07.05.2013 Views

La fabulosa historia de los pelayos

La fabulosa historia de los pelayos

La fabulosa historia de los pelayos

SHOW MORE
SHOW LESS

Create successful ePaper yourself

Turn your PDF publications into a flip-book with our unique Google optimized e-Paper software.

—¡Bastante! <strong>La</strong> noche <strong>de</strong> ayer fue <strong>de</strong>finitiva. Les estoy diciendo a Iván y a<br />

Cristian que nos empezamos a salir <strong>de</strong> límite. Tendréis que ir preparándoos<br />

porque realmente no hace falta estudiar mucho más. ¡Lo tengo clarísimo!<br />

Al escuchar cierto ambiente <strong>de</strong> alborozo e incluso <strong>de</strong> algarabía, Balón no pudo<br />

evitar el impulso que le llevó a abandonar su estado <strong>de</strong> semiinconsciencia y,<br />

poniéndose lo que encontró, saltó <strong>de</strong> la cama para acercarse al cuarto don<strong>de</strong> nos<br />

encontrábamos reunidos:<br />

—¿Qué, estamos ya <strong>de</strong> pelotazo? —preguntó Balón <strong>de</strong> sopetón.<br />

—No pue<strong>de</strong>s imaginar lo que se nos viene encima —le contestó mi padre, más<br />

contento que unas castañuelas.<br />

—Me parece que ya no te queda mucho para po<strong>de</strong>r comprarte ese traje rompedor<br />

<strong>de</strong>l que me hablabas ayer —añadió Cristian.<br />

Hasta la fecha habíamos realizado alguna que otra incursión en el casino <strong>de</strong><br />

Madrid con la i<strong>de</strong>a <strong>de</strong> poner a prueba alguna <strong>de</strong> las i<strong>de</strong>as que en teoría íbamos<br />

diseñando, pero el resultado nos llevó a ser cautos y continuar dichas pruebas<br />

con la inestimable ayuda <strong>de</strong> la gaseosa. Ahora era distinto, la información con<br />

que contábamos, el universo estadístico que habíamos estudiado con unos<br />

programas informáticos mejorados día a día por mi padre era <strong>de</strong> unas veinte mil<br />

bolas, veinte mil sucesos in<strong>de</strong>pendientes que nos otorgaban una perspectiva<br />

suficientemente sólida para enten<strong>de</strong>r dón<strong>de</strong> se encontraba el punto débil <strong>de</strong> aquel<br />

casino; es más, creíamos que <strong>de</strong> todos <strong>los</strong> casinos <strong>de</strong>l mundo.<br />

Que las máquinas en general no son perfectas y, por lo tanto, <strong>los</strong> materiales<br />

<strong>de</strong> las ruletas tampoco, ya ha sido explicado. Pero es que en el casino <strong>de</strong> Madrid<br />

todas las mesas <strong>de</strong> ruleta tenían la misma imperfección, que se localizaba en <strong>los</strong><br />

mismos números. Sí, sí, en todas y cada una <strong>de</strong> las ocho mesas <strong>de</strong> marca Hispania<br />

(subsidiaria <strong>de</strong> la internacional ABP London) con las que contaba el casino tanto<br />

<strong>los</strong> números que más salían como <strong>los</strong> que menos eran siempre <strong>los</strong> mismos. ¡Qué<br />

raro!<br />

En un principio llegamos a creer que <strong>de</strong>bíamos <strong>de</strong> haber <strong>de</strong>scubierto un<br />

inusitado error <strong>de</strong> fábrica en una <strong>de</strong> las marcas <strong>de</strong> ruletas más extendidas por el<br />

planeta, al menos en la parte hispánica <strong>de</strong>l mismo. Pero el hecho constatado <strong>de</strong><br />

que <strong>los</strong> números que se veían beneficiados por tal «error» fueran sin lugar a<br />

dudas <strong>los</strong> que más pudieran interesar a <strong>los</strong> casinos (excepto el número 20,<br />

ninguno <strong>de</strong> <strong>los</strong> «buenos» pertenecían a la columna central ni, excepto el 33, se<br />

situaba en la tercera docena, que es don<strong>de</strong> más juego suele <strong>de</strong>sarrollarse) nos<br />

hizo albergar intrincadas sospechas que nos situaban, <strong>de</strong> una manera un tanto<br />

novelesca, en el vórtice dé un complot a escala, cuanto menos, nacional.<br />

Obviamente, no es que no salieran, pero era un escándalo vislumbrar, gracias a<br />

la abultada estadística, cuántas veces menos <strong>de</strong> lo que matemáticamente le<br />

correspondía hacían su aparición números míticos para cualquier jugador <strong>de</strong><br />

ruleta que se precie, como son el 32, el 29, el 11 o el 17. A día <strong>de</strong> hoy, dado<br />

el ritmo <strong>de</strong> <strong>los</strong> acontecimientos posteriores y la absoluta falta <strong>de</strong> pruebas<br />

respecto <strong>de</strong> cualquier aspecto incriminatorio, recordamos esta situación como una<br />

mera anécdota más, pero la sorpresa que nos produjo lo que en ese momento<br />

<strong>de</strong>scubrimos todavía no se nos ha borrado.<br />

En cualquier caso, el principio fundamental sobre el que se formuló el sistema<br />

era tan veraz como simple <strong>de</strong> enten<strong>de</strong>r: <strong>los</strong> treinta y siete casilleros que se<br />

reparten alre<strong>de</strong>dor <strong>de</strong> la circunferencia <strong>de</strong> una ruleta no son físicamente iguales<br />

y, por lo tanto, la bola tiene más facilidad para entrar en unos que en otros,<br />

<strong>de</strong>pendiendo <strong>de</strong> las características físicas <strong>de</strong> cada casilla. Nosotros habíamos<br />

sido capaces <strong>de</strong> <strong>de</strong>tectar con un grado suficiente <strong>de</strong> certeza matemática <strong>los</strong> que<br />

<strong>de</strong>s<strong>de</strong> siempre (suponemos) salían acusadamente más que otros en el casino <strong>de</strong><br />

Madrid, y lo que quedaba por hacer era ponernos manos a la obra.<br />

<strong>La</strong>s primeras semanas todavía no teníamos <strong>de</strong>masiado controlada la elaboración<br />

<strong>de</strong> nuestros planes <strong>de</strong> trabajo, y lo que hacíamos era ir la familia al completo a<br />

jugar <strong>de</strong>s<strong>de</strong> una hora razonable hasta la hora <strong>de</strong> cierre <strong>de</strong>l casino. Aunque no<br />

tardó en añadirse, Marcos no se encontraba con nosotros aquel<strong>los</strong> primeros días,<br />

pero sí estábamos el resto <strong>de</strong>l equipo que constituimos la parte esencial <strong>de</strong> «la<br />

flotilla». Mi padre, Balón, Guillermo, Cristian y yo mismo nos repartíamos las

Hooray! Your file is uploaded and ready to be published.

Saved successfully!

Ooh no, something went wrong!