Pregón de la Semana Santa 2008 - Gran Poder de Brenes

Consejo de Hermandades y Cofradias de Brenes
Y también mi sincero agradecimiento para ti, Antonio Manuel, mi
antecesor en menesteres pregoneros, por tus amables palabras, que reflejan un
corazón tan grande y generoso como tu amor por nuestra Semana Santa. Y
a vosotras, Cristina y Mari Loli, pacientes sufridoras de mis nervios y mi
preocupación mientras este Pregón iba tomando cuerpo.
Desde aquí, mirándoos a los ojos, soy más consciente que nunca de la
osadía de intentar atrapar con mis palabras la esencia de una Semana Santa
que es tan vuestra y que está tan arraigada en los adentros de este pueblo que es
difícil imaginarse uno sin la otra. No obstante, tengo la seguridad de que sabréis
perdonar mi atrevimiento cuando intente poner en palabras, como si eso fuera
posible, el sentimiento que nos embarga cuando llega la Cuaresma, o cuando
se nos eriza la piel con ese “crujío” de madera que corta el aire cuando llama
el capataz y la cuadrilla se pone en el palo y mete riñones con toda su fe hecha
costal, o cuando el Señor Cautivo fija en nosotros su limpia mirada escudriñando
hasta el último rincón de nuestro corazón impuro, o cuando el tiempo se detiene
eternizando una salida imposible, o cuando manda silencio un golpe seco de
cerrojo a la hora señalada, o cuando cruza el pentagrama del aire esa marcha
que nos toca el corazón y nos devuelve a una Semana Santa de otro tiempo, o
cuando el mismo incienso de siempre huele distinto al paso de nuestra Imagen,
o cuando la plaza se estremece con un llanto de clarines un viernes de “recogía”
mientras la Virgen de los Dolores cierra nuestra Semana con una promesa de
Resurrección, o cuando una “levantá” a pulso se vuelve el más sentido homenaje
para los cofrades que ya tienen su papeleta de sitio en la Gloria, o cuando un
trocito de esa Gloria se empieza a saborear desde el mismo momento en que el
Señor del Gran Poder posa sus cuatro zancos en los Cuatro Caminos dispuesto
a abrirnos las puertas del Cielo entre Morales Gómez y Tabernas, o cuando
un canasto dorado corta la respiración mientras la serena muerte del Cristo de
la Vera-Cruz enfila la Calle Real, o cuando un palio de oro y plata avanza
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