strong>de</strong>ncia <strong>de</strong> que era muy difícil que <strong>los</strong><br />
Pelayos, tal y como <strong>los</strong> habíamos conocido hasta el momento, volvieran a jugar a<br />
la ruleta. Si esto era así, ¿por qué no hacer pública nuestra <strong>historia</strong> y también<br />
nuestro sistema? A<strong>de</strong>más <strong>de</strong> otros parabienes que ya habían sido analizados<br />
durante algún tiempo en las largas jornadas <strong>de</strong> juego <strong>de</strong> <strong>La</strong>s Vegas, también<br />
pesaba en aquella <strong>de</strong>cisión la i<strong>de</strong>a <strong>de</strong> buscar posibles inversores que estuviesen<br />
interesados en abrir nuevos negocios en alguno <strong>de</strong> <strong>los</strong> nuevos proyectos que ya<br />
estábamos barruntando <strong>de</strong>s<strong>de</strong> hacía algún tiempo.<br />
Mi padre, que entre otras muchas cosas había sido periodista en distintos<br />
medios <strong>de</strong> comunicación, supo cómo mover alguna <strong>de</strong> sus antiguas relaciones. De<br />
esta manera empezamos una nueva andadura, que nos llevó a a<strong>de</strong>ntrarnos en<br />
terrenos no <strong>de</strong>sarrollados hasta el momento.<br />
Contactamos con distintos medios <strong>de</strong> comunicación y la noticia saltó. Personas<br />
tan cabales como el novelista Juan Madrid se interesaron por nuestra <strong>historia</strong> y<br />
no se contuvieron a la hora <strong>de</strong> escribir algún relato <strong>de</strong> corte periodístico,<br />
rego<strong>de</strong>ándose en el gusto que da el que alguien pudiese haber ganado a <strong>los</strong><br />
casinos. En estas, Antonio González-Vigil nos puso en contacto con un periodista<br />
que parecía especialmente seducido por nuestro caso. Luis Mazarrasa, que así se<br />
llama el aludido, tomó fiel nota <strong>de</strong> nuestros comentarios y nos prometió gran<strong>de</strong>s<br />
artícu<strong>los</strong> en <strong>los</strong> sucesivos días. El fantasmeo es algo contra lo que<br />
<strong>de</strong>sgraciadamente uno suele ponerse en guardia <strong>de</strong> inmediato, pero por fortuna el<br />
porvenir siempre es muchísimo más imprevisible <strong>de</strong> lo que uno estúpidamente cree<br />
po<strong>de</strong>r prever. <strong>La</strong> realidad es que en pocas semanas aparecimos en <strong>los</strong> periódicos,<br />
revistas y programas <strong>de</strong> televisión más populares <strong>de</strong> nuestro país.<br />
En las hemerotecas quedaron registradas revistas como Interviú o Azar, en las<br />
vi<strong>de</strong>otecas programas <strong>de</strong> televisión con presentadores como Nieves Herrero o<br />
Javier Sarda, y sobre todo, en la mente <strong>de</strong> muchos un artículo a doble página en<br />
el periódico El País, que hizo que a partir <strong>de</strong> ese día nos convirtiésemos en el<br />
símbolo anticasinos por excelencia para cualquier jugador que se precie. En<br />
cuestión <strong>de</strong> dos meses habíamos conseguido lo que nunca llegamos a tener <strong>de</strong>spués<br />
<strong>de</strong> más <strong>de</strong> veinticinco años <strong>de</strong> carrera en el mundo <strong>de</strong>l cine y <strong>de</strong> la música:<br />
popularidad.<br />
¿Que es agradable? Pues claro que sí. ¿Y es realmente útil? Nada lo es más. ¿Y<br />
al final consigue poner las cosas en su sitio? Bien, cambiemos <strong>de</strong> lema.<br />
Lo que sí conseguimos <strong>de</strong> verdad fue que, con el paso <strong>de</strong> las semanas,<br />
estrechásemos la relación con Luis, que gracias a su carácter siempre agradable,<br />
su amor por las culturas periféricas, su capacidad <strong>de</strong> continua sorpresa ante<br />
cualquier nueva anécdota que saliese a flote, su gran gusto por las personas —<br />
especialmente las <strong>de</strong> sexo contrario— y su talante siempre inquieto acabó por<br />
hacerse primero un muy buen amigo y, algo más tar<strong>de</strong>, un nuevo Pelayo, a<strong>de</strong>más <strong>de</strong><br />
un grandísimo jugador <strong>de</strong> póquer.<br />
También fue notable el éxito que conseguimos entre <strong>los</strong> distintos jugadores,<br />
que resultaban ser aprendices a sistemistas, y a más <strong>de</strong> uno le vimos aplicar<br />
nuestro sistema al pie <strong>de</strong> alguna ruleta <strong>de</strong> manera temeraria y sin paracaídas.<br />
—Yo es que ahora me he pasado al método Pelayo, que se basa en jugar a <strong>los</strong><br />
números que más salen en la ruleta. Apunto <strong>los</strong> primeros cincuenta números <strong>de</strong><br />
cada día, <strong>los</strong> analizo y me pongo a jugar fuerte a <strong>los</strong> que más están saliendo —me<br />
comentaba un jugador que nunca habla visto antes y que apuntaba números en un<br />
casino don<strong>de</strong> me encontraba simplemente <strong>de</strong> visita.<br />
—Ya veo, ya veo —le contestaba mientras esperaba que el camarero me trajese la<br />
copa que habla pedido.<br />
—Tú <strong>de</strong>berías intentar hacer lo mismo. Es un sistema acojonante —insistía aquel<br />
jugador.<br />
—Yo es que prefiero no jugar. Sólo vengo aquí para mirar un rato.<br />
—Bueno, como prefieras, pero luego no me digas que no te lo he advertido,<br />
¿vale? Oye, todavía no nos hemos presentado, yo me llamo Ramón Gutiérrez-<strong>La</strong>sa. Y<br />
tú, ¿cómo te llamas?<br />
—García-Pelayo. Iván García-Pelayo.