col. pozo 191.qxd - Editorial Sal Terrae
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ÿLa boca se nos llenó de risasŸ
Colección ÿEL POZO DE SIQUEMŸ<br />
191
Alessandro Pronzato<br />
ÿLa boca<br />
se nos llenó de risasŸ<br />
Sentido del humor y fe<br />
<strong>Editorial</strong> SALTERRAE<br />
Santander 2006
Título del original italiano:<br />
La nostra bocca si aprì al sorriso.<br />
Umorismo e fede<br />
© 2004 by Alessandro Pronzato<br />
© 2004 by Piero Gribaudi Editore srl<br />
Milano<br />
Traducción:<br />
Miguel Montes González<br />
Para la edición española:<br />
© 2006 by <strong>Editorial</strong> <strong>Sal</strong> <strong>Terrae</strong><br />
Polígono de Raos, Parcela 14-I<br />
39600 Maliaño (Cantabria)<br />
Tfno.: 942 369 198<br />
Fax: 942 369 201<br />
E-mail: salterrae@salterrae.es<br />
www.salterrae.es<br />
Diseño de cubierta:<br />
Fernando Peón / <br />
Queda prohibida, salvo excepción prevista en la ley,<br />
cualquier forma de reproducción, distribución, comunicación pública<br />
y transformación de esta obra sin contar con la autorización<br />
de los titulares de la propiedad intelectual.<br />
La infracción de los derechos mencionada<br />
puede ser constitutiva de delito contra la propiedad intelectual<br />
(arts. 270 y s. del Código Penal).<br />
El Centro Español de Derechos Reprográficos (www.cedro.org)<br />
vela por el respeto de los citados derechos.<br />
Con las debidas licencias<br />
Impreso en España. Printed in Spain<br />
ISBN: 84-293-1651-5<br />
Dep. Legal: BI-1098-06<br />
Impresión y encuadernación:<br />
Grafo, S.A. Basauri (Vizcaya)
A Giovannino Guareschi,<br />
de quien me siento deudor<br />
de infinidad de lecciones decisivas<br />
impartidas desde la cátedra de la sonrisa<br />
y que me ha hecho comprender<br />
algo fundamental:<br />
que para dar cabida a la seriedad<br />
hay que desalojar el aburrimiento.
¸ndice<br />
<br />
Prólogo, por Mons. Luigi Bettazzi . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 9<br />
Preámbulo del Autor: Una carcajada le resucitará . . . . . 11<br />
A nuestra seriedad le falta la sonrisa . . . . . . . . . . . . . . . . . 13<br />
La inexistente ley de la incompatibilidad . . . . . . . . . . . . . . 23<br />
œInfortunios? Tal vez no... . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 29<br />
Reír: –He ahí la salvación! . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 34<br />
La terapia de la risa . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 41<br />
Para entendernos . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 49<br />
Es difícil decir en qué consiste . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 52<br />
Reír para ser hombres . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 59<br />
Reír para demostrar que somos creyentes . . . . . . . . . . . . . 63<br />
Algo sobre la ironía . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 71<br />
Padre, he pecado porque no me he reído bastante . . . . . . . 79<br />
Las raíces del sentido del humor y sus expresiones . . . . . . 86<br />
El humor en la Biblia . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 100<br />
La Biblia del humor judío . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 124<br />
El humor en el Vaticano . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 151<br />
Las difíciles relaciones entre teólogos y humor . . . . . . . . . 166<br />
Apología de la risa por parte de un teólogo serio . . . . . . . 177<br />
Monacato y humor . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 183<br />
El Oriente y el humor . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 192<br />
El humor de los ancianos . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 195
8 ALESSANDRO PRONZATO<br />
ÿEn el principioŸ, Dios bromeaba . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 203<br />
Cosas del otro mundo . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 211<br />
En la catequesis . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 213<br />
El padre Pío, bufón de Dios . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 225<br />
Felipe Neri: la seriedad de un santo bromista . . . . . . . . . . 244<br />
San Bernardino de Siena: predicar sin dormir a los fieles . 256<br />
Los santos bromean... . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 267<br />
Fray Nazareno Fabbretti: bromas de fraile . . . . . . . . . . . . . 273<br />
Giovannino Guareschi, maestro del humor . . . . . . . . . . . . 285<br />
Nostalgia del zoo clerical descrito por Bruce Marshall . . . 296
Prólogo<br />
<br />
Alessandro Pronzato es tan conocido por sus libros generalmente<br />
de carácter religioso, siempre chispeantes de inteligencia y<br />
frescura que no logro entender por qué me ha pedido que le redacte<br />
un prólogo, cuando su nombre es ya un gran incentivo para<br />
la lectura. Y mucho menos que me lo haya pedido a mí, un obispo<br />
con tantos años ya de jubilación (o emérito, como se dice por<br />
educación), con el riesgo que supone el hecho de que un prólogo<br />
de este tipo se vuelva contraproducente. Tal vez haya pensado que<br />
un tema tan insólito, sobre todo para un autor de libros tan robustos<br />
y bien construidos como los suyos, podríaa requerir una...<br />
tranquilización, casi un pequeño guiño que hiciera perdonar la<br />
anomalía que supone un libro sobre el sentido del humor. Y como<br />
no podía pedir un prefacio a las personas más citadas y autorizadas,<br />
desde san Francisco de Asís hasta san Bernardino de Siena,<br />
desde la madre Teresa de Calcuta hasta el padre Pío de Pietrelcina,<br />
y ni siquiera por quedarnos en un plano más pegado a<br />
la tierra a fray Nazareno Fabbretti o a Giovannino Guareschi,<br />
por el simple e irrefutable motivo de que ya no están entre los vivos<br />
de aquí abajo, ha tenido que contentarse conmigo, citado una<br />
sola vez, pero que tengo la ventaja de poder escribir todavía.<br />
Y lo hago con gusto para animar a leer un libro que tiene por<br />
tema el sentido del humor, aunque es muy serio, en el sentido de<br />
que toca aspectos fundamentales de la vida humana y es capaz de<br />
suministrar indicaciones importantes para caminos positivos, tanto<br />
en el plano personal como en el social. En efecto, mientras nos<br />
documenta citando a Platón, santo Tomás de Aquino, Bergson,<br />
Gandhi o la enciclopedia Treccani, acaba finalmente en la paradoja,<br />
plagiando a Descartes (ÿAmo... ergo sonríoŸ), exaltando la<br />
risa sardónica (los sardonios reían mientras mataban a sus ancianos,<br />
a fin de facilitarles la entrada en el más allá) o emitiendo la<br />
hipótesis de que, en el mundo eclesial, se habría sustituido el gallo<br />
por el pavo real (Pronzato preferiría las ocas).
10 ALESSANDRO PRONZATO<br />
En el libro aparecen, a buen seguro, observaciones de corte<br />
filosófico y moral (como éstas: el sentido del humor es signo de<br />
inteligencia, es un arma no violenta contra los ídolos externos e<br />
internos) y agudas interpretaciones bíblicas (como la de la risa de<br />
Dios y la sonrisa de Jesús, por ejemplo), pero también juicios infantiles,<br />
ingenuos y tajantes, así como <strong>col</strong>ecciones de relatos y<br />
dichos agudos y graciosos, que se mueven libremente en distintos<br />
sectores de la actividad humana, aunque giran a menudo en<br />
el ámbito del mundo eclesial, cuando no más directamente en<br />
torno a la vida religiosa. Y aparecen así los chistes más tradicionales<br />
sobre sacerdotes y frailes (algunas veces incluso ascendiendo<br />
aún más en los grados de la jerarquía), así como los del<br />
mundo judío difundidos, en general, por judíos de pura cepa y<br />
las argucias con que los santos (como el citado san Bernardino<br />
de Siena, aunque también san Felipe Neri) presentaban a la gente<br />
de su tiempo las vías de la conversión. A veces se trata de golpes<br />
fulminantes (como el del teólogo protestante Karl Barth, el<br />
cual, enterado de que el papa Juan le había señalado como ÿel<br />
teólogo más importante de nuestro tiempoŸ, estaba preocupado<br />
porque se veía obligado a admitir que el papa es –verdaderamente<br />
infalible!); otras veces, se trata incluso de alusiones rápidas,<br />
pero transparentes, a la vida política de nuestros días.<br />
Los antiguos observaban ya que el estilo agudo era el más<br />
adecuado para hacer reflexionar y también para inducir a corregir<br />
y mejorar nuestro propio comportamiento: ÿcastigat ridendo<br />
moresŸ corregir sonriendo las costumbres morales era considerado,<br />
de hecho, como la cima de la habilidad y la eficacia de<br />
un escritor. Creo que Alessandro Pronzato se ha divertido al escribir<br />
este libro, que, por otra parte, debe de haberle costado<br />
tiempo y trabajo, dada la amplitud de los temas que toca, así como<br />
la multiplicidad y variedad de la documentación que emplea.<br />
Estoy seguro de que todos cuantos, movidos por la fama del<br />
autor y por la curiosidad que provoca el tema, sientan deseos de<br />
leer estas páginas, tal vez saboreándolas en etapas sucesivas para<br />
no coger una indigestión y poder saborearlas mejor, obtendrán<br />
de ellas no sólo una amable satisfacción, sino alimento sustancial<br />
e impulsos de esperanza en aras de un mundo más humano, más<br />
pacífico, más sereno.<br />
†LUIGI BETTAZZI<br />
Obispo emérito de Ivrea
Preámbulo del autor:<br />
Una carcajada le resucitará<br />
<br />
No sé si es grave, pero es algo que me sucede desde hace mucho<br />
tiempo. En cuanto me decido a escribir un libro sobre un determinado<br />
tema y me pongo a trabajar en ello, enseguida me dan<br />
vueltas en la cabeza diferentes ideas con las que podría escribir<br />
un par de volúmenes más (cuando no media docena...), siempre<br />
sobre el mismo tema o, en cualquier caso, relacionadas con él,<br />
como una especie de variaciones que, retomando el motivo de<br />
fondo, se hacen necesarias para remachar el clavo 1 .<br />
Tampoco esta vez, a propósito del sentido del humor, he conseguido<br />
escapar a esta especie de ÿsíndrome de la anchoaŸ (en el<br />
sentido de que una anchoa, como una avellana, o una cereza, tira<br />
de otra...).<br />
En efecto, enseguida me di cuenta de que el tema se presentaba<br />
amplísimo, que su campo no tenía límites y que, con el fin<br />
de no provocar un atasco de papel, parecía oportuno drenar ciertos<br />
materiales en otros contenedores.<br />
Y así empezó a despuntar, de modo paralelo, el proyecto de<br />
dedicar un volumen específico al tema de la alegría como ÿdeberŸ<br />
concreto del cristiano.<br />
Cuando, más tarde, paseé mis ojos por enésima vez sobre las<br />
páginas del libro bíblico de Jonás, me di cuenta de que el tema y<br />
el personaje, que aquí liquido en unas cuantas páginas, debería<br />
ser tratado con mucha más amplitud.<br />
1. Me ha sucedido, para referirme sólo a trabajos recientes, con las meditaciones<br />
de Ad ogni giorno... (su luz, su alegría, su amor, su esperanza,<br />
y tal vez con otros más...).
12 ALESSANDRO PRONZATO<br />
En consecuencia, me puse de inmediato a la tarea. A propósito<br />
de Nuestra boca se abrió a la sonrisa puedo anunciar que<br />
continúa en la próxima entrega (la alegría) y, por lo menos, en<br />
otra más (Jonás).<br />
Y ahora, dos precisiones. Dado que este libro no es un tratado<br />
científico, uso de manera indiferente los términos sentido del humor,<br />
risa, chiste, sátira, ironía, argucia, comicidad, alegría, broma,<br />
juego, etc., sin preocuparme de especificar demasiado y hacer distinciones<br />
sutiles, que dejo, gustoso, a los estudiosos de oficio (después<br />
de todo, el suyo tampoco es el oficio más infamante).<br />
Segunda precisión. La redacción del presente libro me ha llevado<br />
mucho tiempo por causa de la investigación, la documentación,<br />
el estudio del fenómeno del sentido del humor y de sus expresiones.<br />
Puedo asegurar que lo he trabajado con un empeño y<br />
una aplicación más totales que cualquier otra de mis obras. He<br />
invertido en él un número enorme de horas diarias y una gran<br />
cantidad de trabajo.<br />
Y eso por un motivo sencillísimo: el sentido del humor, la risa<br />
y realidades afines son cosas extremadamente serias, por lo<br />
que hemos de tratarlas con sumo respeto y enorme seriedad.<br />
En suma, para mí no ha sido un pasatiempo. Con ello no<br />
quiero decir que no me haya divertido ni que prohíba al lector divertirse.<br />
Al contrario, lo deseo, me lo deseo a mí mismo como recompensa<br />
por mi gozosa fatiga. No obstante, espero también que<br />
se comprenda que el tema no ha de ser tomado a la ligera, ni es<br />
tampoco simple motivo de distracción.<br />
Existe la posibilidad de llegar a ser verdaderamente personas<br />
serias aprendiendo a reír. Es posible considerar la religión, la fe<br />
y el compromiso cristiano como asuntos tan serios e importantes<br />
que se puede bromear sobre ellos.<br />
Me atrevo a insinuar incluso que existe el riesgo de... renacer<br />
(o resucitar) como hombres.<br />
9 de marzo de 2004,<br />
festividad de santa Francisca Romana 2<br />
2. Aseguro que esta circunstancia es absolutamente casual: mi madre se<br />
llamaba Francisca y era una mujer que consideraba e interpretaba el<br />
cristianismo como un asunto terriblemente serio. Y, por consiguiente...,<br />
seguramente está de acuerdo con las ideas que sostengo en este libro.
A nuestra seriedad le falta la sonrisa<br />
<br />
SSóólloo ccuuaannddoo ssee ttoommaa eenn sseerriioo llaa rreelliiggiióónn<br />
El papa Urbano IX, protagonista de la novela del mismo título de<br />
Bruce Marshall, tras haber escuchado sin escandalizarse, incluso<br />
divertido, la parodia del Credo, en concreto sobre el dogma específico<br />
de la Trinidad, realizada por un arzobispo polaco (ÿ...el<br />
primer secretario tonto, el primer ministro tonto, el Presidente<br />
tonto y, a pesar de ello, un único tontoŸ), se declara convencido<br />
de que ÿsólo los que creen profundamente en la religión pueden<br />
bromear sobre ellaŸ.<br />
No sé cuánta gente está convencida de esto. La práctica dice<br />
justamente lo contrario. Se puede bromear con todo, reír o sonreír<br />
con un montón de cosas, pero no con la religión. Según un<br />
dicho popular italiano, se puede ÿhacer bromas con los soldados<br />
(fanti)Ÿ, pero hay que ÿdejar en paz a los santos (santi)Ÿ. Es peligroso<br />
tocar ciertas aureolas. Es un peligro estallar en una carcajada<br />
liberadora que elimine, como una ráfaga de viento irreverente,<br />
ciertos polvos y mohos seculares. Las cosas de la religión<br />
están envueltas en un manto de seriedad y solemnidad. Es peligroso<br />
arrancar ese paño y poner de manifiesto que ÿel rey está<br />
desnudoŸ.<br />
Se habla de seriedad, pero se confunde con la gravedad. Si<br />
hubiera verdaderamente seriedad, si la religión fuera una cosa seria,<br />
entonces también tendrían derecho de asilo la broma, la risa,<br />
o al menos la sonrisa.<br />
La esencia del sentido del humor, sin embargo, denuncia de<br />
manera inequívoca que no se toma la fe suficientemente en serio.
14 ALESSANDRO PRONZATO<br />
CCiieerrttooss ddeevvoottooss......<br />
La risa, como hemos de señalar más adelante, tiene siempre un<br />
efecto liberador. Por desgracia, algunos devotos no saben ni reír<br />
ni sonreír (mucho menos de sí mismos). Aparecen plúmbeos, funerarios,<br />
aplastados por su propio personaje ÿdevotoŸ, ciertamente<br />
no aligerados por el Dios que nos libera de todo lo que no<br />
es Él o pretende sustituirle a Él.<br />
Ciertas actitudes, como la de mostrarse huraños, taciturnos,<br />
melancólicos, ÿpluviososŸ (piovorni), como dirían en la Toscana,<br />
adoptadas por muchas personas piadosas, denuncian de manera<br />
inconsciente, pero con una claridad extrema, que se han tomado<br />
demasiado en serio los ídolos, pero no de una manera suficiente<br />
al Dios vivo.<br />
Las caras tristes y melancólicas son propias de los desconfiados,<br />
de los resignados, de los condenados a los trabajos forzosos<br />
de las virtudes, las prácticas religiosas y la observancia de la<br />
Ley, pero no, ciertamente, la de los individuos liberados de la esclavitud<br />
del Faraón.<br />
PPrreegguunnttaa eemmbbaarraazzoossaa<br />
La pregunta de la que arranca este libro es, por tanto, la siguiente:<br />
œpor qué hay tan poco sentido del humor en el área religiosa?<br />
œPor qué está considerado el sentido del humor, dentro de la Iglesia,<br />
como algo sospechoso, cuando no como algo proscrito, con<br />
una paciencia mal disimulada?<br />
Normalmente, se toma en consideración la seriedad. Ahora<br />
bien, precisamente la falta de sentido del humor denuncia una escasa<br />
seriedad.<br />
De hecho, las personas consideradas serias no lo son en absoluto,<br />
o al menos no lo suficiente, porque no saben reír, no aceptan<br />
bromear.<br />
La religión se convierte en una cosa poco seria cuando se tiene<br />
miedo a reír o, al menos, a sonreír a propósito de ella.<br />
Ciertos personajes religiosos, demasiado absortos en sí mismos<br />
y en su propio rol, que se atribuyen una importancia disparatada,<br />
demuestran con ello que no le dan demasiada importancia<br />
a Aquel de quien se profesan ÿhumildes representantesŸ y<br />
ÿsimples servidoresŸ.
Cuenta F. Scaparro, psicoterapeuta de quien tendremos ocasión<br />
de hablar en breve, lo siguiente:<br />
ÿSe rompió sin remedio una amistad que mantenía yo desde<br />
hacía decenios cuando, en una conversación de salón, declaré mi<br />
esperanza en la existencia de un Dios que tuviera un mínimo de<br />
sense of humour. Sostenía yo que el del Antiguo Testamento tenía<br />
poquito y, por así decirlo, empleaba un tono más bien duro con<br />
nosotros. A continuación, al conocernos más a fondo, comprendió<br />
que no podía cargarnos a nosotros todos los defectos de fabricación<br />
y, a través de la sonriente melan<strong>col</strong>ía de Jesús, empezó a tratarnos<br />
mejor. La reacción de mi amiga fue gélida: „Sobre estas<br />
cosas no se bromea‰; y éstas fueron también las últimas palabras<br />
que me dirigió. Yo no tenía fe, sólo una esperanza; ella tenía fe,<br />
pero le faltaba la caridad. Si hubiéramos estado de acuerdo, se<br />
habría producido el triunfo de las virtudes teologalesŸ 1 .<br />
La reacción de la amiga fue, sin más, equivocada y reveladora<br />
de debilidad de fe, además de escasamente caritativa. Con todo,<br />
tampoco comparto el punto de vista del psicoterapeuta con<br />
respecto al poco sentido del humor manifestado por el Dios del<br />
Antiguo Testamento. Basta con leer el libro de Jonás para convencernos<br />
de que ese Dios poseía un gran sentido del humor.<br />
LLooggrraarr qquuee llaa vveerrddaadd rrííaa<br />
ÿLA BOCA SE NOS LLENŁ DE RISASŸ<br />
No estoy tan seguro de que la denigración casi generalizada de<br />
que ha sido objeto en el campo eclesial la novela de Umberto Eco<br />
El nombre de la rosa no se deba en gran parte a la alergia que<br />
provoca el tema central en torno al cual gira todo el libro: el descubrimiento<br />
de la risa (el famoso segundo libro de la Poética de<br />
Aristóteles).<br />
A ciertos apologistas en servicio permanente deben de haberles<br />
supuesto un gran fastidio las advertencias dirigidas por el<br />
sabio Guillermo de Baskerville al joven novicio Adso:<br />
1. F. SCAPARRO, La voglia di sorridere, Frassinelli, Milano 2003, p. 228.<br />
15
16 ALESSANDRO PRONZATO<br />
ÿHablo de Jorge. En ese rostro devastado por el odio hacia la<br />
filosofía he visto por primera vez el retrato del Anticristo, que no<br />
viene de la tribu de Judas, como afirman los que anuncian su llegada,<br />
ni de ningún país lejano. El Anticristo puede nacer de la<br />
misma piedad, del excesivo amor por Dios o por la verdad, así<br />
como el hereje nace del santo, y el endemoniado del vidente. Huye,<br />
Adso, de los profetas y de los que están dispuestos a morir<br />
por la verdad, porque suelen provocar también la muerte de muchos<br />
otros, a menudo antes que la propia, y a veces en lugar de<br />
la propia. Jorge ha realizado una obra diabólica, porque era tal la<br />
lujuria con que amaba su verdad que se atrevió a todo con tal de<br />
destruir la mentira. Tenía miedo del segundo libro de Aristó-teles,<br />
porque tal vez éste enseñase realmente a deformar el rostro<br />
de toda verdad, para que no nos convirtiésemos en esclavos de<br />
nuestros fantasmas. Quizá la tarea del que ama a los hombres<br />
consista en lograr que éstos se rían de la verdad, lograr que la<br />
verdad ría, porque la única verdad consiste en aprender a liberarnos<br />
de la insana pasión por la verdadŸ 2 .<br />
Por lo que respecta a nuestro tema, es interesante el retrato<br />
que el novicio hace de su maestro. Éste le había confiado que<br />
había visto en la catedral de Colonia la increíble reliquia del cráneo<br />
de Juan el Bautista a la edad de doce años 3 : ÿYo no sabía<br />
nunca cuándo estaba bromeando. En mi tierra, cuando se bromea,<br />
se dice algo, y después se ríe ruidosamente, para que todos<br />
participen de la broma. Guillermo, en cambio, sólo reía cuando<br />
decía cosas serias, y se mantenía serísimo cuando se suponía<br />
que estaba bromeandoŸ.<br />
Más aún: son muy significativas las palabras que Guillermo<br />
le espeta a Jorge: ÿEl diablo no es el príncipe de la materia, el<br />
2. U. ECO, El nombre de la rosa, Lumen, Barcelona 1985 12 , pp. 594-595.<br />
3. A la pregunta ingenua de Adso: ÿœDe verdad? [...] –Pero si el Bautista<br />
murió asesinado a una edad más avanzada!Ÿ, Guillermo respondió con<br />
un chiste: ÿEl otro cráneo debe de estar en otro tesoroŸ. En cambio, a<br />
propósito de las numerosas reliquias de la cruz, Guillermo emplea aún<br />
la misma arma de la ironía: ÿ[...] Fragmentos de la cruz, he visto muchos<br />
en otras Iglesias. Si todos fuesen auténticos, Nuestro Señor no<br />
habría sido crucificado en dos tablas crucificadas, sino en todo un bosqueŸ<br />
(op. cit., pp. 516 y 515-516).
diablo es la arrogancia del espíritu, la fe sin sonrisa, la verdad<br />
jamás tocada por la duda. El diablo es sombrío porque sabe<br />
adónde va, y siempre va hacia el sitio del que procedeŸ 4 .<br />
UUnnaa oobbrraa ddee mmiisseerriiccoorrddiiaa iinnééddiittaa<br />
Se refiere en el Talmud un episodio que tiene como protagonista<br />
al célebre rabino Beroka, que contaba con el privilegio de gozar<br />
de la dirección espiritual del profeta Elías. Éste se le aparecía sobre<br />
todo en la plaza del mercado.<br />
Un día quiso el discípulo satisfacer una curiosidad que tenía,<br />
y no dudó en interpelar al profeta: ÿœPadre mío, hay alguien<br />
entre esta multitud de gente que vaya a tener parte en el Reino<br />
futuro?Ÿ.<br />
ÿNoŸ, respondió de manera resuelta Elías, prácticamente al<br />
borde del pesimismo. Pero poco después pasaron dos hombres, y<br />
el profeta corrigió de inmediato: ÿA decir verdad, estos dos<br />
tendrán parte en el Reino futuroŸ.<br />
El rabino, intrigado, se puso a seguir a los dos y, cuando los<br />
alcanzó, no pudo evitar preguntarles por su oficio. Éstos respondieron:<br />
ÿSomos dos bufones. Cuando encontramos a gente deprimida,<br />
le restituimos el buen humor. O bien, cuando vemos a<br />
dos individuos que discuten furiosamente, nos esforzamos por<br />
llevar de nuevo la paz con un poco de alegría, intentando desdramatizar<br />
las cosas...Ÿ.<br />
Tengo la impresión de que muchos creyentes no han descubierto<br />
todavía la existencia de esta obra de misericordia, cuya<br />
práctica despeja ciertamente el camino del paraíso.<br />
ÿÿBBrroommeeaabbaass ssiieemmpprreeŸŸ<br />
Sin embargo, en la vertiente cristiana, han sido muchísimos los<br />
santos que han practicado esta obra de misericordia: restituir la<br />
sonrisa a quien la ha perdido. Bastará con citar, entre otros, a san<br />
Bernardino de Siena, al que dedicaremos un capítulo especial.<br />
Sus ÿSermones en lengua vulgarŸ no constituyen sólo una<br />
obra maestra del italiano del siglo XIV, sino que representan una<br />
4. Op. cit., p. 578.<br />
ÿLA BOCA SE NOS LLENŁ DE RISASŸ<br />
17
18 ALESSANDRO PRONZATO<br />
mina inagotable de paradojas, bromas y chistes. La gente que<br />
acudía al amanecer a la Plaza del Campo y se disputaba los primeros<br />
puestos para escuchar aquellos sermones, estallaba en estruendosas<br />
carcajadas frente a unos auténticos fuegos artificiales<br />
de palabras, descripciones irónicas, representaciones divertidas<br />
de los defectos más comunes y notas agudas que acompañaban<br />
el desarrollo de los temas más serios.<br />
Cuando murió Bernardino y se habló inmediatamente de él<br />
como santo antes de su canonización regular, hubo un hermano<br />
suyo, entre los frailes menores, que se precipitó a besar su cadáver<br />
sollozando: ÿPerdóname, padre, por haber dudado de tu santidad.<br />
El hecho es que tú bromeabas siempre...Ÿ.<br />
Tengo la impresión de que el prejuicio de aquel fraile se perpetúa<br />
en nuestros días. Ésa es la razón de que tantos cristianos<br />
duden acercarse al santo de las ganas de bromear, y consideren<br />
la carcajada como algo sacrílego y capaz de comprometer la solemnidad<br />
de la aureola.<br />
Están acostumbrados a ver santos ÿcircunspectosŸ, con el<br />
rostro demacrado por las mortificaciones y las prácticas ascéticas,<br />
probablemente familiarizados con el llanto, pero la risa en su<br />
boca parece, cuando menos, inconveniente.<br />
Observaba a este respecto fray Nazareno Fabbretti (de quien<br />
también nos ocuparemos por extenso): ÿ–Cuánto oxígeno entraría<br />
fuera y dentro de la clausura de nuestros conventos si, en<br />
vez de admirar en teoría la carcajada, probáramos a provocarla<br />
entre nosotros, de manera que se disipara el aire estancado de tedio<br />
y tristeza que domina en ciertos ambientes...!Ÿ.<br />
EEll sseennttiiddoo ddeell hhuummoorr ccoommoo ddeebbeerr<br />
Habría que proponer el sentido del humor como deber. Y dado<br />
que el sentido del humor no se improvisa, sería preciso instituir<br />
escuelas especiales para quienes no lo poseen. Una de las más<br />
agudas escritoras de espiritualidad de nuestro tiempo una espiritualidad<br />
de la vida cotidiana, para gente normal, adecuada a la<br />
de la gente de la calle , Madeleine Delbrêl, decía: ÿNo hay monotonía<br />
y aburrimiento más que para las almas viejasŸ.<br />
Se ha observado que allí donde el sentido del humor no tiene<br />
derecho de ciudadanía, reina la pedantería. Y donde reina la pedantería,<br />
se pierde la frescura, se empaña la alegría de la fe.
ÿLA BOCA SE NOS LLENŁ DE RISASŸ<br />
Son demasiados los maestros de espiritualidad que no tienen<br />
en cuenta el hecho de que la carcajada siempre es liberadora: libera<br />
de las obsesiones, de los tormentos, de los escrúpulos, de las<br />
inhibiciones, de los innumerables complejos, del problematismo<br />
complaciente.<br />
EEll sseennttiiddoo ddeell hhuummoorr ccoommoo pprruueebbaa ddee hhuummiillddaadd<br />
El sentido del humor no nos cansaremos de repetirlo a lo largo<br />
de las páginas de este libro es una cosa seria, como seria es la<br />
humildad, de la que el sentido del humor constituye uno de los...<br />
síntomas más convincentes y tranquilizadores. Quien no sabe<br />
sonreír está demasiado obstruido por su propio yo. Nietzsche<br />
decía que el diablo es ÿel espíritu de severidadŸ.<br />
Es difícil poseer el sentido de las proporciones, mantener en<br />
orden nuestra escala de valores en la vida. Todos tendemos a desplazar<br />
algo, a instalarnos indebidamente en el centro abusivo. El<br />
sentido del humor hace que nos pongamos en nuestro lugar. Nos<br />
mantiene en nuestro sitio con respecto a Dios, a los otros y a los<br />
acontecimientos.<br />
El sentido del humor nos hace ligeros. Hay demasiada gente<br />
ÿpesadaŸ en circulación. O sea, gente incapaz de desplazarse,<br />
porque han puesto en ellos mismos el centro de gravedad del universo,<br />
–faltaría más!; porque están cargados, aplastados por sus<br />
propios puntos de vista, por sus propias ideas, por sus propios<br />
prejuicios, por sus propias ÿinstanciasŸ.<br />
Para que alguien se desplace, es preciso que tenga la voluntad<br />
de despegarse, de salir fuera de sí mismo (por eso se puede<br />
hablar de sentido del humor como ejercicio ascético). Y hace falta,<br />
sobre todo, un lugar al que trasladarse.<br />
ÿEl sentido del humor es el sentido de lo relativo que hace de<br />
contrapeso indispensable al gusto de lo absolutoŸ (Dubois-<br />
Dumée). Ésa es la razón por la que no solemos encontramos el<br />
sentido del humor como carisma frecuente entre los místicos, o<br />
sea, entre personas ÿque no se hacen excesivas ilusiones sobre la<br />
santidad de su estado, ni sobre el valor de las observancias y los<br />
ejercicios, que, sin embargo, practican con extrema seriedadŸ<br />
(Cl. Champolion).<br />
La paradoja, el sorprendente equilibrio, radica ahí precisamente:<br />
en actuar con seriedad, aunque sin dar excesiva impor-<br />
19
20 ALESSANDRO PRONZATO<br />
tancia a lo que hacemos o somos. Eso significa, precisamente,<br />
desprendernos de nosotros mismos y medirnos junto con nuestra<br />
propia embarazosa mercancía con lo absoluto de Dios.<br />
EEll hhuummoo hhaaccee ddaaññoo ((ttaammbbiiéénn eenn llaa iigglleessiiaa))<br />
Quisiera poner en las curias, en las sacristías de las basílicas y de<br />
las catedrales, un cartel que dijera: ÿEl humo es nocivo. Y el del<br />
incienso es el más mortíferoŸ. Así, los turiferarios por vocación<br />
quedarán advertidos de que tienen en sus manos un arma de destrucción<br />
de la seriedad de la Iglesia.<br />
Ingenuo como soy (y como me obstino en seguir siendo), me<br />
pregunto: œpor qué en las revistas católicas revolotean angelitos<br />
tan graciosos y agitan el rabo diablillos inocuos, y no se encuentra<br />
un dibujante satírico que ridiculice las costumbres, los tics,<br />
los desaciertos, las vanidades y las debilidades de quienes llevan<br />
en la cabeza mitras y solideos rojos?<br />
œPor qué en un periódico católico tiene cabida el polemista<br />
lívido que muerde diariamente a los enemigos reales o presuntos<br />
, y no hay ni sombra de un dibujante o humorista que ÿse metaŸ<br />
aunque sea con la debida delicadeza con los redactores de<br />
ciertos documentos solemnes; que denuncie aunque sea con la<br />
debida levedad los infortunios en que incurren ciertos predicadores;<br />
que ridiculice los episodios más clamorosos de vanidad<br />
eclesial; que critique aunque sea de una manera soft determinados<br />
comportamientos que ciertamente no son evangélicos?<br />
œPor qué en las crónicas de grandiosas y repetidas manifestaciones<br />
de masas se hace sonar las trompetas hasta perder el<br />
aliento con notas triunfalistas, y no aparece nunca una rúbrica<br />
que describa las actitudes ridículas, las pequeñas escenas un tanto<br />
cómicas de fanatismo, los errores sabrosos, las consecuencias<br />
un tanto embarazosas de que también están repletas esas reuniones<br />
espectaculares?<br />
La falta de ironía, de sentido del humor, de la sátira, constituye<br />
una grave debilidad de la eclesiología. El acuerdo tácito de<br />
no bromear sobre las personas que ocupan altos cargos demuestra<br />
con toda claridad que la escala de valores está trastornada y<br />
tiene necesidad de ser restablecida de una manera radical.<br />
Deberíamos tener en cuenta esta observación de S. von Radecki:<br />
ÿLa risa es religiosidad disfrazada. La risa representa
ÿLA BOCA SE NOS LLENŁ DE RISASŸ<br />
nuestra felicidad. La risa concilia nuestras oposiciones y es el<br />
símbolo del hecho de que, por encima de los nuestros, hay un<br />
punto en el que se superan estas oposiciones. Sólo nosotros podemos<br />
reír, porque conocemos algo por encima de lo cual ya no<br />
hay nada de que reírŸ 5 . Entre otras cosas, tengo la impresión de<br />
que, en el área del templo, hay más tolerancia no digo simpatía<br />
con respecto a la crítica que sentido del humor y de la ironía,<br />
considerados como elementos ÿdesacralizadoresŸ.<br />
Tal vez se deba a que de la crítica es posible defenderse, e incluso<br />
contraatacar con armas iguales, por ejemplo con la polémica<br />
incluida la ácida y venenosa , mientras que frente al humor<br />
estamos al descubierto (ÿel rey está desnudoŸ, no hay refugio).<br />
La crítica hiere, pero es posible reaccionar, replicando con<br />
igual virulencia, o bien practicando el victimismo, o denigrando<br />
a los culpables de lesa majestad. La ironía, en cambio, es una<br />
aguja, un aguijón (sin veneno, por supuesto). Y cuando el globo<br />
se ha desinflado, no vale la pena reaccionar, especialmente cuando<br />
alguien está desprovisto de esa arma o no sabe usarla.<br />
Continúo con mis preguntas: œpor que la Iglesia, que ha sobrevivido<br />
a sus perseguidores y hasta se ha desarrollado y reforzado<br />
gracias a ellos, se muestra tan débil que tiene miedo de<br />
quien no tiene más arma que una carcajada?<br />
œPor qué no se da cuenta de que la risa y el sentido del humor<br />
pueden ser preciosos elementos de purificación?<br />
EEll sseennttiiddoo ddeell hhuummoorr ccoommoo aarrmmaa ooffeennssiivvaa<br />
Creo, entre otras cosas, que, arrinconando el sentido del humor en<br />
su propia casa, la Iglesia se priva de un instrumento de suma utilidad<br />
para emplearlo contra sus adversarios. El sentido del humor,<br />
la ironía, la ironía sonriente, pueden revelarse, en ocasiones, más<br />
eficaces contra las llamadas ÿfuerzas del malŸ que las reprobaciones<br />
solemnes, las invectivas, las ÿfirmes tomas de posiciónŸ.<br />
El demonio mismo tiene más miedo a la ironía, al embrollo,<br />
al sarcasmo, a la carcajada burlona, que a las amenazas grandilocuentes<br />
y a los tonos truculentos (es san Francisco quien nos lo<br />
5. Citado por Fritz März en El humor en la educación, Sígueme, <strong>Sal</strong>amanca<br />
1968, p. 56.<br />
21
22 ALESSANDRO PRONZATO<br />
ha enseñado, como señalaremos en un episodio significativo que<br />
citaremos más adelante).<br />
En suma, el sentido del humor, con toda su amplia gama de<br />
posibilidades, es un campo que en gran parte sigue estando inexplorado<br />
por la Iglesia. La invitación a la investigación en este<br />
campo, dirigida a los teólogos y a los entendidos de rango más<br />
modesto, podría venir, de manera paradójica, precisamente del<br />
Santo Oficio.<br />
Tal vez alguien se dé cuenta algún día de que precisamente<br />
el sentido del humor y sus aliados (la ironía, la risa, la sonrisa)<br />
pueden defender y potenciar la fe. œPor qué dudar tanto en<br />
contratarlos?<br />
Al ÿsoy yo, no tengáis miedoŸ de Cristo podríamos añadir<br />
una fórmula que constituiría una emanación directa de la misma:<br />
ÿ–Valor, riamos!Ÿ.<br />
Me gustaría encontrar a un compañero de fe que se presentara<br />
así: ÿSoy cristiano y tengo ganas de reír. O, al menos, de<br />
sonreír...Ÿ.
La inexistente ley<br />
de la incompatibilidad<br />
<br />
œœNNoo ddaa ccaabbiiddaa llaa ffee aall sseennttiiddoo ddeell hhuummoorr??<br />
Lo siento sinceramente por él, porque le admiro muchísimo, y<br />
puedo decir incluso que le amo desde los años de mi juventud, en<br />
que traicionaba yo la literatura predilecta para pasar horas de intimidad<br />
con sus páginas, especialmente aquéllas de su Diario<br />
que habían sido eliminadas.<br />
Me refiero a Sören Kierkegaard. Me puse malo cuando descubrí<br />
que no sentía demasiada simpatía o ninguna, para ser sinceros<br />
por el sentido del humor, que consideraba inconciliable<br />
con la fe. Donde está la fe, ya no hay cabida para el sentido del<br />
humor; la risa sería superflua e incluso dañina; sólo habría que tener<br />
en cuenta la cruz. El cristianismo según establece el pensador<br />
danés es algo enormemente ÿserioŸ, y no podemos reducirlo<br />
a una ÿhorrenda chácharaŸ ni, mucho menos, tomarlo a broma.<br />
Puesto que no tengo dudas sobre el hecho de que el amado<br />
filósofo conocía bastante a fondo el cristianismo, me siento autorizado<br />
a pensar que tampoco conocía a fondo la naturaleza del<br />
sentido del humor, por lo que me siento igualmente autorizado,<br />
al menos una vez, a disentir de sus opiniones al respecto.<br />
Ha ido madurando en mí, efectivamente, el convencimiento<br />
de que el sentido del humor es perfectamente acorde con la fe;<br />
más aún, que constituye una de las pruebas más convincentes de<br />
su solidez.<br />
La risa, lejos de ser una debilidad, es una fuerza. La fe sale<br />
robustecida del sentido del humor. Una fe que no consigue reír es<br />
una fe débil, inestable, de salud delicada; es una fe preocupante...<br />
Ilustre (y queridísimo) Kierkegaard: estoy seguro de que, allá<br />
arriba, se habrá convencido usted de que humor y fe no son dos<br />
esferas distintas de la existencia, como usted, cuando estaba aquí
24 ALESSANDRO PRONZATO<br />
abajo, sostenía con argumentos dignos de mejor causa, sino que<br />
incluso habitan en la misma casa, y su convivencia tiene lugar al<br />
calor de la más sorprendente armonía.<br />
Es más, Dios mismo, como habrá podido comprobar, es un<br />
gran e inigualable humorista. Admito que Él no tiene fe en Dios<br />
(sería el <strong>col</strong>mo...). Sin embargo, cree en el hombre, y por eso tiene<br />
tantos motivos para reír, sonreír y bromear.<br />
IInncclluussoo eenn llaa iigglleessiiaa hhaayy mmuucchhoo ddee lloo qquuee rreeíírr<br />
Junto con Kierkegaard, muchos ponderados teólogos y reflexivos<br />
filósofos (ruego me perdonen la tautología: si un filósofo no reflexiona,<br />
œqué clase de filósofo es?) se muestran, desde la antigüedad,<br />
melindrosos, cuando no enemigos irreductibles, con<br />
respecto al sentido del humor, al que consideran con desconfianza,<br />
suficiencia y, en muchos casos, con declarada hostilidad. No<br />
han faltado las condenas explícitas y las excomuniones. En suma,<br />
lo han considerado como un peligroso intruso infiltrado en el<br />
campo de la fe, un intruso que debe ser perseguido sin piedad por<br />
su fatuidad, por su carácter efímero, burlón, impertinente y disoluto.<br />
El sentido del humor ha sido suspendido en el examen de la<br />
seriedad por estos enfurruñados profesores (–y pensar que el sentido<br />
del humor es una cosa tan extremadamente seria...!).<br />
Hay quien afirma con toda seriedad que no hay nada de risible<br />
en las cosas de la religión. Sin embargo, no es así. También<br />
en la iglesia y en la Iglesia hay mucho de lo que reír; tan sólo hay<br />
que tener en cuenta el sentido de la proporcionalidad, que es el<br />
que escasea, como lo demuestra precisamente la falta de sentido<br />
del humor.<br />
Hace algún tiempo, un investigador alemán de quien no sé<br />
nada (aunque no me parece que sea ésta una laguna imperdonable),<br />
al preguntársele si un verdadero cristiano debía poseer sentido<br />
del humor, respondió, en un tono perentorio y que no admitía<br />
réplica, lo siguiente: ÿSí, si no tiene una fe absoluta; no, si<br />
posee una fe capaz de mover montañas. Cuanto más creyente es<br />
1. Citado por W. THIEDE, LÊilarità promessa, Paoline, Cinisello Balsamo<br />
1989, p. 131.
uno, menos necesidad tiene del sentido del humor...Ÿ 1 .<br />
Si mi experiencia sirve de algo, debo decir que he conocido<br />
a muchos cristianos desoladoramente faltos del más mínimo sentido<br />
del humor, aunque no por ello dotados de ese grano de fe indispensable<br />
para mover montañas y hacer andar a las plantas. Si<br />
algo sé de geografía, tengo que constatar que las montañas siguen<br />
estando en su sitio...<br />
œY si, en cambio, fuera precisamente la falta de sentido del<br />
humor lo que revelara una fe escasa, insuficiente tanto en cantidad<br />
como en calidad?<br />
Yo me atrevería a afirmar que falta el sentido del humor y<br />
que por eso falta la fe.<br />
Las montañas estarían en peligro si algún creyente estuviera<br />
más familiarizado con la risa.<br />
Lo siento por Kierkegaard y sus seguidores, tanto en el campo<br />
católico como en el protestante, pero estoy convencido de<br />
que, cuando no existe el sentido del humor, la fe es algo muy poco<br />
serio.<br />
Más allá de todos los razonamientos, puedo recurrir a la experiencia<br />
de los santos. Muchos de ellos (como trataré de demostrar<br />
en este libro) estaban dotados del sentido del humor, no<br />
se mostraban en absoluto alérgicos a la risa, y la sonrisa solía iluminar<br />
sus rostros. Sin embargo, no me parece que los santos adolecieran<br />
de una fe débil. Por consiguiente...<br />
PPeerroo œœddee qquuéé hhaayy qquuee rreeíírrssee??<br />
ÿLA BOCA SE NOS LLENŁ DE RISASŸ<br />
No podemos, ciertamente, eludir la pregunta crucial: œde qué hay<br />
que reírse? Observando la situación en que se encuentra el mundo,<br />
no parece que haya mucho de lo que reírse: guerras, violencias,<br />
horrores de todo tipo, injusticias clamorosas, tragedias varias,<br />
centenares de millones de muertos de hambre o de sed, niños<br />
objeto de toda clase de abusos, miserias y porquerías de todo tipo,<br />
explotación de los más débiles, rapiñas <strong>col</strong>osales, enfermedades<br />
espantosas, egoísmos desenfrenados, mentiras desvergonzadas...<br />
Y el alucinante muestrario podría prolongarse al infinito.<br />
La risa, pues, sería cuando menos un síntoma alarmante de<br />
indiferencia frente a los males y las desgracias que tanto abundan<br />
en el mundo en el que nos ha tocado vivir.<br />
Puede haber un humor inconsciente, ÿdespreocupadoŸ, como<br />
25
26 ALESSANDRO PRONZATO<br />
el que se expresa en esta composición poética medieval:<br />
ÿVengo no sé de dónde,<br />
soy no sé muy bien quién,<br />
muero no se por qué,<br />
voy sin saber adónde me lleva la vida;<br />
por eso me asombra esta mi alegríaŸ 2 .<br />
Pero existe también un amor ÿpensativoŸ, consciente, con<br />
una orientación precisa y basado sobre unos cimientos sólidos. Y<br />
me atrevería incluso a decir que existe también un humor ÿsufridoŸ.<br />
Es el humor cristiano, con dos polos de referencia: la venida<br />
de Cristo en medio de nosotros y su resurrección.<br />
La fe proporciona valiosos puntos de apoyo a ese ÿa pesar<br />
deŸ al que nos referiremos en breve. Reímos ÿa pesar de todoŸ.<br />
No ignoramos las desgracias, ni nuestros dramas, ni los de nuestros<br />
hermanos, pero reímos.<br />
Es bellísima la observación de H. Thielicke, según el cual el<br />
humor cristiano no brota del hecho de que el creyente haya conseguido<br />
establecer una distancia con respecto al mundo (la famosa<br />
fuga mundi del monacato), una distancia que le permitiría<br />
sonreír sobre las cosas y las tonterías del mundo y las comedias<br />
que en él se representan, sino que brota de un ÿanuncioŸ, de una<br />
ÿalegre nuevaŸ: la de que Dios se ha hecho hombre, por lo que<br />
ahora es un Dios cercano, un Dios a mi lado, un Dios conmigo y<br />
para mí.<br />
Y este hecho provoca mi risa ÿa pesar de todoŸ.<br />
El sentido del humor se vuelve así expresión de tranquila seguridad<br />
e incluso de felicidad, a pesar del alejamiento.<br />
Está, a continuación, el otro hecho, fundamental, de la resurrección.<br />
Por lo que escribe gustosamente W. Thiede: ÿEs posible<br />
que el cristiano intuya, precisamente en el signo de la cruz y<br />
de la resurrección de Jesús, la risa abisal, a pesar de todo, del<br />
mismo Dios, que fluye del Espíritu del amor puro y no teme al<br />
2. Citado por W. THIEDE (que lo ha tomado a su vez de K. Jaspers), op. cit.,<br />
p. 112.<br />
3. Op. cit., p. 139.
ÿLA BOCA SE NOS LLENŁ DE RISASŸ<br />
dolorŸ 3 .<br />
La risa, la alegría, como hemos de repetir en más ocasiones,<br />
no excluyen el dolor, sino que lo engloban. Lo mismo puede decirse<br />
del sentido del humor de Dios. Me parece sumamente eficaz<br />
la siguiente descripción que hace el teólogo Paul Schütz:<br />
ÿÉste es el Dios que empuja toda la historia del mundo hacia su<br />
objetivo cabalgando sobre la grupa del diablo. Éste es el sentido<br />
del humor de Dios, que sacude los cielos y con el que domina el<br />
infiernoŸ 4 .<br />
Sólo falta tener presente también en esta visión el dolor de<br />
Dios. A continuación, en referencia a Jesús, es hermoso pensar<br />
que él conduce la historia hacia su consumación, aunque no cabalgando<br />
sobre la grupa del diablo, sino a lomos de un modesto<br />
borriquillo.<br />
Así pues, la presencia de Dios en medio de nosotros, su amor<br />
ÿincurableŸ al hombre, el Crucificado resucitado: he ahí los contenidos<br />
esenciales del humor cristiano, la justificación de su risa<br />
ÿa pesar deŸ.<br />
LLoo qquuee mmááss tteemmeemmooss eess eell aabbuurrrriimmiieennttoo<br />
Contra todos los que lo maltratan y lo difaman, me atrevo a afirmar<br />
que el humor es gracia, don e incluso como sostienen ciertos<br />
teólogos una virtud. Y, en cualquier caso, es un carisma.<br />
Nuestro acercamiento al Reino de los cielos, donde podremos<br />
gozar plenamente de ÿla hilaridad prometidaŸ, no lo hacemos<br />
al compás de una marcha fúnebre, sino de una marcha, si no<br />
propiamente triunfal, de victoria total y absoluta, sí al menos rebosante<br />
de alegría a causa de las pequeñas conquistas. Una marcha<br />
que nos permite caminar con la cabeza bien alta, a pesar de<br />
todo. Y dejar atrás a llorones y plañideras.<br />
Por supuesto que nos tomamos en serio el pecado, tal vez más<br />
que quienes se muestran siempre tan huraños. Sin embargo, todavía<br />
nos tomamos más en serio el amor de Dios a los pecadores.<br />
Hay una cosa que tememos por encima de todo: el aburri-<br />
4. Citado por W. THIEDE, op. cit., p. 138.<br />
27
28 ALESSANDRO PRONZATO<br />
miento. Si Dios como veremos se divirtió creando el mundo,<br />
no veo ninguna razón por la que nosotros no debamos también<br />
divertirnos estando dentro de ese mundo, incluso después de los<br />
estropicios provocados por aquella desdichada desobediencia<br />
inicial.<br />
Vincent van Gogh, que concebía su propia pintura como ÿun<br />
arte de consolación para corazones desgarradosŸ, escribía a su<br />
hermano Theo lo siguiente: ÿMe parece que me sentiría muy triste<br />
si no consiguiera verlo todo en su aspecto risibleŸ. Tal vez, en<br />
vez de ÿtristeŸ, pretendía decir ÿdesesperadoŸ.
AAmmoo...... lluueeggoo ssoonnrrííoo<br />
œInfortunios? Tal vez no...<br />
<br />
œFue un verdadero infortunio? Ni siquiera hoy, cuando ya han<br />
pasado más de treinta y seis años de aquel hecho abominable,<br />
consigo persuadirme de ello. Es un hecho, sin embargo, que las<br />
páginas de Las mil y una monjas, un libro de relatos fruto de la<br />
fantasía, ciertamente, aunque de una fantasía solicitada por la observación<br />
desencantada y, sin embargo, benévola de la realidad,<br />
me han procurado gran cantidad de dificultades y han acabado<br />
haciéndome perder las simpatías generales que me granjeé con<br />
Pero yo os digo... Se trataba de un libro en el que ponía de manifiesto<br />
las muchas virtudes y algunos defectos de las religiosas.<br />
Don Barra, una autoridad en aquel momento en el campo<br />
católico, había dicho que esas páginas eran ÿlas más válidas, desde<br />
el punto de vista literarioŸ, de mi obra. Puede suceder, no obstante,<br />
que su proverbial olfato hubiera disminuido precisamente<br />
en aquella ocasión.<br />
Un confesor de monjas replicó que se trataba de un ÿvulgar<br />
libelo escrito por un periodista amante del escándaloŸ. Se ve que<br />
las monjas no se confesaban con él más que de sus virtudes.<br />
Una madre general, alarmada, emitió esta sentencia: ÿEs seguro<br />
que, si una muchacha lee un libro de ese tipo, no entrará después<br />
en un conventoŸ. Pero la reverenda fue desmentida por una<br />
joven licenciada en filología, llamada Laura, que me escribió:<br />
ÿHe decidido hacerme monja después de haber meditado durante<br />
bastante tiempo sobre su libro. Gracias por haberme abierto los<br />
ojos. Ahora amo todavía más el ideal hacia el que, desde hace al-
30 ALESSANDRO PRONZATO<br />
gunos años, me sentía atraída, aunque no me hago demasiadas<br />
ilusiones sobre la realidad a la que debo hacer frenteŸ.<br />
Alguien me espetó a la cara: ÿNo hay por qué contar a los laicos<br />
(en realidad, dijo seglares) nuestros defectosŸ. Evidentemente,<br />
creía que la gente, al acercarse a las monjas y a los frailes con<br />
quienes suele tener trato, cierra los ojos y se tapa los oídos y hasta,<br />
en determinados casos, la nariz.<br />
Las páginas de este libro tuvieron un eco sorprendentemente<br />
favorable en algunas revistas de vida religiosa, pero fueron objeto<br />
de un verdadero boicot e introducidas en el ÿ¸ndiceŸ en no pocos<br />
conventos.<br />
Alguien declaró solemnemente: ÿUn acto de valor y de honestidad.<br />
Era necesario...Ÿ.<br />
Una superiora local me confió que estaba de acuerdo en... casi<br />
todo. Bastaba con eliminar las pocas páginas dedicadas a la autoridad.<br />
En cuanto a lo demás, no tenía nada que decir. Más aún,<br />
ÿciertos individuos habían merecido con creces aquellos latigazosŸ.<br />
Evidentemente, el sacerdote Amasías, que condenó al ostracismo<br />
a Amós por considerarle culpable de haber invadido el<br />
recinto sagrado del rey, debe de haber creado escuela...<br />
Un capellán de monjas decidió: ÿPronzato ha escupido a las<br />
monjasŸ. En un congreso celebrado en Roma, al que fui invitado<br />
probablemente por error, un joven muy decidido, vestido<br />
de clergyman e instigado por alguien a quien yo conocía de sobra,<br />
me agredió: ÿUsted no tiene derecho a juzgar a las monjas<br />
desde su limitado observatorio perdido entre las montañas de la<br />
ValtellinaŸ. Le hice observar, con benevolencia, que habría debido<br />
agradecer al cielo que mi campo de observación fuera tan restringido.<br />
En caso de que hubiera sido más amplio, tal vez habría<br />
debido escribir Las cien mil y una monjas...<br />
En su traducción francesa, el libro fue presentado como ÿuna<br />
sonriente revisión de vidaŸ. En España fue saludado como ÿun<br />
gran acto de amor a la vida religiosaŸ.<br />
Podría añadir una veintena de páginas refiriendo todo tipo de<br />
interpretaciones opuestas y contradictorias.<br />
Las monjas (bien) de un convento milanés (para niñas bien)<br />
prepararon una hermosa hoguera para quemar aquel libro mío que<br />
les había resultado tan indigesto. Dado que no habían podido enviar<br />
a la hoguera al autor como habrían deseado se contentaron,<br />
bondadosas como eran, con quemar la obra incriminada.
ÿLA BOCA SE NOS LLENŁ DE RISASŸ<br />
Todavía hoy me encuentro con monjas que se me acercan con<br />
cara de pocos amigos: ÿUsted es ese que no puede soportar a las<br />
monjas, œverdad?Ÿ. Evidentemente, el hecho de haberles dedicado<br />
miles de páginas no ha valido para hacerme perdonar la culpa<br />
de haber hilvanado aquellos relatos sobre la trama de la sonrisa<br />
benévola.<br />
Naturalmente, respeto todas las opiniones. Lo que me duele<br />
es la acusación de desprecio. Si mi motivo secreto fuera ése,<br />
sabría dónde encontrar, sin demasiado trabajo, un abundante y<br />
sabroso material. El verdadero desprecio lo practican ciertos interesados<br />
defensores de oficio, especialistas en infantilizar a las<br />
personas.<br />
Me parece absurdo, además de incorrecto, confundir la ironía<br />
con el menosprecio. La ironía constituye para mí una expresión<br />
típica de simpatía y de amor.<br />
Es posible afrontar problemas serios suavizándolos con una<br />
rociada de humor. Se puede ayudar a las personas a crecer con<br />
unas páginas un tanto impertinentes, con tal de que se reconozca<br />
a los interesados un cierto discernimiento crítico. Es posible<br />
y hasta constituye un deber servir a la verdad revistiéndola de<br />
paradojas.<br />
Y, sobre todo, es posible favorecer la claridad y la limpieza<br />
abriendo de par en par, suavemente, los batientes de las ventanas,<br />
no cerrándolos a cal y canto.<br />
Amo... ergo sonrío. Y me permito considerar la sonrisa y la<br />
ironía benévola como una forma modesta, pero muy eficaz, de<br />
soplar el polvo acumulado polvo. Lo he experimentado, entre<br />
otros, conmigo mismo.<br />
ÿArañas un poco...Ÿ, me reprochan algunos. Puede ser. Pero<br />
puedo asegurar que no lo hago con las uñas.<br />
SSuu EEmmiinneenncciiaa,, qquuee ssee mmee mmuueessttrraa hhoossttiill......<br />
Créame, Eminencia, no pretendía ofenderle. Usted, en un determinado<br />
momento de su homilía, se pasó un tanto de la raya, deslizándose<br />
visiblemente hacia la retórica de carácter patrióticomilitar<br />
(que es una de las más detestables).<br />
Muchos ÿcristianos sencillosŸ se han mostrado sorprendidos,<br />
molestos y hasta escandalizados. Incluso algunos de sus <strong>col</strong>egas<br />
31
32 ALESSANDRO PRONZATO<br />
me han declarado su perplejidad por esa ÿsalidaŸ, que ha sido calificada,<br />
en las estimaciones más benévolas, de ÿdesafortunadaŸ.<br />
Alguien la ha considerado, sin emplear medias tintas, ÿun desacierto<br />
clamorosoŸ.<br />
Sólo que, como sucede demasiado a menudo en nuestros ambientes,<br />
la gente se ha limitado a desahogarse con gruñidos, murmuraciones,<br />
chistes de todo tipo y descalificaciones a media voz.<br />
Eso sí, en lugares debidamente insonorizados y en conversaciones<br />
de pasillo al amparo de oídos indiscretos.<br />
Yo, que soy un ingenuo, le he escrito a usted y le he manifestado<br />
mi disgusto con un par de provocaciones expresadas en<br />
tono sarcástico, que, evidentemente, no le han gustado.<br />
Usted, de una manera cortés, me ha respondido tildándome,<br />
siempre con gran cortesía, de maleducado. En realidad, mi escrito<br />
era tan sólo el estilete molesto de la ironía que se proponía desinflar<br />
el globo de la retórica y el énfasis que usted, de manera<br />
imprudente, había elevado hasta el techo y mucho más arriba<br />
de aquella basílica, donde también hay un significativo mosaico<br />
que debería recordar el sentido de la proporción...<br />
Créame, Eminencia, que no pretendía ofenderle. Simplemente<br />
me proponía, si es posible, hacerle comprender que, si uno no<br />
tiene el valor de ser un héroe en primera persona y no por persona<br />
interpuesta, ciertas palabras altisonantes es mejor no dejarlas<br />
salir de la boca.<br />
Me parece, Eminencia, que usted, en lugar de mostrarse hostil<br />
conmigo, debería incluso estarme agradecido (perdone la presunción).<br />
Sí, darme las gracias porque, en vez de tomar en serio<br />
al héroe, he preferido bromear sobre una frase que habría podido<br />
ahorrarse para bien de usted... y de nosotros.<br />
Estoy dispuesto siempre a cambiar de opinión si me llegara<br />
la tarjeta postal requerida desde el lugar donde se arriesga, no sólo<br />
la púrpura, sino también lo que hay por debajo de ella.<br />
Eminencia, perdóneme si me equivoco, pero me obstino en<br />
creer que recurrir al arma de la ironía constituye un precioso servicio<br />
que se debería prestar con más frecuencia a la Iglesia y a<br />
aquellos de sus personajes que se encuentran más a la vista (no<br />
digo ÿmás representativosŸ, porque considero que es imposible<br />
establecer aquí abajo quién es verdaderamente ÿrepresentativoŸ<br />
en relación con el Evangelio de Jesucristo).
ÿLA BOCA SE NOS LLENŁ DE RISASŸ<br />
Usar el estilete de la ironía para pinchar el globo de las palabras<br />
ampulosas y vacías, dichas ÿsin ton ni sonŸ [a schiovere]<br />
(como dicen en Nápoles), infladas por el énfasis, antes de que suban<br />
demasiado arriba, es, en el fondo, un modo de afirmar el primado<br />
y la seriedad de la Palabra.<br />
Algunas veces la parresía (franqueza, sinceridad, lenguaje<br />
sincero, también dentro de la Iglesia) está impregnada no sólo de<br />
amor, sino también de ironía, para que pueda hacer bien sin causar<br />
demasiado mal...<br />
33
Reír: –he ahí la salvación!<br />
DDeesseeooss ddee rreeíírr:: œœppoorr qquuéé??<br />
<br />
Fulvio Scaparro, psicoterapeuta y óptimo escritor (algo que no<br />
perjudica en ninguna profesión), ha publicado un libro bastante<br />
intrigante, con el título de La voglia di sorridere (Las ganas de<br />
sonreír), al que ha puesto un subtítulo aún más sugerente: Contro<br />
la boria, la presunzione e altre fastidiose complicazioni della<br />
vita (Contra la jactancia, la presunción y otras molestas complicaciones<br />
de la vida) 1 . Dice el autor en la introducción:<br />
ÿCada vez que me sorprendo adoptando la engreída y altiva<br />
actitud del „usted-no-sabe-quién-soy-yo‰, me estremezco, finjo<br />
no conocerme, me vuelvo huraño y a punto estoy de dejar de hablarme.<br />
Después me viene a la mente que, por fortuna, el otro no<br />
sabe quién soy, sonrío y vuelvo a tratarme.<br />
No es que yo sea un tipo humilde; me definiría más bien como<br />
orgulloso y poco dispuesto a dejarme atropellar. El hecho es<br />
que no olvido la ironía de mi padre frente a la tendencia que tenemos<br />
los burgueses, tanto los acomodados como los simples pelagatos,<br />
a darnos demasiados aires, a inflarnos sobremanera.<br />
Para definir esta perniciosa inclinación, recurriría hoy a términos<br />
graves como „inflación psíquica‰, „hipertrofia del Yo‰,<br />
hybris y otros muchos vocablos del léxico de mi profesión. Sin<br />
embargo, entonces, cuando nuestra vida privada se mostraba en<br />
ocasiones verdaderamente pesada y tenía buenos motivos para la<br />
1. Frassinelli, Milano 2003.
ÿLA BOCA SE NOS LLENŁ DE RISASŸ<br />
preocupación y la infelicidad, mi padre me señalaba, sin dejarlo<br />
ver, no una vía de huida del mundo, sino más bien una manera de<br />
hacerle frente con más ligereza. Me invitaba a mirar la realidad<br />
no sólo en lo que tiene de bello y de horroroso, sino también como<br />
un gran Club PickwickŸ 2 .<br />
DDiiaaggnnoossiiss ddee llooss mmaalleess qquuee nnooss aafflliiggeenn<br />
yy rreemmeeddiiooss ppeerrttiinneenntteess<br />
Es interesante la explicación que nos da Scaparro: ÿMi padre<br />
había elaborado una curiosa teoría. Sostenía que existe una cuota<br />
de dolor imposible de eliminar que llevamos como dote al venir<br />
al mundo. Se trata del dolor del primer tipo, y para soportarlo<br />
consideraba de utilidad la filosofía, el arte, la ciencia, la amistad<br />
con la naturaleza, el sueño, un trabajo agradable, la amistad,<br />
los afectos y, aunque no era su caso, la fe.<br />
ÿExiste además otra cuota, ligada a los peores aspectos de la<br />
naturaleza humana, al mal que nos hacemos unos a otros (acabábamos<br />
de salir de una guerra devastadora), y está constituida por<br />
la opresión, la explotación, la humillación, el hambre, el paro, el<br />
fanatismo y la violencia. Contra este segundo tipo de dolor no<br />
es posible hacer otra cosa que rebelarse y combatir, mejor en<br />
compañía de otros, o bien rendirse y dejarse aplastar, someter,<br />
asimilar.<br />
Y existe, por último, una tercera cuota de infelicidad superflua,<br />
que voy a llamar „dolor del tercer tipo‰, pero que él definía<br />
pido excusas por mi francés como „dar... la lata‰ 3 , al que solemos<br />
dar excesiva importancia y que podríamos ahorrarnos, siguiendo<br />
el consejo de William James: la sabiduría es la capacidad<br />
de comprender de qué cosas podemos prescindir.<br />
Los dolores del tercer tipo no son otra cosa que las miríadas<br />
de pequeñas prepotencias y abusos, astucias, despechos, reivindicaciones,<br />
envidias, catetadas, manías de grandeza, rufianerías<br />
que envenenan nuestra convivencia y que, al acumularse con el<br />
2. Célebre novela de Charles Dickens.<br />
3. El término empleado en el original es bastante más... explícito.<br />
4. Op. cit., pp. 2-3.<br />
35
36 ALESSANDRO PRONZATO<br />
tiempo, nos distraen de lo poco que verdaderamente cuenta en la<br />
vida, y acaba transformándose en auténtica infelicidadŸ 4 .<br />
El padre reveló a su hijo el antídoto eficaz contra los dolores<br />
de este tercer tipo: ÿla autoironía, el humor y el sentido de las<br />
proporcionesŸ. Y citaba, a este respecto, a Mark Twain: ÿTodo lo<br />
que es humano está impregnado de melan<strong>col</strong>ía. La fuente secreta<br />
del mismo humor no es la alegría, sino el dolor. No hay humor<br />
en el paraísoŸ.<br />
EEll sseennttiiddoo ddeell hhuummoorr nnuunnccaa eess iinnooffeennssiivvoo<br />
También es fundamental la explicación que nos ofrece aún Fulvio<br />
Scaparro:<br />
ÿCon la paz de quien está convencido del carácter sustancialmente<br />
inofensivo del sentido del humor, yo lo considero más<br />
insidioso e inquietante que la sátira, precisamente porque no se<br />
propone ser ofensivo. Separado de la crónica y de las fortunas terrenas<br />
de tal o cual personaje, dura más, minando en el tiempo la<br />
seriedad de los poderes constituidos. El establishment puede vacilar,<br />
indudablemente, bajo los golpes de la sátira, su amiga jurada<br />
y bien visible; pero œcómo puede defenderse de la insidia rastrera<br />
de quien no le toma en serio? No hay nada más insoportable<br />
para quien ejerce poderes y podercillos (poteru<strong>col</strong>i) que detectar<br />
un relámpago de ironía, de incredulidad y, por tanto, de<br />
desconfianza en los ojos de su interlocutorŸ 5 .<br />
Hoy se exhiben en la escena del mundo de manera un tanto<br />
desmañada personajes que se consideran abusivamente importantes<br />
y desean con toda el alma ser tomados en serio. Muchos<br />
de nosotros nos sentimos molestos, a veces incluso indignados,<br />
frente a tanto engreimiento, presunción y prepotencia.<br />
Nos resignamos, y probablemente nos atormentamos por<br />
dentro, con un sentimiento de impotencia. Y no nos damos cuenta<br />
de que en nuestro zurrón de David ÿde nadaŸ tenemos una<br />
honda que, cargada con el guijarro afilado del sentido del humor,<br />
5. Op. cit., p. 5.
tiene el poder de abatir a los individuos truculentos, con su armadura,<br />
aparentemente invencible, de altanería y arrogancia.<br />
En realidad, sus personajes temen una sola cosa: no ser tomados<br />
en serio. Temen la carcajada desacralizadora, la risa<br />
sarcástica e incluso la sonrisa compasiva. Y nosotros, golpeando<br />
sus frentes con nuestros guijarros, ÿútilmenteŸ espaciosas en este<br />
caso, les hacemos comprender que no les tomamos en serio...<br />
y nos morimos, no de miedo, sino de risa.<br />
Y nuestro minúsculo guijarro risueño les silba a la cara:<br />
ÿ–bufones!Ÿ (con todo el respeto por los bufones auténticos, los<br />
de las cortes medievales, que sabían desempeñar su oficio, mientras<br />
que éstos no consiguen más que hacerse compadecer y son,<br />
a lo sumo, objeto de escarnio).<br />
El sentido del humor se convierte así en una terrible arma<br />
ofensiva y defensiva al mismo tiempo. Advierte aún F. Scaparro:<br />
ÿEl que se da demasiada importancia deja de pensar y amenaza<br />
nuestra misma libertad y movilidad de pensamiento, abusando<br />
del poder de que dispone. La solemnidad de quien quiere<br />
tener la última palabra pone fin, no sólo al diálogo, sino a la misma<br />
capacidad de comprender. La ironía nos ayuda a mantener los<br />
ojos, el corazón y la mente en el mundo, a conocerlo mejor y a<br />
tomar las necesarias distancias, a fin de intentar cambiarloŸ 6 .<br />
NNoo hhaayy qquuee tteenneerrlleess mmiieeddoo aallgguunnoo::<br />
ssoonn ssóólloo eessppaannttaappáájjaarrooss......<br />
Para no sucumbir, para no acabar en el bando de los cortesanos<br />
asalariados, para defendernos de la prepotencia insolente, de la<br />
vulgaridad de quien cree que, por disponer de mucho dinero,<br />
puede comprar todo y a todos, domesticar en su propio beneficio<br />
hasta el cerebro y la conciencia de los demás, no nos queda otro<br />
remedio que empuñar el arma del sentido del humor.<br />
Es preciso reír, o al menos sonreír, siempre que sea posible<br />
(y es posible casi siempre). No debemos vacilar a la hora de empuñar<br />
la honda y lanzar el guijarro agudo del sentido del humor,<br />
con sus efectos devastadores, contra los fanfarrones, los vanido-<br />
6. Op. cit., p. 6.<br />
ÿLA BOCA SE NOS LLENŁ DE RISASŸ<br />
37
38 ALESSANDRO PRONZATO<br />
sos y los engreídos (inflados también a base de promesas no<br />
cumplidas).<br />
Naturalmente, para conseguir no tomar en serio a los espantapájaros<br />
con chaqueta cruzada y corbata de ordenanza (que se<br />
hacen la ilusión de defender la parte de poder que han conquistado<br />
con todos los medios a su disposición, incluidos los ilícitos)<br />
es preciso, ante todo, no tomarnos en serio a nosotros mismos,<br />
permanecer en la dimensión del David ÿde nadaŸ. No mostrarnos<br />
también nosotros ridículos hinchando el pecho.<br />
Advierte de manera oportuna Ni<strong>col</strong>ás Gómez Dávila: ÿPretender<br />
ser lo que no somos, no sólo es ridículo, sino también<br />
vulgarŸ.<br />
Los personajes de que hemos hablado y que, por desgracia,<br />
constituyen un subproducto del mundo eclesial y pueblan el bosque<br />
bajo, aunque estén en lo alto son ridículos precisamente<br />
porque no se dan cuenta de que lo son, y pretenden aparentar lo<br />
que no son.<br />
BBaassttaa ccoonn mmiirraarr aallrreeddeeddoorr......<br />
Los ejemplos son innumerables. Basta con mirar alrededor:<br />
1. œQué puede ser más ridículo que el pretendido señor del mundo<br />
que se viste una casaca de combate y aparece de improviso en<br />
el campo de batalla, desafiando al enemigo, pero prudentemente<br />
rodeado de cientos de guardias de corps, con sus feos hocicos<br />
que espantarían al mismísimo demonio? El héroe vestido de casaca<br />
militar, tras una rápida aparición para uso televisivo, se escapa<br />
raudo, de noche, como un ladrón (y ladrón de la buena fe de<br />
los simplones lo es, efectivamente...). Junto con la casaca, se ha<br />
puesto también, probablemente, el pañal...<br />
2. œQué puede ser más cómico que el prelado que, durante la Misa,<br />
se proclama, golpeándose el pecho, ÿindigno siervo tuyoŸ,<br />
pero que, si luego le rozas siquiera con una crítica perfectamente<br />
motivada, se considera ofendido en su dignidad... se indigna y<br />
frunce el ceño mostrando sus afilados dientes?<br />
3. œQué puede ser más ridículo y estremecedor a la vez que la<br />
sonrisa continua de un personaje de relieve en el teatro de títeres<br />
de la política? Una sonrisa que, en realidad, es una risa burlona
ÿLA BOCA SE NOS LLENŁ DE RISASŸ<br />
que te deja helado y te produce la impresión de que su dueño, voraz<br />
como es, desea comerte a dentelladas.<br />
Acude a la mente la hipótesis de ciertos investigadores según<br />
los cuales los animales más evolucionados manifiestan un esbozo<br />
rudimentario de sonrisa que los aproximaría al hombre, rechinando<br />
los dientes. No sé, sin embargo, si la comparación se ajusta<br />
a los primates ÿmás evolucionadosŸ, que llegan, con esa exhibición<br />
de los dientes, al umbral de la risa. Tal vez la comparación<br />
sea ofensiva para los animales.<br />
4. œQué puede ser más cómico que la parodia del ÿMagnificatŸ<br />
que se escenifica regularmente durante las ceremonias solemnes?<br />
Mientras el coro canta: ÿderriba del trono a los poderosos / y<br />
enaltece a los humildesŸ, el turiferario procede a incensar rigurosamente<br />
al celebrante, que se encuentra erguido en el trono,<br />
y después, sucesivamente, a sus asistentes, para acabar lanzando<br />
un suspiro residual de humo en dirección a los ÿsimples fielesŸ<br />
que se encuentran en los bancos. Y sería peligroso invertir<br />
el orden, no respetar las jerarquías, como también sugeriría el<br />
Evangelio.<br />
œEl poderoso derribado del trono y el humilde enaltecido?<br />
Bueno, otra vez será...<br />
5. œQué escena puede resultar más divertida que la reciente interpretación<br />
de un eclesiástico que ejerce la profesión de politólogo<br />
(quisiera observar que cada cual se gana el pan y el condumio<br />
como puede...) y que, en una manifestación donde se exhibían<br />
algunos conocidos bufones de su misma calaña, subió al<br />
estrado para recibir el abrazo de su ídolo, que se apresuró jadeante<br />
a advertirle que se subiera los pantalones porque estaban a<br />
punto de caérsele peligrosamente?<br />
El hecho curioso es que aquel personaje pintoresco (no quiero<br />
decir penoso) ya se había bajado los pantalones, en aquellos<br />
años, ante media docena de patrones... Ahora, para justificar la<br />
enésima pirueta, había puesto de por medio nada menos que al<br />
Espíritu Santo. Alguien ha señalado, pérfidamente, que el Espíritu<br />
Santo se posó probablemente, el día de Pentecostés, sobre la<br />
cabeza de los apóstoles en forma de lenguas de fuego. Pero él no<br />
debe de estar informado, si ha pensado bien aflojar el control de<br />
sus pantalones...<br />
39
40 ALESSANDRO PRONZATO<br />
6. œQué puede ser más divertido que la actitud y los discursos<br />
extraordinarios de un conocido demonólogo y exorcista (no doy<br />
el nombre para no hacerle publicidad, dado que él mismo se la<br />
hace de sobra con sus propios medios), que parece poseído, hasta<br />
el punto de que le vienen a uno ganas de someterle a él a un<br />
exorcismo radical a base de cubos de agua congelada? Seguramente,<br />
el diablo se ríe antes que nosotros frente a esas amenazas<br />
ÿterroristasŸ...
CCuuáánnttaass ttoonntteerrííaass<br />
La terapia de la risa<br />
<br />
Uno de los lugares comunes más estúpidos que nos han metido<br />
en la cabeza desde niños es aquel que dice que ÿla risa abunda en<br />
los labios de los tontosŸ. Esto lo descubrimos en la vida no es<br />
verdad en absoluto. La risa está presente y con frecuencia en<br />
los labios de las personas inteligentes.<br />
Nos endosaban a continuación otra serie de tonterías: ÿEl que<br />
ríe el último, ríe mejorŸ. Y seguían los desatinos.<br />
Richard Hurd (1720-1808), obispo de Worcester, sentenciaba<br />
gravemente: ÿReír oscurece la verdad, endurece el corazón y entonteceŸ.<br />
Yo estoy convencido, por el contrario, de que la risa da<br />
esplendor a la verdad, hace aún más sensible el corazón e inmuniza<br />
contra lo que Fruttero & Lucentini definen como ÿel síndrome<br />
del cretinoŸ. En sustancia: la risa y la sonrisa constituyen<br />
signos inequívocos de inteligencia y de sensibilidad.<br />
Hay quien justifica su propio carácter insociable explicando:<br />
ÿYo soy una persona seriaŸ. Sin embargo, es precisamente seriedad<br />
de lo que adolecen estos individuos. Aseguraba Federico<br />
Chopin: ÿEl que no ríe nunca no es una persona seriaŸ.<br />
Hay también quien dice tan serio: ÿNo tengo tiempo para<br />
tonteríasŸ. Y no se da cuenta de que ése es el indicio más seguro<br />
de que está derrochando el tiempo. Chamfort (1741-1794) sostenía<br />
que la jornada peor empleada es aquella en la que no nos<br />
hemos reído.<br />
LLoo qquuee ddiicceenn llooss mmééddiiccooss<br />
En un artículo publicado en una revista científica a principios de<br />
siglo, el doctor G.V.N. Dearborn describe, desde un punto de vis-
42 ALESSANDRO PRONZATO<br />
ta fisiológico, los efectos provocados en nuestro organismo por<br />
una carcajada: ÿEn una carcajada, y en menor medida en una<br />
sonrisa, se producen unos dieciocho espasmos clónicos del diafragma<br />
y la contracción de una gran parte de los músculos faciales.<br />
La parte superior y los ángulos de la boca se dirigen hacia<br />
arriba. Se elevan los párpados superiores y, en cierta medida, las<br />
cejas... mientras que la piel de los ángulos exteriores de los ojos<br />
se frunce de un modo característico. La nariz experimenta una leve<br />
dilatación, la lengua apenas se distiende, y lo mismo los carrillos,<br />
que también experimentan una leve tensión hacia arriba.<br />
En los individuos que tienen los músculos de las aletas nasales<br />
muy desarrollados, éstas tienden a curvarse hacia fuera. La<br />
mandíbula inferior vibra y en cierto modo se retira (sin duda para<br />
permitir la entrada de todo el aire posible a los pulmones, que<br />
se ensanchan), y la cabeza se inclina hacia atrás durante una carcajada<br />
estruendosa...Ÿ.<br />
Pero aún hay más: ÿTodo el sistema arterial se dilata, lo que<br />
provoca un <strong>col</strong>or encendido en el rostro y en el cuello, a veces<br />
también en el cráneo y en las manos, a causa del efecto sobre los<br />
vasos capilares. Por ese mismo motivo, frecuentemente... las<br />
glándulas lacrimales se activan, limitándose, por lo general, a<br />
que los ojos se pongan „luminosos‰, aunque a menudo hasta el<br />
punto de hacer correr las lágrimasŸ.<br />
En suma, son muchos los investigadores ÿseriosŸ que no dejan<br />
dudas sobre el excepcional valor terapéutico de la risa. En algunos<br />
hospitales, especialmente pediátricos, es ahora una práctica<br />
normal invitar a payasos para que actúen ante los pacientes.<br />
Esto tiene efectos positivos particularmente, como es obvio, en<br />
los niños, aunque no sólo en ellos.<br />
DDooccttoorr ssoonnrriissaa<br />
En clave moderna, Paloma Gómez Borrero, periodista española,<br />
resume así en su libro La alegría 1 los resultados de los estudios<br />
más recientes sobre los efectos benéficos que la carcajada provoca<br />
sobre nuestra salud:<br />
1. Martínez Roca, Barcelona 2000.
ÿLA BOCA SE NOS LLENŁ DE RISASŸ<br />
ÿAl reír dejamos penetrar mucho más aire en los pulmones y<br />
más a fondo, hasta el punto de que se ventilan los senos craneales;<br />
un remedio muy útil, por ejemplo, para combatir el resfriado.<br />
El beneficio que produce en la respiración y en la circulación<br />
favorece asimismo la digestión y previene la formación de úlceras,<br />
estrechamente ligadas al estrés nervioso y a las tensiones.<br />
También al corazón le favorece una buena dosis de „sonrisoterapia‰.<br />
Si esta dosis llega a cien veces diarias, nuestras válvulas<br />
cardíacas obtendrán un beneficio semejante al producido si se<br />
hubiera estado remando diez minutos, pero sin necesidad de subirse<br />
a una barca, según las investigaciones realizadas en la Universidad<br />
de Stanford.<br />
Esto está tan confirmado que hay en curso algunas investigaciones<br />
encaminadas a hacer reír incluso sin ningún estímulo cómico,<br />
gracias a ligeras corrientes eléctricas en la zona del cerebro<br />
denominada „área motora suplementaria‰, cuyos efectos se<br />
extienden posteriormente a todo el cerebro. Con todo, una cosa<br />
es cierta: nada equivale a una buena carcajadaŸ.<br />
œPor qué no someternos a esta terapia, que, entre otras cosas,<br />
no cuesta nada? Imaginémonos que nuestra salud nos implora:<br />
ÿUna sonrisa, por favorŸ.<br />
EEssttáá ccoommpprroobbaaddoo:: llaa rriissaa ccrreeaa bbuueennaa ssaannggrree<br />
Mario Farnè ha escrito un ensayo al que ha puesto un título cautivador:<br />
Guarir dal ridere (Curar riendo). Voy a reproducir una<br />
página del mismo:<br />
ÿLa sabiduría popular afirma un montón de cosas, muchas de<br />
las cuales, digámoslo también, carecen de fundamento. Precisamente<br />
por eso, la idea de que „la risa crea buena sangre‰ no ha<br />
gozado nunca de crédito entre los médicos; se consideraba como<br />
una de las muchas máximas con que se adornan los discursos, y<br />
nada más. Esto fue así hasta los años ochenta, cuando médicos y<br />
psicólogos empezaron a manifestar un creciente interés por la influencia<br />
en el organismo humano de la risa, del sentido del humor<br />
y de otras emociones positivas.<br />
En el origen de todo estuvo la historia de Norman Cousins,<br />
un conocido periodista americano: estaba postrado en el lecho<br />
43
44 ALESSANDRO PRONZATO<br />
por una espondiloartritis anquilosante, una dolorosa y grave enfermedad<br />
de las articulaciones, y se le había pronosticado una<br />
posibilidad entre 500 de curación. „Todo ello me hizo pensar mucho<br />
escribió Cousins . Hasta entonces había dado a los médicos<br />
carta blanca, pero en ese momento sentí que debía entrar yo<br />
en acción. Me parecía claro que, si quería ser ese uno entre 500,<br />
mejor sería hacer algo más que quedarme como un espectador<br />
meramente pasivo‰.<br />
Tras documentarse en las investigaciones más recientes, y de<br />
acuerdo con el médico, el periodista decidió interrumpir el tratamiento<br />
con analgésicos, empezó a tomar altas dosis de vitamina<br />
C (que, entre otras cosas, tiene fuertes propiedades antiestrés) y<br />
a practicar abundantes e intensas carcajadas: con esta finalidad,<br />
Cousins se había procurado también todas las grabaciones de<br />
„objetivo indiscreto‰ emitidas por la televisión. La idea enseguida<br />
se reveló válida: diez minutos de carcajadas tenían un efecto<br />
analgésico que le permitía pasar al menos dos horas de sueño sin<br />
dolores. Cousins estaba lleno de alegría: había descubierto las<br />
bases fisiológicas de la antigua idea de que la alegría crea buena<br />
sangre.<br />
Esta „cura‰ condujo a una mejoría objetiva, lenta pero constante,<br />
de todo el cuadro clínico, hasta que el periodista pudo reemprender<br />
su trabajo a pleno ritmoŸ.<br />
BBeennddiittaass eennddoorrffiinnaass<br />
Un psiquiatra, el doctor Giacomo Dacquino 2 , nos proporciona<br />
una ulterior confirmación de lo que hemos dicho más arriba:<br />
ÿNo es fácil envejecer serenamente. A veces me pregunto por<br />
qué los jóvenes ríen tanto, y los viejos tan poco; y me respondo<br />
que la experiencia de la vida le quita a la mayoría las ganas de<br />
reír. No es cierto que „una sonrisa cuesta poco‰. Es, en efecto, el<br />
resultado de un estado de serenidad, es decir, de una armonía psíquica<br />
que no siempre nos acompaña a lo largo de la vida. Con<br />
frecuencia nos falta el sentido del humor, nos lo tomamos todo<br />
en serio, o bien nos reímos sin venir a cuento. En ocasiones, al<br />
2. Libertà di invecchiare, SEI, Torino 1992, pp. 90-92.
ÿLA BOCA SE NOS LLENŁ DE RISASŸ<br />
ver los programas de televisión con carcajadas del público incluidas,<br />
me pregunto si no se habrán equivocado: yo no encuentro<br />
ningún motivo para reír...<br />
Un niño de cuatro-cinco años ríe hasta cuatrocientas veces al<br />
día, mientras que un adulto lo hace unas quince veces... cuando<br />
es optimista. La persona anciana ríe raras veces, lo cual tiene<br />
consecuencias negativas para su cuerpo y para su psique. En<br />
efecto, la carcajada hace la respiración más profunda, liberando<br />
los pulmones del anhídrido carbónico y permitiendo una mejor<br />
oxigenación de la sangre; por otra parte, los músculos se relajan,<br />
el metabolismo se vuelve más eficiente, mejoran los procesos digestivos<br />
y, sobre todo, se refuerzan las defensas naturales del<br />
cuerpo. Una persona alegre, que ríe espontáneamente, reduce, de<br />
hecho, sus estresores y refuerza su sistema inmunitario 3 .<br />
Investigadores estadounidenses de Stanford han puesto de<br />
manifiesto que una carcajada alegre es „presagio de salud‰. Se<br />
invitó a una serie de hombres sanos a ver un vídeo que presentaba<br />
un programa de humor, y se comprobaron sus respuestas neuroendocrinas.<br />
Se puso de manifiesto que reír reduce las hormonas<br />
del estrés (cortisolo, adrenalina, etc.), las cuales tienen un valor<br />
inmunodepresivo.<br />
La carcajada se muestra positiva asimismo en el aspecto psíquico,<br />
puesto que descarga la tensión y aporta serenidad. Jeff<br />
Goldberg (1990) afirma que las endorfinas 4 , además de regular<br />
3. Explica el mismo Dacquino: ÿLos estresores son estímulos variados (físico-químicos,<br />
biológicos y psicosociales) que recibimos del entorno y<br />
que producen el estrés, es decir, los efectos, las respuestas. Se entiende,<br />
pues, por „estrés‰ la reacción de defensa que el organismo activa cuando<br />
debe hacer frente a acontecimientos como compromisos, novedades,<br />
estímulosŸ (op. cit., p. 36).<br />
4. Explicación del autor del texto citado: ÿLas endorfinas son substancias<br />
producidas por el organismo que intervienen en la inhibición de las sensaciones<br />
dolorosas y, por consiguiente, desarrollan un papel similar al de<br />
las drogas derivadas del opio. Tales „opiáceas endógenas‰, a diferencia<br />
del opio obtenido de la amapola y del que deriva la morfina, son fisiológicamente<br />
útiles al organismoŸ (op. cit., p. 91).<br />
Sobre la base de esta teoría sobre las endorfinas, es lícito suponer<br />
que el padre Pío de Pietrelcina (de quien tendremos ocasión de hablar en<br />
un capítulo particular), que reía espontáneamente y poseía un marcado<br />
sentido del humor, producía tales sustancias abundantemente en su propio<br />
organismo, lo que le permitía, no digo dejar de advertir, sino hacer<br />
45
46 ALESSANDRO PRONZATO<br />
las sensaciones dolorosas y las respuestas inmunitarias del organismo,<br />
cooperan a la activación de los procesos de aprendizaje y<br />
a la elaboración de las emociones. Es probable, en efecto, que las<br />
endorfinas, además de poder ser activadas por estimulaciones<br />
mecánicas (como ocurre en la acupuntura, que genera tolerancia<br />
al dolor), lo sean también por un estado psíquico sereno, que<br />
contribuye presumiblemente a activarlas, provocando sensaciones<br />
placenteras.<br />
Reír ofrece, por tanto, la posibilidad de transformar en<br />
energía positiva las tensiones acumuladas, impidiéndolas transformarse<br />
en ansia o en angustia. El tono del humor, al condicionar<br />
el estado de salud, favorece también, en consecuencia, la longevidad.<br />
Algunos, en igualdad de condiciones ambientales, envejecen<br />
de manera más precoz con respecto a sus coetáneos, porque<br />
tienen una personalidad más triste, menos alegre. En efecto,<br />
los optimistas están más sanos y viven más que los pesimistas.<br />
Los que actualmente andan entre los sesenta y los setenta<br />
años no siempre poseen la armonía interior, matriz de la serenidad.<br />
La educación que recibieron estaba a menudo en contra de<br />
la alegría. Se les exigió ser personas „serias‰, inculcándoles el<br />
estereotipo de que la gente que ríe no hace nada en serio, y no<br />
hay que tomarla en consideración. Eran tiempos en los que el valor<br />
del individuo estaba determinado únicamente por su confrontación<br />
con el dolor. Éste último era el precio de la vida. No se trataba<br />
de los inevitables dolores ligados a las diferentes etapas de<br />
la vida, sino del precio que había que pagar cada vez que se experimentaba<br />
un placer. Y por eso gran parte de la generación nacida<br />
antes de la última guerra no sabe gozar de la vida, como en<br />
el caso de quien sólo sabe trabajar y se encuentra mal los días de<br />
descanso.<br />
Cada cual lleva dentro una edad mental íntimamente relacionada<br />
con su experiencia vital. No es verdad que es más sabio<br />
quien más ha sufrido. Cuando se sufre „mal‰ y no se usa el dolor<br />
para llegar a ser mejor, ciertamente no se envejece con sabiduría.<br />
El dolor ha de ser metabolizado, probablemente digerido<br />
más soportables los dolores provocados por los estigmas y por las numerosas<br />
enfermedades (de las que producen fiebres altísimas) que le<br />
afligían.
ÿLA BOCA SE NOS LLENŁ DE RISASŸ<br />
con el llanto; pero no debemos dejarlo sedimentar dentro, para<br />
evitar que nos haga peores, más cerrados, más egoístasŸ.<br />
En sustancia, no sólo el llanto, sino también la risa y, en cualquier<br />
caso, el sentido del humor impiden la sedimentación del<br />
dolor y el consiguiente riesgo de que se transforme en veneno,<br />
con consecuencias negativas tanto en el interior como en el exterior<br />
de la persona. Yo me atrevería a decir que el dolor, metabolizado<br />
por la risa, hace mejores a los individuos.<br />
LLaa rriissaa qquuee hhaaccee nnaacceerr eell mmuunnddoo<br />
Maria Caterina Jacobelli 5 reconstruye la relación entre el nacimiento<br />
y la risa:<br />
ÿSegún Plinio, que recoge una afirmación de Aristóteles, el<br />
recién nacido ríe en torno a su cuadragésimo día de vida, en el<br />
momento de hacerse cargo de ésta, que hasta ese momento estaba<br />
en una fase crítica.<br />
Esta misma relación entre nacimiento o renacimiento y risa<br />
la encontramos en un contexto completamente distinto; entre<br />
los Jakuti 6 , las mujeres se reúnen en la casa de la recién parida tres<br />
días después del parto, para el almuerzo ritual en honor de Ijehsit,<br />
la Diosa del Parto; durante el almuerzo, una de las invitadas se<br />
echa a reír, y todas ríen; y ello provoca en las mujeres la preñez.<br />
Nos encontramos aquí en presencia de un valor intrínseco de<br />
la risa que no es sólo un acto que acompaña a la entrada en la<br />
vida, sino que tiene la capacidad de suscitarla. Esta concepción<br />
de la risa como dadora de vida se remonta a los albores de la vida<br />
del hombre sobre la tierra. Cuando el hombre vivía de la caza,<br />
se reía sobre el animal capturado, a fin de que renaciera a una<br />
vida nueva y pudiera ser capturado otra vez 7 ; cuando se produce<br />
5. En Il risus paschalis, Queriniana, Brescia 1990, pp. 76-78 (trad. cast.: El<br />
risus Paschalis y el fundamento teológico del placer sexual, Planeta,<br />
Barcelona 1991).<br />
6. Habitantes del Asia septentrional instalados en la amplísima área de los<br />
Tungusi, que se extiende del Yenisei al Pacífico.<br />
7. ÿFehrle refiere que en Alemania se reía al sembrar las hortalizas; recordamos<br />
también el gran número de cuentos en los que brotan las flores<br />
debido a la sonrisa de la protagonistaŸ (op. cit., p. 77).<br />
47
48 ALESSANDRO PRONZATO<br />
el paso de la fase de los cazadores-re<strong>col</strong>ectores a la de los cultivadores,<br />
también es la risa la que influye en el crecimiento de<br />
los vegetales 8 .<br />
Cuando el hombre empieza a reflexionar sobre algo que está<br />
más allá de las necesidades primarias ligadas a la supervivencia,<br />
y se plantea el problema de lo transcendente, considera la risa como<br />
atributo de los dioses. La risa es intensidad, plenitud vital,<br />
modo de ser de los dioses, potencia creativa, creadora del cosmos.<br />
Para los griegos y para los romanos, la risa Gélos, Risus<br />
era un deus sanctissimus et gratissimus; Virgilio preanuncia en la<br />
IV Égloga un mundo nuevo que comenzará con el nacimiento de<br />
un dios-niño que vendrá al mundo riendo.<br />
En un papiro del siglo III después de Cristo, conservado en<br />
Leyden, se lee que de la risa de la divinidad primordial nacen los<br />
otros dioses: „Dios rió, y nacieron los siete dioses que gobiernan<br />
el mundo... Al primer estallido de risa, apareció la luz... Estalló a<br />
reír por segunda vez, y aparecieron las aguas por todas partes...<br />
Al séptimo día que reía, apareció el alma‰.<br />
A esta relación entre el nacimiento y una sonrisa divina se<br />
alude también, metafóricamente, en la Biblia: cuando nació Isaac,<br />
dijo Sara: „Elohím me ha sonreído‰ (Gn 21,6)Ÿ.<br />
8. Observa a este respecto la antropóloga (además de teóloga): ÿEsta consideración<br />
de la risa como dadora de vida explica la razón de la risa ante<br />
la muerte. Estrabón refiere ya que algunas tribus nómadas de Egipto<br />
sepultaban a sus muertos riendo. La así llamada risa sardónica, que en<br />
nuestra lengua tiene un valor negativo, toma su nombre del antiquísimo<br />
pueblo de los sardos o sardonios, que acostumbraban a matar a los viejos<br />
y, mientras los mataban, reían con el fin de facilitarles la entrada en<br />
el más allá. La risa, por consiguiente, en este caso, da la „vida nueva‰Ÿ<br />
(op. cit., p. 77).
LLaa rraaíízz ccoommúúnn<br />
Para entendernos<br />
<br />
Consultando diccionarios y enciclopedias italianos, descubrimos<br />
que el término ÿumorismoŸ se relaciona habitualmente con el<br />
término ÿumoreŸ 1 .<br />
Según la concepción hipocrática, el humor se encuentra en la<br />
base misma de la salud, y la sabiduría popular sigue atribuyendo<br />
todavía hoy al ÿmal humorŸ de una persona la causa de muchas<br />
desgracias físicas, defectos y actitudes reprobables.<br />
El Vocabolario della lingua latina de Castiglione e Mariotti 2<br />
traduce el término humor por humor, humedad, y lo pone en relación<br />
con elementos líquidos: agua, mar, rocío, vino, lágrimas...<br />
Sin embargo, salta inmediatamente a la vista la raíz común<br />
con humus, es decir, la tierra. Lo cual demuestra que el humor,<br />
en muchos aspectos, debe considerarse como un componente<br />
esencial de nuestro modo de ser y de existir. Por lo que casi<br />
podría decirse que estamos hechos de una masa de humus y de<br />
agua, o sea, de barro.<br />
Pero, sobre todo, merece la pena referir lo que escribe el erudito<br />
Mario Praz en la Enciclopedia Italiana Treccani, en el artículo<br />
ÿumorismoŸ 3 :<br />
1. Algunos de los análisis que voy a presentar están tomados de la hermosa,<br />
aguda y amplia tesina de Licenciatura en Ciencias Religiosas por la<br />
Universidad de Perugia, presentada por la señora Amalia Maria Jachetti<br />
Rossi, titulada ÿLÊumorismo atributo della Divina SapienzaŸ (El sentido<br />
del humor como atributo de la Divina Sabiduría). Tesina presentada<br />
el curso académico 1972-1973, dirigida por el profesor don Aldo Locatelli.<br />
2. Edizioni Loescher, Torino 1966.<br />
3. Volumen XXXIV, Roma, pp. 671-672.
50 ALESSANDRO PRONZATO<br />
ÿEl concepto de sentido del humor es uno de los menos fáciles<br />
de definir, por el carácter de „incógnito e indistinto‰ que constituye<br />
su principal característica. Recurriendo al diccionario<br />
inglés más importante, el Diccionario de Oxford, para la acepción<br />
especial que la palabra asumió en Inglaterra hacia finales del siglo<br />
XVII... encontramos esta definición: „facultad de percibir lo<br />
que es ridículo y divertido, y expresarlo en un discurso escrito o<br />
en otra composición; se distingue de ÂwitÊ [argucia] por ser menos<br />
puramente intelectual y por poseer una cualidad de simpatía, en<br />
virtud de la cual se aproxima con frecuencia a lo patético‰.<br />
Esta definición, en medio de su enorme vaguedad, contiene<br />
un importante elemento negativo (humour no es wit) y también<br />
un elemento positivo (el humour se distingue por una cualidad de<br />
simpatía), así como un matiz (se acerca a lo patético) que permite<br />
extender el concepto más allá de los límites de lo cómico.<br />
En torno a este matiz giran las definiciones más ambiciosas<br />
del humour, que tienden a identificarlo con la suprema sabiduría<br />
desde Richter (la actitud grave de quien compara el pequeño mundo<br />
finito con la idea infinita, de donde resulta una risa filosófica<br />
que es una mezcla de dolor y de grandeza) hasta Panzini (Dizionario<br />
Moderno: „La especial disposición que una elevada inteligencia,<br />
por lo general artística, tiene para penetrar fácil y sutilmente<br />
hasta el fondo oculto de las cosas, ver las ramas y las raíces,<br />
el escenario y los bastidores; donde las cosas humanas aparecen<br />
bien diversas y bien diversamente enlazadas con respecto al<br />
modo en que se presentan en la apariencia: lo que en la superficie<br />
es cómico, en el fondo puede ser trágico, y viceversa‰).<br />
Por esta vía de la interpretación trascendental llega Richter a<br />
la suprema y lacónica definición del sentido del humor con „la<br />
idea que aniquila‰, a saber: serie de hechos y pensamientos que<br />
contrastan y se disuelven recíprocamente.<br />
Pero, admitiendo también que la gama de los matices del<br />
sentido del humor puede llegar a este <strong>col</strong>or absoluto, no consideramos<br />
que éste sea un aspecto esencial del mismo. Nos ayudará<br />
más bien, en cuestión de matices, limitarnos a la constatación<br />
de que el rasgo común a los humoristas es el capricho, como<br />
disposición formal, metódica; el rasgo opuesto sería el que<br />
no concibe una zona neutra entre la afirmación y la negación, el<br />
que no ofrece el menor indicio de incertidumbre, de vacilación,<br />
de duda, sino que anuncia de manera oracular y como dogmas in-
controvertibles las verdades que ha descubierto; este carácter se<br />
describe en Inglaterra como carente de „sense of humour‰.<br />
Mucho más cerca de la esencia del sentido del humor nos llevan<br />
los dos elementos que señalábamos al principio: la diferenciación<br />
entre el „wit‰ y la disposición a la simpatía.<br />
El „wit‰ (argucia, esprit, agudeza) es aristocrático... Mientras<br />
que en la argucia predomina el intelecto, el sentido del humor deja<br />
decididamente un amplio espacio al sentimiento, y no hay definición<br />
del mismo que no subraye como peculiaridad suya el<br />
sonreír en medio de las lágrimas, el resolver en risa la compasión<br />
por sí mismoŸ.<br />
CCoonncclluussiioonneess<br />
ÿLA BOCA SE NOS LLENŁ DE RISASŸ<br />
El análisis contenido en el ÿpensativoŸ artículo de la Trecanni,<br />
que, naturalmente, es susceptible de profundización y ampliaciones,<br />
además de ofrecer numerosas ideas interesantes, pone de<br />
manifiesto algunas cosas:<br />
1. El sentido del humor es un fenómeno que debemos tomar en<br />
serio y no podemos liquidar, a buen seguro, como una bagatela<br />
o un pasatiempo.<br />
2. El sentido del humor no es un hecho puramente intelectual,<br />
sino que, además de la inteligencia, implica también los<br />
sentimientos.<br />
3. La actitud de fondo del sentido del humor se puede localizar<br />
en la simpatía.<br />
4. El estudio de Mario Praz lleva necesariamente a la conclusión<br />
de que el sentido del humor es un fenómeno bastante<br />
complejo y profundo, y precisamente por su complejidad resulta<br />
difícil definirlo con exactitud.<br />
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