análisis de en la ardiente oscuridad de antonio buero ... - purijurado

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07.05.2013 Views

Debemos apuntar también que esta sencillez ha rozado en ocasiones la vulgaridad, pero esa trivialidad de diálogo sirve, sobre todo, para reflejar el superficial optimismo de los ciegos en la escena coral del primer acto. Habría que destacar también el hecho de que los diálogos resultan bastante dinámicos, pues las intervenciones suelen ser cortas, y las más extensas son las de los protagonistas en los momentos de más importancia. Abundan, en este sentido, las oraciones exclamativas, que resaltan la expresividad exagerada de los diálogos entre los personajes y, por tanto, la superficial alegría en la que viven perennemente estos personajes hasta la llegada de Ignacio. Luego, a partir de los momentos finales del primer acto y en los otros dos, las oraciones exclamativas seguirán apareciendo con frecuencia, pero ahora con un valor radicalmente opuesto: antes expresaban alegría, vitalidad; ahora, desesperación, angustia y enfado. Con todo, el número de exclamaciones será mucho más reducido que en el primer acto. En cuanto al tono conversacional, podemos comentar que los diálogos reflejan el ambiente cordial y respetuoso entre los alumnos y el director hasta el momento en que comienza a ser efectiva la influencia de Ignacio. A partir de entonces, el tono cordial seguirá existiendo en todo momento hacia el director (jamás se rebelarán ante él), pero en el diálogo entre compañeros sí se produce una evolución. En la primera parte la actitud, como hemos mencionado, es de confianza, burla y complicidad, y así continuará durante los primeros momentos de Ignacio en el centro; pero este lenguaje se irá cargando poco a poco de tensión, hasta el punto de apreciarse una frialdad expresiva entre las originarias parejas de novios en el tercer acto. La presencia de Ignacio ha marcado tanto el ambiente del centro que ha quebrantado incluso los fuertes lazos sentimentales que entre sus habitantes existía. En lo que respecta a las acotaciones, podemos señalar que éstas son abundantes a lo largo de la obra y que, en líneas generales, se limita a presentarnos el lugar de la acción detalladamente, los rasgos físicos más significativos de algunos personajes y los gestos y movimientos de los mismos. Pero esta descripción de acciones no revelarán aspectos de la forma de ser de los personajes, pues éstos se caracterizan, como dijimos, en la acción, con sus intervenciones y con su modo de actuar en el escenario. El valor que las acotaciones alcanzan en la lectura de la obra es enorme. El texto representado ofrece, a simple vista, aspectos fundamentales del físico de los personajes (sobre todo, vestimenta) que en el texto literario no podríamos percibir de no ser por las acotaciones. Por este motivo las acotaciones de En la ardiente oscuridad, como en cualquier otra obra de teatro, son tan importantes; aunque quizás lo sean más aún en ésta, pues nos presentan 34

elementos escénicos que adquieren significación semántica y simbólica. Así pues, gracias a estas acotaciones, podemos ir siendo conscientes de la evolución que va sufriendo, por ejemplo, Carlos en su aspecto físico. Otro elemento que podemos destacar en cuanto al lenguaje de las acotaciones es que el autor de la obra adopta en la misma una posición casi omnisciente, pues nos habla incluso de sentimientos y percepciones internas de algunos de los personajes: “ELISA (...) no puede evitar un ligero estremecimiento” (p. 83). Finalmente, otros elementos también relacionados con la materia lingüística de este texto ya han sido analizados anteriormente (lenguaje de doña Pepita, uso de diminutivos, significado de los nombres propios...) o serán tratados a continuación (uso de los silencios), y, por lo tanto, no vamos a ocuparnos de ellos en este instante. Podríamos centrarnos ahora en algunos aspectos de técnica y construcción de la obra para concluir este apartado dedicado al lenguaje de En la ardiente oscuridad. Habría que comenzar destacando que la obra despunta por su gran plasticidad, pues en ella abundan las referencias a miradas y gestos reveladores (ej. la mirada de doña Pepita a Carlos al final debió ser muy significativa en el momento de la puesta en escena de la obra, puesto que esta expresión contaba con una connotación acusadora que debería delatar a Ignacio ante el público. Así, como hemos señalado anteriormente, si el lector podía servirse de las acotaciones para conocer la verdad de la muerte de Ignacio, el espectador carecía de esos datos, pero poseía el gesto para elaborar su conclusión final. Con una mirada que debió ser bella en escena concluye también Historia de una escalera, una mirada cargada de significados: esperanza, arrepentimiento, conciencia del fracaso... He aquí la riqueza plástica de las obras de Buero: en ellas, un gesto sí puede valer más que mil palabras. Además, Buero incorpora a la intervención de sus personajes y a las acotaciones diversos elementos que contribuyen a dicha riqueza escénica: efectos musicales, sonoros, luminotécnicos... Es obvio que, a pesar de ser mencionados esos recursos en las acotaciones, la sensación que pudieran producir en el espectador sería infinitamente mayor que la efectuada sobre el lector. 35

Debemos apuntar también que esta s<strong>en</strong>cillez ha rozado <strong>en</strong> ocasiones <strong>la</strong> vulgaridad, pero esa<br />

trivialidad <strong>de</strong> diálogo sirve, sobre todo, para reflejar el superficial optimismo <strong>de</strong> los ciegos <strong>en</strong><br />

<strong>la</strong> esc<strong>en</strong>a coral <strong>de</strong>l primer acto.<br />

Habría que <strong>de</strong>stacar también el hecho <strong>de</strong> que los diálogos resultan bastante dinámicos, pues<br />

<strong>la</strong>s interv<strong>en</strong>ciones suel<strong>en</strong> ser cortas, y <strong>la</strong>s más ext<strong>en</strong>sas son <strong>la</strong>s <strong>de</strong> los protagonistas <strong>en</strong> los<br />

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resaltan <strong>la</strong> expresividad exagerada <strong>de</strong> los diálogos <strong>en</strong>tre los personajes y, por tanto, <strong>la</strong><br />

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Luego, a partir <strong>de</strong> los mom<strong>en</strong>tos finales <strong>de</strong>l primer acto y <strong>en</strong> los otros dos, <strong>la</strong>s oraciones<br />

exc<strong>la</strong>mativas seguirán apareci<strong>en</strong>do con frecu<strong>en</strong>cia, pero ahora con un valor radicalm<strong>en</strong>te<br />

opuesto: antes expresaban alegría, vitalidad; ahora, <strong>de</strong>sesperación, angustia y <strong>en</strong>fado. Con<br />

todo, el número <strong>de</strong> exc<strong>la</strong>maciones será mucho más reducido que <strong>en</strong> el primer acto.<br />

En cuanto al tono conversacional, po<strong>de</strong>mos com<strong>en</strong>tar que los diálogos reflejan el ambi<strong>en</strong>te<br />

cordial y respetuoso <strong>en</strong>tre los alumnos y el director hasta el mom<strong>en</strong>to <strong>en</strong> que comi<strong>en</strong>za a ser<br />

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compañeros sí se produce una evolución. En <strong>la</strong> primera parte <strong>la</strong> actitud, como hemos<br />

m<strong>en</strong>cionado, es <strong>de</strong> confianza, bur<strong>la</strong> y complicidad, y así continuará durante los primeros<br />

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hasta el punto <strong>de</strong> apreciarse una frialdad expresiva <strong>en</strong>tre <strong>la</strong>s originarias parejas <strong>de</strong> novios <strong>en</strong> el<br />

tercer acto. La pres<strong>en</strong>cia <strong>de</strong> Ignacio ha marcado tanto el ambi<strong>en</strong>te <strong>de</strong>l c<strong>en</strong>tro que ha<br />

quebrantado incluso los fuertes <strong>la</strong>zos s<strong>en</strong>tim<strong>en</strong>tales que <strong>en</strong>tre sus habitantes existía.<br />

En lo que respecta a <strong>la</strong>s acotaciones, po<strong>de</strong>mos seña<strong>la</strong>r que éstas son abundantes a lo<br />

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<strong>de</strong>tal<strong>la</strong>dam<strong>en</strong>te, los rasgos físicos más significativos <strong>de</strong> algunos personajes y los gestos y<br />

movimi<strong>en</strong>tos <strong>de</strong> los mismos. Pero esta <strong>de</strong>scripción <strong>de</strong> acciones no reve<strong>la</strong>rán aspectos <strong>de</strong> <strong>la</strong><br />

forma <strong>de</strong> ser <strong>de</strong> los personajes, pues éstos se caracterizan, como dijimos, <strong>en</strong> <strong>la</strong> acción, con sus<br />

interv<strong>en</strong>ciones y con su modo <strong>de</strong> actuar <strong>en</strong> el esc<strong>en</strong>ario.<br />

El valor que <strong>la</strong>s acotaciones alcanzan <strong>en</strong> <strong>la</strong> lectura <strong>de</strong> <strong>la</strong> obra es <strong>en</strong>orme. El texto repres<strong>en</strong>tado<br />

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este motivo <strong>la</strong>s acotaciones <strong>de</strong> En <strong>la</strong> ardi<strong>en</strong>te <strong>oscuridad</strong>, como <strong>en</strong> cualquier otra obra <strong>de</strong><br />

teatro, son tan importantes; aunque quizás lo sean más aún <strong>en</strong> ésta, pues nos pres<strong>en</strong>tan<br />

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