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Uno <strong>de</strong> <strong>los</strong> aspectos fundamentales para conseguir reunir un grupo humano que<br />
funcionase tal como se hizo lo encontramos en el hecho <strong>de</strong> que jamás hubo un<br />
problema <strong>de</strong> malversación <strong>de</strong> fondos, o dicho <strong>de</strong> una manera más castiza, nadie<br />
metió la mano en la caja. Y es que ¿se imaginan un colectivo <strong>de</strong> personas que,<br />
imposibilitados <strong>de</strong> poseer la marca característica <strong>de</strong> ser una familia, manejasen<br />
varios millones <strong>de</strong> pesetas al día en rotundo y categórico cash sin po<strong>de</strong>r ni<br />
tener que expedir recibo alguno?<br />
El dinero que ganábamos, o el que nos quedaba cuando perdíamos, se <strong>de</strong>jaba<br />
todos <strong>los</strong> días en la mesa camilla <strong>de</strong>l salón <strong>de</strong> casa <strong>de</strong> mi padre, por lo que más<br />
<strong>de</strong> una vez la señora <strong>de</strong> la limpieza se llevó un buen susto ante el paisaje que<br />
le ofrecíamos. Aunque para susto el día que el pipijervi <strong>de</strong> Balón<br />
insospechadamente <strong>de</strong>cidió efectuar en el rellano <strong>de</strong> la puerta <strong>de</strong> entrada<br />
a nuestra casa el reparto <strong>de</strong> <strong>los</strong> billetes con <strong>los</strong> que íbamos a jugar aquella<br />
noche. Entonces ocurrió lo inevitable: bajó <strong>de</strong>l ascensor una muy respetable y<br />
asentada vecina que, habiéndose equivocado <strong>de</strong> piso, se quedó atónita ante el<br />
manejo en vivo y en directo <strong>de</strong> una suma cercana a <strong>los</strong> cinco millones <strong>de</strong> pesetas<br />
por un grupo <strong>de</strong> chavales un pelín alterados ante el inusual contexto don<strong>de</strong> se<br />
estaba procediendo a dicho reparto.<br />
Lo cierto es que este tipo <strong>de</strong> actitud frente al dinero otorgaba una<br />
«tranquilidad laboral» que permitía llegar a extremos como confiar en la palabra<br />
<strong>de</strong> Cristian aquel día en que se dio cuenta <strong>de</strong> que habían entrado en su<br />
habitación <strong>de</strong>l hotel <strong>de</strong> Amsterdam y le habían robado cerca <strong>de</strong> trescientas mil<br />
pesetas al cambio, o aquella vez que Carmen encontró un millón <strong>de</strong> pesetas (con<br />
su gomita y todo) <strong>de</strong>ntro <strong>de</strong> un armario <strong>de</strong> la casa y <strong>de</strong>dujimos que alguien lo<br />
había olvidado allí <strong>de</strong>s<strong>de</strong> hacía al menos dos meses, o sobre todo cuando a Marcos<br />
le faltaron unas ciento setenta mil pesetas y todos convinimos que <strong>de</strong>bía <strong>de</strong> ser<br />
un error <strong>de</strong> cálculo <strong>de</strong> días anteriores, ya que a Marcos habitualmente le sobraba<br />
efectivo en las cuentas finales <strong>de</strong> muchos días y a<strong>de</strong>más era imposible pensar<br />
ninguna otra cosa <strong>de</strong> él:<br />
—Toma, Balón, te <strong>de</strong>vuelvo las veinticinco pelas que me <strong>de</strong>jaste para pagarle a<br />
la señora <strong>de</strong> <strong>los</strong> lavabos —dijo Marcos, acercándose a una mesa <strong>de</strong> juego atestada<br />
<strong>de</strong> gente.<br />
—Pero hombre, Marcos, si no hace falta... —le respondió Balón, mientras<br />
recogía el pago <strong>de</strong> un pleno <strong>de</strong> cerca <strong>de</strong> un millón trescientas mil pesetas.<br />
—Ya, pero es que me gusta tener las <strong>de</strong>udas puestas al día.<br />
De la necesidad se hace virtud y <strong>de</strong>l azar un «pequeño» capital. Ésa fue, como<br />
es habitual, otra <strong>de</strong> las razones <strong>de</strong> peso para el arranque. Todos estábamos<br />
tiesos y empezar a aplicar el nuevo sistema con <strong>los</strong> cuatro duros <strong>de</strong> que<br />
disponíamos a algunos nos parecía una buena manera <strong>de</strong> intentar ganar algún<br />
dinerillo. Mi padre, que entre otras muchas cosas había sido director y<br />
productor <strong>de</strong> música, cine y televisión, malvendió <strong>los</strong> <strong>de</strong>rechos <strong>de</strong> alguna <strong>de</strong> sus<br />
películas y <strong>de</strong> una preciosísima serie que había producido sobre animales<br />
corriendo por la sabana keniana, con la que unos dos años antes casi se había<br />
arruinado, pero cuya aportación (paradojas <strong>de</strong>l <strong>de</strong>stino) llegaría a ser una <strong>de</strong><br />
las piezas básicas para conseguir nuestros objetivos.<br />
Así que nada <strong>de</strong> lujos, nada <strong>de</strong>l glamour que se le supone a una actividad<br />
relacionada con el juego. Todos <strong>los</strong> días comíamos el «puchero» que Carmen<br />
preparaba <strong>de</strong> una manera tan familiar como exquisita. A partir <strong>de</strong> una sobremesa<br />
normalmente bastante larga se analizaban <strong>los</strong> resultados que se iban consiguiendo<br />
y que iban animándonos a iniciar un <strong>de</strong>sembarco en toda regla. Tardamos un poco<br />
en empezar a jugar, ya que era necesario recabar y procesar toda la información<br />
<strong>de</strong> la que pudiéramos disponer antes <strong>de</strong> «arriesgar» el limitado capital<br />
con que contábamos.<br />
Visto con la perspectiva que da el tiempo, <strong>los</strong> primeros escarceos con <strong>los</strong> que<br />
nos aproximamos a <strong>los</strong> casinos resultan algo cómicos. Siempre rememoramos el<br />
primer día que empezamos a probar lo que todavía era un incipiente sistema<br />
cogido con alfileres. Era un viernes <strong>de</strong> esos en que toda familia que se precie<br />
aprovecha para escaparse a pasar el fin <strong>de</strong> semana a su segunda vivienda <strong>de</strong> la<br />
sierra madrileña: