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jardineros...y los médicos y enfermeras (que también
van allí como voluntarios).
5.Muchos niños están pachuchillos” y lejos de sus
padres. ¿Se sienten seguros?
Se sienten muy seguros porque, son tantas las diferentes
actividades que hacemos durante el día y
tantos los momentos buenos que pasamos, que
apenas tienen tiempo para pensar en otras cosas.
De todas maneras, todas las actividades están adaptadas
para que todos los niños puedan participar y
ninguno se sienta desplazado, por ejemplo, es un
campamento que no se juega al fútbol porque hay
niños en silla de ruedas.
6.¿Por qué recomendarías Barretstown?
Porque es un sitio “especial”, mágico. La gente que
trabaja allí es, simplemente, increíble, hay americanos,
canadienses, australianos, europeos... gente
muy distinta, pero todos con un objetivo común,
que es ayudar en la medida que podamos a estos
niños. Y lo más importante, la experiencia con los
“enanos”, ya que ellos nos enseñan mucho más de
lo que nosotros podamos aportarles.
Pero lo que más me gusta de Barretstown es que es
un lugar donde todo el mundo es feliz, niños y
mayores están contentos a todas horas y vayas
donde vayas, verás siempre sonrisas
7.¿Qué cambiarías allí?
El horario de las comidas...cenamos a las 6 de la
tarde, y cuando me voy a la cama después de un día
agotador, me muero de hambre.
8.Cuéntanos tu mejor recuerdo.
Fue el verano de 2004. Durante ese año había sido
voluntaria en la planta de oncología del Hospital
del Niño Jesús de Madrid y había una niña que
conocía bastante ya que estuvo todo el invierno en
el hospital. En Julio vino a Barretstown y sin duda,
mi mejor recuerdo fue cuando la ví cómo escalaba
con su prótesis en la pierna y me decía: ¡mira Inés,
lo he conseguido!
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