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Boletín 3 - Sociedad Asturiana de Filosofía

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comedia ateniense, el autor adoptaba una postura semejante<br />

a fin <strong>de</strong> po<strong>de</strong>r contemplar la distonía existente entre<br />

gobernante y gobernados o pueblo e intelectuales. Es el 1,<br />

2, 3 que los comediógrafos <strong>de</strong> la época ridiculizaban en el<br />

comportamiento <strong>de</strong> los seguidores <strong>de</strong> Platón en la Aca<strong>de</strong>mia,<br />

en don<strong>de</strong> el 3 era precisamente la diferencia, la relación<br />

entre el 1 y el 2, que asimismo respondían a “lo uno”<br />

y “lo otro”. Pero es generalmente la postura <strong>de</strong>l director <strong>de</strong><br />

la película cuando hace un montaje que lo pone por encima<br />

<strong>de</strong> la realidad mostrada. Aquí lo va a hacer <strong>de</strong> manera<br />

magistral Aristófanes.<br />

Los estudiosos <strong>de</strong> Platón hablan aquí <strong>de</strong> un ajuste<br />

<strong>de</strong> cuentas al responsable <strong>de</strong> la <strong>de</strong>formación y ridiculización<br />

<strong>de</strong>l maestro, puesto que en su <strong>de</strong>fensa en el Tribunal<br />

Sócrates habló <strong>de</strong> Aristófanes y <strong>de</strong>l daño que había causado<br />

a su fama el personaje que con su nombre aparece en Las<br />

Nubes. Si es así, es <strong>de</strong>cir, si lo que se preten<strong>de</strong> es poner en<br />

pantalla, y nunca mejor dicho, la ruindad e impericia <strong>de</strong>l<br />

comediógrafo, todo el mundo hubiera hecho cola para ser<br />

puesto en solfa por Platón, pero también la incapacidad se<br />

habría vuelto contra él mismo y contra la <strong>de</strong>streza <strong>de</strong> la filosofía.<br />

Hay que reconocer, por el contrario, que el reto cinematográfico<br />

era inmenso, pues todo el mundo conocía la<br />

fuerza cómica y la maestría <strong>de</strong> Aristófanes. Por esa razón,<br />

es preciso llegar a la conclusión que la <strong>de</strong>streza <strong>de</strong> Platón<br />

supera el <strong>de</strong>safío ampliamente. Es más, abre el campo a<br />

todo tipo <strong>de</strong> especulación filosófica con la figura que en él<br />

se crea:<br />

“Pero antes que nada” -dice Aristófanes- “tenéis<br />

que llegar a conocer la naturaleza humana y sus vicisitu<strong>de</strong>s,<br />

porque nuestra primitiva naturaleza no era la misma <strong>de</strong> ahora,<br />

sino diferente. En primer lugar, eran tres los géneros <strong>de</strong><br />

los hombres, no dos, como ahora, masculino y femenino,<br />

sino que había también un tercero que participaba <strong>de</strong> estos<br />

dos, cuyo nombre perdura hoy en día, aunque como género<br />

ha <strong>de</strong>saparecido. Era, en efecto, entonces el andrógino<br />

una sola cosa, como forma y como nombre, partícipe <strong>de</strong><br />

ambos sexos, masculino y femenino, mientras que ahora no<br />

es más que un nombre sumido en el oprobio. En segundo<br />

lugar, la forma <strong>de</strong> cada individuo era en su totalidad redonda,<br />

su espalda y sus costados formaban un círculo....”<br />

La figura redonda (Sobre la relación establecida<br />

en Grecia sobre la ciudad y el cuerpo humano se pue<strong>de</strong> ver<br />

Richard Sennet, Carne y Piedra. El cuerpo y la ciudad en la<br />

civilización occi<strong>de</strong>ntal, (1994), trad. Alianza, Madrid 1997<br />

pp. 15-94) <strong>de</strong>l andrógino explica su velocidad y su fuerza,<br />

como también el que los dioses <strong>de</strong>cidiesen reducirlo cortándolo<br />

por el medio, <strong>de</strong> manera que, a partir <strong>de</strong> entonces<br />

cada mitad añora la mitad perdida: la media naranja en el<br />

sentido más literal.<br />

El método platónico ha promovido un corte peculiar<br />

que enlaza los anteriores discursos, los reorganiza y los<br />

convierte en un enfoque <strong>de</strong> la i<strong>de</strong>a <strong>de</strong> atracción por lo que le<br />

falta a cada uno, vinculado a la imagen <strong>de</strong>l neutralizador, <strong>de</strong>l<br />

ser intermedio, que recuerda la doctrina <strong>de</strong> Empédocles y<br />

sobre todo la corriente órfica que era muy popular y que por<br />

lo general era parodiada en sus comedias por Aristófanes.<br />

Frente a estos discursos viene el <strong>de</strong> Agatón, sobre<br />

el po<strong>de</strong>r <strong>de</strong> Eros, apartándolo <strong>de</strong> su función, y proporcionando<br />

las cualida<strong>de</strong>s necesarias para convertirlo en figura<br />

Conferencias y artículos monográficos<br />

olímpica, en estatua y en mo<strong>de</strong>lo <strong>de</strong> cualquier tipo <strong>de</strong> <strong>de</strong>streza:<br />

“...el Amor es un excelente poeta en general en toda<br />

clase <strong>de</strong> creación relativa a las artes <strong>de</strong> las Musas; porque<br />

aquello que no se tiene o no se sabe, no se pue<strong>de</strong> dar a otro<br />

o enseñárselo a tercero. Y, ciertamente, la creación <strong>de</strong> los<br />

seres vivos en su totalidad, ¿quién negará que es una parte<br />

<strong>de</strong> la sabiduría <strong>de</strong>l Amor, por la que nacen y se producen<br />

todos los seres?”<br />

Sócrates no pue<strong>de</strong> competir con ninguno <strong>de</strong> los<br />

oradores que le han precedido, pero sí sabe partir <strong>de</strong> la ignorancia.<br />

Sólo sabe que ninguno <strong>de</strong> los entendidos <strong>de</strong> Amor<br />

que han hablado ya se ha apoyado en lo establecido, en la<br />

verdad, o en lo que hace funcionar el amor, en el bien. Han<br />

cogido el rábano por las hojas <strong>de</strong> la erudición y la brillantez.<br />

Se impone el corte característico <strong>de</strong> los conceptos<br />

socráticos: si el amor es bello y perfecto no necesita <strong>de</strong> nada<br />

ni <strong>de</strong> nadie y el amor es ante todo amor <strong>de</strong> algo.<br />

Así se abre paso a lo que es consi<strong>de</strong>rado generalmente<br />

el punto álgido <strong>de</strong>l diálogo, el momento en que cuenta<br />

Sócrates cómo se inició en el amor, tema que era un cliché<br />

por cierto en esta clase <strong>de</strong> conversaciones <strong>de</strong> sobremesa,<br />

aunque es fácil <strong>de</strong> imaginar que los contenidos pue<strong>de</strong><br />

que fuera muy distintos. Lo cierto es que Sócrates habla <strong>de</strong><br />

una mujer Diotima que le va a abrir el camino <strong>de</strong>l Amor.<br />

Amor como carencia: se ama lo que no se tiene. Un cuento<br />

establece la operación precisa para caracterizar como tal a<br />

Eros, a quien se ha rebajado <strong>de</strong> dios a <strong>de</strong>mon, a ser intermedio,<br />

a mediador entre los dioses y los hombres.<br />

El cuento <strong>de</strong> Poros y Penía, el dios y la mortal, la<br />

Abundancia y la Pobreza, respectivamente, constituyen la<br />

referencia fundamental en toda la teoría <strong>de</strong>l amor en Platón<br />

y <strong>de</strong>terminan por sí misma la capacidad cinematográfica <strong>de</strong><br />

su autor planteando una secuencia universal, como la famosa<br />

<strong>de</strong> la caverna o la <strong>de</strong>l carro alado para el alma. Los que<br />

<strong>de</strong>fien<strong>de</strong>n un tipo <strong>de</strong> filosofía platónica aplicado a lo largo<br />

<strong>de</strong>l Neoplatonismo y <strong>de</strong>l Cristianismo medieval se mueven<br />

<strong>de</strong>s<strong>de</strong> la proyección <strong>de</strong> este relato. Lo mismo que el amor<br />

cortesano que sirvió al De Amore en el que reflejaba esta<br />

obra su traductor e introductor en el Renacimiento Marsilio<br />

Ficino (Marsilio Ficino, De Amore, Technos, Madrid<br />

2001).<br />

La escala <strong>de</strong>l Amor, que lleva al bien, intermedio<br />

e intermediaria entre dioses y hombre, es la <strong>Filosofía</strong>.<br />

Y en ese punto <strong>de</strong>l banquete irrumpe un coro <strong>de</strong><br />

jóvenes juerguistas en plena celebración por su cuenta. Con<br />

este recurso cinematográfico también, que no teatral,<br />

entran Alcibía<strong>de</strong>s y sus amigos, otra <strong>de</strong> las cuentas pendientes<br />

<strong>de</strong> Platón que tiene que saldar en esta obra y la espiral<br />

más abierta <strong>de</strong> ese eterno retorno que anunciábamos cuando<br />

se iniciaba el comentario a esta obra. Alcibía<strong>de</strong>s era el<br />

enamorado <strong>de</strong> Sócrates, eso se <strong>de</strong>cía, pero a la vez uno <strong>de</strong><br />

los personajes más controvertidos, como ya hemos dicho.<br />

Alcibía<strong>de</strong>s, se informa <strong>de</strong> los discursos sumariamente y<br />

entona su propio canto <strong>de</strong> alabanza al Eros. Elogio que se<br />

convierte en una <strong>de</strong>scripción <strong>de</strong>l po<strong>de</strong>r <strong>de</strong> Eros como<br />

mediador, como atracción y como filosofía personificado<br />

en la figura y capacidad <strong>de</strong> Sócrates, el hombre <strong>de</strong> contrastes,<br />

lo feo y lo bello en una misma persona. Sócrates ha<br />

hecho que el ritmo <strong>de</strong> la música pase a las palabras y que la<br />

ca<strong>de</strong>ncia <strong>de</strong> sus frases se conviertan en ca<strong>de</strong>nas <strong>de</strong> la ver-<br />

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