Create successful ePaper yourself
Turn your PDF publications into a flip-book with our unique Google optimized e-Paper software.
6<br />
EL CARAPERRO Y LA BARRETINA<br />
—Entonces Valladolid es <strong>de</strong>masiado pequeño, ¿no? —le preguntaba por teléfono a<br />
mi padre.<br />
—Sí que lo es, aunque tienen dos mesas Hispania y la verdad es que no tienen<br />
mala pinta. Pero <strong>de</strong> todas formas está muy cerca <strong>de</strong> Madrid y po<strong>de</strong>mos estudiarlo<br />
en otro momento.<br />
—¿Y en Zaragoza no hablas llegado a ganar?<br />
—Ya, pero es que sólo hay una mesa que valga la pena y el casino tiene tan<br />
pocos clientes que normalmente está cerrada por falta <strong>de</strong> juego.<br />
—Entonces es en Barcelona don<strong>de</strong> po<strong>de</strong>mos pensar en trabajar, ¿verdad?<br />
—Eso hay que pensarlo. Creo que tiene mala logística, porque se encuentra en<br />
medio <strong>de</strong>l campo lo que hace muy difícil <strong>de</strong>splazarse allí sin tener coche y<br />
a<strong>de</strong>más hay más ruletas francesas que americanas. Eso no me gusta.<br />
—Entonces, ¿qué vamos a hacer?<br />
—Acabo <strong>de</strong> llegar a Lloret <strong>de</strong> Mar con tus hermanos Guzmán y Óscar, que están<br />
encantados con el sitio. He cogido un hotel muy agradable justo al lado <strong>de</strong>l<br />
casino. Vamos, que se pue<strong>de</strong> ir andando. Aquí hay muchas mesas <strong>de</strong> ruleta<br />
americana. Esperemos que funcione.<br />
El verano <strong>de</strong> 1992 se presentaba como la culminación <strong>de</strong> toda una época en la<br />
España posterior a la transición. <strong>La</strong> cultura <strong>de</strong>l pelotazo alcanzaba su apogeo,<br />
primero llegando con fuerza <strong>de</strong>s<strong>de</strong> la primavera en Sevilla con su exposición<br />
universal, y ahora en Barcelona con unos excitantes Juegos Olímpicos. Fue un<br />
curioso guiño que nuestro grupo se subiese al tren <strong>de</strong> ese clamoroso ambiente,<br />
don<strong>de</strong> la palabra éxito empezaba a ser asimilada en la hasta entonces poco<br />
ambiciosa mentalidad española. Ése fue también nuestro verano. Mientras nos<br />
íbamos asentando en la práctica <strong>de</strong> un sistema ya bastante cerrado y en unas<br />
ganancias medias muy estables en el casino <strong>de</strong> Madrid, mi padre acababa <strong>de</strong><br />
<strong>de</strong>scubrir otro filón que nos obligaría por primera vez a organizar dos grupos<br />
que operaran <strong>de</strong> forma simultánea, procurándose un buen sistema <strong>de</strong> comunicación<br />
para seguir <strong>de</strong> cerca <strong>los</strong> avatares <strong>de</strong> todo lo que ocurriese en dos lugares<br />
distanciados entre sí por unos setecientos kilómetros.<br />
El ambiente que se respiraba era <strong>de</strong> euforia y nosotros también nos empapamos<br />
<strong>de</strong> ella. A pesar <strong>de</strong> que a menudo lo intentábamos, nunca llegamos a sentirnos<br />
como nuevos ricos (décadas <strong>de</strong> sobria cultura familiar nos impedían disfrutar <strong>de</strong><br />
ese novedoso estadio). Es cierto que nunca nos interesó gastar <strong>de</strong>masiado dinero<br />
en hoteles o restaurantes caros, pero nos gustaba pensar que nos sentíamos hijos<br />
<strong>de</strong> nuestro tiempo, y eso <strong>de</strong> ganar tanto dinero en tan poco tiempo nos parecía<br />
tan excitante como intenso. En esos momentos, a menudo nos acordábamos <strong>de</strong> lo que<br />
dice el poeta: la prosperidad es la mejor <strong>de</strong>fensa <strong>de</strong> <strong>los</strong> principios que uno<br />
pueda llegar a tener.<br />
En aquellas fechas había días que ganábamos dos o tres millones <strong>de</strong> pesetas en<br />
Madrid, mientras que en Lloret acabábamos la noche con algo parecido, o a veces<br />
incluso más, ya que allí <strong>de</strong>cidimos jugar bastante más fuerte. Si a esto le<br />
sumamos aspectos individuales como el hecho <strong>de</strong> que Guillermo se licenciara en<br />
<strong>de</strong>recho por esas fechas con gran alborozo <strong>de</strong> su familia (ya que era una<br />
importante meta en su entorno más próximo), que Cristian, junto a sus distintas<br />
novias, se convirtiese en un turista <strong>de</strong> fin <strong>de</strong> semana <strong>de</strong> algunas capitales<br />
europeas, o que en aquel verano una canción que compuse en el invierno anterior<br />
llamada «Africanos en Madrid» fuese uno <strong>de</strong> <strong>los</strong> éxitos más populares <strong>de</strong> esa<br />
temporada (no era extraño salir <strong>de</strong>l casino y automáticamente escucharla en el<br />
coche o en cualquier local que frecuentásemos), es perfectamente explicable esa<br />
sensación <strong>de</strong> flui<strong>de</strong>z que experimentábamos en todo momento.<br />
Una <strong>de</strong> las claves <strong>de</strong> esa época fue el exhaustivo estudio que mi padre realizó<br />
<strong>de</strong> las mesas <strong>de</strong> Lloret. Con un estilo no <strong>de</strong>masiado distinto <strong>de</strong> un <strong>de</strong>portista <strong>de</strong><br />
élite preparándose para <strong>los</strong> inminentes Juegos, se tiró casi un mes <strong>de</strong>l hotel al