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La fabulosa historia de los pelayos

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<strong>La</strong> i<strong>de</strong>a <strong>de</strong> ir a jugar a Australia siempre nos tentó <strong>de</strong> manera especial. Era como<br />

el no va más <strong>de</strong> la aventura y <strong>de</strong> llevar nuestro sistema a <strong>los</strong> confines <strong>de</strong>l<br />

mundo. Varias veces lo intentamos, pero la logística que <strong>de</strong>bíamos <strong>de</strong>splegar era<br />

siempre <strong>de</strong>masiado compleja y lo <strong>de</strong>jábamos para más a<strong>de</strong>lante. Alguien <strong>de</strong>bía ir a<br />

tomar números para <strong>de</strong>spués <strong>de</strong>sembarcar toda la flotilla. Esto, que tan bien<br />

había funcionado en Ámsterdam, Viena o Copenhague, no era fácil a tantos<br />

kilómetros <strong>de</strong> distancia. ¿Quién iba? ¿Adón<strong>de</strong>? Entonces no había casino en<br />

Melbourne ni en Sydney (se abrió para la Olimpiada <strong>de</strong> 2000) y <strong>los</strong> <strong>de</strong>más sitios<br />

eran lugares más pequeños como Canberra, A<strong>de</strong>laida o Perth, ya muy lejos en el<br />

oeste. Era atractivo el <strong>de</strong> Alice Springs, en medio <strong>de</strong>l <strong>de</strong>sierto australiano,<br />

pero también lo suponíamos insuficiente, pues nosotros necesitábamos el gentío y<br />

la bulla para <strong>de</strong>senvolvernos sin llamar <strong>de</strong>masiado la atención.<br />

Sabíamos que <strong>los</strong> casinos <strong>de</strong> Australia copiaban lo mejor <strong>de</strong> <strong>los</strong> americanos, ya<br />

que no pedían i<strong>de</strong>ntificación, lo que nos libraba <strong>de</strong> problemas como <strong>los</strong> <strong>de</strong><br />

Copenhague, y lo mejor <strong>de</strong> <strong>los</strong> ingleses ya que, como nos contó Patrick Santa-<br />

Cruz, allí también estaba prohibida la propina. Esto eliminaba tensiones y<br />

creaba muchísimo mejor ambiente con <strong>los</strong> crupieres.<br />

Cerca <strong>de</strong> la Navidad <strong>de</strong>l noventa y tres <strong>de</strong>cidimos mezclar el trabajo con el<br />

turismo. Yo me fui a tomar números y a hacer una exploración acompañado por<br />

Carmen y nuestro hijo Pablo, nacido recientemente. Nos a<strong>de</strong>lantamos a Guillermo y<br />

Enrique Portal, que luego sería mi socio en la casa <strong>de</strong> póquer <strong>de</strong> la calle<br />

Montera, quedando en que el<strong>los</strong> irían una vez pasados <strong>los</strong> rigores <strong>de</strong>l Año Nuevo.<br />

Planeamos comenzar por un gran casino situado al sur <strong>de</strong> Brisbane, en una zona<br />

turística llamada Gold Coast. Allí era verano y esperábamos gran ambiente en la<br />

dorada costa.<br />

Mi hijo Pablo quizá batió un récord en ese viaje <strong>de</strong>l que difícilmente podrán<br />

presumir <strong>los</strong> chiquil<strong>los</strong> <strong>de</strong> Bruce Springsteen o <strong>los</strong> <strong>de</strong> cualquier otro profesional<br />

<strong>de</strong> la caminata. El asunto fue que, al llegar a Australia, Pablo contaba con<br />

cinco meses y ya había visitado <strong>los</strong> cinco continentes. Veamos, había nacido en<br />

Brasil durante una larga estancia que Carmen y yo pasamos en Río. A <strong>los</strong> dos<br />

meses volvimos a Madrid. Des<strong>de</strong> allí lo llevamos a Marraquech en una excursión <strong>de</strong><br />

cuatro días que yo había planeado <strong>de</strong>s<strong>de</strong> hacía tiempo. Camino <strong>de</strong> Australia, para<br />

no hacer la ruta tan agotadora para un bebé y su madre, paramos dos días en<br />

Bangkok, por lo que cuando aterrizamos en el aeropuerto <strong>de</strong> Sydney posiblemente<br />

Pablo estaba en <strong>los</strong> libros <strong>de</strong> <strong>los</strong> récords, manteniendo un ritmo <strong>de</strong> continente<br />

por mes <strong>de</strong> vida. Allí pasó su primer verano navi<strong>de</strong>ño, en unas playas tan<br />

extensas que, a pesar <strong>de</strong> la multitud que las visitaba, parecían salvajes y<br />

solitarias.<br />

Yo pasaba largas horas en el casino, sin jugar, tomando números por primera<br />

vez en mi carrera. Entonces comprobé lo duro que era el trabajo que antes había<br />

encomendado a otros miembros <strong>de</strong> la flotilla. No había pantallas marcadores, por<br />

lo que cada bola tenía que ser recogida a pie <strong>de</strong> mesa, una por una, mientras<br />

atendía diferentes ruletas a la vez. Mi presencia allí apenas se notaba, pues no<br />

he visto a nadie que le guste más hacer estadísticas que a un australiano. Había<br />

más anotadores que gente jugando. Eran sistemistas que perseguían imposibles<br />

fal<strong>los</strong> matemáticos para <strong>los</strong> que la ruleta está completamente blindada, pero que<br />

obnubilan las mentes <strong>de</strong> jugadores en el mundo entero. Yo también anotaba<br />

números, pero el fallo que buscaba era el meramente físico, a partir <strong>de</strong>l<br />

criterio <strong>de</strong> no confiar en la precisión <strong>de</strong> las máquinas.<br />

Después <strong>de</strong> Navidad, y tras una toma <strong>de</strong> números consi<strong>de</strong>rable, <strong>de</strong>cidimos pasar<br />

el fin <strong>de</strong> año en Tahití. Aprovechamos que sólo estábamos a unos pocos miles <strong>de</strong><br />

kilómetros para partir hacia unas islas míticas que habían sido nuestro sueño <strong>de</strong><br />

<strong>los</strong> mares <strong>de</strong>l Sur. Como salimos el mismo día 31, tuvimos tres cambios <strong>de</strong> año a<br />

lo largo <strong>de</strong>l viaje. El primero fue en el aeropuerto <strong>de</strong> Auckland, en Nueva<br />

Zelanda. Habíamos llegado a las 23.30 hora local y nos retuvieron en la pista<br />

hasta pasada la media noche, posiblemente para <strong>de</strong>jar tiempo a <strong>los</strong> controladores<br />

para brindar con champán su inicio <strong>de</strong> año. Una hora más tar<strong>de</strong>, ya en vuelo, se<br />

cumplió el horario australiano y la tripulación <strong>de</strong> Quantas festejó con <strong>los</strong><br />

pasajeros el cambio <strong>de</strong> fecha. Como ocurrió que atravesamos por primera vez en<br />

nuestra vida (sobre todo Pablo) la línea <strong>de</strong>l día que está en medio <strong>de</strong>l Pacifico,

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