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Los anarquistas ante las elecciones - Folletos Libertad

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Erico Malatesta vs. Saverio Merlino<br />

Hay que distinguir dice, los asuntos más import<strong>ante</strong>s y de los cuales todos más o<br />

menos entienden, y hacerlos decidir directamente por el pueblo en los clubs o asociaciones,<br />

cuyos delegados se reunirían, como en <strong>las</strong> convenciones americanas, únicamente<br />

para concretar la solución definitiva en conformidad con los mandatos recibidos.<br />

Para asuntos menos import<strong>ante</strong>s y para aquellos que requieren conocimientos<br />

especiales, constituir administraciones especiales -sin lazos jerárquicos entre<br />

el<strong>las</strong>- sujetas al mandato popular. Antes que nada el pueblo debe concurrir al nombramiento<br />

de los administradores públicos; luego éstos deben ofrecer garantías de<br />

capacidad, además de haber reg<strong>las</strong> de administración que impidan <strong>las</strong> arbitrariedades<br />

y los favoritismos; los administradores deben permanecer iguales a todos los<br />

demás ciudadanos y recibir en compensación por su trabajo un tratamiento aproximadamente<br />

igual al que los ciudadanos todos obtienen de su trabajo; en fin, los interesados<br />

deben poderse oponer a los actos injustos de los administradores públicos<br />

y llamar a estos últimos a rendir cuenta públicamente de su gestión. Es necesario,<br />

sobre la base de la igualdad de <strong>las</strong> condiciones económicas, elevar un sistema de<br />

administración pública eman<strong>ante</strong> directamente del pueblo y no sujeto a ningún centro<br />

de gobierno.<br />

¿Pero cómo se debe llegar a esta y a cualquier otra manera de administración de<br />

los intereses colectivos? He aquí para nosotros la cuestión import<strong>ante</strong>.<br />

¿Debe la nueva constitución social ser formulada brotando de una constituyente<br />

nacional o internacional e impuesta a todos? ¿O debe ser el resultado gradual, siempre<br />

modificable, de la vida misma de una sociedad de individuos económica y políticamente<br />

iguales y libres?<br />

¿Debe el pueblo, después de abatido el gobierno, nombrar otro, el cual luego debe,<br />

según la utopía de los socialistas democráticos, eliminarse a sí mismo; o debe destruir<br />

completamente el mecanismo autoritario del Estado y formar un régimen libre<br />

por medio de la libertad?<br />

Esto Merlino no lo dice y éste es el punto de división entre socialistas democráticos<br />

y socialistas anárquicos. [...]<br />

<strong>Los</strong> <strong>anarquistas</strong> <strong>ante</strong> <strong>las</strong> <strong>elecciones</strong> 1<br />

LOS ANARQUISTAS ANTE LAS ELECCIONES<br />

ANARQUISTAS Y SOCIALISTAS FRENTE A LA LUCHA<br />

ELECTORAL<br />

S. Merlino. Del Messaggero, del 9 de enero de 1897<br />

Me preguntan desde varios lugares mi parecer acerca de si se debe o no tomar parte<br />

en <strong>las</strong> <strong>elecciones</strong> políticas.<br />

En el número de hoy del Messaggero leo que también, en una reunión m<strong>ante</strong>nida<br />

en Senigallia, se ha interpretado de una manera sui generis cuanto he dicho a propósito<br />

del tema en una conferencia pronunciada en Nápoles.<br />

Es manifiesto que carece de importancia conocer lo que pienso: en cambio, importa<br />

muchísimo saber cuál de <strong>las</strong> dos opiniones -la favorable o la contraria a la participación<br />

en <strong>las</strong> <strong>elecciones</strong>- es la verdadera. Y esto es lo que yo querría discutir de una<br />

vez por todas y para todos.<br />

Es de sobra sabido que los socialistas, en lucha con los republicanos y con los demócratas,<br />

han sostenido por muchos años -y muchos lo sostienen todavía- que <strong>las</strong><br />

formas políticas no tienen ningún valor, que tanto vale la monarquía como la República<br />

y que <strong>las</strong> libertades sancionadas por <strong>las</strong> constituciones son una simulación, porque<br />

quien es pobre es esclavo.<br />

La cuestión social -se ha dicho- consiste enteramente en la dependencia económica<br />

de los obreros con respecto a los patronos: socavemos ésta y la libertad vendrá por sí<br />

sola.<br />

Esto es una gran verdad. Las libertades políticas existen, ¿pero quién <strong>las</strong> tiene?<br />

¿Quién puede ejercer<strong>las</strong> verdaderamente bajo el régimen actual? No puede ser políticamente<br />

libre el pueblo que económicamente es esclavo. Pero, si <strong>las</strong> libertades políticas<br />

y constitucionales tienen menos valor que el que generalmente se cree, no se sigue<br />

de ello que no sirvan para nada. Sirven porque el gobierno nos <strong>las</strong> arranca, tratando<br />

de retardar la emancipación de la c<strong>las</strong>e obrera.<br />

En consecuencia tienen un valor innegable.<br />

Pero estas libertades no consisten simplemente en el derecho al voto y en el uso<br />

que se puede hacer de él. Son también los derechos de reunión y asociación, la inviolabilidad<br />

personal y del domicilio, el derecho de no ser castigado o perseguido por<br />

simple sospecha, etc., etc.<br />

Y estas libertades se defienden no sólo en el parlamento (el parlamento, dijo una<br />

vez Lemoine, se asemeja a cierto juego de niños, que hace mucho ruido sin ningún<br />

fruto), sino que se defienden sobre todo fuera del parlamento, luchando cada vez que<br />

el poder ejecutivo comete una arbitrariedad o una prepotencia contra una c<strong>las</strong>e de<br />

ciudadanos o incluso contra un solo individuo (como sucede en otros países, donde

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