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La fabulosa historia de los pelayos

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¿QUÉ COMERÁN?<br />

Después <strong>de</strong> la <strong>de</strong>silusión que nos produjo el blackjack en nuestra primera<br />

incursión en el mítico mundo <strong>de</strong>l naipe, la flotilla miraba con <strong>de</strong>sconfianza<br />

hasta la Carta Magna.<br />

Aun así, unos años más tar<strong>de</strong>, cuando nuestra actividad en la ruleta se vio<br />

obligada a reducirse dada la presión <strong>de</strong> <strong>los</strong> casinos, no faltaron fuerzas para<br />

a<strong>de</strong>ntrarnos en nuevos negocios en torno al mundo <strong>de</strong> las cartas. Cuando todo el<br />

grupo volvía <strong>de</strong> trabajar y ganar en <strong>La</strong>s Vegas, yo venía entusiasmado con dos<br />

nuevos proyectos <strong>de</strong> juego profesional ampliamente difundidos en Nevada. Uno era<br />

la apuesta <strong>de</strong>portiva, que aquí en España se ofrecía únicamente a través <strong>de</strong> la<br />

quiniela; el otro, el clásico juego <strong>de</strong>l póquer. En ambos la disputa era con<br />

otros jugadores y no contra el casino, como en el caso <strong>de</strong> la ruleta. Aquí la<br />

casa sólo hacía <strong>de</strong> juez, repartiendo el juego y cobrando una comisión más<br />

o menos alta por ello.<br />

Póquer se había jugado siempre en nuestro país, pero en su versión<br />

«<strong>de</strong>scubierta», que es la única que permite practicarlo como juego social don<strong>de</strong><br />

pue<strong>de</strong>n apostar hasta diez jugadores. Nuestro póquer, conocido con el nombre <strong>de</strong><br />

chiribito, era una versión siniestra <strong>de</strong>l original americano, y parece que fue<br />

introducido <strong>de</strong>s<strong>de</strong> círcu<strong>los</strong> recreativos militares en la época <strong>de</strong> la dictadura. No<br />

se permitía pensar y había que <strong>de</strong>cidir las apuestas <strong>de</strong> inmediato, con el fin <strong>de</strong><br />

convertirlo en una lotería. Creyendo yo que el póquer es el juego <strong>de</strong> mayor<br />

calado intelectual <strong>de</strong>spués <strong>de</strong>l ajedrez, me parecía que nuestra versión<br />

castellanomanchega reflejaba claramente nuestra rancia idiosincrasia.<br />

<strong>La</strong> modalidad <strong>de</strong> póquer que más se juega en América, con la que se disputa su<br />

mítico campeonato mundial, es la conocida como «Texas». Éste es un póquer<br />

abierto, con una amplia base combinativa en que el jugador entra o sale cuando<br />

le parece, por supuesto piensa lo que le apetece y a<strong>de</strong>más, en su versión <strong>de</strong><br />

diario en <strong>los</strong> casinos, está reglamentado con apuestas limitadas, es <strong>de</strong>cir, uno<br />

sabe siempre lo máximo que pue<strong>de</strong> per<strong>de</strong>r en cada jugada y por tanto es imposible<br />

apostar la casa o la mujer, como es fama que ocurría en tradicionales partidas<br />

españolas <strong>de</strong> tierra a<strong>de</strong>ntro.<br />

Este póquer <strong>de</strong>mocrático, <strong>de</strong> gran éxito en todo el mundo, está ampliamente<br />

documentado con abundantes y magníficos libros que <strong>de</strong>smenuzan todos <strong>los</strong><br />

vericuetos matemáticos que constituyen su esencia, así como acabados programas<br />

informáticos para analizar o simular cualquier eventualidad que pueda ocurrirse.<br />

Es como <strong>de</strong>cir que todo el trabajo que había <strong>de</strong>sarrollado con la ruleta ya estaba<br />

en este caso hecho. Sólo había que estudiarlo humil<strong>de</strong>mente y esperar que <strong>los</strong><br />

<strong>de</strong>más jugadores no fueran tan aplicados. ¡Cómo disfruté estudiándolo! Después <strong>de</strong><br />

varios años <strong>de</strong> soledad navegando en <strong>los</strong> confines <strong>de</strong> la abstracción don<strong>de</strong> se<br />

halla situado el mundo <strong>de</strong>l juego, al fin encontraba otros seres, normalmente<br />

judíos americanos inteligentísimos, que navegaban en entelequias parecidas. En<br />

la flotilla sólo a Iván, licenciado en fi<strong>los</strong>ofía, le interesaban algo estas<br />

cuestiones teóricas, pero el <strong>de</strong>spliegue vital que suponía nuestra experiencia<br />

primaba, afortunadamente, en su alma joven.<br />

El caso fue que, a la vuelta <strong>de</strong> América, ya en Madrid me asocié con aquel<br />

escritor y gran amigo llamado Enrique Portal. Ambos jugábamos al ajedrez con<br />

Juan, joven abogado que nos asesoró en el sentido <strong>de</strong> que, teniendo <strong>los</strong> casinos<br />

vedado este juego, montar un garito privado <strong>de</strong> póquer no era legal pero tampoco<br />

contrario a ninguna ley. Me encontré así <strong>de</strong>lante <strong>de</strong> una <strong>de</strong> las palabras que más<br />

han sintonizado con mi carácter <strong>de</strong>s<strong>de</strong> que llegué a la edad adulta: alegal (las<br />

otras pudieran ser cono, España, niño y alguna otra que contenga la letra ñ).<br />

Ser básicamente alegal todavía me entusiasma. Se trata <strong>de</strong> habitar en una zona<br />

que se sitúa en el limbo, que la razón humana no ha previsto y don<strong>de</strong> no llega la<br />

ley ni la prohibición. Morando en ella se consigue, en las socieda<strong>de</strong>s

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