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sitio, y que en cualquier caso redujeron las mesas <strong>de</strong> ruletas americanas <strong>de</strong> ocho<br />
a seis, empezaron a cambiar dichas ruletas <strong>de</strong> lugar esperando que nos<br />
<strong>de</strong>spistásemos. Por supuesto, eso no ocurrió y pensaron que <strong>de</strong>bían reemplazar las<br />
mesas por otras nuevas. Lo que ocurrió fue que al parecer no disponían <strong>de</strong><br />
<strong>de</strong>masiadas y encima tuvimos la suerte <strong>de</strong> cogerle enseguida el punto a las<br />
nuevas, a<strong>de</strong>más <strong>de</strong> que al seguir cambiando continuamente a veces subían a la sala<br />
<strong>de</strong> juego alguna <strong>de</strong> las que antes ya habían cambiado, y claro, esas las<br />
conocíamos perfectamente. Es más, quedaba en evi<strong>de</strong>ncia que nosotros conocíamos<br />
mejor las ruletas que el<strong>los</strong> mismos.<br />
No pasó mucho tiempo hasta que comenzamos a vislumbrar aquel tipo <strong>de</strong><br />
nerviosismo en <strong>los</strong> empleados que ya antes habíamos conocido en otros casinos y<br />
con el que ya estábamos acostumbrados a bregar. Se acabaron las charlas<br />
amistosas con <strong>los</strong> crupieres, las salidas nocturnas empezaron a escasear o a ser<br />
secretas, y entendimos que la luz roja se estaba encendiendo. Dada la<br />
importancia económica y estratégica que tenía aquel negocio para nosotros,<br />
creímos que lo mejor que podíamos hacer una vez que nos sentíamos si no<br />
<strong>de</strong>scubiertos (aún dudamos <strong>de</strong> que para entonces hubiesen entendido nuestro<br />
sistema), sí estrechamente vigilados, era plantarles cara e intentar tener una<br />
reunión con alguien que <strong>de</strong> verdad tuviese capacidad <strong>de</strong> <strong>de</strong>cisión, para proponerle<br />
llegar a algún tipo <strong>de</strong> acuerdo <strong>de</strong> no agresión.<br />
Guillermo nos hizo saber su voluntad <strong>de</strong> ser él quien llevase la negociación,<br />
ya que se sentía especialmente afectado por las circunstancias y porque, <strong>de</strong><br />
todos nosotros, era el único que sabía algo <strong>de</strong> leyes y <strong>de</strong> <strong>de</strong>rechos inalienables<br />
<strong>de</strong>l ciudadano. Se <strong>de</strong>cidió que la persona indicada para sentarse a hablar con él<br />
<strong>de</strong>bía ser el director <strong>de</strong> juego <strong>de</strong>l casino, puesto que se mostraría sin duda más<br />
sensible respecto a la situación que se estaba produciendo.<br />
—Me parece bien, aunque no sé cómo plantear <strong>de</strong> inicio la charla —se preguntaba<br />
Guillermo con claros síntomas <strong>de</strong> inquietud.<br />
—Yo creo que si quieres jugar a <strong>de</strong>spistarle, mejor dile la verdad —le aclaró<br />
mi padre.<br />
Mientras todos <strong>los</strong> <strong>de</strong>más fingíamos que no mirábamos, una noche, a eso <strong>de</strong> las<br />
once y media, mi primo comunicó en recepción su intención <strong>de</strong> hablar con el señor<br />
director.<br />
Vimos cómo solícitamente fueron a avisarle al restaurante don<strong>de</strong> se encontraba<br />
cenando con dos policías <strong>de</strong> la brigada <strong>de</strong> juego, que esa noche estaban <strong>de</strong><br />
servicio. Dicha brigada era un cuerpo especial <strong>de</strong> la Policía Nacional, que<br />
teóricamente <strong>de</strong>bía permanecer en horario comercial <strong>de</strong>ntro <strong>de</strong>l casino para velar<br />
por la integridad <strong>de</strong> <strong>los</strong> procedimientos, para aten<strong>de</strong>r cualquier queja o <strong>de</strong>nuncia<br />
<strong>de</strong> <strong>los</strong> clientes o, por ejemplo, para controlar <strong>los</strong> cierres <strong>de</strong> mesa y asi evitar<br />
una posible evasión o chanchullo con las responsabilida<strong>de</strong>s fiscales. Aquella<br />
noche, como muchas otras, se encontraban disfrutando <strong>de</strong> una relajada sobremesa<br />
con el director <strong>de</strong> juego <strong>de</strong>l casino.<br />
Con amplia sonrisa y mayor sorpresa, invitó a Guillermo a sentarse en unos<br />
cómodos sillones fuera <strong>de</strong> la vista <strong>de</strong>l público y esperó a que Guillermo moviese<br />
ficha.<br />
—Supongo que se preguntará <strong>de</strong> qué queremos hablarle —acertó a <strong>de</strong>cir Guillermo<br />
<strong>de</strong>spués <strong>de</strong> pensarlo unos segundos.<br />
—Pues no. Y... ¿cómo qué queremos?<br />
—Me siento aquí en representación <strong>de</strong>l grupo <strong>de</strong> gente que somos amigos y<br />
familia, <strong>los</strong> Garcia-Pelayo, que llevamos casi un año jugando y que hasta ahora<br />
no hemos dado ni un problema.<br />
—Si no ha habido problemas, ¿cuál es el problema ahora?<br />
—Pues que <strong>de</strong>s<strong>de</strong> hace ya algún tiempo se están dando unas circunstancias muy<br />
incómodas, y creo que <strong>de</strong>bíamos contárselo.<br />
En su casino, a<strong>de</strong>más <strong>de</strong> la continua agresividad <strong>de</strong> sus empleados por el eterno<br />
problema <strong>de</strong> la propina, últimamente no paran <strong>de</strong> manipular las ruletas don<strong>de</strong><br />
todos <strong>los</strong> jugadores nos jugamos nuestro dinero.<br />
Aunque era <strong>de</strong> esperar que aquel personaje ofreciera una fingida cara <strong>de</strong><br />
sorpresa, la tranquilidad no <strong>de</strong>sapareció en ningún momento <strong>de</strong> su rostro.<br />
—Aquí no se manipula nada. Sólo se realizan labores rutinarias <strong>de</strong> control y<br />
ajuste <strong>de</strong> <strong>los</strong> cilindros —aseveró con gran parsimonia el director.