07.05.2013 Views

La fabulosa historia de los pelayos

La fabulosa historia de los pelayos

La fabulosa historia de los pelayos

SHOW MORE
SHOW LESS

Create successful ePaper yourself

Turn your PDF publications into a flip-book with our unique Google optimized e-Paper software.

<strong>La</strong>s instituciones para ayuda al <strong>de</strong>sarrollo <strong>de</strong> negocios o a la mejora <strong>de</strong> las<br />

condiciones <strong>de</strong> trabajo son las más requeridas por <strong>los</strong> conciudadanos.<br />

Pero para nosotros el ejemplo que más nos reveló esta i<strong>de</strong>a <strong>de</strong> ciudad algo<br />

marciana es el hecho constantemente repetido <strong>de</strong> que cuanto más importante se va<br />

haciendo para la urbe algún edificio o área concreta, más papeletas obtiene para<br />

ser tumbada y vuelta a levantar, dado que esa importancia es la que con el ritmo<br />

diario <strong>de</strong> su uso pone más <strong>de</strong> manifiesto la necesidad <strong>de</strong> adaptarse a <strong>los</strong> tiempos.<br />

Edificios insignes como el Aladinn don<strong>de</strong> se casó el mito <strong>de</strong> <strong>los</strong> mitos, Elvis<br />

Presley, iba a ser en esos momentos <strong>de</strong>molido para volver a construir un nuevo<br />

Aladinn totalmente adaptado a <strong>los</strong> gustos actuales y no a <strong>los</strong> <strong>de</strong> <strong>los</strong> años<br />

cincuenta. Esto hablaba a las claras <strong>de</strong> por qué <strong>los</strong> edificios <strong>de</strong> aquella ciudad<br />

son <strong>de</strong> unas dimensiones y <strong>de</strong> un impacto estético a <strong>los</strong> que no podíamos estar<br />

habituados. Lo que importa <strong>de</strong> verdad en <strong>La</strong>s Vegas es siempre lo que <strong>de</strong>be<br />

existir, lo que realmente sería útil en cada momento a la ciudad y no lo que<br />

existe <strong>de</strong> facto. En <strong>de</strong>finitiva, que en aquella ciudad se daban todas las<br />

condiciones para que en la primavera <strong>de</strong> 2001 acabase celebrándose un congreso<br />

mundial <strong>de</strong> filósofos que tuvo una muy buena repercusión en <strong>los</strong> medios <strong>de</strong><br />

comunicación <strong>de</strong> distintos países.<br />

Una vez encontramos dón<strong>de</strong> dormir <strong>los</strong> primeros días, la visitamos con<br />

<strong>de</strong>tenimiento. Pasada la sorpresa inicial, que fue atenuándose día a día,<br />

empezamos a trazar la estrategia que nos llevaría a rentabilizar <strong>los</strong> tres meses<br />

<strong>de</strong> actividad que pretendíamos <strong>de</strong>sarrollar allí. Lo primero fue <strong>de</strong>cidir en qué<br />

casinos creíamos que era mejor preparar una operación que, en este caso, iba a<br />

ser realizada íntegramente por nosotros cuatro. Debíamos tomar todos <strong>los</strong> números<br />

necesarios, procesar<strong>los</strong>, tomar todas las <strong>de</strong>cisiones sobre el terreno y, por<br />

supuesto, jugar.<br />

Por primera vez pensamos <strong>de</strong>splegar un plan <strong>de</strong> control <strong>de</strong>l personal <strong>de</strong> <strong>los</strong><br />

casinos a <strong>los</strong> que íbamos a enfrentarnos, para cotejarlo con una especie <strong>de</strong><br />

cronograma o calendario laboral <strong>de</strong> nuestro horario <strong>de</strong> trabajo. Utilizando el<br />

viejo pero siempre eficaz sistema <strong>de</strong> <strong>los</strong> motes, «fichábamos» <strong>los</strong> horarios <strong>de</strong> las<br />

personas que nos parecían más peligrosas y a partir <strong>de</strong> ahí, organizábamos<br />

nuestro trabajo repartiéndonos <strong>los</strong> horarios, <strong>de</strong> manera que ninguna <strong>de</strong> esas<br />

personas pudieran vernos a cada uno <strong>de</strong> nosotros operando dos días seguidos.<br />

—Por mi parte, <strong>de</strong>l Caesar's Palace <strong>de</strong>beríamos tener fichados al «No me mires<br />

que me <strong>de</strong>speino», a la Señorita Rottenmeyer y a un tal Copeland, cuyo problema<br />

es que parece <strong>de</strong>masiado normal —comentó mi padre al volver <strong>de</strong> sus últimas<br />

indagaciones.<br />

—Pero Gonzalo, es que sólo con el apellido no es suficiente, porque a veces no<br />

es nada fácil fijarse en la plaquita don<strong>de</strong> llevan puesto el nombre —se quejó<br />

Alicia.<br />

—Hombre, yo lo máximo que puedo hacer es llamarle Steward Copeland.<br />

—Sí, sí. Con eso bastará —respondí intentando zanjar la cuestión.<br />

Para reforzar esa estrategia <strong>de</strong>cidimos que por fin había llegado el momento <strong>de</strong><br />

empezar a disfrazarnos. Había días que aparecíamos al modo yanqui, con<br />

pantalones cortos, gorra <strong>de</strong> béisbol, sin afeitar y comiendo chicle. Pero cuando<br />

tocaba repetir en ese sitio don<strong>de</strong> se nos podía haber visto como unos auténticos<br />

payasos, entonces éramos elegantes europeos <strong>de</strong> traje y corbata. En conclusión: a<br />

veces con gafas <strong>de</strong> sol, otras <strong>de</strong> intelectual y casi siempre con la gorra, con la<br />

que no era fácil distinguir si teníamos ojos o nos guiábamos por una especie <strong>de</strong><br />

sexto sentido.<br />

Si por casualidad alguien <strong>de</strong>l público o algún crupier nos preguntaba por<br />

nuestros nombres y proce<strong>de</strong>ncias, Ángel, o sea Joao, era portugués y se<br />

encontraba en aquella ciudad realizando un reportaje, dado que era periodista <strong>de</strong><br />

un canal <strong>de</strong> la televisión local <strong>de</strong> Braganza. Yo <strong>de</strong> nuevo era Marcelo Rey,<br />

argentino <strong>de</strong> padre griego y madre gallega, lo que explicaba mi total falta <strong>de</strong><br />

acento porteño. Alicia no contestaba porque <strong>de</strong>cía que no entendía absolutamente<br />

nada <strong>de</strong> inglés, y si se ponían muy pesados, chapurreaba algo <strong>de</strong> Moldavia. ¡A ver<br />

quién era el listo que se enteraba <strong>de</strong> qué iba Alicia! Mi padre no tenía tantos<br />

problemas ya que se <strong>de</strong>dicaba a estudiar la ingente producción <strong>de</strong> información y<br />

al principio no se le veía <strong>de</strong>masiado por <strong>los</strong> casinos, por lo que pudimos<br />

preservarlo para jugar más a<strong>de</strong>lante sin haber sido visto previamente y, por

Hooray! Your file is uploaded and ready to be published.

Saved successfully!

Ooh no, something went wrong!