07.05.2013 Views

La fabulosa historia de los pelayos

La fabulosa historia de los pelayos

La fabulosa historia de los pelayos

SHOW MORE
SHOW LESS

Create successful ePaper yourself

Turn your PDF publications into a flip-book with our unique Google optimized e-Paper software.

<strong>de</strong> vida <strong>de</strong>bía tener presente el peso <strong>de</strong> <strong>los</strong> compromisos adquiridos. <strong>La</strong> verdad es<br />

que todo el mundo que se acercaba a la flotilla iba adaptándose bastante bien al<br />

ritmo <strong>de</strong> la misma y, al menos en un principio, no hubo gran<strong>de</strong>s cambios.<br />

<strong>La</strong> rutina diaria implicaba no sólo el trabajo respecto <strong>de</strong>l casino, sino<br />

también la necesidad <strong>de</strong> un paseo diario por la ciudad, que a menudo acababa en<br />

la zona <strong>de</strong>l barrio rojo llamado Red Light District. Por allí también vimos a<br />

muchos <strong>de</strong> nuestros compañeros <strong>de</strong> fatigas casineras, a algunos camareros <strong>de</strong> <strong>los</strong><br />

restaurantes que solíamos frecuentar o incluso a personal <strong>de</strong>l hotel. Lo que sí<br />

es fácil <strong>de</strong> recordar es que en dos ocasiones vimos pasear por allí a aquel ciego<br />

al que tanto le gustaba jugar acompañado <strong>de</strong> su lazarillo particular. Era<br />

evi<strong>de</strong>nte que el segundo iba <strong>de</strong>scribiendo el paisaje al primero, creándose entre<br />

el<strong>los</strong> cierto ambiente <strong>de</strong> compadreo y excitación. En la segunda ocasión <strong>de</strong>cidí<br />

que seguiría sus pasos a distancia, para así ver en qué quedaban aquellas<br />

<strong>de</strong>scripciones. Después <strong>de</strong> escuchar risas y algún silbido que otro, se pararon en<br />

un escaparate a negociar un trato. A pesar <strong>de</strong> que el espíritu <strong>de</strong> compadreo<br />

pareciera en ese momento seguir vigente, es fácil imaginar con qué criterio <strong>de</strong><br />

brutal <strong>de</strong>sigualdad realizó aquel <strong>de</strong>svergonzado lazarillo la elección final <strong>de</strong> lo<br />

que le tocaba a él y lo que era para el ciego.<br />

Justo el día que vi por segunda vez allí a esa extraña pareja, <strong>de</strong>cidí acabar<br />

mi ruta con la visita a una amiga llamada Joselyn, con la que había llegado a<br />

poner en pie una bonita relación basada en el interés y el mutuo aprecio. Aquel<br />

día, hizo el esfuerzo <strong>de</strong> regalarme tres o cuatro palabras en español, nos reimos<br />

<strong>de</strong> un chiste don<strong>de</strong> aparecían involucrados un personaje bielorruso, uno ucraniano<br />

y otro turco, y también me comentó a modo <strong>de</strong> confesión que, allá en su Estonia<br />

natal, realmente se llamaba Frie<strong>de</strong>rich. Pasados unos treinta minutos, nos<br />

<strong>de</strong>spedimos con extraordinaria cali<strong>de</strong>z, prometiéndonos que nos veríamos <strong>de</strong> nuevo<br />

en cuanto se terciase. Reinicié mi paseo enfilando hacia la calle don<strong>de</strong> se<br />

encuentra la Iglesia Vieja, y fue entonces cuando a no mucha distancia pu<strong>de</strong> ver<br />

a Zinovisge. Él también me vio y <strong>de</strong> inmediato se le iluminó la cara saludándome<br />

<strong>de</strong>s<strong>de</strong> la distancia. En <strong>los</strong> escasos segundos que tardamos en llegar el uno al<br />

otro tuve tiempo <strong>de</strong> prepararme mentalmente una conversación en inglés en don<strong>de</strong><br />

pudiera explicar con la máxima precisión que estaba encantado <strong>de</strong> verle <strong>de</strong> nuevo,<br />

que era una estupenda casualidad encontrarnos en esa zona <strong>de</strong> la ciudad y, sobre<br />

todo, que no podía prestarle ningún dinero. Todavía no había podido articular la<br />

explicación en la que basar mi excusa cuando Zinovisge ya me estaba dando la<br />

mano y <strong>los</strong> buenos días. En cualquier caso, en ese momento no tuve que llegar a<br />

aplicar mis pensamientos, ya que enseguida me comentó en un extraño spanglish <strong>de</strong><br />

corte balcánico algo que me era familiar y que emanaba conocidos giros a lo<br />

magrebí:<br />

—Venga, amigo. Yo te invito a una cerveza y así hablamos <strong>de</strong> buenos negocios.<br />

Me sorprendió su manejo <strong>de</strong>l español, a pesar <strong>de</strong> que seguíamos necesitando el<br />

inglés como idioma comodín para enten<strong>de</strong>r la mayor parte <strong>de</strong> la conversación. Sin<br />

salir <strong>de</strong> aquella zona, enseguida alcanzamos un bar bastante lleno, don<strong>de</strong> se<br />

podía apreciar gente <strong>de</strong> todas las características menos rubias con ojos azules.<br />

En cuanto pedimos unas buenas Heineken, empezamos a preguntarnos por nuestro<br />

pasado.<br />

—¿Y tú <strong>de</strong> dón<strong>de</strong> eres exactamente? —-le pregunté <strong>de</strong> forma instintiva.<br />

—Soy albanés, pero no <strong>de</strong> lo que se conoce como el país <strong>de</strong> Albania, sino <strong>de</strong> la<br />

región serbia <strong>de</strong> Kosovo.<br />

—Pues nunca habla escuchado nombrar ese sitio. ¿Y es bonito tu país?<br />

—Pues claro. Es el país más bonito <strong>de</strong>l mundo, lo que pasa es que <strong>los</strong> serbios<br />

no nos <strong>de</strong>jan relacionarnos con nuestros hermanos <strong>de</strong>l otro lado <strong>de</strong> la frontera y<br />

en mi tierra es muy incómoda la vida.<br />

En realidad ni siquiera tenía <strong>de</strong>masiado claro dón<strong>de</strong> se encontraba Serbia; lo<br />

que <strong>de</strong> verdad me preocupaba era acertar con la estrategia correcta que me<br />

permitiese salir in<strong>de</strong>mne <strong>de</strong> aquella situación con las mínimas preguntas<br />

posibles.<br />

—Vosotros jugáis muy bien a la ruleta. Se ve que sois gente inteligente y que<br />

manejáis muy bien el dinero en cada apuesta —atacó directamente Zinovisge.<br />

—Bueno, se hace lo que se pue<strong>de</strong> para no per<strong>de</strong>r <strong>de</strong>masiado —contesté intentando<br />

echar balones fuera—. <strong>La</strong> verdad es que ahora estamos pasando una mala racha.

Hooray! Your file is uploaded and ready to be published.

Saved successfully!

Ooh no, something went wrong!