07.05.2013 Views

La fabulosa historia de los pelayos

La fabulosa historia de los pelayos

La fabulosa historia de los pelayos

SHOW MORE
SHOW LESS

Create successful ePaper yourself

Turn your PDF publications into a flip-book with our unique Google optimized e-Paper software.

<strong>de</strong>l grupo que duró más tiempo <strong>de</strong> todos <strong>los</strong> que entraron en aquel momento y,<br />

<strong>de</strong>s<strong>de</strong> luego, ya más a<strong>de</strong>lante con cargos <strong>de</strong> responsabilidad.<br />

De mi madre no seré yo el que hable <strong>de</strong>masiado ya que, como se sabe, madre no<br />

hay más que una y evi<strong>de</strong>ntemente no tengo un juicio objetivo, pero lo que no se<br />

pue<strong>de</strong> negar es que <strong>de</strong>s<strong>de</strong> que entraron Alicia y ella en el grupo, el nivel <strong>de</strong><br />

exigencia en la cantidad <strong>de</strong> horas <strong>de</strong> trabajo y el grado <strong>de</strong> eficiencia en las<br />

mismas subió consi<strong>de</strong>rablemente, no porque nosotros fuésemos especialmente<br />

indolentes, sino porque ellas eran máquinas <strong>de</strong> trabajar. Podríamos <strong>de</strong>cir que el<br />

trabajo las realizaba, y eso les venía muy bien a ellas y, por supuesto, al<br />

grupo. Alicia se convirtió en el pilar central <strong>de</strong>l estudio y el seguimiento <strong>de</strong><br />

<strong>los</strong> avatares <strong>de</strong> un lugar tan importante para nosotros como era Madrid, mientras<br />

que a mi madre, a<strong>de</strong>más <strong>de</strong> Carmen en Amsterdam, la convertimos en la especialista<br />

en prospecciones europeas; la persona que recabó la información necesaria <strong>de</strong><br />

casinos como <strong>los</strong> <strong>de</strong> París, Londres, Leicester, Viena y Copenhague, a<strong>de</strong>más <strong>de</strong>l ya<br />

citado <strong>de</strong> Amsterdam.<br />

Al principio Alicia podía pensar que se había metido a trabajar en algo<br />

parecido a una jaula <strong>de</strong> marcianos; sólo su natural simpatía y arrojo la ayudaban<br />

a no cortarse lo suficiente para <strong>de</strong>jarlo todo <strong>de</strong> inmediato. Nunca antes había<br />

pisado un casino, no sabía mucho sobre el juego <strong>de</strong> ruleta y, <strong>de</strong>s<strong>de</strong> luego, no<br />

estaba acostumbrada a relacionarse con gente <strong>de</strong> la especie <strong>de</strong> la que pululaba<br />

por el casino <strong>de</strong> Madrid... y tampoco <strong>de</strong> la nuestra. Su cometido fundamental era<br />

pasearse <strong>de</strong> mesa en mesa apuntando todos <strong>los</strong> números <strong>de</strong> las pantallas don<strong>de</strong> se<br />

mostraban <strong>los</strong> últimos veinte lanzamientos, a<strong>de</strong>más <strong>de</strong> controlar las marcas <strong>de</strong><br />

cada ruleta para asegurarnos <strong>de</strong> que siempre eran las mismas. Durante uno <strong>de</strong> sus<br />

primeros días se quedó mirando con extrañeza a un jugador que, plantado en el<br />

centro <strong>de</strong> la mesa número cinco <strong>de</strong> la ruleta americana, apostaba bola tras bola<br />

una ficha al rojo y otra igual al negro.<br />

Aunque todavía no era muy ducha en sistema <strong>de</strong> apuestas, su sentido común le<br />

<strong>de</strong>cía que aquello no era <strong>de</strong>masiado ortodoxo. Como más tar<strong>de</strong> le explicamos, con<br />

ese «sistema» siempre se cobraba una ficha y se perdía otra con el tipo <strong>de</strong> juego<br />

que estaba <strong>de</strong>splegando aquel caballero, es <strong>de</strong>cir, era un continuo empate excepto<br />

cuando salía el número cero (marcado con el color ver<strong>de</strong>) ya que entonces se<br />

perdía irremediablemente la mitad <strong>de</strong> la apuesta. Debido a su <strong>de</strong>sparpajo<br />

habitual, no hizo <strong>de</strong>masiado por evitar una amigable charla con el susodicho.<br />

—¿Qué tal? ¿Vamos bien o no? —preguntó Alicia con cierto aire castizo.<br />

—Ahí voy, ahí voy —le respondió el elemento.<br />

-No sé si me estoy metiendo en lo que no me importa, pero esa forma <strong>de</strong> jugar,<br />

siempre manteniendo la misma apuesta a <strong>los</strong> dos colores <strong>de</strong>be <strong>de</strong> ser un poco<br />

aburrida, ¿no?<br />

—Sí, por supuesto. Pero es que así lo tengo todo controlado. Vamos, que<br />

consigo apostar a todos <strong>los</strong> números <strong>de</strong> una vez.<br />

—Ya, pero creo que así no pue<strong>de</strong> ganar ni per<strong>de</strong>r nunca. Si acaso per<strong>de</strong>r en<br />

algún momento, ¿no le parece?<br />

—Es posible, pero lo único que sé a ciencia cierta es que yo cobro siempre en<br />

todas y cada una <strong>de</strong> las jugadas, y eso da un gustito que no se pue<strong>de</strong> ni<br />

imaginar.<br />

Por aquel entonces, la popularidad que obtuvimos en un principio entre <strong>los</strong><br />

clientes habituales y <strong>los</strong> trabajadores <strong>de</strong>l casino <strong>de</strong> Madrid muy a nuestro pesar<br />

se había multiplicado por unos cuantos dígitos. Trabajar como trabajábamos era<br />

algo que no ayudaba en nada a ocultarnos o a pasar inadvertidos. Si a eso le<br />

sumamos el hecho <strong>de</strong> que cada vez estábamos más integrados con una parte <strong>de</strong> <strong>los</strong><br />

crupieres (especialmente con <strong>los</strong> que habían secundado la huelga), no podíamos<br />

negar que nos conocía todo el mundo. <strong>La</strong>s fiestas con algunos <strong>de</strong> esos crupieres<br />

fueron memorables; ahí seguían Patrick y Marifé con su restaurante, también Ana<br />

y Juan Manuel, una <strong>de</strong> las parejas más amigas y marchosas (a <strong>los</strong> que más tar<strong>de</strong> se<br />

les ocurrió abrir un bar don<strong>de</strong> también cayó alguna que otra juerga). También<br />

hubo muchos más nombres que se hacían inevitables en cualquier momento que <strong>de</strong> lo<br />

que se tratase fuese <strong>de</strong> pasarlo bien. A Marcos se le ocurrió la feliz i<strong>de</strong>a <strong>de</strong><br />

liarse con una crupier que a su vez estaba casada con otro crupier en activo, lo

Hooray! Your file is uploaded and ready to be published.

Saved successfully!

Ooh no, something went wrong!