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La fabulosa historia de los pelayos

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Si hay algo que merece la pena ser recordado <strong>de</strong> aquella aventura son las<br />

barbacoas a las que asistimos, escuchando en todo momento discos <strong>de</strong> Bambino, en<br />

la casa <strong>de</strong> Paco, un camarero nacido en Triana. Este hombre llevaba más <strong>de</strong> quince<br />

años sin volver a España, pero aunque ni su familia australiana ni tampoco mi<br />

mujer estaban <strong>de</strong>masiado interesados en hablar <strong>de</strong>l tema, la rotunda genialidad <strong>de</strong><br />

aquel Bambino cantando «<strong>La</strong> pared» o aquello <strong>de</strong> «Soy Bambino, picolino», nos<br />

tranquilizaba en la i<strong>de</strong>a <strong>de</strong> que hay algunas cosas por las que merece la pena no<br />

<strong>de</strong>jar caer en el olvido las raíces <strong>de</strong> uno.<br />

Pero a pesar <strong>de</strong> aquel<strong>los</strong> buenos momentos y <strong>de</strong> algunos otros, nuestra apuesta<br />

por <strong>los</strong> mares <strong>de</strong>l Sur, y más concretamente por la ciudad <strong>de</strong> A<strong>de</strong>laida, no fue una<br />

gran experiencia profesional, dada la extraña dificultad que tenía aquel casino<br />

para ser vencido. <strong>La</strong> verdad es que al final tuvimos que volver con el rabo entre<br />

las piernas, no con gran<strong>de</strong>s pérdidas, pero sí con la sensación <strong>de</strong> que Australia<br />

es un país fabu<strong>los</strong>o y lleno <strong>de</strong> energía y vitalidad, pero <strong>de</strong>masiado lejano y<br />

complicado como para seguir con una estrategia <strong>de</strong> acoso y <strong>de</strong>rribo. Después <strong>de</strong><br />

treinta y tantas horas <strong>de</strong> vuelo, pudimos regresar a Madrid y cerrar las cuentas<br />

<strong>de</strong> aquella incursión.<br />

Al poco <strong>de</strong> nuestra llegada, surgió la sorpren<strong>de</strong>nte noticia <strong>de</strong> que Guillermo<br />

iba a <strong>de</strong>jar la flotilla. Al parecer la i<strong>de</strong>a <strong>de</strong> asentarse con su mujer en otra<br />

ciudad para abrir un negocio le rondaba <strong>de</strong>s<strong>de</strong> hacía algún tiempo en la cabeza.<br />

El caso es que con aquella <strong>de</strong>cisión arrastró a su hermano Cristian. Marcos, que<br />

no estaba <strong>de</strong>masiado <strong>de</strong> acuerdo con la i<strong>de</strong>a <strong>de</strong> abandonar la flotilla, prefirió<br />

seguir con nosotros un tiempo, pero como a la vuelta <strong>de</strong> Australia hubo unos<br />

cuantos meses <strong>de</strong> parón don<strong>de</strong> no viajamos nada y en Madrid cada vez era más<br />

difícil hincar el diente, tomó la <strong>de</strong>cisión <strong>de</strong> ir a Seattle para estudiar inglés<br />

en casa <strong>de</strong> nuestro tío Pedro, que lleva viviendo allí <strong>de</strong>s<strong>de</strong> hace unos treinta<br />

años. Parece que <strong>de</strong> lo ocurrido en aquellas tierras podría escribirse otro<br />

libro, pero nada <strong>de</strong> ello relacionado con el juego. <strong>La</strong> verdad es que su estancia<br />

en Estados Unidos se alargó consi<strong>de</strong>rablemente y <strong>de</strong> todas formas nunca más volvió<br />

a integrarse en la disciplina <strong>de</strong> la flotilla, por lo que en poco menos <strong>de</strong> cinco<br />

meses nos encontramos con que el núcleo fundamental <strong>de</strong>l grupo se había <strong>de</strong>shecho.<br />

Es cierto que en las últimas fechas el círculo se estaba cerrando en nuestro<br />

entorno, y si hacía bastantes meses que en España teníamos ya poco margen <strong>de</strong><br />

acción, no podíamos negar que en Europa nuestras posibilida<strong>de</strong>s también estaban<br />

muy mermadas, una vez que éramos conscientes <strong>de</strong> que casinos y fabricantes <strong>de</strong><br />

ruleta nos tenían fichados. Sabíamos que siempre nos quedaban otros países más<br />

lejanos don<strong>de</strong> probar suerte, o también otro tipo <strong>de</strong> recursos que merecían<br />

ponerse a prueba. A algunos <strong>de</strong> <strong>los</strong> integrantes <strong>de</strong> la flotilla no les parecía que<br />

aquellas posibilida<strong>de</strong>s fuesen especialmente atractivas, pero también es cierto<br />

que las cosas varían y que para entonces las circunstancias personales <strong>de</strong> muchos<br />

habían cambiado. Ese motor inconsciente pero embriagador que es la juventud<br />

empezaba a agotarse y la necesidad <strong>de</strong> buscar una vida mucho más estable, a<br />

riesgo <strong>de</strong> que también fuese muchísimo más aburrida, hacía acto <strong>de</strong> presencia.<br />

En cualquier caso, <strong>los</strong> que nos quedamos enseguida intuimos que todavía nos<br />

esperaban aventuras interesantes. A<strong>de</strong>más, no existe jugador profesional que lo<br />

sea <strong>de</strong> modo <strong>de</strong>finitivo si alguna vez no ha trabajado en la meca <strong>de</strong>l juego: <strong>La</strong>s<br />

Vegas.<br />

18<br />

PELAYO'S CÓRNER<br />

El tiempo <strong>de</strong>l vuelo número 806 <strong>de</strong> American Airlines <strong>de</strong>stino Los Ángeles era<br />

exageradamente largo, como también eran bastante cómodos sus asientos y amables<br />

sus azafatas. Alicia, Ángel, mi padre y yo viajábamos en él, seguros <strong>de</strong> que<br />

todavía no habíamos visto nada en el mundo <strong>de</strong>l juego. Leíamos, estudiábamos y<br />

preguntábamos sobre cualquier cosa que tuviera que ver con <strong>La</strong>s Vegas. Y es

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