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La fabulosa historia de los pelayos

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Huelga <strong>de</strong>cir que las sensaciones no fueron sólo sensuales y que el <strong>de</strong>sor<strong>de</strong>n <strong>de</strong><br />

sentimientos empezó a hacer su efecto. Según nos <strong>de</strong>scribió, comenzaron a pasar<br />

por su cabeza imágenes <strong>de</strong> su infancia más feliz, mientras que en un golpe súbito<br />

aquel<strong>los</strong> Rembrandt, Mondrian o Chagall que recientemente había valorado<br />

aparecían frente a él como un claro signo <strong>de</strong> elevación, <strong>de</strong> acceso a un or<strong>de</strong>n<br />

superior que, <strong>de</strong> manera tan prodigiosa, Ágata estaba catalizando sólo para él.<br />

Emoción, el peso <strong>de</strong> una cultura recientemente adquirida, la <strong>de</strong>finitiva sensación<br />

<strong>de</strong> absoluto control <strong>de</strong> una forma <strong>de</strong> vida que hasta hacía poco no era la suya, al<br />

mismo tiempo que raudales <strong>de</strong> placer, confluyeron en un escaso lapso en la cabeza<br />

<strong>de</strong> Balón, que cada vez se alborotaba más y más, mezclando churras con merinas en<br />

una algarabía algo estresante <strong>de</strong> imágenes bastante inconexas... Pasados unos<br />

escasos minutos, Balón consiguió relajarse y pudo apreciar que, a<strong>de</strong>más <strong>de</strong> una<br />

muy bella y <strong>de</strong>sor<strong>de</strong>nada cabellera, <strong>de</strong> la cara <strong>de</strong> ella (hume<strong>de</strong>cida por el<br />

esfuerzo) emergía un prepotente rictus que hablaba a las claras <strong>de</strong>l orgullo que<br />

normalmente se siente cuando se <strong>de</strong>muestra que hay algo más que trabajo bien<br />

hecho.<br />

En ese mismo instante Balón <strong>de</strong>cidió que Ágata sería inexorablemente la mujer<br />

<strong>de</strong> su vida.<br />

Excepto algún que otro pequeño altibajo, el dinero seguía entrando <strong>de</strong> forma<br />

regular, y cada vez aumentábamos más las apuestas. Pudo ser por esa cuestión o<br />

porque realmente era imposible que tanta gente jugara todo el tiempo <strong>de</strong> la misma<br />

forma, pero el caso es que fue Balón el que un día <strong>de</strong> mediados <strong>de</strong> marzo dio la<br />

voz <strong>de</strong> alarma, cuando <strong>de</strong>scubrió que dos ruletas habían sido cambiadas por otras<br />

dos nuevas máquinas que nunca habíamos visto con anterioridad. Por supuesto,<br />

surgió la preocupación, y aquella tar<strong>de</strong>, antes <strong>de</strong> ir como todos <strong>los</strong> días a jugar<br />

al casino, nos reunimos en pleno para discutir dicha situación e intentar<br />

reaccionar <strong>de</strong> la manera más sigi<strong>los</strong>a y menos comprometida para nosotros.<br />

—Pue<strong>de</strong> que simplemente hayan cambiado dos ruletas que estuviesen algo viejas o<br />

quizá estropeadas —comentó mi padre en un intento característico <strong>de</strong> apuntar la<br />

opción más positiva <strong>de</strong> las posibles.<br />

—Pero es muy raro que sean justo aquellas en las que más hemos jugado y que<br />

coincidan con las que más tiempo están abiertas al juego —replicó Guillermo.<br />

—De todas formas, aunque fuese más bien como sugiere Guillermo, es posible que<br />

sea un toque <strong>de</strong> atención por el hecho <strong>de</strong> que hemos empezado a jugar muy fuerte y<br />

en dos días nos hemos llevado casi más que en <strong>los</strong> dos meses que hemos estado<br />

jugando por aquí —apunté buscando otra explicación.<br />

Esa posibilidad fue la que más le gustó a mi padre, ya que abría la esperanza<br />

<strong>de</strong> que si volvíamos al nivel al que creíamos que <strong>los</strong> teníamos acostumbrados era<br />

factible quedarse allí mucho más tiempo. Es cierto que él mismo había comentado<br />

que <strong>de</strong>s<strong>de</strong> que habíamos subido la apuesta a un nivel próximo a las veinte mil<br />

pesetas por pleno sentía que la dinámica natural <strong>de</strong>l casino se había roto,<br />

puesto que <strong>los</strong> resultados, tanto positivos como negativos, excedían en mucho <strong>de</strong><br />

la marcha habitual <strong>de</strong> <strong>los</strong> trabajadores <strong>de</strong>l lugar. Por otro lado, también a<br />

nosotros nos había provocado un aumento <strong>de</strong>l estrés ambiental, que <strong>de</strong>s<strong>de</strong> luego no<br />

era <strong>de</strong>seable para nadie. También surgió otro <strong>de</strong> <strong>los</strong> temas que empezaban a ser un<br />

clásico <strong>de</strong> nuestro trabajo:<br />

—¿No podrá ser también un aviso para que nos <strong>de</strong>mos cuenta <strong>de</strong> que tenemos que<br />

<strong>de</strong>jar algo <strong>de</strong> propina? Ya habéis visto cómo se ponen cuando pillamos un pleno y<br />

no <strong>de</strong>jamos nada —recordó Cristian.<br />

En general todas esas conjeturas eran interesantes y salimos con la firme<br />

convicción <strong>de</strong> que <strong>de</strong>bíamos cambiar nuestra actitud para poner remedio a lo que<br />

pudiera llegar a ser el fin <strong>de</strong> nuestra carrera en aquella ciudad. Pasaron unos<br />

pocos días <strong>de</strong>s<strong>de</strong> que se habían iniciado aquel<strong>los</strong> movimientos y la situación<br />

pareció que se había tranquilizado, con lo que el ritmo <strong>de</strong> trabajo, y en general<br />

nuestra vida en la ciudad, volvió a asentarse. Como se vela venir, Balón<br />

empezaba a articular su vida en torno a Ágata, hasta el punto <strong>de</strong> que <strong>de</strong> alguna<br />

forma ella se introdujo en el estilo e incluso en el trabajo <strong>de</strong> la flotilla.<br />

También hubo alguna visita <strong>de</strong> la novia <strong>de</strong> Guillermo, por lo que a veces la forma

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