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madrugada. Más <strong>de</strong> una vez cogimos in fraganti a mi padre <strong>de</strong>spués <strong>de</strong>l trabajo<br />
comprando discos a las seis <strong>de</strong> la mañana, a Alicia adquiriendo algo <strong>de</strong><br />
perfumería fuera <strong>de</strong> cualquier hora convencional, o a Ángel saboreando un sabroso<br />
y poco elegante phily cheese steak, haciendo las veces <strong>de</strong> <strong>los</strong> castizos churros.<br />
El caso es que rendíamos bastante más <strong>de</strong> lo normal y eso fue teniendo<br />
consecuencias tanto en el dinero, como en nuestra salud.<br />
Pocos días antes <strong>de</strong> tener programada nuestra vuelta a España empezó a aparecer<br />
la inquietud por llegar a conseguir la cifra que nos hacía cubrir todos <strong>los</strong><br />
gastos, o incluso la <strong>de</strong> ganar algún dinerillo. Por lo menos, habíamos puesto en<br />
evi<strong>de</strong>ncia que en <strong>La</strong>s Vegas podía haber negocio, pero también teníamos claro que<br />
éste no llegaría a ser <strong>de</strong> gran<strong>de</strong>s cifras. Si queríamos seguir jugando sin<br />
levantar sospechas y evitar que nos ofrecieran una tarjeta <strong>de</strong> cliente preferente<br />
con la que se es fácilmente controlable, era necesario apostar siempre por una<br />
cantidad módica que no impresionase a nadie. <strong>La</strong> época <strong>de</strong> las gran<strong>de</strong>s sensaciones<br />
claramente había pasado, y el negocio que restaba era suficiente para po<strong>de</strong>r<br />
vivir cómodamente en <strong>La</strong>s Vegas y, si acaso, para llegar a pagar <strong>los</strong> gastos <strong>de</strong><br />
viaje <strong>de</strong> un grupo como el nuestro.<br />
Aceptando ese listón apretamos para conseguir ese objetivo. Mi padre fue el<br />
que más a pecho se lo tomó y, haciendo gala <strong>de</strong> una energía y constancia<br />
impropias <strong>de</strong> su edad, empezó a <strong>de</strong>sarrollar jornadas que enlazaban con las<br />
siguientes. Continuamente cambiaba <strong>de</strong> casinos y jugaba sin parar. En <strong>los</strong> últimos<br />
días <strong>de</strong>cidió que echaría el resto en el más gran<strong>de</strong> y en el que hasta ahora nos<br />
había ofrecido mejores resultados: el Metro Goldwyn Mayer Grand. Más<br />
específicamente en la mesa siete <strong>de</strong> aquel megalocal.<br />
«¿Que tal por aquí, señor Trevilla?» «¿Parece que hoy no está teniendo<br />
<strong>de</strong>masiada suerte, señor Trevilla?» «Hoy estará contento, señor Trevilla, ¿no es<br />
así?» «Debería ir a <strong>de</strong>scansar un poco, señor Trevilla.»<br />
Llegó un momento en que ya no importaba que se nos viese <strong>de</strong>masiado. Nos<br />
<strong>de</strong>spedíamos <strong>de</strong> <strong>La</strong>s Vegas al cabo <strong>de</strong> cinco días y ya no era acuciante que no se<br />
fijasen en nosotros. Incluso optamos por <strong>de</strong>cirlo a modo <strong>de</strong> <strong>de</strong>spedida, ya que<br />
todo trabajador <strong>de</strong> casino sabe que un buen ludópata se juega todo lo que tiene<br />
en las últimas bolas, o sea que sabíamos perfectamente que estábamos a cubierto.<br />
<strong>La</strong>s rachas seguían siendo igual <strong>de</strong> irregulares, pero aquella mesa siete prometía<br />
que si se le daba suficiente tiempo y cariño, el resultado final siempre era<br />
bueno. Mi padre insistía e insistía en no parar <strong>de</strong> jugar, intentando dar siempre<br />
la impresión <strong>de</strong> que iba perdiendo mucho y que <strong>de</strong>bía recuperar antes <strong>de</strong><br />
marcharse. Y es que él aprovechaba con gran maestría el hecho <strong>de</strong> que varios<br />
fueron <strong>los</strong> momentos don<strong>de</strong> en menos <strong>de</strong> media hora se perdía lo que había costado<br />
horas acumular.<br />
Pero no todo era teatro. A veces mi padre se <strong>de</strong>sesperaba porque era bastante<br />
duro jugar con ese nivel <strong>de</strong> inestabilidad. A<strong>de</strong>más, como para cubrirnos habíamos<br />
<strong>de</strong>cidido no jugar siempre a todos <strong>los</strong> números por igual, es <strong>de</strong>cir, según se iban<br />
sucediendo las bolas cambiábamos el valor <strong>de</strong> la apuesta en función <strong>de</strong> <strong>los</strong><br />
números, o incluso jugábamos a unos o a otros siempre que cualquiera <strong>de</strong> <strong>los</strong><br />
guarismos apostados fuera bueno esperando que a la larga nos saliese la media <strong>de</strong><br />
lo que se pudiera esperar, pues a mi padre solía salirle todo al revés. Cada día<br />
que pasaba nos encontrábamos más cansados pero él, al que ya sólo veíamos a la<br />
hora <strong>de</strong> comer, era claramente el más afectado.<br />
<strong>La</strong> penúltima noche que nos quedaba en <strong>La</strong>s Vegas nos encontrábamos repartidos<br />
por distintos casinos, jugando las últimas bolas <strong>de</strong> nuestro viaje. Allí, en la<br />
mesa siete, parece que cada vez que mi padre <strong>de</strong>jaba algún número sin apostar, o<br />
le ponía menos dinero, era justo el que salía. Hasta ahí lo estaba llevando con<br />
cierto aplomo, pero a eso <strong>de</strong> las dos <strong>de</strong> la madrugada el número 28, que sabíamos<br />
eme era el peor <strong>de</strong> aquella mesa, y que a<strong>de</strong>más se permitía la chulería <strong>de</strong><br />
encontrarse situado justo entre <strong>los</strong> dos mejores <strong>de</strong> la misma, osó salir. <strong>La</strong><br />
verdad es que eso era absolutamente normal, pero a esas alturas <strong>de</strong> la noche mi<br />
padre ya estaba algo mosqueado, sobre todo cuando volvió a repetirse. Intentó<br />
pensar en otra cosa y se relajó cavilando que era fácil que no volviese a ver<br />
ese número en toda la noche. A su lado una pareja que, directamente <strong>de</strong>s<strong>de</strong><br />
Arkansas, había ido a pasar una semana en <strong>La</strong>s Vegas disfrutaba <strong>de</strong>l buen momento