Create successful ePaper yourself
Turn your PDF publications into a flip-book with our unique Google optimized e-Paper software.
que les estaba propiciando el número 28. Todavía no habían contado el último<br />
premio cuando la señora pegó un grito ensor<strong>de</strong>cedor que hizo volverse a clientes<br />
y crupieres <strong>de</strong> otras mesas vecinas: había vuelto a salir el dichoso número. Para<br />
entonces, mi padre ya había perdido la ganancia <strong>de</strong> las últimas siete horas <strong>de</strong><br />
trabajo, y todavía quedaban unos seis mil dólares para nivelar nuestra cuenta<br />
general <strong>de</strong> gastos. En ese momento, amparándose en el sólido conocimiento<br />
matemático que aseguraba que el número 28 era un número que en esa ruleta sólo<br />
resultaba interesante para gente <strong>de</strong> Arkansas, Iowa, o como mucho <strong>de</strong> Minnesota,<br />
mi padre dijo profundamente para sus a<strong>de</strong>ntros:<br />
«No tienes cojones <strong>de</strong> volver a salir ni una vez más en toda la noche. No<br />
tienes cojones».<br />
No será ninguna sorpresa <strong>de</strong>cir que hubo otro estremecedor grito, pero en este<br />
caso no quedó claro si <strong>de</strong> alegría o <strong>de</strong>bido al susto <strong>de</strong> ver a mi padre caer<br />
redondo encima <strong>de</strong>l tapete <strong>de</strong> la mesa siete con algunas fichas en la mano. Por<br />
fortuna, no nos vemos obligados por nuestros editores a buscar un final épico a<br />
este libro, y aunque no creo que exista final más noble para un jugador<br />
profesional que lo aquí narrado, lo cierto es que la poética <strong>de</strong>jó paso a la<br />
pragmática en el momento en que mi padre abrió <strong>los</strong> ojos en la enfermería y se<br />
dio cuenta <strong>de</strong> que todavía le quedaban muchas apuestas por arriesgar en su vida.<br />
<strong>La</strong> <strong>de</strong>scripción <strong>de</strong> aquel<strong>los</strong> guardias <strong>de</strong> seguridad intentando asistir a mi<br />
padre, la botella <strong>de</strong> oxígeno que unos enfermeros trajeron volando, la camilla<br />
que enseguida apareció, el gentío abriendo paso algo alborotado y la ambulancia<br />
que esperaba en la puerta <strong>de</strong>l casino es algo que ninguno <strong>de</strong> nosotros vio, ni<br />
siquiera mi padre. Según él siempre nos cuenta, durante escasos segundos pensó<br />
que era un infarto y que su hora había llegado, pero <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> per<strong>de</strong>r la<br />
conciencia durante más <strong>de</strong> cuarenta y cinco minutos <strong>de</strong> pronto comprendió que no<br />
iba por ahí la cosa. Por fin el doctor <strong>de</strong> guardia le explicó que lo suyo había<br />
sido un ataque fulminante <strong>de</strong> estrés. El cansancio, y sobre todo la tensión<br />
acumulada <strong>de</strong>l último mes, le había pasado factura y a partir <strong>de</strong> entonces tendría<br />
que cuidarse.<br />
—No salió una vez, que salieron cuatro —rezongaba a veces.<br />
Por primera vez aparecía una seria secuela <strong>de</strong>rivada <strong>de</strong>l juego. Ésta duraría<br />
dos años hasta ser totalmente erradicada, sin que por ello mi padre abandonase<br />
en ningún momento su profesión.<br />
Dos días <strong>de</strong>spués, con la alegría <strong>de</strong> saber que gracias a <strong>los</strong> resultados<br />
generales <strong>de</strong>l grupo podíamos volver a España recuperando gastos e incluso<br />
ganando algo, mi padre pudo montarse, junto al resto <strong>de</strong>l equipo, en el avión que<br />
nos llevaría <strong>de</strong> nuevo a Madrid.<br />
<strong>La</strong> conclusión final <strong>de</strong> nuestra aventura americana fue que la única manera <strong>de</strong><br />
hacer rentable la operación Pelayo en <strong>La</strong>s Vegas era quedarse a vivir <strong>de</strong> manera<br />
estable allí, y <strong>de</strong>s<strong>de</strong> luego eso no era fácil <strong>de</strong> digerir para nadie. En<br />
<strong>de</strong>finitiva, nos volvíamos a España con el firme propósito <strong>de</strong> buscar nuevas vías<br />
<strong>de</strong> penetración en la industria <strong>de</strong>l juego, seguir <strong>de</strong>sarrollando nuestra actividad<br />
buscando el parapeto <strong>de</strong> otros jugadores y, al mismo tiempo, darnos a conocer <strong>de</strong><br />
una manera pública.<br />
Unas semanas <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> nuestro regreso vimos cómo Ángel y Alicia entendían<br />
que también les había llegado la hora <strong>de</strong> <strong>de</strong>jar la actividad <strong>de</strong>l juego, el<br />
primero para acabar trabajando en temas <strong>de</strong> editoriales relacionados con la<br />
medicina, y la segunda en un negocio propio basado en asuntos <strong>de</strong> trapos y modas.<br />
Dicha salida certificó <strong>de</strong> manera <strong>de</strong>finitiva el final <strong>de</strong> la flotilla y el<br />
principio <strong>de</strong> nuevos e inexplorados caminos para la explotación <strong>de</strong> nuestro<br />
negocio.<br />
19<br />
LOS SUBMARINOS