07.05.2013 Views

La fabulosa historia de los pelayos

La fabulosa historia de los pelayos

La fabulosa historia de los pelayos

SHOW MORE
SHOW LESS

Create successful ePaper yourself

Turn your PDF publications into a flip-book with our unique Google optimized e-Paper software.

el otro fueran siempre nuestros «campamentos base» a la hora <strong>de</strong> movernos por<br />

Europa.<br />

A diferencia <strong>de</strong>l <strong>de</strong> Amsterdam, Madrid siempre tuvo tanto un ambiente como una<br />

estética rancia, heredada <strong>de</strong> una concepción <strong>de</strong>l lujo que ya era un poco antigua<br />

cuando abrió sus puertas. Numerosos espejos y dorados revestían sus pare<strong>de</strong>s,<br />

mientras que una gruesa e isabelina moqueta ayudaba a machacar <strong>los</strong> tobil<strong>los</strong> y<br />

<strong>los</strong> geme<strong>los</strong> <strong>de</strong> <strong>los</strong> que pasábamos horas y horas <strong>de</strong>ambulando por allí. Para<br />

nuestra sorpresa, disponían <strong>de</strong> un montón <strong>de</strong> mesas <strong>de</strong> ruleta francesa en vez <strong>de</strong><br />

optar por el sistema americano, que <strong>de</strong> forma rotunda se había impuesto en el<br />

mundo dada su mayor velocidad en el juego y a que resulta <strong>de</strong>finitivamente más<br />

rentable para el casino, ya que precisa <strong>de</strong> menos personal para dar más o menos<br />

el mismo servicio.<br />

A medida que nos fuimos integrando en ese lugar, <strong>de</strong>sarrollamos diversas<br />

relaciones tanto con <strong>los</strong> crupieres que trabajaban <strong>de</strong>ntro, como con <strong>los</strong> numerosos<br />

clientes habituales que hacían <strong>de</strong>l lugar su segunda casa (o incluso para<br />

algunos, la primera). Es frecuente que <strong>los</strong> casinos paguen una buena parte <strong>de</strong>l<br />

sueldo a sus trabajadores mediante la increíble y abultadísima propina que <strong>los</strong><br />

clientes van <strong>de</strong>jando a lo largo <strong>de</strong> sus interminables jornadas. Esto hace que en<br />

un principio todo el mundo sea bueno para <strong>los</strong> crupieres, pero a medida que a<br />

alguien no le apetece ce<strong>de</strong>rles diariamente al menos entre el tres y el cinco por<br />

ciento <strong>de</strong>l dinero que el individuo en cuestión se encuentre apostando, empiezan<br />

a mostrarse hoscos y a veces hasta agresivos, con el fin <strong>de</strong> comerte la moral<br />

para que al final uno tenga que aflojar.<br />

Obviamente, un jugador profesional no pue<strong>de</strong> permitirse entrar en esas<br />

turbulencias económicas que ningún sistema, por muy potente que sea, pue<strong>de</strong><br />

aguantar. Por lo tanto, empezamos dando muy poca propina y enseguida pasamos a<br />

no dar ninguna, ya que veíamos que no servía para mucho. Sin <strong>de</strong>masiadas<br />

sutilezas empezaron las hostilida<strong>de</strong>s. Escuchábamos comentarios envidiosos y<br />

hasta soeces sobre <strong>los</strong> distintos integrantes <strong>de</strong>l equipo:<br />

—Son unos niños <strong>de</strong> papá que vienen aquí a hacerse <strong>los</strong> interesantes. —Unos.<br />

—No le puedo cambiar las fichas por ahora. Hay <strong>de</strong>masiada gente en la mesa. —<br />

Otros.<br />

—Mira lo que da estar tomando números. Seguro que todas esas pulseras y<br />

collares no las ha ganado trabajando. —Unas.<br />

—No, si encima querrán que nos fijemos en el<strong>los</strong>. —Otras.<br />

Nunca conseguimos que se nos tratase <strong>de</strong> una manera normal excepto en países<br />

como Inglaterra o Australia, ya que allí hace tiempo que tomaron la muy<br />

inteligente y elegante <strong>de</strong>cisión <strong>de</strong> abolir esa «voluntaria» propina.<br />

Por supuesto, también nos hicimos amigos <strong>de</strong> algunos crupieres que preferían<br />

ofrecer otro talante menos mezquino y tratar a <strong>los</strong> clientes con algo más <strong>de</strong><br />

<strong>de</strong>lica<strong>de</strong>za que como solían hacerlo el resto <strong>de</strong> sus compañeros. Acabamos<br />

conociendo mejor a aquel<strong>los</strong> personajes que vestidos <strong>de</strong> faena parecían ser algo<br />

irreales, como si fueran ajenos a lo que pasaba en el mundo exterior. Mientras<br />

no supiéramos <strong>los</strong> nombres reales <strong>de</strong> <strong>los</strong> empleados <strong>de</strong> Madrid, <strong>de</strong>bíamos mantener<br />

aquella i<strong>de</strong>a inicial <strong>de</strong> Cristian <strong>de</strong> asignar motes para po<strong>de</strong>r i<strong>de</strong>ntificar<strong>los</strong>.<br />

Esta i<strong>de</strong>a pue<strong>de</strong> parecer tan hispánica como pueril, pero acabó siendo un modus<br />

operandi que fuimos perfeccionando para así transmitirnos <strong>de</strong> persona a persona,<br />

<strong>de</strong> grupo a grupo y <strong>de</strong> rota a rota con la máxima agilidad y precisión, las<br />

<strong>de</strong>scripciones <strong>de</strong> aquel<strong>los</strong> «sin nombre» con <strong>los</strong> que nos teníamos que ver las<br />

caras en distintos lugares <strong>de</strong>l mundo, y a <strong>los</strong> que acabábamos controlando incluso<br />

más que el<strong>los</strong> a nosotros.<br />

En cuanto al personal directivo, no sería justo <strong>de</strong>cir que no realizaran su<br />

trabajo con ahínco. Todavía hoy es difícil <strong>de</strong>limitar con precisión en qué<br />

consistían sus obligaciones para con la empresa que les pagaba el sueldo, pero<br />

no había duda <strong>de</strong> que entre carreras <strong>de</strong> sala a sala <strong>de</strong>l local, llamadas <strong>de</strong> móvil,<br />

reuniones improvisadas a la vista <strong>de</strong> todos <strong>los</strong> clientes y reprimendas<br />

tan rigurosas como públicas a algún crupier o algún inspector <strong>de</strong> sala, se les<br />

pasaba la jornada.<br />

Para nosotros, el momento más «cálido» <strong>de</strong> nuestra relación con esa cúpula<br />

directiva se producía cuando se acercaban a las mesas don<strong>de</strong> estábamos jugando.<br />

Mostrando un talante confiado en sus conocimientos sobre el proce<strong>los</strong>o mundo <strong>de</strong>l

Hooray! Your file is uploaded and ready to be published.

Saved successfully!

Ooh no, something went wrong!