Boletín 3 - Sociedad Asturiana de Filosofía

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co-relacionado con algo ausente, en función de las prácticas operatorias y, en definitiva, de la posición en el mundo o modo de vida. La contingencia discriminada tiene la estructura del espacio y del tiempo. La relación que la conducta establece entre lo presente y lo co-presente supone tanto un movimiento en el espacio (hacer algo) como un advenimiento en el tiempo (hacer que algo se presente). Ni que decir tiene que en el mundo de la vida estas remisiones o articulaciones del presente con el futuro suponen un continuo reajuste de configuraciones y subsiguientes operaciones, las mismas que van del árbol del bosque al mueble de madera. SENTIDO FILOSÓFICO DE CONTINGENCIA La contingencia en la filosofía tiene, al menos, dos contextos que se han de distinguir. Por un lado, estaría el contexto de la filosofía postmoderna, representada aquí por Rorty y, por otro, estaría el contexto de la filosofía antigua, representada en este caso por Aristóteles. Se puede anticipar que el sentido que interesa es el de Aristóteles que, sobre ser antiguo, para nada está antiguado, antes bien, se hace necesario frente al postmoderno. SENTIDO POSTMODERNO El sentido postmoderno de contingencia fue desarrollado, mayormente, para desacreditar la racionalidad moderna. A este respecto, Rorty toma como referentes el lenguaje, el yo y la sociabilidad. El lenguaje sería la madre de todas las contingencias, supuesto que condiciona todo lo que se pueda conocer, incluyendo la ciencia, convertida así en ‘juegos de la verdad’. Sin embargo, aunque el lenguaje está en todo, no todo se reduce a lenguaje, así, por ejemplo, se sabe a ciencia cierta que el Sol no ‘sale’ ni se ‘esconde’, por más que jueguen un buen papel esas metáforas. Por su parte, el yo sería una narrativa y, así, prácticamente un cuento, sin más trascendencia. Sin embargo, el curso de la vida no se puede reducir a un discurso. En fin, la sociabilidad carecería de cualquier fundamento sobre el que organizar nada, supuesto que el diálogo libre y abierto encontraría las mejores maneras en cada caso. Sin embargo, el poder siempre está de por medio, de manera que la organización social es más cuestión de contingencias de reforzamiento (en sentido conductista) que de diálogos contingentes. Siendo así las cosas, la noción de contingencia del análisis de la conducta no encontraría nada provechoso en la noción de contingencia de la filosofía postmoderna. Antes bien, ésta debería corregirse por aquélla. Distinto será respecto de la contingencia de la filosofía antigua. HISTORIA GRÁFICA DE LA SAF 2001 Conferencias y artículos monográficos SENTIDO ARISTOTÉLICO El sentido antiguo de contingencia se encuentra en Aristóteles, a propósito de la prudencia, debidamente reexpuesta por Aubenque. Para empezar, la contingencia era entre los griegos una divinidad, Tyché, la diosa de la fortuna o azar. Ahora bien, para los griegos el mundo era un todo ordenado, no en vano llamado cosmos, y por tanto sujeto a la necesidad, que contaba también con su divinidad, Ananké. Azar y Necesidad, Tyché y Ananké, tales serían los hilos que tejen el mundo. Puesto que todo estaba ordenado de acuerdo a la naturaleza de las cosas, en realidad, el azar no contravenía la necesidad, sino que se ofrecía como tal des-orden ante la imposibilidad de prever todas las causas que concurren para que ocurra determinado evento. Pero el azar, la contingencia, no dejaría de atenerse al orden de las cosas o, mejor, de las relaciones entre ellas. Si la necesidad está en el orden de las causas internas, conforme a la naturaleza de las cosas (lo propio del navío es flotar y del viento soplar), el azar lo estaría en el de la concurrencia de causas, haciéndose imprevisible (cuando el viento sopla a un navío puede pasarle de todo). Se podría decir, entonces, que algo ocurre por causa del azar, no por la falta de causas sino por lo imprevisibles que resultan. En este sentido, el azar, lo contingente, sería un mal, pero se trataría de un mal que trae su propio remedio, que no sería otro que la acción humana razonable (o, como se podría decir aquí, la conducta discriminada). Si todo fuera necesario, nada cabría hacer, si todo fuera azaroso, nada tendría sentido hacer. Así, pues, la contingencia deja las cosas abiertas a la acción humana. El mundo se ofrece como un fondo indeterminado, de manera que la contingencia sería la condición misma de que pueda ser de una u otra manera o no ser. DE LA CONTINGENCIA A LA PRUDENCIA Pues bien, la contingencia remite a la prudencia, phrónesis, como remedio al mal que supone. La prudencia viene a ser la acción razonable o la conducta discriminada ante la indeterminación del mundo. La prudencia implica, de acuerdo con Aristóteles, dos procesos: la deliberación y la elección. La deliberación consiste en la búsqueda de los medios para realizar un fin. Aunque se trate de una acción individual, supone toda una práctica socialmente aprendida de tratar con la contingencia, esto es, con aquello que puede ser de una u otra manera o no ser. No habría de pasar desapercibido que la deliberación es un concepto de origen polí- 89

90 BOLETÍN Nº 3 tico, lo que sugiere que su práctica por el individuo presupone la práctica social. Por su parte, la elección consiste en la captación simultánea del fin y de los fines. De ahí que sean críticos en la elección el momento oportuno (kairós) para llevar a cabo la acción y el imperativo del deseo (pasión), cara al propio control, no fuera que el placer o el dolor lleven a hacer lo inadecuado. No está demás añadir que la elección implica un doble aspecto técnico y ético, que bien se podría concretar en la responsabilidad, relativa tanto a la habilidad del hacer como al responder de lo hecho. La propia noción de prudencia conlleva estos aspectos. ACTOR, DRAMA Y ESCENARIO (SUJETO, CONDUCTA Y SITUA- CIÓN) Por su parte, drama se refiere, como ya se ha apuntado, a acción y, dado este contex- to, se diría, cómo no, conducta. También se refiere a obra y, en concreto, a ‘obra de teatro’, como conjunto de acciones que constituyen una pieza. En este sentido, drama consistiría en el despliegue o puesta en escena de las acciones que forman una obra de teatro, desarrollada en un escenario al efecto. A este respecto, la noción de drama es correlativa de la noción de escenario. Ahora bien, llevada la noción de drama a la vida, el escenario sería el mundo, por más señas, el mundo de la vida, por señalar ya a la fenomenología. En la vida, la noción de drama incluiría todas las acciones de la vida o las acciones de toda una vida. Si el drama es correlativo de escenario, lo es también de actor. En el teatro, el drama sería correlativo del actor como interprete, pero en la vida lo sería del actor como autor responsable de su actuación (sin perjuicio de la ‘calidad’ de su interpretación). Todo esto no deja de rondar los términos psicológicos de sujeto y de conducta. El actor de la vida no sería sino el sujeto de la conducta, si se prefiere decirlo así. Y la conducta es lo que hace el sujeto y, puestos a decirlo todo, se añadiría que es también lo que hace al sujeto. Por su parte, el escenario o, en su caso, el mundo, se correspondería en términos psicológicos con la situación o contexto. Así, pues, los términos psicológicos de sujeto, conducta y situación se podrían reexponer en los términos teatrales de actor, drama y escenario, si es que la noción de drama no incluye ya los correlativos de actor y escenario, como también podría ser el caso de la conducta respecto de sujeto y situación. Nótese, en todo caso, que los términos en cuestión (sujeto-conducta-situación) vertebran la psicología, por más que la psicología siga siendo invertebrada. LAS VENTAJAS DE LA PERSPECTIVA DRAMÁTICA Supuesto que pueden reexponerse los términos psicológicos en términos teatrales, la pregunta sería cuál es la ventaja o el interés para hacerlo. Por lo pronto, la analogía del teatro ofrece una imagen más cabal de la conducta humana que la proveniente de la ‘caja de Skinner’, de la que, sin embargo, derivan los términos técnicos del análisis de la conducta. De acuerdo con la perspectiva teatral, la conducta se ofrece a una plena visión funcional, como corresponde al designio del análisis funcional de la conducta y todavía se añadiría funcional interpersonal, habida cuenta el carácter radicalmente social de toda conducta, aun cuando se realice a solas. Se podría decir igualmente interconducta, como gusta decir al interconductismo, en la medida en que la conducta de uno depende de la conducta de otro. En este sentido, si bien la noción de interconducta conlleva la visión funcional interpersonal y, de hecho, el interconductismo adopta una teo- HISTORIA GRÁFICA DE LA SAF ría de campo, su énfasis en las inter-conductas le lleva a preterir a los sujetos, las personas o los actores de la conducta, despachados como ‘organismos’. Una visión declaradamente teatral sería interconductual sin preterición de los actores que, como quiera que sea, se reivindican aquí. En efecto, la perspectiva dramatúrgica permite incorporar la persona (un término teatral) en el análisis de la conducta, sin incurrir en el dualismo ni aniquilar el subjetivismo. La supuesta interioridad (sempiterno caballo de batalla en estas lides) sería más una cuestión de estar la persona dentro del mundo que de estar el mundo dentro de la persona. En este sentido, se trata de ver la conducta de las personas (que no de los organismos) desplegándose en las relaciones recíprocas con otras personas, 2001 de acuerdo con un contexto de referencia o diégesis, en términos teatrales. Siendo así, la perspectiva del psicólogo (conductista) se asemejaría, en principio, a la del espectador que ve una obra de teatro, con distancia y al mismo tiempo con implicación. Mientras que la distancia supone la explicación objetiva de lo que ocurre, la implicación supondría la comprensión empática de los personajes según su posición. La cuestión es que ambos puntos de vista (objetivo y subjetivo) son necesarios a la ciencia del comportamiento. La insistencia en uno en detrimento del otro puede suponer o bien que se explique la conducta sin comprenderla o bien que se comprenda sin explicarla. Se ha de añadir que la explicación aquí referida apunta al contexto cultural (contingencias y normas que organizan la vida) y no a sustratos neurobiológicos (porque fueran supuestamente el lugar propio de una explicación científica). Se excusaría decir que el lugar de la explicación psicológica tampoco se

co-relacionado con algo ausente, en función <strong>de</strong> las prácticas<br />

operatorias y, en <strong>de</strong>finitiva, <strong>de</strong> la posición en el mundo o<br />

modo <strong>de</strong> vida.<br />

La contingencia discriminada tiene la estructura<br />

<strong>de</strong>l espacio y <strong>de</strong>l tiempo. La relación que la conducta establece<br />

entre lo presente y lo co-presente supone tanto un<br />

movimiento en el espacio (hacer algo) como un advenimiento<br />

en el tiempo (hacer que algo se presente). Ni que <strong>de</strong>cir tiene<br />

que en el mundo <strong>de</strong> la vida estas remisiones o articulaciones<br />

<strong>de</strong>l presente con el futuro suponen un continuo reajuste<br />

<strong>de</strong> configuraciones y subsiguientes operaciones, las mismas<br />

que van <strong>de</strong>l árbol <strong>de</strong>l bosque al mueble <strong>de</strong> ma<strong>de</strong>ra.<br />

SENTIDO FILOSÓFICO DE CONTINGENCIA<br />

La contingencia en la filosofía tiene, al menos, dos<br />

contextos que se han <strong>de</strong> distinguir. Por un lado, estaría el<br />

contexto <strong>de</strong> la filosofía postmo<strong>de</strong>rna,<br />

representada aquí por Rorty y,<br />

por otro, estaría el contexto <strong>de</strong> la<br />

filosofía antigua, representada en<br />

este caso por Aristóteles. Se pue<strong>de</strong><br />

anticipar que el sentido que interesa<br />

es el <strong>de</strong> Aristóteles que, sobre<br />

ser antiguo, para nada está antiguado,<br />

antes bien, se hace necesario<br />

frente al postmo<strong>de</strong>rno.<br />

SENTIDO POSTMODERNO<br />

El sentido postmo<strong>de</strong>rno<br />

<strong>de</strong> contingencia fue <strong>de</strong>sarrollado,<br />

mayormente, para <strong>de</strong>sacreditar la<br />

racionalidad mo<strong>de</strong>rna. A este respecto,<br />

Rorty toma como referentes<br />

el lenguaje, el yo y la sociabilidad.<br />

El lenguaje sería la madre<br />

<strong>de</strong> todas las contingencias,<br />

supuesto que condiciona todo lo<br />

que se pueda conocer, incluyendo<br />

la ciencia, convertida así en ‘juegos<br />

<strong>de</strong> la verdad’. Sin embargo,<br />

aunque el lenguaje está en todo,<br />

no todo se reduce a lenguaje, así,<br />

por ejemplo, se sabe a ciencia<br />

cierta que el Sol no ‘sale’ ni se ‘escon<strong>de</strong>’, por más que jueguen<br />

un buen papel esas metáforas. Por su parte, el yo sería<br />

una narrativa y, así, prácticamente un cuento, sin más trascen<strong>de</strong>ncia.<br />

Sin embargo, el curso <strong>de</strong> la vida no se pue<strong>de</strong><br />

reducir a un discurso. En fin, la sociabilidad carecería <strong>de</strong><br />

cualquier fundamento sobre el que organizar nada, supuesto<br />

que el diálogo libre y abierto encontraría las mejores<br />

maneras en cada caso. Sin embargo, el po<strong>de</strong>r siempre está<br />

<strong>de</strong> por medio, <strong>de</strong> manera que la organización social es más<br />

cuestión <strong>de</strong> contingencias <strong>de</strong> reforzamiento (en sentido<br />

conductista) que <strong>de</strong> diálogos contingentes. Siendo así las<br />

cosas, la noción <strong>de</strong> contingencia <strong>de</strong>l análisis <strong>de</strong> la conducta<br />

no encontraría nada provechoso en la noción <strong>de</strong> contingencia<br />

<strong>de</strong> la filosofía postmo<strong>de</strong>rna. Antes bien, ésta <strong>de</strong>bería<br />

corregirse por aquélla. Distinto será respecto <strong>de</strong> la contingencia<br />

<strong>de</strong> la filosofía antigua.<br />

HISTORIA GRÁFICA DE LA SAF<br />

2001<br />

Conferencias y artículos monográficos<br />

SENTIDO ARISTOTÉLICO<br />

El sentido antiguo <strong>de</strong> contingencia se encuentra en<br />

Aristóteles, a propósito <strong>de</strong> la pru<strong>de</strong>ncia, <strong>de</strong>bidamente reexpuesta<br />

por Aubenque. Para empezar, la contingencia era<br />

entre los griegos una divinidad, Tyché, la diosa <strong>de</strong> la fortuna<br />

o azar. Ahora bien, para los griegos el mundo era un todo<br />

or<strong>de</strong>nado, no en vano llamado cosmos, y por tanto sujeto a<br />

la necesidad, que contaba también con su divinidad, Ananké.<br />

Azar y Necesidad, Tyché y Ananké, tales serían los hilos<br />

que tejen el mundo.<br />

Puesto que todo estaba or<strong>de</strong>nado <strong>de</strong> acuerdo a la<br />

naturaleza <strong>de</strong> las cosas, en realidad, el azar no contravenía<br />

la necesidad, sino que se ofrecía como tal <strong>de</strong>s-or<strong>de</strong>n ante la<br />

imposibilidad <strong>de</strong> prever todas las causas que concurren para<br />

que ocurra <strong>de</strong>terminado evento. Pero el azar, la contingencia,<br />

no <strong>de</strong>jaría <strong>de</strong> atenerse al or<strong>de</strong>n <strong>de</strong> las cosas o, mejor, <strong>de</strong><br />

las relaciones entre ellas. Si la<br />

necesidad está en el or<strong>de</strong>n <strong>de</strong> las<br />

causas internas, conforme a la<br />

naturaleza <strong>de</strong> las cosas (lo propio<br />

<strong>de</strong>l navío es flotar y <strong>de</strong>l viento<br />

soplar), el azar lo estaría en el <strong>de</strong> la<br />

concurrencia <strong>de</strong> causas, haciéndose<br />

imprevisible (cuando el viento<br />

sopla a un navío pue<strong>de</strong> pasarle <strong>de</strong><br />

todo). Se podría <strong>de</strong>cir, entonces,<br />

que algo ocurre por causa <strong>de</strong>l azar,<br />

no por la falta <strong>de</strong> causas sino por lo<br />

imprevisibles que resultan. En este<br />

sentido, el azar, lo contingente,<br />

sería un mal, pero se trataría <strong>de</strong> un<br />

mal que trae su propio remedio,<br />

que no sería otro que la acción<br />

humana razonable (o, como se<br />

podría <strong>de</strong>cir aquí, la conducta discriminada).<br />

Si todo fuera necesario,<br />

nada cabría hacer, si todo fuera<br />

azaroso, nada tendría sentido<br />

hacer. Así, pues, la contingencia<br />

<strong>de</strong>ja las cosas abiertas a la acción<br />

humana. El mundo se ofrece como<br />

un fondo in<strong>de</strong>terminado, <strong>de</strong> manera<br />

que la contingencia sería la condición<br />

misma <strong>de</strong> que pueda ser <strong>de</strong><br />

una u otra manera o no ser.<br />

DE LA CONTINGENCIA A LA PRUDENCIA<br />

Pues bien, la contingencia remite a la pru<strong>de</strong>ncia,<br />

phrónesis, como remedio al mal que supone. La pru<strong>de</strong>ncia<br />

viene a ser la acción razonable o la conducta discriminada<br />

ante la in<strong>de</strong>terminación <strong>de</strong>l mundo. La pru<strong>de</strong>ncia implica,<br />

<strong>de</strong> acuerdo con Aristóteles, dos procesos: la <strong>de</strong>liberación y<br />

la elección.<br />

La <strong>de</strong>liberación consiste en la búsqueda <strong>de</strong> los<br />

medios para realizar un fin. Aunque se trate <strong>de</strong> una acción<br />

individual, supone toda una práctica socialmente aprendida<br />

<strong>de</strong> tratar con la contingencia, esto es, con aquello que pue<strong>de</strong><br />

ser <strong>de</strong> una u otra manera o no ser. No habría <strong>de</strong> pasar <strong>de</strong>sapercibido<br />

que la <strong>de</strong>liberación es un concepto <strong>de</strong> origen polí-<br />

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