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Mujica Lainez, Manuel – El Escarabajo - Lengua, Literatura y ...

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<strong>El</strong> mudo, que concluyentemente no era tal, acertó entretanto con lo que Livio no lograra,<br />

o sea con sacarme del dedo alarmante, deshacerse de él, y tomar conmigo las de<br />

Villadiego, barbotando profanaciones. Alcancé a distinguir en la fuga, que las asombradas<br />

mujeres levantaban el índice de Febo, y regresaban con él a la iglesia, reiterando su coro<br />

de «¡milagro!, ¡milagro!», así que no me sorprendería que por lo menos una parte del<br />

cuerpo del pobrecito, hubiese culminado en la condición de reliquia venerada.<br />

En cuanto a mi subsiguiente propietario, resultó ser un soldado español, de los que tan<br />

bárbaramente actuaron, junto a los lansquenetes alemanes, durante el saqueo de Roma.<br />

Parece ser que a los dados derrochó, en una noche, cuanto había acumulado como fruto<br />

del robo; que no se resignó a retornar a su patria con las alforjas vacías, puesto que<br />

muchos volvían opulentos; y que optó por simular ser mudo, y por vivir del público<br />

altruismo. Por etapas llegó a Florencia; ancló en las cercanías de San Pietro<br />

Buonconsiglio, donde en breve se aseguró una excelente clientela, hasta que nos<br />

descubrió al santo dedo y a mí, y sin proponérselo recobró la voz. Empero, se me ocurre<br />

que lo escarabajeó (admirable verbo) la comezón de que se comprobase su superchería,<br />

de forma que resolvió retirarse de la plaza, cuando en ella comenzaba a ser bien<br />

conocido y prosperaba su negocio. Partimos ese mismo día, enderezando al norte, y<br />

dejando por rastro un apéndice taumaturgo y la inútil lección de que la belleza no basta.<br />

Fue la nuestra una andanza larga y azarosa. En Genova, el ex soldado, convertido en uno<br />

de los hombres más habladores y mentirosos que de mí se apropiaron, condescendió a<br />

trabajar y se conchabó de marinero en una carabela que zarpaba para Londres y que<br />

hizo escala en Santander, donde nos separamos de sus vaivenes. Desde allí, mi intrépido<br />

dueño caminó hasta la meta de su correría, el pueblo donde había nacido: Santillana del<br />

Mar, tierra de heráldica, de religión, de aldeanos que contra la pobreza bregaban, y de<br />

singularidades.<br />

<strong>Manuel</strong> <strong>Mujica</strong> Láinez 157<br />

<strong>El</strong> escarabajo

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