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Mujica Lainez, Manuel – El Escarabajo - Lengua, Literatura y ...

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3. LA PROSTITUTA DE NAUCRATIS Y EL<br />

COMEDIÓGRAFO DE ATENAS<br />

Respondía aquel viejo al nombre de Amait, y lo extraordinario es que respondiese: 1)<br />

porque es un nombre femenino; y 2) porque es un nombre desagradable y absurdo de<br />

llevar, al ser uno de los correspondientes a la diosa hipopótamo que, junto a la balanza<br />

de Osiris, en la ceremonia del juicio póstumo, abre la horrible jeta, aguardando a los<br />

condenados. Su padre, a quien irritaba la perspectiva de añadir un hijo más a su<br />

numerosa progenie, lo había designado así para desahogar su cólera. Harto sufrió Amait<br />

como consecuencia, sobre todo porque creció largo y descaecido, lo cual tornaba aún<br />

más ridículo que se lo llamara hipopótama, y el hecho de que no lo cambiase o<br />

modificase, para eludir las burlas infantiles en la aldea artesanal de la necrópolis,<br />

muestra que era un hombre de carácter. Pero el carácter se le agrió, por la persecución<br />

estúpida de quienes lo acosaban remedando el andar y la corpulencia paquiderma, y sólo<br />

en la ancianidad cierta blandura senil, evidenciada en su fácil lagrimeo, reemplazó su<br />

gesto hosco.<br />

De acuerdo con lo que anunciara, al alba siguiente, cruzó con sus nietos a la orilla<br />

oriental del río, con tanta suerte que ese día enfrentaron un navío obeso y enorme, en el<br />

cual estaban embarcando una manada de vacas y terneros, con destino a Naucratis. Pidió<br />

Amait que los llevaran, ofreciendo como pago el trabajo de sus dos muchachos<br />

quinceañeros, y fueron aceptados, ya que los bovinos no resultaban cómodos de manejar<br />

y requerían el mayor número de brazos posible.<br />

¡Qué disímil fue ese viaje, ese descender del Nilo que todo lo inundaba, y en cuyo<br />

desborde generoso brotaban como islotes los villorrios y las ciudades, de los otros<br />

recorridos que por su curso realicé! Iba yo dentro de una alforja, suspendida del hombro<br />

del viejo, y de tanto en tanto me sacaba, para contemplarme cariñosamente y lustrar,<br />

con ayuda de un trozo de lino, mi rutilante lapislázuli y las exquisitas hebras de oro que<br />

dibujan mi caparazón. Yo aprovechaba ese respiro y miraba en torno. ¡Cuánta diferencia<br />

entre aquel grosero bastimento, sobre cuya cubierta se apretujaban las bestias<br />

impacientes, en un desorden enloquecedor de mugidos y cornadas, de la barca real de la<br />

Reina Nefertari, donde me enamoré de la divina esposa de Ramsés II, por obra, creo yo,<br />

del pornográfico pez Oxirrinco! ¡Qué distancia, entre el bufar y los intentos de<br />

embestidas, encima de las cuales de repente aparecían las alegres cabezas y los torsos<br />

transpirados de los nietos de Amait, qué distancia separaba aquel alboroto y el recuerdo<br />

de la nostálgica, dulce canción del arpista ciego, que poéticamente ansiaba ser la corona<br />

de mirto de su amante! Muchos, muchos, muchísimos años después, al evocar esas dos<br />

navegaciones contradictorias por el sagrado camino fluvial en el que nunca volví a ver el<br />

paso fantasmal de la flotilla de los dioses, añadí a sus memorias la que resulta de un<br />

viaje más: el que cumplí con Mrs. Dolly Vanbruck, a bordo de la magnífica dahabieh de la<br />

Duquesa de Brompton. <strong>El</strong> infernal Giovanni Fornaio no existía aún, y ocupaba su lugar<br />

ventajosamente un simpático torerito andaluz, Currito Linares, quien nos divertía de<br />

noche en el puente, tocando las castañuelas, sin imaginar que ahí mismo, tres mil años<br />

atrás, yo había escuchado las de madera y oro, que hacía repicar la esclava de la Reina<br />

de Egipto. ¡Qué admirable! Se bebía champagne y refrescos; se bailaba el one-step, el<br />

two-step y el shimmy, a la luz de la luna y al compás de una pequeña orquesta; V<br />

Currito les enseñaba a las señoras los pasos de un tango tan novedoso como personal y<br />

toreador. Desfilaban los paisajes... Desfilaban las palmeras, los templos, los poblachos<br />

34 <strong>Manuel</strong> <strong>Mujica</strong> Láinez<br />

<strong>El</strong> escarabajo

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