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La fabulosa historia de los pelayos

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A lo que sí <strong>de</strong>diqué tiempo y esfuerzos <strong>de</strong>ntro <strong>de</strong>l terreno <strong>de</strong> la apuesta<br />

<strong>de</strong>portiva fue a las quinielas, quizá el único juego enraizado en la sociedad<br />

española, al margen <strong>de</strong> las imposibles loterías. Dos temporadas estuve<br />

estudiándolas y viendo la posibilidad <strong>de</strong> luchar contra el resto <strong>de</strong> <strong>los</strong><br />

jugadores, pues es contra el<strong>los</strong> y no contra la organización contra <strong>los</strong> que se<br />

apuesta. El Estado organiza, no corre riesgos, y se lleva la insólita cantidad<br />

<strong>de</strong>l 45 por ciento <strong>de</strong> lo recaudado, es <strong>de</strong>cir, dieciséis veces más que el casino<br />

con el juego <strong>de</strong> la ruleta. ¿Jugarían <strong>los</strong> apostantes tan mal como para po<strong>de</strong>r<br />

recuperar este insólito cobro <strong>de</strong> la «casa»? Resultó que la mayor parte <strong>de</strong> las<br />

veces hay ventaja porque casi todos <strong>los</strong> jugadores apuestan a <strong>los</strong> mismos<br />

resultados, que casi nunca salen (y que cuando lo hacen, reparten una ruina<br />

entre <strong>los</strong> ganadores). Desarrollé un programa que analizaba una por una las casi<br />

cinco millones <strong>de</strong> columnas que pue<strong>de</strong>n salir para el acierto <strong>de</strong> <strong>los</strong> catorce<br />

resultados básicos. A cada combinación le asignaba un posible premio, que si<br />

compensaba su probabilidad hacía que ésta fuese consi<strong>de</strong>rada como rentable y, por<br />

tanto, seleccionada. Normalmente habla unas trescientas mil columnas jugables.<br />

Por ejemplo, si una combinación tenía una probabilidad <strong>de</strong> salir <strong>de</strong> una entre un<br />

millón, ya que costaba cincuenta pesetas jugarla tenía que arrojar un posible<br />

premio <strong>de</strong> más <strong>de</strong> cincuenta millones. Si calculábamos que no era así, no la<br />

jugábamos.<br />

<strong>La</strong> cantidad i<strong>de</strong>al <strong>de</strong> juego, lo máximo que se <strong>de</strong>bía jugar con rentabilidad,<br />

eran unos quince millones <strong>de</strong> pesetas semanales, lo que representaba sesenta al<br />

mes y unos seiscientos millones por temporada: cifras casi imposibles <strong>de</strong> lograr,<br />

por muchos inversores que se pudieran reunir. Aun así hice cálcu<strong>los</strong> que<br />

<strong>de</strong>mostraban que se podía estar incluso dos temporadas sin recuperar la totalidad<br />

<strong>de</strong> la inversión, ya que el período «seguro» <strong>de</strong> juego era tres años. Lo que en la<br />

ruleta fijábamos en una semana y en el póquer en un mes, aquí se iba hasta las<br />

tres temporadas: confianza inhumana que no se le podía pedir a nadie.<br />

Pero había un punto a favor, y era la tradición <strong>de</strong> jugar sin apenas ninguna<br />

técnica probabilística. Sólo se suele utilizar una somera técnica combinatoria,<br />

que no ayuda a rentabilizar, sino a or<strong>de</strong>nar. Puesto que la gente jugaba sin<br />

probabilidad clara <strong>de</strong> ganar, se podía intentar rentabilizar mejor ese dinero,<br />

que iba a ser jugado <strong>de</strong> todas formas con el componente esencial <strong>de</strong> la diversión.<br />

Y eso lo conseguí.<br />

Una peña ya formada en temporadas anteriores me confió a mitad <strong>de</strong>l año sus<br />

fondos fijos, que representaban unos cinco millones semanales, tuvimos suerte,<br />

acertamos cuatro veces catorce (dos <strong>de</strong> ellas con el quince), y <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> ganar<br />

más <strong>de</strong> ciento cincuenta millones netos, al final <strong>de</strong> la temporada habíamos con<br />

seguido una rentabilidad <strong>de</strong>l 525 por ciento <strong>de</strong>l dinero realmente invertido.<br />

<strong>La</strong> popularidad obtenida a través <strong>de</strong> <strong>los</strong> medios <strong>de</strong> comunicación, <strong>de</strong> boca en<br />

boca, la ayuda <strong>de</strong> Iván y una pequeña campaña <strong>de</strong> publicidad nos hizo llegar en la<br />

temporada siguiente a <strong>los</strong> soñados quince millones semanales. Yo advertía que<br />

había que jugar tres temporadas para ganar seguro. A mitad <strong>de</strong> esa segunda<br />

campaña nos quedamos con la mitad <strong>de</strong> <strong>los</strong> jugadores, <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> una terrible<br />

racha <strong>de</strong> goles en últimos minutos y ese tipo <strong>de</strong> cosas que contamos <strong>los</strong> jugadores<br />

cuando per<strong>de</strong>mos. <strong>La</strong> tercera temporada volvimos a jugar unos cinco millones<br />

semanales (con esa cantidad habría que jugar unos seis años seguidos para<br />

garantizar ganancias), y al revés que en la primera ocasión, no hubo suerte y la<br />

peña acabó disolviéndose. Los jugadores originales habían pasado a obtener una<br />

rentabilidad <strong>de</strong> algo más <strong>de</strong>l cien por cien en tres años, resultados mo<strong>de</strong>stos<br />

pero mejores que <strong>los</strong> que arrojó la bolsa en ese período.<br />

* * *<br />

Un año y medio <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> nuestra última expedición a <strong>La</strong>s Vegas, el ritmo <strong>de</strong><br />

trabajo ya no era el mismo. <strong>La</strong> capacidad <strong>de</strong> jugar en casinos ya es sabido que<br />

era nula, el <strong>de</strong>sarrollo <strong>de</strong> aquel sistema a distancia que eran <strong>los</strong> «submarinos»<br />

no conllevaba <strong>de</strong>masiado problema y la evolución <strong>de</strong> <strong>los</strong> nuevos negocios<br />

relacionados con el mundo <strong>de</strong>l juego no nos ocupaba tanto tiempo como antes. Por

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