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La fabulosa historia de los pelayos

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que aguardan a ser repartidas. Existen en el mercado americano varios programas<br />

<strong>de</strong> or<strong>de</strong>nador que te ayudan a cuantificar esa ventaja y a elegir la <strong>de</strong>cisión<br />

mejor ante el no muy amplio número <strong>de</strong> situaciones posibles. Es <strong>de</strong>cir, todo<br />

estaba inventado —no como en el caso <strong>de</strong> la ruleta—, y sólo había que seguir <strong>los</strong><br />

caminos abiertos por venerables maestros rompecasinos.<br />

Éstos explicaban cómo llevar complicadas cuentas <strong>de</strong> figuras, dieces y ases<br />

para saber si habían salido en la <strong>de</strong>nsidad a<strong>de</strong>cuada a las cartas repartidas o a<br />

más bajo nivel, que era cuando se producía la ventaja ya <strong>de</strong>scrita. Yo proponía a<br />

la flotilla que llevásemos la cuenta creando imágenes asociadas a números. Uno<br />

<strong>de</strong> enero. Dos Hermanas. Tres mosqueteros. Cuatro jinetes. Quinta <strong>de</strong>l Sordo.<br />

Sexta flota. Siete samurais. Mambo número Ocho. Nueve sinfonías y, por supuesto,<br />

<strong>los</strong> Diez Mandamientos <strong>de</strong> Charlton Heston.<br />

Cuando empezamos a tener problemas por la falta <strong>de</strong> amabilidad <strong>de</strong> nuestros<br />

rivales en el juego <strong>de</strong> la ruleta, <strong>de</strong>cidimos abrirnos al veintiuno, que por otra<br />

parte había sido un número mítico en nuestras primeras relaciones con el mundo<br />

<strong>de</strong> la ruleta y la bola.<br />

Recuerdo que lo <strong>de</strong>cidimos durante una Semana Santa en Cádiz. Yo estaba<br />

interesado en conocer el original estilo costalero <strong>de</strong> esta abierta ciudad y<br />

realizamos una especie <strong>de</strong> convención <strong>de</strong> empresa a la que asistió toda la<br />

flotilla en activo, regalados con las bendiciones <strong>de</strong> la primavera, <strong>de</strong>l incienso<br />

y <strong>de</strong> la sal.<br />

A<strong>de</strong>más <strong>de</strong> posicionarnos en distintos puntos <strong>de</strong> España con parejas <strong>de</strong> jugadores<br />

en diferentes casinos <strong>de</strong>l país, creamos un equipo móvil, al que pertenecíamos<br />

Iván y yo, que junto a un nuevo sobrino proveniente <strong>de</strong> Jerez <strong>de</strong> la Frontera<br />

llamado Santi —que me pidió trabajar algún tiempo con nosotros—, y nuestro amigo<br />

Antonio González-Vigil, no jugador pero igualmente viajante, nos <strong>de</strong>dicamos a<br />

visitar y estudiar condiciones <strong>de</strong> juego en diferentes puntos <strong>de</strong> Europa. Nuestra<br />

excursión más sonada fue la que hicimos empezando por Niza, en plena Costa Azul,<br />

don<strong>de</strong> visitamos el casino conocido, por ser feudo <strong>de</strong> la mafia (no sé si<br />

marsellesa), <strong>de</strong> nuestros encantadores vecinos. íbamos <strong>de</strong> camino a Montecarlo,<br />

pero nos <strong>de</strong>tuvimos allí una tar<strong>de</strong> temprano, con las salas semivacías, y tuvimos<br />

la suerte <strong>de</strong> <strong>de</strong>butar ganando setecientas mil pesetas en poco más <strong>de</strong> hora y<br />

media. Cuando nos dirigimos a la caja para cambiar las fichas, nos ofrecieron la<br />

posibilidad <strong>de</strong> <strong>de</strong>positarlas allí por si nos apetecía volver. Cuando les dijimos<br />

con crueldad y algo <strong>de</strong> medido menosprecio que nos dirigíamos a Montecarlo, su<br />

gran competidor, contaron rápidamente el dinero e intentaron engañarnos poniendo<br />

<strong>los</strong> francos encima <strong>de</strong> las fichas. Al <strong>de</strong>cirles, sin tocar <strong>los</strong> billetes, que esa<br />

no era la cantidad, contaron otra vez las fichas que les habíamos entregado y<br />

nos abonaron a regañadientes la cantidad exacta. Era la primera vez que<br />

intentaban estafarnos en la caja. Aquella acción nos pareció tan idiota como <strong>los</strong><br />

anuncios <strong>de</strong> coches <strong>de</strong> la televisión. Tenía que ser en Francia, y en uno <strong>de</strong> <strong>los</strong><br />

establecimientos <strong>de</strong> peor fama <strong>de</strong>l continente.<br />

Años más tar<strong>de</strong> supimos que se hablan vengado <strong>de</strong> nuestra altivez en ganarles y<br />

corregirles (Ces espagnoies, alors!). Iván entró sin ánimo <strong>de</strong> juego, simplemente<br />

por conocer el casino <strong>de</strong> Enghien, y cuando llevaba unos minutos <strong>de</strong>ambulando por<br />

las salas, se le acercó el tipo <strong>de</strong> la puerta para <strong>de</strong>cirle que se había producido<br />

un error en la entrada y tanto él como otros miembros <strong>de</strong> su familia tenían<br />

prohibido el acceso a todos <strong>los</strong> casinos <strong>de</strong> Francia, al parecer por un asunto<br />

ocurrido en el casino <strong>de</strong> Niza. Mi hijo acogió con júbilo la expulsión, aburrido<br />

como estaba, porque a<strong>de</strong>más le <strong>de</strong>volvieron el importe <strong>de</strong> la cara entrada, una vez<br />

que había visto lo poco que quería observar. <strong>La</strong> única vez que yo volví a Francia<br />

fue para visitar el Mont Saint-Michel y afortunadamente nadie me negó el paso a<br />

la ilustre abadía, aunque tal vez todavía tengamos vetada la entrada en las<br />

salas <strong>de</strong> juego <strong>de</strong> ese país, hasta que una nueva revolución queme <strong>los</strong> archivos<br />

don<strong>de</strong> se encuentre la <strong>de</strong>nuncia que, sin ningún tipo <strong>de</strong> pruebas, presentaron unos<br />

<strong>de</strong>sfasados mañosos.<br />

—Comprenez-vous le francais? —me preguntó el cajero <strong>de</strong> Niza.<br />

—Lo comprendo, lo hablo y lo <strong>de</strong>testo —le respondí cortesmente en su lengua.<br />

A Montecarlo llegamos hora y media tar<strong>de</strong>, pero todavía era temprano. En el<br />

Gran Casino había muy poca gente. Nos dimos una vuelta por sus históricas salas

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