07.05.2013 Views

La fabulosa historia de los pelayos

La fabulosa historia de los pelayos

La fabulosa historia de los pelayos

SHOW MORE
SHOW LESS

You also want an ePaper? Increase the reach of your titles

YUMPU automatically turns print PDFs into web optimized ePapers that Google loves.

Es una hermosísima ciudad enclavada en un paisaje que bien pudiera parecer <strong>de</strong> la<br />

provincia <strong>de</strong> Santan<strong>de</strong>r o <strong>de</strong> algún punto <strong>de</strong> Irlanda. Todo en Australia recuerda<br />

la vida <strong>de</strong> sus prisioneros, que al principio poblaron la mayor parte <strong>de</strong> sus<br />

regiones. Cuanto más peligrosos, más lejos; por eso Tasmania está llena <strong>de</strong><br />

recuerdos históricos <strong>de</strong> durísimas cárceles en medio <strong>de</strong> idílicos y ver<strong>de</strong>s<br />

paisajes como <strong>los</strong> <strong>de</strong> Port Arthur, que visitamos en un rápido viaje que<br />

emprendimos para recorrer la parte oriental <strong>de</strong> la isla y llegar hasta<br />

<strong>La</strong>unceston, en la parte norte. Conocimos a <strong>los</strong> célebres diablil<strong>los</strong>, con su<br />

incesante vitalidad y sus rígidos cuerpos, y disfrutamos <strong>de</strong> gran<strong>de</strong>s langostas<br />

típicas <strong>de</strong> sus mares. Pablo echó sus primeros dientes en la mitad <strong>de</strong>l recorrido.<br />

Tasmania, Tasmania.<br />

Cuando volvimos a A<strong>de</strong>laida, la gente <strong>de</strong>l casino empezó a tomarnos por<br />

habituales y llegaron a ofrecernos la tarjeta <strong>de</strong> vip. Nos pedían i<strong>de</strong>ntificación<br />

para rellenarla y, como ya habíamos prevenido esta eventualidad, nos convertimos<br />

en un grupo <strong>de</strong> peruanos con nuestros segundos nombres y terceros apellidos.<br />

Concretamente, yo me llamaba Fernando Trevilla y esperaba que nadie reparara en<br />

nuestro acento tan diferente <strong>de</strong>l país <strong>de</strong> Atahualpa y <strong>de</strong> Pizarra. Enrique<br />

pretendía llamarse Eduardo Poe, pero terminó conformándose con Augusto Vallejo.<br />

Insistían en que jugásemos en salas reservadas, don<strong>de</strong> la comida y la bebida eran<br />

cortesía <strong>de</strong> la casa pero cuyas ruletas no habíamos estudiado, y nosotros<br />

rechazábamos la invitación argumentando que preferíamos jugar con la gente<br />

normal y en el ambiente popular que se formaba sobre todo en <strong>los</strong> fines <strong>de</strong><br />

semana. Pocos peruanos tan <strong>de</strong>mocráticos habrán pasado por A<strong>de</strong>laida.<br />

<strong>La</strong> cosa se nos siguió dando bien en <strong>los</strong> primeros días <strong>de</strong>l regreso, pero <strong>de</strong><br />

repente, y sin ningún motivo que pudiéramos <strong>de</strong>tectar, empezamos a per<strong>de</strong>r<br />

diariamente. Quizá fue sólo mala suerte, pero temíamos que habiendo comprendido<br />

nuestra forma <strong>de</strong> juego hubieran conseguido poner a punto un potente antídoto<br />

que, a<strong>de</strong>más, fuera in<strong>de</strong>tectable. Nunca nos había pasado, pero por más que<br />

analizábamos las ruletas no veíamos cambios físicos en las mismas y si no habían<br />

sido cambiadas, no comprendíamos cómo podía <strong>de</strong>svanecerse una ten<strong>de</strong>ncia<br />

sólidamente mostrada en miles <strong>de</strong> bolas anteriores.<br />

Al salir <strong>de</strong> Madrid habíamos establecido una banca <strong>de</strong> juego <strong>de</strong> cuatro millones<br />

<strong>de</strong> pesetas, in<strong>de</strong>pendiente <strong>de</strong> <strong>los</strong> gastos <strong>de</strong> viaje. Decidimos que si llegábamos a<br />

per<strong>de</strong>r esa cantidad abandonábamos y no seguiríamos intentándolo.<br />

Por si acaso nos veíamos en esa situación y teníamos que volver a casa<br />

enseguida, propuse hacer una rápida excursión a la famosa Ayers Rock, que <strong>los</strong><br />

aborígenes llaman Uluru, para visitar el monumento natural más conocido <strong>de</strong>l<br />

continente. <strong>La</strong> roca se encuentra en el centro <strong>de</strong>l país, en mitad <strong>de</strong> un tórrido<br />

<strong>de</strong>sierto. Era verano y las altas temperaturas quitaron las ganas <strong>de</strong> viajar a<br />

Carmen y a Enrique. Guillermo sí se animó y <strong>de</strong>cidimos plantarnos en Alice Spring<br />

por vía aérea, buscar un coche <strong>de</strong> alquiler, llegar hasta el Uluru, que se<br />

encuentra relativamente cerca, y <strong>de</strong>s<strong>de</strong> allí regresar a A<strong>de</strong>laida, haciendo la<br />

travesía <strong>de</strong> medio <strong>de</strong>sierto australiano. Dicho y hecho. Alice Spring es un<br />

pequeño pueblo que hace las veces <strong>de</strong> capital <strong>de</strong> la región. Allí acababa el<br />

periplo que Priscilla hacía con sus amigas en la famosa película australiana. No<br />

era hora <strong>de</strong> ir a conocer el casino y como hacía mucho calor nos aliviamos con el<br />

aire acondicionado <strong>de</strong> unos gran<strong>de</strong>s almacenes. Allí me sorprendió encontrar<br />

muchísimos discos <strong>de</strong> Frank Zappa. Compré Joe's garage y The yellow shark, su<br />

última grabación, impresionado por un paisaje capaz <strong>de</strong> homenajear su música y su<br />

personalidad dura, adusta y esencial como el <strong>de</strong>sierto. ¡Llegar tan lejos con tu<br />

obra! ¡A sitios tan remotos, Frank!<br />

No era fácil que te alquilaran un coche para ser <strong>de</strong>vuelto en A<strong>de</strong>laida, a más<br />

<strong>de</strong> mil trescientos kilómetros <strong>de</strong> Alice Springs, pero casi todo se arregla<br />

pagando más dinero. De cabeza a la Ayers Rock, que estaba a unos trescientos<br />

setenta kilómetros, para llegar poco antes <strong>de</strong>l atar<strong>de</strong>cer. Cuando se pone o se<br />

levanta el sol son <strong>los</strong> momentos mágicos que <strong>los</strong> buenos turistas aprecian para la<br />

contemplación <strong>de</strong> la roca. Aparcamos a cierta distancia en una zona reservada<br />

para coches, y junto a muchos otros que ya se encontraban alineados en el mismo<br />

camino disfrutamos <strong>de</strong> la rara irisación que la piedra ofrece con <strong>los</strong> rayos<br />

cambiantes <strong>de</strong> un sol en movimiento. En el CD <strong>de</strong>l coche sonaba bastante fuerte la

Hooray! Your file is uploaded and ready to be published.

Saved successfully!

Ooh no, something went wrong!