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La fabulosa historia de los pelayos

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salvajes, <strong>de</strong> todos <strong>los</strong> que haya podido conocer a lo largo <strong>de</strong> mi vida: la parte<br />

norte <strong>de</strong> la Costa Brava. A pesar <strong>de</strong> que la relación que entablamos fue, por<br />

parte <strong>de</strong> <strong>los</strong> dos, absolutamente <strong>de</strong>sinteresada, conseguimos que no estuviese<br />

exenta <strong>de</strong> un electrificante morbo y <strong>de</strong> una continua invitación a visitar lugares<br />

comunes que nunca habían sido visitados antes, al menos por mí.<br />

Unos días más tar<strong>de</strong> nos encontrábamos todo el grupo en un club <strong>de</strong> la mejor<br />

reputación entre las personas <strong>de</strong> peor reputación <strong>de</strong> la zona. Entre copa y copa<br />

<strong>de</strong>scribía, por supuesto sin pe<strong>los</strong> ni señales visibles, mi fabu<strong>los</strong>o fin <strong>de</strong> semana<br />

cuando con el rabillo <strong>de</strong>l ojo pu<strong>de</strong> advertir algo que Guillermo, que se<br />

encontraba frente a mí y mirando hacia la puerta <strong>de</strong>l local, veía <strong>de</strong> manera<br />

directa. El señor Garó entraba en el club como Rodolfo por su casa. Por<br />

supuesto, también él nos vio y probablemente porque pensase que no era el sitio<br />

más a<strong>de</strong>cuado para encontrarse con unos personajes tan incómodos para él, miró<br />

repetidas veces al público <strong>de</strong> la sala como el que anda buscando a alguien con el<br />

que se ha citado; también se interesó por la hora que le ofrecía su reloj <strong>de</strong> oro<br />

macizo y enseguida, cogiendo la puerta, salió a la calle. Pocos segundos <strong>de</strong>spués<br />

<strong>de</strong> su pronta salida escuchamos a uno <strong>de</strong> <strong>los</strong> camareros, que preguntaba extrañado<br />

al encargado:<br />

—¿Por qué se habrá ido hoy el Caraperro con tanta prisa?<br />

Los días iban pasando (bueno, eso ocurre siempre), pero con la tremenda<br />

diferencia <strong>de</strong> que en cada uno <strong>de</strong> el<strong>los</strong> teníamos unos cuatro millones <strong>de</strong> pesetas<br />

más. Tanto Guillermo como yo bajábamos a Madrid <strong>de</strong> forma intercalada para ver<br />

cómo iba el negocio por allí aunque siempre comprobábamos que el grupo que se<br />

quedaba en casa llevaba las cosas muy en or<strong>de</strong>n. A diferencia <strong>de</strong>l casino <strong>de</strong><br />

Madrid, don<strong>de</strong> todavía nada se había alterado, en Lloret la presión empezaba a<br />

ser fatigosa, ya que nos dimos cuenta <strong>de</strong> que a veces amanecíamos con las ruletas<br />

cambiadas <strong>de</strong> sitio, lo que implicaba un grado importante <strong>de</strong> mosqueo. Mayor<br />

tensión se produjo cuando <strong>de</strong>cidieron cambiar algunas ruletas por otras que jamás<br />

habíamos visto. Todavía <strong>los</strong> casinos no podían imaginar cuál era la clave <strong>de</strong><br />

nuestro sistema (y <strong>de</strong>s<strong>de</strong> luego, no sería el Caraperro quien diese con el quid <strong>de</strong><br />

la cuestión), pero a base <strong>de</strong> removerlo todo habían conseguido complicarnos<br />

bastante el trabajo, que hasta el momento habla resultado tan divertido como<br />

rutinario.<br />

Eso empezó a ocurrir justo cuando hablamos empezado a acomodarnos en la zona y<br />

le habíamos cogido el punto a la gente <strong>de</strong>l lugar, que por lo general se mostraba<br />

cordial y muy educada, con un grado <strong>de</strong> profesionalidad en todo lo que hacían que<br />

no era habitual ver en otros lugares. No es que Lloret fuese un lugar<br />

especialmente bello, pero lo cierto es que no estaba mal y su entorno era<br />

inigualable. Ese viaje fue el <strong>de</strong>tonante <strong>de</strong>l aprecio que muchos <strong>de</strong> nosotros<br />

sentimos a partir <strong>de</strong> ese momento por Catalunya y su gente.<br />

Antonio, que disfrutaba muchísimo en su papel <strong>de</strong> inusual espectador <strong>de</strong> una<br />

igualmente inusual empresa como era la nuestra, gozaba <strong>de</strong> bastante tiempo libre<br />

(«más vale prevenir que currar», era su lema preferido) y por lo general gustaba<br />

<strong>de</strong> integrarse entre <strong>los</strong> lugareños y <strong>de</strong> visitar espacios fuera <strong>de</strong>l circuito<br />

turístico, como pudiera ser una fábrica <strong>de</strong> embutidos o las oficinas <strong>de</strong><br />

recaudación <strong>de</strong>l consistorio, a<strong>de</strong>más (lógicamente) <strong>de</strong> bares y locales con<br />

diferentes ambientes. En su algo extraña manera <strong>de</strong> vivir en tiempo récord una<br />

realidad que en principio le era ajena pero que sinceramente le atraía conocer,<br />

<strong>de</strong>cidió comprarse una barretina y llevarla puesta allí don<strong>de</strong> fuese necesario.<br />

Una mañana, mientras <strong>de</strong>sayunábamos a la una menos cuarto en el hotel, inició<br />

un relato <strong>de</strong> sus últimas andanzas y nos dijo que había conseguido empalizar con<br />

numerosos personajes <strong>de</strong>l lugar y también con algún que otro extranjero. Se fue<br />

emocionado y, con la barretina en ristre, se levantó <strong>de</strong> la silla para ayudarse<br />

<strong>de</strong> gestos y movimientos corporales que dieran mayor realce a sus explicaciones.<br />

Fue entonces cuando comprobamos que muchos <strong>de</strong> <strong>los</strong> que se encontraban en las<br />

mesas colindantes miraban a Antonio con no <strong>de</strong>masiada simpatía. Él mismo se dio<br />

cuenta <strong>de</strong> que el capítulo <strong>de</strong> la barretina <strong>de</strong>bía darse por concluido, no sin<br />

antes hacer una reflexión sobre el hecho <strong>de</strong> que aunque fuera lógica la reacción<br />

<strong>de</strong> algunos lugareños en su manera <strong>de</strong> interpretar la forma <strong>de</strong> acercarse a la

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