07.05.2013 Views

La fabulosa historia de los pelayos

La fabulosa historia de los pelayos

La fabulosa historia de los pelayos

SHOW MORE
SHOW LESS

Create successful ePaper yourself

Turn your PDF publications into a flip-book with our unique Google optimized e-Paper software.

Al pasar por la habitación <strong>de</strong> Balón me encontré que, aunque <strong>de</strong> forma amigable,<br />

Marcos mantenía una discusión sobre alguna aventura que Balón parecía haber<br />

iniciado.<br />

—A mí eso no me parece ni medio normal —apuntaba Marcos con gesto <strong>de</strong><br />

extrañeza.<br />

—Lo dices porque en el fondo tienes algo <strong>de</strong> envidia <strong>de</strong> que ahora tenga novia.<br />

—Pero, Balón, si <strong>de</strong>be <strong>de</strong> ser sexagenaria.<br />

—Calla, niño, que no te enteras. Sabiduría, sabiduría es lo que tiene.<br />

Al parecer, en uno <strong>de</strong> esos muchos momentos muertos que se dan en <strong>los</strong> casinos,<br />

Balón había conseguido iniciar una relación que iba mucho más allá <strong>de</strong> un simple<br />

y aburrido «¿Cómo lo llevas?» con aquella cliente holan<strong>de</strong>sa llamada Ágata, qué<br />

si bien era mucho mayor que Balón, no estaba exenta <strong>de</strong> atractivo o, más bien, <strong>de</strong><br />

exultante prestancia. Si bien llevaban unos días tonteando, todavía no habían<br />

pasado a mayores y Balón se encontraba algo inquieto con lo que le <strong>de</strong>pararía la<br />

cita que aquel mismo día habían arreglado fuera <strong>de</strong>l casino.<br />

Como es lógico en alguien que no tiene <strong>de</strong>masiados complejos, al día siguiente<br />

Balón estaba ansioso por soltar todo lo que sentía y no tardó en encontrar el<br />

momento para <strong>de</strong>sfogarse. Parece que la cosa había ido muy bien <strong>de</strong>s<strong>de</strong> el<br />

principio, ya que habían convenido ir a cenar a un restaurante sefardí, que si<br />

bien no era <strong>de</strong>masiado romántico, resultaba entrañable para ella <strong>de</strong>bido a<br />

inconfesables recuerdos <strong>de</strong>l pasado, y sobre todo, a que tenía colgando <strong>de</strong> las<br />

pare<strong>de</strong>s algunas fotos <strong>de</strong> Daniel Barenboim, uno <strong>de</strong> <strong>los</strong> gran<strong>de</strong>s mitos <strong>de</strong> Ágata.<br />

Balón, como buen caballero, hizo amago <strong>de</strong> or<strong>de</strong>nar un buen vino, pero como él no<br />

entendía <strong>de</strong>masiado <strong>de</strong> nobles caldos judíos y en general <strong>los</strong> holan<strong>de</strong>ses no saben<br />

nada <strong>de</strong> cualquiera que sea la nacionalidad, acabaron tomándose unas cervezas <strong>de</strong><br />

aquellas que a la segunda te encuentras a punto para que te saquen <strong>de</strong>l partido.<br />

Risas, guiños, sugerencias supuestamente inteligentes con doble sentido,<br />

incomprensibles expresiones <strong>de</strong> carácter políglota y algún que otro susurro<br />

atisbando melodías <strong>de</strong> arias compuestas por Rossini o Leoncavallo, se fueron<br />

sucediendo a lo largo <strong>de</strong> aquella cena compuesta, entre otros platos, por jugosos<br />

fallafels y doner kebabs <strong>de</strong> cor<strong>de</strong>ro. Parece que entre esos comunicados con una<br />

alta carga <strong>de</strong> sensualidad hubo espacio para hablar <strong>de</strong> diferentes sistemas <strong>de</strong><br />

juego. Ágata predicaba una extraña teoría que sostenía que <strong>los</strong> números elegidos<br />

<strong>de</strong>bían ser buscados en el <strong>de</strong>venir <strong>de</strong> la partida a partir <strong>de</strong> las pistas que <strong>los</strong><br />

propios números indicasen. Así, cuando por ejemplo se veía repetir dos veces un<br />

número como el 36, podías empezar a intuir que esa noche iba a ser para el 3 y<br />

para el 6, pero no sólo en su condición <strong>de</strong> números en solitario, sino asociados<br />

al hecho <strong>de</strong> que <strong>los</strong> dos pertenecían a la tercera columna, con lo que quizá la<br />

clave ganadora se encontraba en apostar <strong>de</strong>saforadamente a dicha columna, más que<br />

a <strong>los</strong> dos números en sí. Balón, a pesar <strong>de</strong> las cervezas que corrieron aquella<br />

noche, ni soltó prenda sobre nuestra actividad en tierras holan<strong>de</strong>sas, se limitó<br />

a <strong>de</strong>cir que éramos una familia adinerada que nos <strong>de</strong>splazábamos <strong>de</strong> lugar en lugar<br />

con el fin <strong>de</strong> disfrutar <strong>de</strong> unas excitantes y originales vacaciones; ni por asomo<br />

opinó cuestión alguna sobre el estilo <strong>de</strong> juego <strong>de</strong> la invitada.<br />

Después <strong>de</strong> aguantar que unos músicos que tocaban en el local interpretasen el<br />

«Que viva España» en honor <strong>de</strong> Balón, y <strong>de</strong> pagar la no <strong>de</strong>masiado elevada cuenta<br />

en relación con lo rica que había sido la comida, <strong>los</strong> dos salieron en busca <strong>de</strong>l<br />

coche <strong>de</strong> Ágata para dar una pequeña vuelta y así saborear el encanto <strong>de</strong> la<br />

ciudad en su versión nocturna. Al cabo <strong>de</strong> unos quince minutos, se pararon en una<br />

zona relativamente oscura muy próxima a un precioso puente sobre uno <strong>de</strong> <strong>los</strong><br />

canales más pequeños <strong>de</strong> la ciudad, justo enfrente <strong>de</strong> la gran plaza don<strong>de</strong> se<br />

encuentran todos <strong>los</strong> museos <strong>de</strong> Amsterdam que, lógicamente, a esas horas estaban<br />

cerrados. Tal y como Balón siempre nos narró a <strong>los</strong> que estábamos más próximos a<br />

su manera <strong>de</strong> interpretar aquel tipo <strong>de</strong> situaciones, parece que intentaron hilar<br />

alguna que otra conversación animada, pero enseguida se dieron cuenta <strong>de</strong> que ya<br />

estaban diciendo tonterías y <strong>de</strong>cidieron que por fin era el momento <strong>de</strong> poner en<br />

práctica aquella pasión latina que tanto anhelaba Ágata en sus recuerdos<br />

fetichistas <strong>de</strong> esa Italia ahora tan lejana para ella. De a poco, la cabeza <strong>de</strong><br />

ella fue <strong>de</strong>sapareciendo <strong>de</strong> la vertical <strong>de</strong> la cabina <strong>de</strong>l conductor y Balón empezó<br />

a sentir que aquello era algo especial, que si bien conocía perfectamente, nunca<br />

se le había ofrecido en semejantes condiciones.

Hooray! Your file is uploaded and ready to be published.

Saved successfully!

Ooh no, something went wrong!