libreto: Falstaff - La Arcadia Jerez

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07.05.2013 Views

Falstaff. Grabado anónimo de 1845. como también la segunda elegida por el caballero enamorador; es más rústica, decidida y, en cierta medida, aventurera, pero no posee el mismo tiro expresivo que Alice Ford . La función de la pareja formada por Nanetta (una lírico-ligera) y Fenton (tenor líricoligero) es vital en el texto de Boito, y un invento suyo casi en exclusiva, pues en Shakespeare apenas aparece . Con Boito llenan la escena cuando son descubiertos, acaramelados, tras la persecución de Falstaff organizada por Ford, el presunto cornudo; ahí aparece el amor puro, desnudo, auténtico contrapunto del amor interesado y burgués que planea por toda la historia, y cuyo símbolo más prosaico y traicionero es Mr . Quickly (mezzo o contralto), comadre experta y, al cabo, auténtico alter ego del gordo embelesador . El trabajo de Boito, cuyo entusiasmo con la idea de escribir el libreto para un Falsfaff firmado musicalmente por Verdi le llevó a abandonar la composición de su Nerone, no sólo fue extraordinario en el desarrollo de los personajes principales; estuvo acertadísimo al decidir de qué personajes del original de Shakespeare habría de prescindir, de cuáles no y de cómo habrían de transformarse otros . Nacieron así esos pequeños tramposos llamados Bardolfo y Pistola (tenor y bajo, respectivamente), y el taciturno y un punto odioso Doctor Cajus (tenor ligero), fusión de otros dos en la obra original . Se trata, en fin, de un libreto magistralmente trenzado, con las palabras justas, los personajes justos y las situaciones justas . Pero difícil de seguir, por, sencillamente, su gloriosa impronta teatral . Y de una modernidad verdaderamente extraña . TeaTro VillamarTa 20 Reflexiones para la escucha Para esta joya del género, Verdi no podía seguir un modelo musical clásico; tenía que inventar otro tipo de discurso . Lo hizo, pero el resultado se entendió tan mal que hasta Stravinsky metió la pata al asegurar que se trataba de “la mejor ópera de Wagner” . La observación es de una miopía galopante, máxime cuando sale de un músico que escribió una cosa llamada The Rake´s Progress . Wagner, como Verdi también en Falstaff, renuncia al modelo clásico de escritura operística . Pero los medios a través de los cuales se produce el cambio son radicalmente diferentes . Frente a la espesura cromática de la orquesta y al concepto del tiempo teatral que tiene Wagner, fuera de realidades tangibles, siempre emergiendo desde cielos lejanos en múltiples y alambicadas direcciones a la búsqueda de espacios expresivos idealizados hasta el infinito, Verdi, tocando el duro suelo, el del teatro a la italiana puro, nos regala un discurso igualmente infinito pero para ocuparse de asuntos bien distintos y de manera muy diferente . El irrascible Verdi ha llegado ya a una edad respetable y sólo puede tratar los asuntos verdaderamente serios con inteligente picardía . Wagner, en cambio, cuando hace “su” ópera cómica, o sea, Los maestros cantores de Nuremberg, acaba convirtiendo a Sachs en un padre glorificador de la nueva Alemania . Verdi, como Shakespeare, todo hay que decirlo, es mucho más crítico con los valores establecidos y no se conforma con el maltrato a que los burgueses someten al intolerablemente engreído y vanidoso Falstaff, sino que ridiculiza sus cortas maneras de concebir la moral y las buenas costumbres . En otras pala

as, frente al trascendentalismo wagneriano (siempre encubridor de los defectos burgueses), la vida real, la carne y la pasión terrena . Musicalmente, todo este fuego vital se materializa sobre un entramado armónico de una limpieza resplandeciente y una luz cegadora; o, indistintamente, en el reino de las sombras y de la fantasía, aunque, siempre, bajo un tratamiento melódico y contrapuntístico inusuales . Vayamos por partes . Sobre los aspectos melódicos de Falstaff hay opiniones para todos los gustos . Citaré dos muy relevantes . “Uno de los aspectos más llamativos de la obra es su fecundidad melódica . Las melodías se siguen unas a otras sin interrupción” o “en Falstaff no sólo no hay arias, casi no hay melodías . Tampoco hay recitativo . La unidad es la frase melódica, que dura sólo el tiempo exigido por la frase verbal (…) El resultado es una línea melódica casi permanente, interrumpida por conjuntos” Son opiniones de Charles Osborne y George Martin, es decir, dos importantísimos estudiosos de la obra de Verdi que, en sus estudios sobre Falstaff, la primera cuestión que ponen sobre la mesa es –incluso antes que otras de tipo armónico– la melódica . ¿Hay muchas melodías o ninguna?, nos tendríamos que preguntar . Personalmente me siento más próximo a Martin, en cuya línea está también John Rosselli al hablar de esas “interrupciones” melódicas: Falstaff es, musicalmente, la melodía infinita de la que siempre habló Wagner y, a mi entender, nunca llegó a conseguir; sus inmensos logros lo fueron por otras razones . Verdi, además, establece esa idea con todas las consecuencias porque no recurre nunca a la repetición temática explí- FalSTaFF 21 cita . Su discurso en Falstaff fue, como nada gratuitamente dijo la Streponi, algo realmente nuevo en ópera . Verdi se vació total y absolutamente, fue escueto pero extraordinariamente esencial . En cuanto a los aspectos contrapuntísticos, el más relevante es el de la inclusión de la fuga cómica en la escena del jardín del tercer acto, pero no el único . La obra entera, por ser como una conversación fluida pero machacona (en realidad la mejor y más grande expresión de la espiritualidad italiana que el último Verdi podría regalar a su propio pueblo) está llena de pasajes fugados . Lo más admirable de ello es, en todo caso, que uno, al escucharlos, siempre tiene la impresión de que están ahí no por razones estéticas sino por necesidades expresivas de tipo teatral que respetan el texto de manera exacta . Véanse, por ejemplo, las intervenciones de Bardolfo, Pistola y el Dr . Cajus en la primera parte del primer acto . Pero volviendo al asunto de la fuga final, su inclusión en ese punto y la función que cumple tienen un sentido autónomo . Falstaff es en realidad una suma de dos obras, la que contemplamos en los dos primeros actos, donde los personajes evolucionan sobre la blanca y plana luz del realismo, y la que tiene lugar luego en los jardines de Windsor, ya en el tercer acto . En la primera se relata una historia tangible en la que cada personaje pide o da según las más reconocidas y reconocibles reglas del teatro clásico . La música en todo ese tiempo marca y remarca, ayuda a comprender comportamientos “humanos” . Todo cambia, sin embargo, después, cuando se nos traslada a un mundo onírico, en el que ya no cuentan las identidades (perdidas bajo el disfraz) sino lo que cada

as, frente al trascendentalismo wagneriano<br />

(siempre encubridor de los defectos burgueses),<br />

la vida real, la carne y la pasión terrena .<br />

Musicalmente, todo este fuego vital se materializa<br />

sobre un entramado armónico de una<br />

limpieza resplandeciente y una luz cegadora;<br />

o, indistintamente, en el reino de las sombras<br />

y de la fantasía, aunque, siempre, bajo<br />

un tratamiento melódico y contrapuntístico<br />

inusuales . Vayamos por partes .<br />

Sobre los aspectos melódicos de <strong>Falstaff</strong><br />

hay opiniones para todos los gustos . Citaré<br />

dos muy relevantes . “Uno de los aspectos más<br />

llamativos de la obra es su fecundidad melódica<br />

. <strong>La</strong>s melodías se siguen unas a otras sin<br />

interrupción” o “en <strong>Falstaff</strong> no sólo no hay<br />

arias, casi no hay melodías . Tampoco hay recitativo<br />

. <strong>La</strong> unidad es la frase melódica, que<br />

dura sólo el tiempo exigido por la frase verbal<br />

(…) El resultado es una línea melódica casi<br />

permanente, interrumpida por conjuntos”<br />

Son opiniones de Charles Osborne y George<br />

Martin, es decir, dos importantísimos estudiosos<br />

de la obra de Verdi que, en sus estudios<br />

sobre <strong>Falstaff</strong>, la primera cuestión que<br />

ponen sobre la mesa es –incluso antes que<br />

otras de tipo armónico– la melódica . ¿Hay<br />

muchas melodías o ninguna?, nos tendríamos<br />

que preguntar . Personalmente me siento<br />

más próximo a Martin, en cuya línea está<br />

también John Rosselli al hablar de esas “interrupciones”<br />

melódicas: <strong>Falstaff</strong> es, musicalmente,<br />

la melodía infinita de la que siempre<br />

habló Wagner y, a mi entender, nunca llegó a<br />

conseguir; sus inmensos logros lo fueron por<br />

otras razones . Verdi, además, establece esa<br />

idea con todas las consecuencias porque no<br />

recurre nunca a la repetición temática explí-<br />

FalSTaFF 21<br />

cita . Su discurso en <strong>Falstaff</strong> fue, como nada<br />

gratuitamente dijo la Streponi, algo realmente<br />

nuevo en ópera . Verdi se vació total y absolutamente,<br />

fue escueto pero extraordinariamente<br />

esencial .<br />

En cuanto a los aspectos contrapuntísticos,<br />

el más relevante es el de la inclusión de la<br />

fuga cómica en la escena del jardín del tercer<br />

acto, pero no el único . <strong>La</strong> obra entera, por ser<br />

como una conversación fluida pero machacona<br />

(en realidad la mejor y más grande expresión<br />

de la espiritualidad italiana que el último<br />

Verdi podría regalar a su propio pueblo) está<br />

llena de pasajes fugados . Lo más admirable de<br />

ello es, en todo caso, que uno, al escucharlos,<br />

siempre tiene la impresión de que están ahí<br />

no por razones estéticas sino por necesidades<br />

expresivas de tipo teatral que respetan el texto<br />

de manera exacta . Véanse, por ejemplo, las intervenciones<br />

de Bardolfo, Pistola y el Dr . Cajus<br />

en la primera parte del primer acto . Pero volviendo<br />

al asunto de la fuga final, su inclusión<br />

en ese punto y la función que cumple tienen<br />

un sentido autónomo . <strong>Falstaff</strong> es en realidad<br />

una suma de dos obras, la que contemplamos<br />

en los dos primeros actos, donde los personajes<br />

evolucionan sobre la blanca y plana luz<br />

del realismo, y la que tiene lugar luego en los<br />

jardines de Windsor, ya en el tercer acto . En<br />

la primera se relata una historia tangible en<br />

la que cada personaje pide o da según las más<br />

reconocidas y reconocibles reglas del teatro<br />

clásico . <strong>La</strong> música en todo ese tiempo marca y<br />

remarca, ayuda a comprender comportamientos<br />

“humanos” . Todo cambia, sin embargo,<br />

después, cuando se nos traslada a un mundo<br />

onírico, en el que ya no cuentan las identidades<br />

(perdidas bajo el disfraz) sino lo que cada

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