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La fabulosa historia de los pelayos

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menos tiempo, y también resultó especialmente útil para Cristian, que gracias a<br />

su rápido y correctísimo aprendizaje cobró una inusual fama entre el colectivo<br />

<strong>de</strong> trabajadores <strong>de</strong>l casino —especialmente entre el género femenino—,<br />

permitiéndole, entre muchas otras cosas, que no le molestasen <strong>de</strong>masiado<br />

con el asunto <strong>de</strong> la propina.<br />

Establecimos una especie <strong>de</strong> código <strong>de</strong> conducta que <strong>de</strong>bía regular nuestra<br />

relación con el sistema que aplicábamos a la hora <strong>de</strong> jugar, así como con las<br />

relaciones que <strong>de</strong>bíamos mantener con el personal <strong>de</strong> trabajo y <strong>los</strong> clientes <strong>de</strong><br />

cualquier casino al que fuésemos a trabajar. En cuanto a lo primero, no podíamos<br />

jugar en ningún lugar en el que estuviéramos apostando o estudiando sus<br />

posibilida<strong>de</strong>s más allá <strong>de</strong> lo que concernía a nuestra jornada laboral y, por<br />

supuesto, siempre con el capital y el método <strong>de</strong>l grupo, nunca <strong>de</strong> forma privada.<br />

El segundo aspecto nos obligaba a no revelar jamás el sistema con el que<br />

jugábamos, y a dar una continua sensación <strong>de</strong> que perdíamos dinero, <strong>de</strong> que<br />

buscábamos algo pero no acabábamos <strong>de</strong> encontrarlo. A<strong>de</strong>más, comprometíamos a<br />

<strong>de</strong>sterrar toda superstición y a no tener ningún conflicto con nadie que<br />

perteneciese al local teniendo en numerosas ocasiones que comernos nuestro<br />

orgullo ante distintas tropelías y humillaciones. Había que evitar<br />

enfrentamientos, porque <strong>de</strong> el<strong>los</strong> sólo queríamos llevarnos su dinero.<br />

En cambio, no nos prohibimos tener relaciones con cualquier persona<br />

perteneciente a nuestro «ámbito laboral», lo que inevitablemente nos llevó a<br />

múltiples situaciones e <strong>historia</strong>s que fueron modificando y haciendo evolucionar<br />

la relación entre <strong>los</strong> integrantes <strong>de</strong> la flotilla.<br />

4<br />

SISTEMA FUNCIONA, ENVÍEN DINERO<br />

Como cualquiera <strong>de</strong> las mañanas <strong>de</strong> <strong>los</strong> últimos dos meses, se acercaba la hora en<br />

que escuchaba la llave <strong>de</strong> Cristian o <strong>de</strong> Guillermo abriendo la puerta <strong>de</strong> casa.<br />

Era el momento que habíamos convenido para traer <strong>los</strong> números que a alguno <strong>de</strong><br />

nosotros le había tocado apuntar <strong>de</strong> la última jornada <strong>de</strong>l casino <strong>de</strong> Madrid y<br />

para pasar revista a lo que mi padre había analizado y concluido sobre <strong>los</strong><br />

números <strong>de</strong>l día anterior y sobre el acumulado que se había conseguido en <strong>los</strong><br />

meses <strong>de</strong> trabajo estadístico que llevábamos.<br />

Pertrechado con el batín que le había sido fiel compañero <strong>de</strong> al menos <strong>los</strong><br />

últimos diez años, mi padre saludó a Cristian haciendo algún comentario gracioso<br />

que ya no recuerdo sobre sus incipientes ojeras, seguramente fruto <strong>de</strong> no tener<br />

muy claro cuál era el límite <strong>de</strong> hora en el cierre <strong>de</strong> nuestra nocturna jornada<br />

laboral. Los tres juntos nos sentamos frente al or<strong>de</strong>nador para iniciar el<br />

rutinario análisis, no sin antes sorpren<strong>de</strong>rnos una vez más por las mejoras e<br />

implementaciones que mi padre había realizado en el programa informático, que él<br />

mismo había diseñado ex profeso con el fin <strong>de</strong> cribar <strong>los</strong> resultados estadísticos<br />

en la dirección que nos hablamos fijado.<br />

Se llegó a la conclusión <strong>de</strong> que la cosa iba madurando y comentamos que en<br />

breve <strong>de</strong>beríamos consi<strong>de</strong>rar la i<strong>de</strong>a <strong>de</strong> entrar en combate. A continuación,<br />

abordamos un análisis pormenorizado <strong>de</strong> las posibilida<strong>de</strong>s <strong>de</strong> ganancia, siempre<br />

que esos datos fuesen ciertos (que por supuesto lo eran), y partiendo <strong>de</strong> una<br />

serie <strong>de</strong> condiciones que se daban en el casino y que <strong>de</strong>bíamos cuidar <strong>de</strong> que no<br />

fuesen trastocadas. Como era habitual, mi padre empezó a <strong>de</strong>sarrollar un estado<br />

creciente <strong>de</strong> excitación:<br />

—Chica, chica —llamó mi padre a Carmen, levantando la voz.<br />

—¿Qué pasa? ¿Qué pasa? ¿Lo vais teniendo más claro? —preguntó Carmen, viniendo<br />

<strong>de</strong>s<strong>de</strong> otro lado <strong>de</strong> la casa.

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