Boletín 3 - Sociedad Asturiana de Filosofía

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En 1962 filmó John Ford la que es una de sus mejores películas y que muestra la grandeza épica y trágica, como se podría decir desde los planteamientos aristotélicos de la Poética, de las películas del Oeste como escenarios de problemas fundamentales como es el que responde a la pregunta de ¿qué es un político? Se trata de El hombre que mató a Liberty Valance, en la que James Stewart es el joven abogado Ransom Stoddard que va a abrirse paso en su profesión en un pueblecito del Oeste prácticamente dominado por un forajido que es Liberty Valance (Lee Marvin). John Ford introduce de inmediato en el ámbito sórdido del pueblo: por un lado asistimos al asalto del bandido a la diligencia y por otro contemplamos la taberna del pueblo en donde, muy galante, el joven abogado decide ayudar a la chica (Vera Miles) que la atiende. La rudeza, las bromas y el desprecio de un don nadie que no pertenece a ese mundo primario. El choque entre un ambiente violento pero ya perteneciente al pasado, un mundo de desorden y monstruosidad, pero incapaz de hacer frente a la tiranía del bandido, y el refinamiento de un chico de otra parte que no se sabe bien donde está, muestra a las claras que justo en ese momento ha llegado el punto de escape o de ruptura para el viejo mundo del oeste. El amor que siente el joven por la chica le proporciona a éste el valor necesario para llegar hasta la figura del héroe, justamente tal como reconocen los primeros discursos de Platón. Pero a la chica la ama también un pistolero, el típico bueno de la película de vaqueros, desempeñado por uno de los actores clásicos de Ford, su referente en el oeste, como la figura de Sócrates en Platón, es John Wayne. Hay un enfrentamiento no entre el bien y el mal sino entre el pasado y el futuro. El bandido sabe que es el pasado y que antes o después tiene que desaparecer. El joven abogado no sabe ni siquiera eso, sólo se atreve a enfrentarse porque está enamorado. El resultado ni siquiera ofrece la más mínima duda para nadie, pero curiosamente quien cae es el bandido y el joven, sin saber cómo, se ve con el revólver en la mano frente al cadáver de su oponente. La fama que consigue cambia en un instante su imagen en el pueblo y deciden, por tanto, elegirle como su representante. Pero el joven no es un asesino y no quiere representar a nadie precisamente por haberse manchando las manos de sangre. Hay un diálogo corto pero eficaz sobre el político entre el pistolero John Wayne y el joven abogado. En él se entera de que en realidad él no ha matado a nadie sino que fue John Wayne el que en realidad acertó a matar desde lejos con un rifle al bandido, pero las cosas son como son y a él le corresponde la fama y la representación popular, pues él se ha dado cuenta de que también pertenecía al pasado. El amor que sentía John Wayne por la chica encarnada por Vera Miles tiene que sacrificarse, si es sincero, porque quiere que ella obtenga una vida distinta y mejor y eso no puede ofrecérselo él. La película comienza y termina con la muerte y el entierro del pistolero de otro tiempo y ahora un perfecto desconocido en su pueblo, que se ha convertido ya en una ciudad con ferrocarril y toda clase de novedades. Probablemente el autor de todas esas mejoras es el político que los representa y que asiste, junto con su esposa, a los funerales del viejo amigo. Conferencias y artículos monográficos Todo el mundo trata al senador con el respeto que merece y él se siente orgulloso del deber cumplido y de las mejoras logradas. El político como mediador, tal como Platón había mostrado. El amor, la amistad y el sentido del deber presentados en la misma línea de la tradición del Banquete. Pero la figura del político no tiene una encarnación precisa tal como decía Alcibíades cuando ponía en Sócrates la representación auténtica del intermediario, del “daimon”, un Amor viviente. Él sí lo creía así, pero Platón pone de su parte la diferencia respecto a la personalidad de Sócrates y a su capacidad de autodominio y sentido de la justicia en todos los niveles. Reconocer eso es entrar en el auténtico papel de la filosofía platónica. En la película que estamos comentando falta un paso más, el de la secuencia final precisamente, sin el cual nos hubiéramos tenido que quedar con lo que decía Alcibíades. Cuando en su regreso del entierro colman de atenciones al senador los empleados del ferrocarril que precisamente él había contribuido sobre todo a llevar a la zona, él, abrumado por tanta cortesía da las gracias más expresivas. Entonces le responden: “-¡No faltaba más, todo es poco para el hombre que mató a Liberty Valance!”. En ese momento comprende que el político es una imagen, un mito, una leyenda o mejor una figura en la leyenda y le confiesa a su esposa que está pensando en retirarse y abrir un bufete de abogado. Como colofón en el diseño del político, que constituye la base de la filosofía para Platón, podemos acudir a un modelo que establece años más tarde del Banquete cuando escribe el Político y se plantea con todo lujo de argumentaciones el contraste entre el oficio que consiste en cuidar de los seres humanos, cuyo único referente es el oficio de pastor cuando eran los dioses los que se ocupaban directamente de criar a todos los seres, y la pluralidad de ocupaciones que constituyen una ciudad y se entrecruzan y entrelazan para crear el tejido social, a veces imprescindible y a veces excesivo y lujoso, en el que se desarrolla la vida de la gente. El modelo que representa el arte de tejer, con los oficios que, a su vez, preparan los utensilios e instrumentos auxiliares de que se sirve una tejedora y los que se encargan de poner en circulación la obra realizada, constituye un nuevo ejemplo del arte de la política. No es una casualidad que antes usásemos la metáfora de “tejido” para hablar de la comunidad. Tampoco lo es que ya Aristófanes haya utilizado el arte del tejido como explicación en el aprendizaje de la política, cuando pone en boca de Lisístrata, en la comedia de este nombre, que las denominadas labores femeninas, entre las que se consideraba la de tejer, eran las que servían como preparación para que la mujer, mejor que los hombres, pudiera ejercer la política. El político ha pasado de mediador, de intermediario a ser el dios constructor, el demiurgo, el que se representa en su obra. Todo eso sin dejar de ser Eros. Un ascenso a divinidad sin duda, del amor y de la filosofía. Pero eso es también una característica de la creación cinematográfica. 83

84 BOLETÍN Nº 3 LA VIDA SEGÚN EL CONDUCTISMO: CONTINGENCIA Y DRAMA Sirviéndose de una alegoría, cuenta el filósofo Bertrand Russell que había una vez dos máquinas de hacer salchichas, perfectamente construidas para transformar el cerdo en los más deliciosos embutidos. Una de ellas conservó su interés por el cerdo y produjo innumerables salchichas; sin embargo, la otra se dijo: «¿Qué me importa a mi el cerdo? Mi propio esfuerzo es más interesante que cerdo alguno». Despreció al cerdo y se dedicó a analizar su propia estructura. Privada de su alimento natural, su interior cesó en sus funciones, y cuanto más se estudió, se encontró más estúpida y vacía. Toda la estructura perfecta con la cual se efectuaba anteriormente la deliciosa transformación continuaba, pero llegó a olvidarse de lo que era capaz de hacer. Russell contrapone en este ejemplo la acción fecunda frente a la paralizante introspección personal. Se diría que se manifiesta como un conductista convencido. Y sobre el conductismo, bajo el rótulo «Contingencia y drama, así es el conductismo», tuvo lugar días pasados una charla-coloquio en el Club de Prensa de La Nueva de España de Oviedo a propósito del centenario del nacimiento del profesor y psicólógo norteamericano B. F. Skinner (1904-90), una de las figuras más preclaras del llamado conductismo radical. Organizó el acto la Sociedad Asturiana de Filosofia, cuyo presidente, el profesor Jorge González Nanclares, hizo la presentación de los participantes. Habló primero el profesor Marcelino Suárez, tesorero también de la citada sociedad. De su brillante exposición destacó la parte dedicada a los «mapas mentales», un concepto de la psicología cognitiva. Un concepto que hace referencia a supuestas estructuras mentales, por lo tanto internas del individuo, que serían la causa explicativa del pensamiento entendido en sentido psicológico. Según lo cual, la psicología tendría que dedicarse a estudiar las conductas de los sujetos; tales conductas vendrían a ser como superestructuras; la base de todo descansaría precisamente en los «mapas mentales». Ahora bien, según Marcelino Suárez, «queda por averiguar qué deba entenderse por mente: ¿acaso una red, un sistema cerebral, un conjunto de neuronas, un microprocesador?» Explicó también que la geografía de la percepción encontró en estos conceptos un filón: el estudio del espacio geográfico debería tener en cuenta las percepciones individuales que los sujetos tienen del espacio, pretendiendo así romper con una supuesta geografía de tipo objetivista que reducía el espacio a relaciones de distancia mediadas por el coste del desplazamiento (Christaller). Arguyó luego que, para estos geógrafos, los mapas perceptivos estarían constituidos por una serie de componentes identitarios que los sujetos que habitan en un mismo espacio repetirían: sendas, nodos, hitos, limes. Y añadió, además, que detrás de CONTINGENCIA Y DRAMA, ASÍ ES LA VIDA SEGÚN EL CONDUCTISMO Reseña publicada en La Nueva España Lunes, 21 de junio e 2004 Francisco Palacios González esta metodología «había una serie de ideologías subjetivistas, historicistas, etnicistas, que valoran más la comprensión y la empatía que la explicación y el análisis distanciados». Cerró el acto Marino Pérez Álvarez, catedrático de Psicología de la Universidad de Oviedo y autor de varios libros sobre temática conductista, el último se titula: «Contingencia y drama. La psicología según el conductismo». Lo presentó Alberto Hidalgo Tuñón, catedrático de Filosofía, que dijo que Marino Pérez es hoy el más genuino representante de las ideas de Skinner en España, sin llegar a ser «un seguidor estricto y fiel», sino más bien crítico con alguna de las teorías del psicólogo norteamericano. Marino Pérez hizo una amplia exposición de los principios del conductismo como ciencia práctica de la conducta. Dijo que toda la psicología tendría que basarse en la conducta. La conducta es lo que hacen las personas de acuerdo a un ambiente, un contexto, un mundo determinado. La persona sería el producto de ese ambiente. Asimismo, para el conductismo la vida es un continuo hacerse y deshacerse. Un continuo fluir, una continua corriente de conductas. Es imposible no comportarse, no actuar. Somos hijos de nuestras conductas. Cada uno es hijo de sus obras, se puede leer en «El Quijote». O como dice el refrán, “obras son amores y no buenas intenciones”. Para Marino Pérez, el conductismo no entra en el interior de las personas. Rechaza la idea del mundo como representación mental. Se opone a toda psicología que recurra a la introspección, a toda teoría que intente explicar la conducta en función de presuntas condiciones interiores, recurriendo metodológicamente a procesos psi-

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BOLETÍN Nº 3<br />

LA VIDA SEGÚN EL CONDUCTISMO: CONTINGENCIA Y DRAMA<br />

Sirviéndose <strong>de</strong> una alegoría, cuenta el filósofo<br />

Bertrand Russell que había una vez dos máquinas <strong>de</strong> hacer<br />

salchichas, perfectamente construidas para transformar el<br />

cerdo en los más <strong>de</strong>liciosos embutidos. Una <strong>de</strong> ellas conservó<br />

su interés por el cerdo y produjo innumerables salchichas;<br />

sin embargo, la otra se dijo: «¿Qué me importa a<br />

mi el cerdo? Mi propio esfuerzo es más interesante que cerdo<br />

alguno». Despreció al cerdo y se <strong>de</strong>dicó a analizar su propia<br />

estructura. Privada <strong>de</strong> su alimento natural, su interior<br />

cesó en sus funciones, y cuanto más se estudió, se encontró<br />

más estúpida y vacía. Toda la estructura perfecta con la<br />

cual se efectuaba anteriormente la <strong>de</strong>liciosa transformación<br />

continuaba, pero llegó a olvidarse <strong>de</strong> lo que era capaz <strong>de</strong><br />

hacer. Russell contrapone en este ejemplo la acción fecunda<br />

frente a la paralizante introspección personal. Se diría<br />

que se manifiesta como un conductista convencido. Y sobre<br />

el conductismo, bajo el rótulo «Contingencia y drama, así es<br />

el conductismo», tuvo lugar días pasados una charla-coloquio<br />

en el Club <strong>de</strong> Prensa <strong>de</strong> La Nueva <strong>de</strong> España <strong>de</strong> Oviedo<br />

a propósito <strong>de</strong>l centenario <strong>de</strong>l nacimiento <strong>de</strong>l profesor y<br />

psicólógo norteamericano B. F. Skinner (1904-90), una <strong>de</strong><br />

las figuras más preclaras <strong>de</strong>l llamado conductismo radical.<br />

Organizó el acto la <strong>Sociedad</strong> <strong>Asturiana</strong> <strong>de</strong> Filosofia, cuyo<br />

presi<strong>de</strong>nte, el profesor Jorge González Nanclares, hizo la<br />

presentación <strong>de</strong> los participantes. Habló primero el profesor<br />

Marcelino Suárez, tesorero también <strong>de</strong> la citada sociedad.<br />

De su brillante exposición <strong>de</strong>stacó la parte <strong>de</strong>dicada a los<br />

«mapas mentales», un concepto <strong>de</strong> la psicología cognitiva.<br />

Un concepto que hace referencia a supuestas estructuras<br />

mentales, por lo tanto internas <strong>de</strong>l individuo, que serían la<br />

causa explicativa <strong>de</strong>l pensamiento entendido en sentido psicológico.<br />

Según lo cual, la psicología tendría que <strong>de</strong>dicarse<br />

a estudiar las conductas <strong>de</strong> los sujetos; tales conductas vendrían<br />

a ser como superestructuras; la base <strong>de</strong> todo <strong>de</strong>scansaría<br />

precisamente en los «mapas mentales».<br />

Ahora bien, según Marcelino Suárez, «queda por averiguar<br />

qué <strong>de</strong>ba enten<strong>de</strong>rse por mente: ¿acaso una red, un sistema<br />

cerebral, un conjunto <strong>de</strong> neuronas, un microprocesador?»<br />

Explicó también que la geografía <strong>de</strong> la percepción<br />

encontró en estos conceptos un filón: el estudio <strong>de</strong>l espacio<br />

geográfico <strong>de</strong>bería tener en cuenta las percepciones individuales<br />

que los sujetos tienen <strong>de</strong>l espacio, pretendiendo así<br />

romper con una supuesta geografía <strong>de</strong> tipo objetivista que<br />

reducía el espacio a relaciones <strong>de</strong> distancia mediadas por<br />

el coste <strong>de</strong>l <strong>de</strong>splazamiento (Christaller). Arguyó luego que,<br />

para estos geógrafos, los mapas perceptivos estarían constituidos<br />

por una serie <strong>de</strong> componentes i<strong>de</strong>ntitarios que los<br />

sujetos que habitan en un mismo espacio repetirían: sendas,<br />

nodos, hitos, limes. Y añadió, a<strong>de</strong>más, que <strong>de</strong>trás <strong>de</strong><br />

CONTINGENCIA Y DRAMA,<br />

ASÍ ES LA VIDA SEGÚN<br />

EL CONDUCTISMO<br />

Reseña publicada en<br />

La Nueva España<br />

Lunes, 21 <strong>de</strong> junio e 2004<br />

Francisco Palacios González<br />

esta metodología «había una serie <strong>de</strong> i<strong>de</strong>ologías subjetivistas,<br />

historicistas, etnicistas, que valoran más la comprensión<br />

y la empatía que la explicación y el análisis distanciados».<br />

Cerró el acto Marino Pérez Álvarez, catedrático <strong>de</strong> Psicología<br />

<strong>de</strong> la Universidad <strong>de</strong> Oviedo y autor <strong>de</strong> varios libros<br />

sobre temática conductista, el último se titula: «Contingencia<br />

y drama. La psicología según el conductismo». Lo presentó<br />

Alberto Hidalgo Tuñón, catedrático <strong>de</strong> <strong>Filosofía</strong>, que<br />

dijo que Marino Pérez es hoy el más genuino representante<br />

<strong>de</strong> las i<strong>de</strong>as <strong>de</strong> Skinner en España, sin llegar a ser «un<br />

seguidor estricto y fiel», sino más bien crítico con alguna <strong>de</strong><br />

las teorías <strong>de</strong>l psicólogo norteamericano.<br />

Marino Pérez hizo una amplia exposición <strong>de</strong> los principios<br />

<strong>de</strong>l conductismo como ciencia práctica <strong>de</strong> la conducta. Dijo<br />

que toda la psicología tendría que basarse en la conducta.<br />

La conducta es lo que hacen las personas <strong>de</strong> acuerdo a un<br />

ambiente, un contexto, un mundo <strong>de</strong>terminado. La persona<br />

sería el producto <strong>de</strong> ese ambiente. Asimismo, para el conductismo<br />

la vida es un continuo hacerse y <strong>de</strong>shacerse. Un<br />

continuo fluir, una continua corriente <strong>de</strong> conductas. Es imposible<br />

no comportarse, no actuar. Somos hijos <strong>de</strong> nuestras<br />

conductas. Cada uno es hijo <strong>de</strong> sus obras, se pue<strong>de</strong> leer en<br />

«El Quijote».<br />

O como dice el refrán, “obras son amores y no buenas<br />

intenciones”. Para Marino Pérez, el conductismo no entra<br />

en el interior <strong>de</strong> las personas. Rechaza la i<strong>de</strong>a <strong>de</strong>l mundo<br />

como representación mental. Se opone a toda psicología<br />

que recurra a la introspección, a toda teoría que intente<br />

explicar la conducta en función <strong>de</strong> presuntas condiciones<br />

interiores, recurriendo metodológicamente a procesos psi-

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