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Mujica Lainez, Manuel – El Escarabajo - Lengua, Literatura y ...

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ya se aprestaban a huir, cuando dedujeron que la cortesana no había acudido hasta allí<br />

atraída por ellos y su desorden, sino a causa del fracaso del jorobado, ya que con sendos<br />

golpes abrió ambas puertas de la alacena, y resonó, estridente, el grito de Pier<br />

Francesco, ante quien, como en un altar diabólico, se alineaban, dentro de frascos,<br />

amontonados o pendientes de la estantería, los espantos más pavorosos y<br />

nauseabundos: partes de esqueletos robados a las tumbas, reptiles embalsamados a<br />

medias, fetos flotantes en recipientes de formas repulsivas, hierbas y raíces secas de<br />

traza humana, todo un laboratorio horrendo que las dos Gorgonas habían instalado para<br />

provocar la lujuria, el dolor, el desdén, acaso la muerte. Al grito de Orsini se superpuso la<br />

carcajada burlona de Pantasilea, y por sucumbir Febo a la tentación de acechar lo que<br />

pasaba más allá de esas puertas, improvisadoras de una especie de biombo, utilizando el<br />

intersticio de las hojas logré ver que la meretriz continuaba desnuda, si bien ahora el<br />

maravilloso collar de zafiros rodeaba su cuello, y se levantaba, estremeciéndose, sobre<br />

sus pechos firmes; y vi que el desgraciado patricio se cubría la cara con las manos; y<br />

que, perseguida por su perrito ladrador, Pantasilea dejaba el aposento, corriendo,<br />

arrastrando la túnica de rubíes como si fuese la cola de otro pavo real; sólo eso vi,<br />

porque los dos muchachos se vistieron apresuradamente y escaparon por la salida<br />

opuesta, cual si hubieran cometido un crimen. De Pier Francesco Orsini poco más supe,<br />

fuera de que, con el andar del tiempo, él sería el Duque fantasioso que en el parque de<br />

su castillo de Bomarzo, situado en la zona de Viterbo, mandó esculpir y transformar las<br />

rocas, hasta crear lo que llamó el Sacro Bosque, guarida de monstruos y de<br />

excentricidades de piedra. Creo que se casó dos veces, y espero que haya sido feliz, pues<br />

la verdad es que el asunto de la cámara de los espejos, en el que desempeñó una parte<br />

tan desastrosa, me inspiró mucha lástima.<br />

No era Pantasilea mujer de callar una aventura de esa índole. La narró, el día siguiente, a<br />

su corte de juveniles gentileshombres. Escenificó el episodio con perversidad prolija, y los<br />

cosechados zafiros fulguraron en las palmas de Antinori, Buondelmonti, Pancia-tichi,<br />

Altoviti, Tornabuoni, Lamberti, quienes atronaron con sus risas masculinas la gran casa,<br />

añadiéndose a la histérica hilaridad del maltes y al áspero reír de los pavos reales. Desde<br />

ya apunto que uno de los ricos florentinos, Livio Altoviti, apodado «el Gato», era<br />

mentado por sus cóleras violentas y por su ciega crueldad. Mi memoria ha apresado su<br />

silueta esmirriada, escurridiza, su morena piel, sus ojos oscuros y oblicuos de nictálope,<br />

su negra ropa, tan justa que intrigaba a qué flexiones recurría para ponérsela; su andar<br />

afelpado, sigiloso, gatuno; su voz, que en el paroxismo de la rabia crecía como un<br />

maullido loco. Livio Altoviti rió con el resto. Se propagó el regocijo en la casa, y al<br />

crepúsculo, cuando habían partido los huéspedes, Vincenzo, que con Febo lo consultó,<br />

juzgó el momento oportuno para confesar a la falsa pelirroja la genuina personalidad de<br />

su compañero, recurriendo al ascendiente que allí lo beneficiaba por su discreción y<br />

decoro. Felizmente el buen humor de Pantasilea influyó en su aceptación gustosa de la<br />

superchería.<br />

—Parece —señaló— algo sacado del «Decamerón» de Boccaccio.<br />

Y a tanto llegó su entusiasmo que esa noche (Febo vestía de paje, una ropilla verde que<br />

realzaba sus ojos y su figura), al ir los donceles a desearle un placentero descanso, los<br />

retuvo, pidiendo a Vincenzo que trajera uno de los laúdes y a Febo que cantase; les dio<br />

pasas de uva y vino frío; y terminó por meterlos a los dos en su cama, con lo cual la<br />

zorra gozó de una velada sobradamente compensatoria de la aridez de la anterior y de<br />

las ineptitudes del triste heredero de Bomarzo; los muchachos se doctoraron<br />

vertiginosamente, antes de los quince años, en la Universidad del Erotismo, aprobando<br />

intrincadas materias como Gimnasia, Acrobacia, Lucha, Balística, Puntería, Euritmia y<br />

Compás; y hasta yo, que soy viejo, aprendí en aquella ocurrencia ciertas innovaciones, lo<br />

cual me confirmó que siempre, por más que uno avance en el tiempo, la experiencia<br />

continúa nutriéndose.<br />

Menos gracia que a Pantasilea les causó a sus elegantes contertulios la sorpresa relativa<br />

a Febo di Poggio, ya que cabe recordar que cuando entre ellos se movía con traza de<br />

mujer, fue objeto de generales alabanzas y palpamientos, cosa que ahora los<br />

abochornaba, si bien fingieron tomarlo a broma, pero en realidad les escocía, en<br />

144 <strong>Manuel</strong> <strong>Mujica</strong> Láinez<br />

<strong>El</strong> escarabajo

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